Cosmovisión, religión, política (capítulo del libro Fundamentos del Nacionalsocialismo)

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(Este es el cuarto capítulo del libro Fundamentos del Nacionalsocialismo de Alfred Rosenberg)


El capítulo Nacionalsocialismo y Religión ha ocupado ininterrumpidamente los ánimos desde la presentación en escena del NSDAP. Adolf Hitler se ha colocado desde el comienzo en el punto de vista del hombre de Estado, que dado el hecho de las distintas confesiones religiosas quiere apartar el movimiento político de las luchas religiosas. En su obra Mein Kampf enfatiza, sobre la base del antiquísimo sentir germánico (que había animado a los visigodos y a Teodorico de la misma manera que a los reyes frisios "paganos") el respeto por toda auténtica convicción religiosa. También en el Cristianismo, en el sentido más vasto, como un fenómeno ligado a Jesucristo, vio un fundamento anímico efectivo de nuestra existencia. De esta posición del Movimiento Nacionalsocialista se originó el tan ardientemente controvertido Punto, 24 del Programa. Debería pensarse que a toda confesión cristiana le hubiera debido complacer comprobar la génesis de un movimiento de trabajadores que con toda energía se disponía a luchar contra el marxismo aniquilador de almas, ateo, (que además se adueñaba del pensamiento idealista) contra el dominio de Mammon de nuestro tiempo, y como antaño Jesús blandía la soga contra cambistas y mercaderes. Pero, ¡lo contrario acaeció! Precisamente aquel partido que afirmaba practicar sólo política cristiana, se levantó para la lucha contra el Nacionalsocialismo y se colocó, cuánto más fuerte éste se volvía, cada vez más del lado de la socialdemocracia, enemiga de toda religión. Formó coaliciones con el objeto de erradicar el movimiento de trabajadores cristiano alemán y apoyó a aquellas fuerzas que desde años atrás financiaban el movimiento de retiro de las Iglesias y que no han suspendido hasta hoy esta propaganda ni siquiera por las ataduras de la coalición con el Centro.

Es que había algo que le era tan odioso al marxismo como al Centro: el sentimiento nacional consciente y la apelación al sentimiento ético germánico, como es el caso del Punto 24. En congresos católicos, que en realidad constituían reuniones del Centro (Constanza, 1923), el nacionalismo alemán era presentado por eso como "la mayor herejía", y obispos (Maguncia) y cardenales (como p. ej. Bertram) rivalizaban en la condena de este "nuevo paganismo". Prohibieron la afiliación al NSDAP como príncipes de la Iglesia, es más, hasta excluyeron en algunas partes a nacionalsocialistas católicos de los sacramentos. Se remitieron para esto a la "doctrina católica". Ahora bien, lo extraño en vista de estos intentos es el hecho que en la Italia severamente católica, el más extremo nacionalismo ha llegado a ser intención estatal, gobierno estatal, y que el Papa, que durante decenios se había mostrado inaccesible a toda reconciliación con el liberalismo, concertó su paz precisamente con el conductor de este más ardiente nacionalismo, es más, hasta llamó a Mussolini después de la firma del Pacto de Letrán, "hombre de la Providencia". En los órganos de las iglesias de Italia suena ahora aún más frecuentemente el himno real y de los cardenales de nacionalidad italiana se dice que bajo la púrpura todos llevan la camisa negra del fascismo.

Ahora bien el Pueblo alemán no reclama nada más que le sea conferido el mismo derecho a su orgullo nacional, el derecho a la instauración de un verdadero Estado Nacional fundado en su carácter. Si esto, en vista de la realidad italiana, que ya no puede ser negada, le es impugnado por sus príncipes de la Iglesia en base a la "doctrina católica", entonces hay sólo dos consecuencias: o bien hay dos doctrinas católicas o bien se desorienta la credulidad de las masas católicas intencionalmente para la consecución de metas políticas. Como el primer caso queda descartado (la Iglesia romana tiene sólo un jefe), entonces sólo queda la segunda. El Centro, si bien propone como candidatos del Reichstag a sionistas y presidentes de comunidades de culto judías, y también permite a protestantes como miembros sin influencia, es sin embargo un partido confesional estricta¬mente católico. En forma similar a como el marxismo quiere eternizar la escisión de la Nación mediante la doctrina de la lucha de clases social, así el Centro ha declarado a la Nación alemana la lucha de clases confesional, ha introducido la pugna religiosa en la esfera de la política, y así como el socialdemócrata sólo tiene en vista a su clase, así el dirigente del Centro sólo su interés confesional. Del lidiar vive este partido, y por eso ha odiado al NSDAP desde el primer día desde lo más profundo de su alma, porque en él como modelo viviente había sido realizada prácticamente, de manera ejemplar, la tolerancia religiosa en el seno de un partido. Las diferencias de opinión religiosas, las disputas filosóficas debieron ser realizadas fuera de la organización partidaria; tan pronto ésta se reunía, tan pronto como la SA se ponía su camisa parda, ya no había católicos y protestantes, sino solamente alemanes que luchaban por la existencia y el honor de su pueblo. A ningún luchador se le pregunta en el NSDAP si es católico o evangélico, si pertenece a la Iglesia Alemana o es reformado, decisiva es sólo su positiva actuación al servicio de la libertad alemana. Las profundas heridas de la Guerra de los Treinta Años se cerraron por fin en el Movimiento Nacionalsocialista, de la misma manera que comenzaban a cicatrizar las heridas de la lucha de clases marxista y burguesa. Entonces se alzó la lucha concéntrica de todos aquellos advenedizos políticos que succionaban de estas heridas en el cuerpo popular, la sangre para su existencia parasitaria. Los marxistas gritaban "siervos capitalistas", los dirigentes burgueses clamoreaban "nacional bolcheviques", el Centro gritaba "enemigos de toda religión". Todos mentían.

