Carlos Carrizo Salvadores

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar

Carlos Carrizo Salvadores (nacido en Tucumán el 7 de agosto de 1942), es un ex-coronel condecorado que luego se dedicó a ejercer como abogado. Participó como segundo jefe del Regimiento de Infantería Mecanizado 7 «Coronel Conde» (RIMec7) en la Batalla de Monte Longdon. La captura del Monte Longdon ofreció serias dificultades por la solidez de los atrincheramientos y la resistencia resuelta de los defensores argentinos. De los 278 defensores argentinos habían quedado 31 muertos, 120 heridos y 50 desaparecidos. Más del 70% de los defensores habían sido perdidos.

Desempeño en Malvinas

Durante la Guerra de Malvinas, el Mayor Carrizo Salvadores estuvo destacado en la Compañía B 'Maipu' del Regimiento de Infantería Mecanizado 7 «Coronel Conde», en monte Longdon, donde recibió el mando de tres pelotones de fusileros y una de morteros. Según el Soldado Conscripto Guillermo Alberto Vélez que fue entrevistado en el libro 'Los Chicos de la Guerra' (Editorial Galerna, 1982), “Pasó días cavando con su unidad, conociendo a sus secciones y preparando a todos para el tipo de guerra que vendría. Eso mejoraba su relación con la tropa, que admiraba el ejemplo dado por el mayor”. Pero fue visto no pocas veces como un represor por parte de algunos soldados de padres de tendencia izquierdista.

Los excombatientes del 'Centro de Excombatientes Islas Malvinas' (CECIM), que desde principio se definieron como «antihéroes», denunciaron torturas físicas y psicológicas, estaqueos, maltratos, privación de alimentos​ y hasta la muerte por congelamiento del marino Héctor Miguel Rolla en Monte Longdon.

Sobre el aprovisionamiento de aquellos días, Julio Gerardo Lago (soldado ranchero) muestra su particular vision:

De entrada hacíamos tres comidas por día, después se hicieron dos y al final, una. Te levantabas a las cuatro de la mañana y preparabas un mate cocido; después ya entrabas con la comida que se repartía a mediodía, otra más que se repartía tipo cuatro, cinco de la tarde, y a preparar todo para el otro día. Y así era continuamente. El problema era que amanecía a las diez de la mañana o a las nueve, y oscurecía a las tres y media. Con el toque de queda no se podía circular de noche, o sea, no había tiempo para andar repartiendo la comida.[1]

El castigo más común era el «estaqueo» de los conscriptos por indisciplina, negligencia o el hurto de alimentos. En 2007, la ministra de defensa Nilda Garré reconoció que las normas militares vigentes durante la guerra de las Malvinas contemplaban el estaqueo en caso de falta de calabozo: "Es una crueldad y de un sadismo insólito, pero es cierto que estaba en las normas"[2].

Luego de la determinación judicial en noviembre de 2009, que no considera a los estaqueamientos en Malvinas como delitos de lesa humanidad, Mauricio F. Ramos, Presidente de la Asociación Veteranos de Guerra Continentales, legitimó la decisión argumentando que “no olvidemos que estaban en vigor las leyes del régimen militar que establecían que si uno cometía traición a la Patria, podría ser fusilado”. El ex conscripto Fernando Cangiano del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 mantiene que: Desde el fin de la guerra se ha pretendido, no sin éxito, urdir una trama discursiva en torno a un supuesto sadismo enfermizo de los oficiales y suboficiales argentinos, en contraposición con la pueril ingenuidad e impotencia de los soldados conscriptos, a quienes se calificó piadosamente de chicos de la guerra.[3]

