Cuento de hadas

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Un cuento de hadas es una historia ficticia que puede contener personajes folclóricos tales como hadas, duendes, elfos, troles, gigantes, gnomos y animales parlantes, así como encantamientos, normalmente representados en una secuencia inverosímil de eventos. En el lenguaje contemporáneo, el término es también utilizado para describir algo que está vinculado con princesas, como los casos de "un final de cuento de hadas" (un final feliz)[1] o de un "romance de cuento de hadas", aunque no todos los cuentos de hadas terminan con un final próspero. De igual manera, en el aspecto coloquial un "cuento de hadas", o también "relato de hadas", puede ser asociado con cualquier historia rocambolesca y extraordinaria. Por lo general, este tipo de relatos suele atraer a los niños pequeños, al comprender éstos de forma rápida y sencilla a los personajes arquetípicos de cada historia.

En las culturas donde los demonios y las brujas son percibidos como seres reales, los cuentos de hadas pueden fusionarse en forma de narraciones legendarias, en las que el contexto es percibido, tanto por el narrador como por los oyentes, como si se tratara de una realidad histórica. Sin embargo, a diferencia de las leyendas y epopeyas, que no tienden a tener más que referencias superficiales a la religión y a lugares, personas y sucesos actuales, este tipo de historias tiene lugar en un período indefinido ("Érase una vez", "Había una vez") más que en un instante preciso.[2]

Los cuentos de hadas se encuentran ya sea en forma oral o literaria. Intentar detallar con exactitud su historia resulta una labor difícil, puesto que sólo las formas escritas han sido capaces de sobrevivir con el paso del tiempo. No obstante, la evidencia de las obras literarias, al menos, da una indicación de que los cuentos de hadas han existido durante miles de años, aunque tal vez no reconocidos al inicio como un género propio; el término "cuento de hadas" les fue otorgado por la francesa Madame d'Aulnoy. A través de los siglos, se encontraron hallazgos literarios de cuentos de hadas en todo el mundo, siendo recogidos por los folcloristas en diversas culturas.[3] Incluso, hoy en día, se siguen redactando cuentos de hadas y obras derivadas del mismo género.

Aun cuando los primeros cuentos de hadas estaban destinados principalmente a las audiencias adultas, y en menor grado a los niños, éstos comenzaron a asociarse con los infantes desde los escritos de los preciosistas; a partir de que los hermanos Grimm titularan a su colección como Children's and Household Tales, el vínculo con los niños ha ido fortaleciéndose con el transcurso de los años.

Los folcloristas han clasificado a los cuentos de hadas de diversas formas; entre las más notables agrupaciones están el sistema de Aarne-Thompson y el análisis morfológico del erudito Vladímir Propp. Por otro lado, otros folcloristas han interpretado la importancia de los cuentos, pero ninguna escuela ha sido establecida de manera definitiva para abordar el significado de este tipo de relatos.

Rasgos característicos

Aunque el cuento de hadas es claramente un género distintivo, la definición que marca a una obra como un relato de hadas es una fuente de controversia considerable.[4] Vladímir Propp, en su Morfología del cuento, criticó la distinción entre "cuentos de hadas" y "relatos sobre animales" en razón de que muchos cuentos contienen tanto a elementos como animales fantásticos.[5] Sin embargo, para seleccionar obras para su análisis, Propp utilizó todos los cuentos populares rusos clasificados en el conjunto de tipos 300-749 en Aarne-Thompson –en un intento por brindarles una distinción– para establecer propiamente un nuevo grupo de cuentos.[6] Su propio análisis identificó a los cuentos de hadas por sus elementos de la trama, aunque pasó a ser criticado, ya que el análisis no se presta fácilmente a los cuentos que no impliquen una búsqueda y, además, los mismos elementos de la trama son encontrados en obras que no son consideradas como cuentos de hadas.[7]

Un factor acordado colectivamente es que la naturaleza de un cuento no depende de si las hadas aparecen en él. Obviamente, muchas personas, entre ellos Angela Carter en su introducción al Virago Book of Fairy Tales, han observado que una gran parte de los llamados cuentos de hadas no contienen hadas en absoluto.[8] Esto es en parte debido a la historia del término en inglés "fairy tale", el cual se deriva de la frase francesa "conte de fées", usada por primera vez en la colección de Madame D’Aulnoy en 1697.[9]

Tal y como Stith Thompson y Carter hacen notar, los animales parlantes y la presencia de la magia parecen ser más comunes del género que las propias hadas.[10] No obstante, la mera presencia de animales que hablan no convierte un relato en un cuento de hadas, sobre todo cuando el animal es claramente una máscara de un rostro humano, como sucede en las fábulas.[11]

En su ensayo Sobre los cuentos de hadas, J. R. R. Tolkien manifestó estar de acuerdo con la exclusión de las "hadas" de la definición, concibiendo a los cuentos de hadas como historias sobre las aventuras de los hombres en "Faërie", la tierra de las hadas, los príncipes y princesas, enanos, elfos, y no solamente especies mágicas sino muchas otras maravillas.[12] A pesar de ello, el ensayo omite a cuentos que son considerados como cuentos de hadas, citando como ejemplo a The Heart of a Monkey, el cual Andrew Lang incluyó en El libro lila de los cuentos de hadas.[11] Otros cuentos que no incluyen magia pero comúnmente son clasificados como cuentos de hadas son What Is the Fastest Thing in the World? y Catskin.