Nunca se ha manipulado el sentimiento religioso de manera tan falta de escrúpulos como por parte del Centro y de los prelados políticos dirigentes de ese Centro. Y es este un punto al que siempre toman como blanco estos celosos dialécticos.

El Nacionalsocialismo sostiene, como se ha expuesto más arriba, no ser un partido político común, sino también una cosmovisión. Para afirmar la lucha contra el nacionalismo alemán, el Centro señala esta cosmovisión y la declara "idolatría racial pagana anticatólica". Con respecto a este grito de combate, que hoy es más frenético que nunca, hay que decir que la ciencia racial comprobó la diferencia de valor de las razas, tal como se hace un descubrimiento en el campo de la física y de la química. Semejante descubrimiento no puede ser combatido por ninguna clase de dogmas y anatemas, y la Iglesia ha debido aceptar ya repetidamente estos hechos. Cuando antaño Copérnico se destacó con su doctrina heliocéntrica, cuando la Tierra plana con el Cielo arriba y el Infierno abajo repentinamente se transformó en una bola suspendida libremente en el espacio, entonces todo un mundo de dogmas se empinó contra esta doctrina. Hasta el año 1827 (¡!) todas las obras que enseñaba este sistema solar estaban en el índice de libros prohibidos. El descubrimiento de Copérnico condicionaba naturalmente una imagen del mundo completamente distinta a la bíblica, pero no ocasionó ningún menoscabo a la auténtica religión, que proviene del alma del ser humano. Alrededor de trescientos años necesitaron la Iglesia romana y la protestante (Lutero calificó a Copérnico de embustero e impostor) para incorporarse la nueva imagen del mundo, pero a pesar de todo debieron doblegarse a ella. Otro ejemplo lo da el tratamiento de la lengua materna. Se exigía el uso exclusivo del latín pagano (aquí esta expresión está perfectamente indicada), el Maestro Eckehart fue hostilizado violentamente cuando prefirió la lengua alemana, al hereje Lutero, sin embargo, todo el Pueblo alemán le debe su lengua alto alemana que unió a la Nación, algo de lo que participa tanto el protestante como el católico, aun cuando el jesuita Vetter llama a Lutero un "violador de monjas", un "cerdo obsceno" o un "hocico de cerdo". En los estatutos de la Orden Jesuítica se decía que el empleo de la lengua materna en todas las cosas concernientes a la escuela no está nunca permitido. En 1830 la Orden se vio obligada a liberar la lengua materna, por lo menos para la poesía; ¡esto en una época cuando Goethe estaba al final de la obra de su vida! Y el muy conocido jesuita Padre Duhr confesó: "Esto queda de ahora en adelante como norma el ejercicio de la lengua materna es recomendable; pero no ha de hacerse de ella una materia didáctica propia." Esta persecución de lo más exquisito que posee un pueblo ha sido superada; hoy la Iglesia romana, al resguardar los intereses de sus creyentes, frecuentemente aboga ella misma por la lengua materna.

Ahora bien, muy similar es el caso tratándose de la ciencia racial con referencia a la religión. Un juicio de un obispo o cardenal o también del Papa sobre raza es absolutamente una opinión principal sobre un problema biológico o bien uno de carácter político que está fuera de la autoridad puramente religiosa que le concede el católico creyente. Un anatema dogmático no puede invalidar un descubrimiento de las ciencias naturales.

Por otra parte, la lucha contra la ciencia racial no es de naturaleza religiosa, sino una lucha de intereses políticos, que a su alrededor habían agrupado hasta ahora a sus electores sobre otro fundamento. Por consiguiente, un anatema contra la conciencia de la sangre será también superado por la misma razón por la cual venció Copérnico, y a este respecto constituye una ironía de la historia mundial que uno de los indagadores de las leyes de la herencia de mas exquisita sensibilidad fue un sacerdote católico, Gregor Mendel.