Al mismo tiempo, y de acuerdo al soldado Fabian Emir Pássaro, la falta de seriedad de varios soldados se hacía evidente en el Regimiento 7: La mayor parte de nosotros nos habíamos ajustado a lo que nos había puestos en, nos habíamos acostumbrado a la guerra. Pero algunos chicos [identificados en el libro Dos Lados Del Infierno, por Vincent Bramley] todavía estaban muy deprimidos y, en muchos casos, se esteban empeorando. Por supuesto, estábamos hartos de llevar la misma ropa puesta por tantos días, yendo sin una ducha, teniendo tanto frío, comiendo mal. Fueron demasiadas cosas juntas, aparte de nuestro temor natural de la guerra, el bombardeo y todo eso. Pero pienso que algunos de nosotros nos adaptábamos mejor que otros. Había chicos muy preocupados; y traté de levantarlos un poco el ánimo. 'No se preocupen,' yo los dije. 'Nada sucederá, estamos a salvo aquí. ¿'No ven ustedes que nunca podrán conseguir llegar aquí arriba? Somos unos mil; si ellos tratan de subir, nosotros los veremos y los sacaremos la mugre a balazos. [4]

Uno de los oficiales del Regimiento 4, el subteniente Jorge Daniel Pérez Grandi declaró a los periodistas Carlos Roberts y Luis Saavedra: Tuve que trabajar con gente de un regimiento que eran todos de Buenos Aires. Y había que estar todo el tiempo peleando con ellos "Que me duele la mano, mi subteniente!".."Estoy cansado"...Que tengo esto, que tengo aquello. Vivían quejándose...Un día tuve que reprender a un cabo de otro regimiento porque se le escapaba la gente. ¡Es algo increíble![5]

Mientras estaba en Malvinas, Carrizo Salvadores perdió a su padre en Catamarca, pero el mayor guardó para sí este hecho y permaneció firme en su puesto de comando hasta el fin de los combates.[6][7]

El 11 de junio de 1982, el Batallón Paracaidista 3 Británico se infiltró por las rocas cerca del Río Murrell, desde donde los argentinos suponían que llegarían los británicos. Antes de lanzarse al asalto, el Teniente Coronel Hew Pike había pedido fuego de apoyo naval, que se inicio casi simultáneamente con la batalla, aislando el Longdon de forma de impedir refuerzos desde el cerro Wireless Ridge. Sin embargo, cuando el Mayor pidió refuerzos, ya se había perdido la posición del Subteniente Juan Baldini, el Teniente 1º Raul Fernando Castañeda, dando muestras de coraje, irrumpió al frente de sus hombres en la Compañia C y el estentóreo grito ¡¡Viva Argentina¡¡ vibro por encima de las detonaciones navales mientras sus hombres preparaban su contraataque. La hora de partida fue a las 01:30 horas, pasando a través de las posiciones argentinas de primera línea. El Pelotón de Castañeda avanzo sin ser detectado hasta 200 metros del puesto de socorro de los heridos enemigos. Su contraataque, bien ensayado en días anteriores, se desarollo con 46 hombres con la cual se marcho por el norte, y una por cada ala en formación envolvente. La sorpresa fue total.

Se ordenó también el refuerzo de la primera línea argentina con la Compañía 'Tacuari' del Regimiento 3. Este comenzó su avance hacía las 03:00 AM, pero el fuego naval enemigo impedía su avance y los camiones Unimog transportando la Compañía A comienzan a recibir fuego dificultando llegar al destino.

Cerca de las 06:30 horas, el comando de la Brigada 10 ordena convertir en tierra de nadie el cerro. Y comienza el más temible bombardeo sobre Longdon. El Mayor Carrizo Salvadores no había podido recuperar sus hombres capturados. Todos quedaron a merced de la aviación argentina, inclemente en su accionar con bombarderos Canberra (producido en la noche del 13 al 14 de junio). Entonces y solo entonces, el Mayor abandono con sus últimos soldados la posición 'Full Back'.[8]Dejaba a sus espaldas los escombros de las casamatas argentinas y entre ellos los 31 argentinos muertos. El Mayor Carrizo Salvadores aprecio 50 paracaidistas muertos. Hacia las 08:00 horas llegó un pelotón de fusileros de la Compañía A al que los defensores argentinos pidieron como refuerzos para retomar el cerro perdido, pero sin encontrar defensores se retiró después de hacer un reconocimiento de la zona.[9]

El 14 de junio, el temple de la Compañía 'Maipu' fue puesta a prueba una vez más, al ordenar el General de Brigada Oscar Jofré su reingreso a la línea de fuego. Carrizo Salvadores aprovechó la neblina debajo de los montes para tratar de recuperar Wireless Ridge (Cresta del Telégrafo), pero el contraataque fue detenido por el Mayor Philip Neame, jefe de la Compañía D del Batallón Paracaidista 2 Británico. Los paracaidistas de Neame, ya sin las municiones, fueron reducidos a preparar granadas y bayonetas, y los soldados del Mayor Carrizo Salvadores fueron solamente dominados por la artillería británica.