Algunos folcloristas prefieren utilizar el término alemán "Märchen" para referirse al género, una práctica que se ha reforzado con la definición de Thompson en su edición de 1977 de The Folktale: "un cuento de cierta longitud que implica una sucesión de motivos [repeticiones] o episodios. Se mueve en un mundo irreal, sin localidad o criaturas definidas y está lleno de cosas maravillosas. En esta tierra de nunca jamás, los héroes humildes matan a sus adversarios, heredan los reinos y se casan con princesas".[13] Los personajes y motivos de los cuentos de hadas son simples y arquetípicos: princesas, hijos jóvenes y príncipes valientes, ogros, gigantes, dragones, troles, madrastras malvadas y héroes falsos, hadas madrinas y otros ayudantes mágicos, a menudo caballos, lobos o aves parlantes, montañas de vidrio así como prohibiciones y ruptura de restricciones.[14] Otras características de los cuentos —la rítmica, lo grotesco, lo extraño y lo gracioso— son mera recreación para la abundante alegría de los niños, mientras que los peligros y terrores les inspiran fascinación. Los cuentos de hadas son el escenario del mundo de la infancia, un reino de vida vicaria, más elemental y libremente repleto de fantasías que los dramas perfeccionistas de los adultos sofisticados cuya aceptación arraigada de atar las realidades exige cosas más severas. Italo Calvino citó a los cuentos de hadas como el principal ejemplo de "viveza" en la literatura, debido a la brevedad y concisión de sus historias.[15]

Historia del género

Al principio, las historias que ahora catalogamos como cuentos de hadas eran solamente un tipo de cuento y no eran concebidas como un género independiente. El término alemán "Märchen" literalmente significa "cuento", por lo que no intenta referirse a un tipo específico de obra. No fue entonces sino hasta la época de la literatura del Renacimiento que el género empezó a ser definido, pues los escritores de este período comenzaron a delimitar un género de cuentos, el cual pasó a consolidarse a través de las obras de otros muchos escritores, convirtiéndose asimismo en un género incuestionable con los escritos de los hermanos Grimm.[16] En el proceso, el nombre se acuñó cuando los preciosistas empezaron a escribir historias literarias; Madame d'Aulnoy inventó el término "contes de fée", que se traduce como "cuento de hadas".[17]

Debido a la definición del género de la fantasía, muchos trabajos que generalmente se clasifican como relatos fantásticos, antes eran catalogados como cuentos de hadas, incluyendo las novelas El hobbit de Tolkien, Rebelión en la granja de George Orwell y El maravilloso Mago de Oz de Lyman Frank Baum.[18] De hecho, Sobre los cuentos de hadas de Tolkien contiene discusiones de tipo worldbuilding (que se define como el proceso de crear un mundo imaginario, a veces asociado con un universo ficticio), siendo considerado como una parte vital en la crítica del género fantástico. Aunque la fantasía, particularmente en el subgénero "fantasía de cuento de hadas", se basa en gran medida en los motivos de los cuentos de hadas,[19] actualmente ambos géneros son apreciados como apartados distintos.

Folclore y formas literarias

El cuento de hadas, en su expresión oral, es una subclase del cuento folklórico. Varios escritores han redactado igualmente relatos pertenecientes al género, los cuales son referidos como cuentos de hadas literarios, o Kunstmärchen.[9] Las formas más antiguas, desde el clásico hindú Panchatantra hasta el Pentamerón, muestran una considerable reelaboración de la forma oral.[20] Los hermanos Grimm estuvieron entre los primeros en haber intentado preservar las características de los relatos orales. Inclusive, las historias impresas bajo su autoría han sido editadas en más de una ocasión para adaptarlas a la forma escrita.[21]

Tanto los cuentos de hadas literarios como los orales intercambiaron libremente tramas, motivos y elementos entre sí, así como con otros cuentos extranjeros.[22] Varios folcloristas del siglo XVIII intentaron recuperar el folclore "puro" que no había sido entrelazado aún con las versiones literarias. A pesar de que existen evidencias de cuentos de hadas orales que existieron miles de años antes que las formas literarias, no se tiene conocimiento de cuentos que guarden reminiscencia del "folclore puro". Cabe señalar que cada cuento de hadas literario se inspira en las tradiciones populares, aunque sea sólo evidente en la parodia.[23] Por ende, esto hace imposible trazar las formas de transmisión de un cuento de hadas. Además, se sabe que las personas que cuentan este tipo de relatos, en su forma oral, leen cuentos de hadas, en forma escrita, con tal de incrementar su número de historias e interpretaciones.[24]