De esto resulta que cosmovisión y religión no son lo mismo. La cosmovisión puede existir fuera de la religión (explicación atomística del mundo, monismo naturalista), pero también puede involucrar la religión. El Movimiento nacionalsocialista es una idea política popular (Volkpolitik) basada en una cosmovisión nueva y sin embargo antiquísima y firmemente fundamentada en el valor de la sangre. Quiere proteger la sangre sana, indistintamente si esta se quiere designar como creación de Dios o ley natural de bronce. En ambos casos el Nacionalsocialismo sirve a un principio constructivo lo que de por sí ya significa una disposición de religiosidad básica. Las cuestiones más delicadas acerca de Dios y la inmortalidad, el destino y la gracia, el movimiento combativo político las relega a la personalidad individual para su decisión. Ella puede procurarse aquellos consoladores y pastores de almas que necesita para la edificación de su vida interior.

Los que luchan conscientemente contra la naturaleza alemana (Deutsche Wesen) en Baviera, en Silesia y junto al Rhin, se atreven en su odio a criticar el parágrafo 24 del Programa nacionalsocialista con la afirmación de que no existe en absoluto un "sentimiento de ética germánico" que pueda ser considerado como patrón de nuestro proceder. Esto significa una negación total de la conciencia cultural alemana, un terrible desprecio del valor de los propios antecesores. Porque sin las premisas caracterológicas para una construcción estatal y social, Alemania por ejemplo, nunca hubiera sido generada como forma de vida. Sin voluntad de fuerza y de plasmación el suelo mismo sobre el cual hoy están asentados, especialmente aquellos que han llegado a ser los beneficiarios de este avance colonizador no hubiera sido conquistado aunque anteriormente se sientan enteramente extraños a los fundadores de la prosperidad, la libertad y la organización estatal. Bien mirado son parásitos de los logros de sus padres Y si el carácter constructivo de Estados ya ha sido una parte de la ética germánica, esta se ha revelado en la vida en general y en el arte en forma tan grandiosa que se requiere un descaro sin igual para equiparar el ser germánico al de los hotentotes o los judíos. Cuando por ejemplo el vándalo Stilico llegó a ser regente de Roma uno de sus primeros actos consistió en la prohibición de las luchas de gladiadores, aquel terrible símbolo de un mundo en descomposición bestializado, que había tomado aquellos crueles juegos de los etruscos del Asia anterior. Lo mismo hizo más tarde el gran ostrogodo Teodorico, que sustituyó la masacre de gladiadores por torneos de caballeros. Y sin caer ahora en una glorificación parcial del germanismo, se podrá decir, con todo, que por ejemplo la epopeya de Gudrun, el himno de una mujer orgullosa, corresponde a uno de los más hermosos anhelos anímicos, lo mismo que la figura noble y generosa de Sigfrido; hasta en Hagen destella en lo más profundo, en forma reconciliadora, algo absoluto, la lealtad a su rey.

Ética germánica, eso era aquella profunda veracidad ante sí mismo, que quería hallar una interpretación de su yo, de la naturaleza, del cosmos. De este anhelo han nacido los místicos. Los grandes investigadores de la naturaleza hasta la sublime doctrina del deber de Emmanuel Kant. Y en la música alemana esta alma ha llegado a ser vida superadora del mundo, de tal modo que la negación de este valor germano alemán significa un ataque con la finalidad de la aniquilación del alma alemana desde siempre plasmadora de mundos.[1] El hecho que semejante negación pudiese ser expresada abiertamente muestra la profunda caída que Alemania como pueblo ha sufrido hoy, manifiesta sin embargo, también, la necesidad de una resistencia popular generalizada, sin distinción de confesión religiosa, contra un proceder a cuyo término está el caos racial, el hundimiento interior y luego político de la Nación alemana.

La expresión el "sentimiento ético germánico" se dirige contra la así llamada religión del Talmud. La forma como se valore el Viejo Testamento ya sea como concreción puramente judía o como distorsión de otros pensamientos, también arios puede quedar librado a las indagaciones de investigaciones aisladas. El NSDAP no coarta de ninguna manera estas investigaciones, pero tampoco toma aquí posición como partido; lo que puede servir para el esclarecimiento especial¬mente de círculos protestantes rigurosamente ortodoxos, que desde ese lado diri¬gieron sus ataques contra el NSDAP. Pero en cuanto a la posición respecto a la ulterior formación del ser judío en el Talmud y en el Schulchan Aruch, empero, no puede haber ninguna duda. Está inobjetablemente firme que aquí nos las tenemos que ver con una "moral" que falta de escrúpulos se propone timar a los no judíos, y concentrar mediante esta obra "religiosa" inmanente erróneamente llamada código ético, a la judería en su totalidad, en una comunidad de accionar uniforme.