Unos 4.167 prisioneros argentinos ―a cargo del Mayor Carrizo Salvadores― regresaron al continente a bordo del 'Canberra', un crucero de lujo británico.

El mayor Carrizo Salvadores mantendría más tarde que hizo todo lo posible para sus hombres en Monte Longdon:

Cuidamos bien al personal. Hicimos lo que pudimos hacer para dar un ejemplo. El Capitán Eduardo López estaba allí con los pelotones, con las últimas noticias y barras de turrones. Los soldados tenían todo lo que puedes imaginar en sus bolsones, incluidos los termos y las radios de transistores. Algunos de los soldados oyeron que los británicos habían desembarcado en San Carlos y capturado Goose Green sintonizando radios en la BBC. Por las mañanas, los soldados tomaban una taza de la hierba verde mate guarani que contiene alrededor de la misma cantidad de cafeína que una taza de café; es estimulante y ayuda a registrar una sensación de plenitud. Las comidas se servían al aire libre y se consumían en tazas. Recuerdo que el cordero y la pasta figuraban ampliamente en el menú. Había una ración estricta de un paquete de raciones de combate por hombre por semana, que se consumía lentamente para que durara.[10]

El soldado conscripto Santiago Dionel Mambrin defendió a sus superiores en Monte Longdon:

Yo estuve en el Monte Longdon, en la Compañía B. ¡Si hubieras visto cómo luchamos! ¡Parecíamos soldados con un par de guerras encima. Y mucho más cuando nos enteramos de que los ingleses habían diezmado una sección del Regimiento. Luchamos como locos. ¡Queríamos hacerlos pelota a esos hijos de puta! ¡¡Habían matado a nuestros compañeros! ... Y tuvimos excelentes jefes: el cabo Farías, el Tte. 1 López y el Mayor Carrizo ... Tantos hombres valeroso, como el Sargento Primero López que decía para mitigar nuestras penas: "¡Vamos muchachos... Vamos ¡Tráiganme a los Beatles!" También recuerdo en este momento a los soldados Sandoval y González que andaban en patas y sin el douvet levantando heridos. ¡Y cómo no recordar al Sargento Primero Spizuocco, un enfermero con agallas.[11]

Después de la guerra, el Mayor Carrizo Salvadores se mantuvo en contacto con los soldados que formaron parte de su Pelotón Comando:

“Desde entonces, todos los 11 de junio me reúno con el grupo de soldados que estaban afectados a mi comando que funcionaba en una casilla protegida por piedras donde cabíamos sólo dos. Vamos a cenar a La Plata y luego seguimos hablando de las Malvinas .... La guerra nos unió para siempre. De alguna manera seguimos manteniendo el mismo espíritu de cuerpo que al RI 7 le permitió enfrentar hasta las últimas consecuencias a los ingleses en el Monte Longdon. Porque, no hace falta decirlo, estoy orgulloso de todos los oficiales, suboficiales y soldados que estuvieron a mis órdenes.[12]

Posguerra

En 1987, los comandantes del Ejercito Argentino en Malvinas, el General de Brigada Oscar Luis Jofré y Coronel Félix Roberto Aguiar, expresaron en su libro 'Malvinas La Defensa de Puerto Argentino' sendos mensajes la admiración y reconocimiento por una defensa excelentemente planeada y conducida. El Brigadier Julian Thompson, jefe de los Marines Reales y Paracaidistas Británicos en Malvinas, declaro en el documental 'Falklands Combat Medics' del History Channel: Los argentinos en verdad combatieron en todos los objetivos, especialmente los jefes, los oficiales subalternos y suboficiales antiguos, quienes operarían las ametralladoras hasta el último momento y serían muertos operando las ametralladoras.