La judería ha intentado hacer aparecer algunas traducciones como "falsificaciones", pero aun si se eliminasen los pasajes cuestionados, siempre queda más que suficiente para rechazar incondicionalmente esta inmoralidad, tanto desde el punto de vista de la doctrina cristiana como del sentimiento ético germánico.

Aparece aquí la tan acaloradamente controvertida Schächtfrage, cuestión del degüello según el rito judío. Este modo de degüello es según la opinión concorde de todos los peritos alemanes un terrible martirio para el animal. En innumerables presentaciones por parte de veterinarios y asociaciones alemanas de sentimientos humanitarios, ha sido comprobado reiteradamente la crueldad del ritual judío, y el NSDAP se ha colocado inmediatamente a la cabeza de la lucha para la abolición de esta tortura. También esta relación con el animal, como un compañero de la vida sobre esta Tierra, es una parte del sentimiento ético germánico hoy calumniado, que no se encuentra entre los mestizos. Schopenhauer y Wagner se han pronunciado profunda e insistentemente por la criatura, y el NSDAP se declara por esta concepción del mundo. Se esperaría ahora ver al Centro y al Bayrische Volkspartei (Partido Popular Bávaro) luchar en el mismo frente, ya que el amor cristiano al prójimo evidentemente también se dirige contra todo martirio innecesario. Pero precisamente el B.V.P. ha votado siempre en el parlamento provincial bávaro contra la prohibición de la tortura ritual de animales que finalmente hasta sólo fue aceptada con apoyo de la socialdemocracia. Se fundamentó tal actitud como "tolerancia religiosa" con lo que la evidente tortura de animales también fue calificada de... religión. La misma actitud es asumida por el Centro en el Reich.

Nos hallamos así ante una concentración de espíritu anticristiano y anti alemán dictada por el miedo ante el poder de la talega judía.

Y en último y decisivo término se agrega para el nacionalsocialista la posición del Talmud hacia la personalidad de Jesucristo. Muchas formas religiosas lo invocan, diversos sistemas dogmáticos que casi se excluyen recíprocamente se remiten a él. Y aunque de esta lucha no se ocupa el NSDAP, por hallarse ella fuera de su competencia, sin embargo, su posición frente a la personalidad del fundador del Cristianismo, que finalmente prevalece sobre todas las iglesias, es la de gran veneración. Siempre ha abogado por la exaltación de su nombre y ha combatido permanentemente todo escarnio, contra él, lo que no se puede afirmar del Centro y del B.V.P. El Talmud se ocupa en diversos pasajes de Jesús y ello de una manera indeciblemente injuriosa. A Jesús se lo llama "el ahorcado", "el bastardo", "hijo del animal impúdico" etc. El odio más allá de la muerte encuentra su expresión especialmente notoria por el hecho de que el Talmud hace sentenciar a Jesús en el Infierno, por sus delitos "con heces hirvientes". El Talmud es aún en la actualidad para la parte preponderante de la judería el código moral obligatorio; esto no ha impedido al Centro colocar la corona a su práctica anticristiana por el hecho de que en 1930 osó ofrecer a sus electores al presidente de la comunidad de culto judía de Berlín, Georg Kareski, como candidato del Reichstag Kareski es para más, judío del Este inmigrado, es por lo tanto especialmente fiel al Talmud además dirigente sionista, es decir, representante del nacionalismo judeo racial extremo, mientras por consiguiente el nacionalismo alemán es combatido venenosamente por el Centro como herejía, se reconoce al judaísmo internacional en la incorporación de sus extremistas a la conducción del Partido del Centro. Como último y sonoro hecho se agrega que Kareski colabora como director, con el especulador de divisas judío Jakob Michael.

Un peor escarnio de Jesucristo que la candidatura del judío talmúdico Kareski no se puede concebir de ninguna manera. Despoja también al Centro de su último derecho de declararse representante tanto del pensamiento católico como del cristiano en general. ¡Los hechos deciden, no las palabras hipócritas!

Cuando años atrás, en una exposición de Múnich se mostró una crucifixión, que significó un horrible escarnio de Cristo, entonces protestó Adolf Hitler contra esta afrenta a la Alemania cristiana, contra la cual el Gobierno del Partido Popular Bávaro no había tenido ningún reparo que formular. Recién entonces la "escultura" fue retirada. El NSDAP fue el que se declaró en contra de las burlas infames de George Gross, en su carpeta de dibujos "Ecce homo"; el tribunal prusiano, empero, bajo el Ministro de Justicia del Centro, ¡absolvió a este Gross!