En 2016, Carrizo Salvadores encabezó el desfile por el Bicentenario en Tucumán junto con los ex-coroneles Aldo Rico, Emilio Nani y Raúl Daneri. La participación de éste y los Veteranos del Operativo Independencia, género el repudio de los organismos izquierdistas de Derechos Humanos. "La democracia no tolera el desfile de genocidas y golpistas”, fue el comunicado emitido por la Comisión Provincial por la Memoria (CPM).

Referencias

  1. Malvinas: 20 años no es todo...Combatientes de Malvinas. Por Marcelo Luna Malvinas: 20 años no es todo...Combatientes de Malvinas. Por Marcelo Luna
  2. Polémica por un "estaqueo"
  3. Malvinas y el “Código de honor”
  4. Los Chicos de la Guerra/The Boys Of The War, Daniel Kon, página 151, New English Library, 1983
  5. Malvinas: Contrahistoria, p.115, Editorial Inédita (1984)
  6. "Hablando tanto de la compañía en el Longdon y del regimiento en Dos Hermanas y Harriet no se puede pasar por alto el hecho de que el mayor Carrizo recibió, en el mes de mayo, la noticia del fallecimiento de su padre, ocurrido en la muy lejana Catamarca. Por supuesto que el mayor guardó para sí este hecho y permaneció en su puesto hasta el fin de los combates que se desarrollaron en el subsector de su responsabilidad." Malvinas: La Defensa de Puerto Argentino, pág. 203, Oscar Luis Jofre, Félix Roberto Aguiar, Editorial Sudamericana, 1987
  7. Y tuvimos excelentes jefes: el cabo Farías, el Tte. 1 López y el Mayor Carrizo. -¿Carrizo Salvadores, verdad? -Sí. ¿Vos sabías que el padre del Mayor Carrizo murió cuando él estaba en Malvinas? Le ofrecieron ir al continente y el Mayor se negó. No quiso abandonar su tropa. ¡Él sí que supo levantar la moral con su ejemplo! -"Mandar es un honor y una carga. Malvinas: Y Ahora Qué?, pág. 32, Julia Solanas Pacheco, Editorial Plus Ultra, 1996
  8. Ya eran las 05.30 horas y no había noticias del combate en el Longdon. Se llamó a Carrizo, pero no contestó. En su lugar lo hizo el teniente coronel Giménez, y de esa manera se retomó el enlace con el mayor. "¿Cuál es su situación?". " ¡No puedo levantar la cabeza por el fuego del enemigo!". Dijo, no obstante, que esperaba las primeras luces del día para ver si podía accionar ofensivamente con lo que habia podido reunir. "El fuego propio cae bien, pero el enemigo ocupa las propias posiciones y ejecuta un permanente fuego de artillería, morteros y ametralladoras", agregó ... A las 06.22 reapareció Carrizo manifestando que la infantería enemiga estaba a 100 metros y que tenía muchos muertos y heridos; aunque todavía se mantenía, ello se hacia muy difícil ... A las 0632 la compañía corta la radio para poder desconectar la antena. Malvinas: La Defensa de Puerto Argentino, Oscar Luis Jofre, Félix Roberto Aguiar, p. 227, Editorial Sudamericana, 1987
  9. Según el Soldado Conscripto Domingo Asuncion Morel: "We then moved to the positions of B Company of the 7th Regiment to reinforce a sector that had been taken by the English but we couldn't recover it. When we arrived, B Company had gone. We couldn't reinforce anything because we were groups of fourteen blokes, you see. B Company had withdrawn, leaving us practically nothing, and no back-up. The sub-officer had no idea what to do because he was going under the orders of the second chief of the regiment who also knew nothing." Forgotten Voices of the Falklands, Hugh McManners, p. 399, Random House, 2008
  10. Up Close & Personal
  11. Julia Solanas Pacheco, Malvinas: Y Ahora Qué, Páginas 32-43,Editorial Plus Ultra, 1996)}}
  12. La Guerra de las Malvinas, Páginas 343, Editorial Oriente, 1987

Enlaces externos

Artículos relacionados