Lo primero que el Ministro nacionalsocialista de educación, Dr. Wilhelm Frick, realizó en Turingia, fue la recomendación de oraciones escolares cristianas, unidas a la oración por la resurrección de la Patria alemana. La respuesta a ello fue un ataque furioso por parte del marxismo y el Centro. Y hasta hubo un juzgado del Reich que se prestó a calificar estas oraciones de... anticonstitucionales!

En Brunswick los socialdemócratas habían gobernado en forma absoluta por años. En 1930 también este Land (provincia) tuvo un ministro nacionalsocialista. También él introdujo nuevamente, para ambas confesiones cristianas, la oración escolar prohibida hasta entonces. El Centro aliado en Prusia desde años atrás con el marxismo ateo, no lo había considerado necesario porque podía implicar una inadmisible presión sobre los compañeros brunswiquenses. La obtención de canonjías políticas estaba por encima de todo.

Ahora bien, si hoy de parte del Centro se declara audazmente que el Nacionalsocialismo organiza una nueva Kulturkampf es decir, que está preparando una persecución de la Iglesia católica, esto es una mentira difamatoria de la peor clase. Cualquiera sea la forma en que el nacionalsocialista individual piense sobre uno u otro dogma religioso, siempre ha rechazado toda intervención de política de poder contra una confesión, y así lo seguirá haciendo también en el futuro. Lo ha demostrado con los hechos La totalidad del Centro hizo lo contrario: con los labios defendió dogmas católicos, pero mediante las alianzas con el marxismo dio a éste la posibilidad de una desenfrenada propaganda ateísta, con lo que prestó servicios auxiliares al bolcheviquismo integral. La premisa de una renovación religiosa es, por lo tanto, la destrucción del marxismo y la derrota del Centro que fomenta en la práctica el desarrollo del marxismo integral. De parte protestante, caballeros de la coyuntura política de mentalidad similar, han visto crecer el movimiento antimarxista. Fundaron entonces un partido confesional similar al Centro: el Christlich sozialen Volksdienst, (Servicio cristiano social del pueblo). No puede haber dudas de que el Nacionalsocialismo asume con respecto a esta fundación "evangélica" exactamente la misma posición que frente al Centro "católico". La actitud del Volksdienst quiere degradar la gran lucha de liberación de los alemanes a un altercado confesional, llevando la lucha a un nivel que debe estar fuera de la gran batalla frontal política de todos. Lo primero, por otra parte, que hizo la fracción del Reichstag de estos "evangélicos" fue su voto en contra del candidato de la oposición nacional al cargo de presidente del Reichstag. Prefirió, conjuntamente con el Centro, dar su voto al adalid del movimiento contra el servicio militar, el socialdemócrata izquierdista Paul Loebe. También aquí, por consiguiente, comprobamos una rotunda traición tanto del pensamiento nacional como del cristiano.

En vista de esta posición traidora, determinada por una mentalidad puramente materialista de los representantes políticos de ambas confesiones, no es de extrañar que el movimiento de apartamiento de la Iglesia crezca y que las sectas de los Adventistas, Investigadores Serios de la Biblia, etc., se agranden enormemente. Al mismo tiempo, la Internacional de los Ateos de Moscú se apresta a la destrucción organizada de todos los valores religiosos y moviliza para ello ingentes medios. También contra estas fuerzas destructoras del pueblo ha procedido el NSDAP (en Múnich las manifestaciones de Los Investigadores de la Biblia recién fueron prohibidos a raíz de claras palabras de nuestra parte ante el Gobierno del Partido Popular Bávaro), pero el hecho de la expansión de todas estas corrientes muestra la debilidad de la fuerza interna de reclutamiento de las representaciones momentáneas tanto de la Iglesia Católica como de la protestante.

Valorar las causas ideológicas más profundas de estos problemas está fuera del área de competencia del NSDAP, pero a señalar una manifestación cree tener el derecho incondicional y el deber imperioso la pugna de los religiosos para ocupar el primer plano en la lucha política. Ya Bismarck había censurado en Stoecker que como predicador activo quería ser simultáneamente dirigente político, partiendo del seguro instinto de que involuntariamente una política nacional general sería sometida a consideraciones puramente confesionales, y que además la psique del pastor de almas y del dirigente combativo político no puede ser bien ensamblada orgánicamente. Hoy estamos en Alemania nuevamente ante el hecho de que un partido, el Centro en su totalidad, está bajo conducción puramente clerical. El Presidente del Partido del Centro y además el encargado de sus relaciones exteriores (conjuntamente con el prelado Ulitzka) es el prelado papal, Dr. Kaas y el verdadero jefe del Partido Popular Bávaro es el dirigente de la facción del Landtag (parlamento provincial) en Baviera, el propósito de la catedral Wohlmuth, dirigente de la facción del Reichstag de ese partido e igualmente su portavoz de política externa, el decano de la catedral, Leicht. El mayor peso de la Asociación de Prensa católica está en manos del padre Müller, mientras que los prelados Fahsel, Muckermann, S. J. etc. trabajan la opinión pública en el sentido del Centro. Un sacerdote Dr. Moenius (editor de la "Allgemeine Rundschau", Panorama General), califica como su misión "católica", "romper el espinazo" del Nacionalismo y evitar la formación de un Estado Nacional alemán. De esta manera actúan en la avanzada de la línea de combate de la política del Centro sacerdotes católicos (a religiosos patriotas como el Abate Schachleitner, al Dr. en teología Heuser, etc. se les prohíbe sencillamente la palabra), y cuando se lucha contra la política del Centro, corruptora del pueblo, atacando a sus dirigentes, entonces esto se llama injuria de sacerdotes.

Ahora bien, nuevamente Italia y ello por orden del Papa- dio un ejemplo. También allí había en la época del liberalismo y el marxismo un partido liberal católico, bajo la dirección del sacerdote Don Sturzo, el así llamado Partido Popular. Don Sturzo, violento adversario del Fascismo, le reprochaba muy en el sentido de los prelados centristas alemanes, "idolatría de la Nación" y cosas similares. Entonces intervino en 1923 el Vaticano y a Don Sturzo y a todos los sacerdotes les fue vedada la actividad política. El Papa Pío X declaró oficialmente: "No existe un partido católico y no puede haber tal. Los principios católicos y los derechos políticos católicos encuentran protección e interpretación en la Iglesia misma".[2] De esta declaración resultan dos consecuencias: o bien existen varias cosmovisiones católicas, o bien el Centro hace caso omiso cuando están en juego prebendas político materiales, de la directrices papales. Como lo primero es inadmisible para los católicos, deben decidirse a admitir el segundo caso, con lo cual los dirigentes del Centro que de todos modos han sido fieles compañeros de Matthias Erzberger, y lo ensalzan aún- son colocados bajo una luz inequívoca. El Augsburger Postzeitung (Correo de Augsburgo) el más importante diario centrista del Sur de Alemania y rabioso opositor del Movimiento de Liberación alemán se vio sin embargo forzado a admitir que el "nuevo paganismo" (así se llama ahora el Nacionalsocialismo en la boca de los "fanáticos de la verdad" del Centro) se muestra hoy en día idealista y heroico. Olvidó solamente agregar que un gran número de aquéllos que se sienten llamados a predicar como sacerdotes un reino que no es de este mundo, son arrastrados por su actuación política cada vez más hacia abajo, hacia lo material, y ya no pueden ser ejemplo, como deberían serlo. Esto lo siente el pueblo en todas partes, y en esto reside un motivo más de por qué la crítica antirreligiosa cae sobre suelo fértil. La misión de los señores prelados del Centro no consiste en hacer profesión de fe católica en asambleas populares para, inmediatamente después, repartir las prebendas políticas con los compañeros de coalición marxistas y ateos sino abandonar la arena política y volver a ser aquello para lo cual fueron consagrados: pastores de almas. Consoladores del alma humana los necesita la Nación hoy más que nunca, pero aquí hay que observar que el espíritu lleno de odio del Centro hasta ha penetrado en aquellos círculos que no actúan políticamente. Puede suceder por ejemplo, que un cura bávaro calumnie abiertamente desde el púlpito a Adolf Hitler diciendo que éste ha escupido la hostia. Acusado, convicto de calumnia, el cura será, pese a todo, absuelto. ¡Existe, por lo tanto, libertad de calumnia para los curas del Centro! En el confesionario se prohíbe a los penitentes bajo amenaza de duros castigos y de tormentos del Infierno la asistencia a reuniones nacionalsocialistas, así como la lectura del Volkischer Beobachter (El Observador Popular). A las mujeres se les dice que deben negar a sus esposos los deberes conyugales, en caso de que éstos no voten por el Centro, etc. Todo esto unido a una terrible presión contra los religiosos que no actúan de agitadores al servicio del Centro indigna al pueblo de sano sentir, que ve desaparecer cada vez más al pastor de almas y presentarse en su lugar a partidarios del Centro de corto entendimiento.

Una clarificación especialmente notable la aportó el conflicto estallado en 1931 entre el Fascismo y la Acción Católica. Esta fue acusada, en base a revelaciones de la más penosa índole, de haber introducido subrepticiamente dirigentes antifascistas compañeros de Don Sturzo en su dirección y organizado una conspiración contra el Régimen. Ello generó una enconada guerra periodística, pero luego se realizaron tratativas que en septiembre de 1931 condujeron a un arreglo.

El nuevo acuerdo entre el Gobierno italiano y el Vaticano muestra todos los signos de una violenta pugna. Ambas partes, sin embargo, no quisieron llegar a una ruptura, por lo que renunciaron en el protocolo final a cualquier definición acerca de la educación de la juventud italiana; en la práctica, el Vaticano ha debido ceder casi en todas partes, mientras que Mussolini autorizó solamente como ya lo había hecho antes del conflicto la actividad religiosa de la Acción Católica. Por el mero hecho de que el Vaticano haya renunciado a las organizaciones sociales de la misma y hasta a las prácticas deportivas que ella organizaba, ha declinado su pretendido derecho de ejercer influencia social, dejando por completo el campo al Fascismo. Con ello está admitido, además, que, en contra de las aseveraciones de L´Osservatore Romano, el área política había sido invadida anteriormente, lo que ahora queda prohibido en forma totalmente inequívoca. Textualmente se constata luego que la Acción Católica tiene un exclusivo carácter diocesano, no posee laicos en su dirección y que como dirigentes sólo pueden actuar aquellos sacerdotes que no sean adversarios del Fascismo. De esta manera, más allá de la clara limitación de la actividad de la Acción Católica, el Estado se ha asegurado el derecho de veto contra eventuales tentativas de introducir subrepticiamente aún después del nuevo acuerdo, a los partidarios de Don Sturzo (¡el compañero centrista italiano!) en la conducción del organismo. Este punto obliga al Vaticano a una limpieza en las funciones de la Acción Católica que, sin duda, será severamente vigilada por el Gobierno.

El nuevo convenio impide a la Acción Católica, asimismo, el uso de toda simbología extra religiosa, excepto el emblema nacional italiano. Este punto no es intrascendente, pues el hecho que sus miembros marchen bajo la bandera que llevan los fascistas, constituye una prueba de contemporización y de reconciliación de la Iglesia hacia el Estado.

Todas estas estipulaciones interesan más allá de las fronteras italianas, porque entrañan una concepción importantísima para una clarificación de la relación entre el Estado Nacional y la Iglesia romana en el siglo XX. Si el Papado reclamaba otrora la soberanía política mundial, reconoce ahora, en cambio, como necesario para la paz dentro del Estado, que las asociaciones que le están subordinadas posean únicamente carácter eclesiástico religioso, ni siquiera de tipo social, y que sólo pueden ser conducidas por personas contra las cuales desde el punto de vista del nacionalismo dominante en el Estado, no hay nada que objetar.

Está claro que Mussolini no hubiera logrado todas estas lógicas concesiones si el Vaticano, en vista de las revelaciones sobre la conspiración de sus altos dignatarios contra el Fascismo, no se hubiera sentido culpable y preocupado de que al fracasar las gestiones podría desencadenarse una lucha que, teniendo en cuenta la situación de la Península Ibérica, hacía temer pérdidas aún mayores, por lo menos en prestigio.

Mussolini, por su parte, en sabia ponderación también de la libertad de movimiento de su Estado en el ámbito de la política exterior, había frenado los ataques al Vaticano y conservado abierta así la posibilidad de un acuerdo pacífico. Renunció a una humillación penosa de aquél y al subrayar la necesidad de una educación religiosa por parte de la Iglesia, por la cual se pronuncia la casi totalidad del Pueblo italiano, disimuló el retroceso del Vaticano.

Si la prensa fascista manifestó que San Pedro había recibido lo que le correspondía al igual que César, no hizo sino ajustarse estrictamente a los lineamientos fijados por el Cristianismo en este aspecto. Es necesario que esta separación cada vez más clara se aplique también en otros Estados, porque entonces no habría Kulturkampf sino que la libertad de conciencia estaría asegurada para todas las comunidades religiosas y el Estado sería realmente la comunidad del pueblo organizada para la defensa del derecho y el porvenir de la totalidad del pueblo, indistintamente de la línea metafísica o filosófica que pueda sustentar el individuo.

Un saneamiento en la vida religiosa no se producirá antes de que también el sacerdote en Alemania se haya llamado a la reflexión respecto a su verdadero cargo y se someta a las disposiciones y a los convenios del Jefe de su Iglesia.

Lo mismo vale naturalmente para los evangélicos. La más hermosa flor cultural (Kulturblüte) del protestantismo ha sido, sin duda, el rectoral, la casa del párroco evangélico en la pequeña ciudad y en la aldea. También aquí la gran urbe ha intervenido excitando los nervios y despertando ambiciones en donde sólo existía preocupación por la conducción de las almas: También aquí el sacerdote, mientras actúa como tal, debería desaparecer de la tribuna parlamentaria y mantenerse al margen de las asambleas políticas.

Ni al sacerdote evangélico ni al católico le queremos coartar con esto su fuerza vital, pero ha de tratar desde el púlpito y en la forma que lo requiera su cargo destinado a todos, sólo en forma genérica y absolutamente objetiva todo lo relacionado con la sociedad y la cultura. Aquí residen sus grandes posibilidades apostólicas, aquí solamente se hallan las palancas para profundizar y renovar la vida religiosa. Es tan antinatural que un cura se haga político como que un hombre de Estado se sentase en el confesionario. En la separación orgánicamente fundamentada de las áreas funcionales, reside la primera condición de una nueva estructura comunitaria de Alemania. Sólo así no existirán ni podrán producirse los malentendidos ni las discordias.

El pensamiento del Nacionalsocialismo debería, por tanto, ser recibido con beneplácito por quienes profesan verdaderos sentimientos religiosos. Pero, existe una disputa que se produce porque la Iglesias, especialmente la romana católica cuya estructura es internacional desbordan su ámbito natural de acción, incursionando en el terreno político. La existencia de un centro jerárquico situado fuera de Alemania no puede ser modificada por el Nacionalsocialismo, su deber estatal consiste por eso, sólo en que mediante convenios con las Iglesias no se afecte la soberanía del Estado tanto por influencias eclesiásticas como por intereses de clase y de estamento. No debe, por oportunismo o ventaja en la política exterior, concederse más derechos a un tercio de católicos que a los dos tercios de protestantes. Tiene, por lo demás, que superar totalmente la palabrería de "paridad" en la distribución de cargos. La exigencia para cubrir cargos políticos en base a una confesión religiosa significa favorecer la corrupción de la mentalidad y de la administración estatal. El otorgamiento de cargos se practicará en el Estado venidero sólo de acuerdo a la capacidad al servicio del pueblo en su totalidad. Aunque las fallas humanas nunca podrán ser evitadas en esta Tierra, sin embargo, el empeño de satisfacer este principio es lo único que puede ser capaz de garantizar un máximo de justicia y acicatear la justificada ambición de progreso del individuo.

El Estado Nacionalsocialista por principio está dispuesto a concertar convenios con las comunidades eclesiásticas. Las representaciones protestantes y católicas deben poseer igualdad de derechos, debiendo reservarse al respecto el Estado la última palabra en la provisión de los cargos importantes como su derecho lógico y natural. Si no es posible llegar a un entendimiento el Reich venidero habrá de regular por sí solo exclusivamente la relación entre el Estado y las Iglesias en el sentido de una absoluta tolerancia religiosa, es más, exigirá que se cumpla la vida religiosa, descartando al mismo tiempo las posibilidades de injerencia de los representantes confesionales en la vida política. Bajo este claro aspecto quizás también el Vaticano considere alguna vez conveniente llegar a acuerdos firmes. A pesar del gran poder conquistado en muchas partes, han pasado los tiempos en que una Iglesia creyó poder imponer sus leyes a los Estados. Las tensiones entre el Vaticano y el Fascismo en 1931, los sucesos en la España católica, la postura hasta de la pequeña Lituania frente al Vaticano, las tendencias de índole católico nacional en los checos, etc., son todos síntomas de un cambio radical. Si la Iglesia romana continúa colocándose en la posición que denotan los manifiestos de los cardenales Fauthaber y Bertram contra el Nacionalsocialismo alemán, entonces también la Alemania nacional católica tendrá comprensión por la afirmación del Estado, de cuya fuerza, por cierto, también depende su destino político económico.

La solución del problema Estado-Iglesia, por consiguiente, no es considerada por el Nacionalsocialismo dogmáticamente, sino que se hará conforme a las realidades del porvenir. El que tiene la buena voluntad de dar al pueblo aquello que necesita para la lucha por su autoafirmación en este mundo, puede vivir en paz con el Estado Nacionalsocialista. El que no quiere esto, debe lógicamente cargar con las consecuencias.

Referencias

  1. El Partido del Centro no conoce ningún ideal "ético germánico", dice el Mitteilungsblatt (Diario Informativo) vocero oficial de este partido, en su número 12 de 1930. Nadie tampoco esperaba otra cosa. (N. del A.)
  2. Es interesante en este sentido el juicio de la Correspondencia romana Veritas (Nº 3, del 17 de enero de 1931), que es publicada por un amigo personal del Papa Pío X. Dice textualmente: "Los mercachifles (broconteurs) políticos provenientes del catolicismo, los Sturzo, Sangrier, Strathmann, con sus bandas, el Centro alemán, el Partido Popular Bávaro emparentado con él, y como puedan llamarse (tutti quanti), no ponen ya trabas en sus sucios negocios. Un diputado del Partido Popular Bávaro, Martin Loibl, en su órgano partidario local, el "Neuburger Anzeigeblatt", (Avisador Neuburgués) publicó un aviso sobre un mitin comunista. Este dice textualmente: Partido Comunista de Alemania, Grupo local.... relator...". ¿Pero qué hacen pues los buenos curas, los protectores y reclutadores del Partido? ¿No dicen nada? ¿Están hipnotizados o son traidores? (N. del A.)

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