Historia

La tradición oral de los cuentos de hadas llegó mucho antes que la forma escrita; al inicio, los cuentos eran contados o difundidos de forma dramática, más allá de ser escritos, de generación en generación. Debido a esto, el análisis de su desarrollo histórico es notablemente confuso.[25] Los cuentos de hadas escritos más antiguos de los que se tiene noción surgieron del Antiguo Egipto, en el año 1300 a. C. (por ejemplo, la Historia de los dos hermanos),[26] apareciendo luego, de vez en cuando, en la literatura escrita por medio de las culturas letradas, como en El asno de oro, el cual incluye Cupido y Psique (Antigua Roma, 100-200 d. C.),[27] o el Panchatantra (India, 200-300 d. C.),[27] aunque se desconoce en qué medida éstos reflejan los verdaderos cuentos tradicionales, incluso de su propio tiempo. La evidencia estilística indica que dichas obras, junto con muchas colecciones posteriores, reelaboraron los cuentos populares de tal forma que se adaptaron a las formas literarias.[20] Lo que muestran es que el cuento de hadas tiene raíces antiguas, incluso superando a la recopilación de cuentos mágicos Las mil y una noches (compilada hacia 1500 d. C.),[27] en la que figuran Baital Pachisi y la Historia de Bel y el Dragón. Además de esas colecciones y los cuentos individuales, en China, la obra Lie Zi y el filósofo Zhuangzi, ambos pertenecientes al sistema taoísta, incluyeron o difundieron cuentos de hadas.[28] En la definición más amplia del género, los primeros cuentos de hadas occidentales que alcanzaron notoriedad son los de Esopo (siglo VI a. C.) en la Antigua Grecia.

Las alusiones a los cuentos de hadas predominan en Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, The Faerie Queene de Edmund Spenser y los guiones de William Shakespeare.[29] Al igual que El agua y la sal y Cap O' Rushes, El rey Lear puede ser considerado como una variante literaria de los cuentos de hadas.[30] En sí, la historia volvió a aparecer en la literatura occidental en los siglos XVI y XVII, con la colección Noches de Placer de Giovanni Francesco Straparola (Italia, 1550 y 1553),[27] la cual contiene varios cuentos de hadas en sus relatos, y los cuentos napolitanos de Giambattista Basile (Nápoles, 1634-1636),[27] todos ellos pertenecientes al género del cuento de hadas.[31] Carlo Gozzi hizo uso de varios motivos del género entre sus escenarios de comedia del arte,[32] incluyendo entre los mismos a uno basado en The Love For Three Oranges (1761), escrito por Basile.[33] Simultáneamente, Pu Songling, en China, incluyó varios cuentos de hadas en su colección, Strange Stories from a Chinese Studio (publicada de forma póstuma en 1766).[28] El cuento de hadas pasó a volverse popular entre los preciosistas franceses de la clase alta (16901710),[27] y entre los cuentos contados en aquellos tiempos estaban los de Jean de La Fontaine y Contes de Charles Perrault (1697), quien estableció las formas de La bella durmiente y Cenicienta.[34] Aunque las colecciones de Straparola, Basile y Perrault contienen las formas más antiguas conocidas de varios cuentos de hadas, en la evidencia estilística, todos los escritores reescribieron los cuentos para proporcionarles un efecto literario.[35]

Los hermanos Grimm se convirtieron en los primeros coleccionistas en intentar preservar no sólo la trama y los personajes de los cuentos, sino también el estilo en que estaban conservados, al compilar cuentos de hadas alemanes; irónicamente, aunque su primera edición (1812 y 1815)[27] prevalece como un tesoro para los folcloristas, ambos se vieron en la necesidad de reescribir los cuentos en ediciones posteriores para volverlos más aceptables, algo que les aseguró buenas ventas y la consecutiva popularidad de sus trabajos.[36]

Tales formas literarias, además de extraer rasgos de los cuentos populares antiguos, influyeron en los relatos del folclore de dicha época. Los hermanos Grimm rechazaron varios cuentos para su colección, aunque muchos otros los escucharon de los alemanes, debido a que los cuentos eran derivados de Perrault, por lo que éstos concluyeron que eran cuentos franceses y no alemanes; en consecuencia, rechazaron una versión oral de Barba Azul, decidiendo incorporar en cambio al cuento Briar Rose, claramente relacionado con La bella durmiente de Perrault, debido a que Jakob Grimm convenció a su hermano de que la figura de Brunilda probaba que la historia de la princesa durmiente pertenecía auténticamente al folclore alemán.[37]

Esta cuestión relacionada con el origen de La bella durmiente reflejó una creencia común entre los folcloristas del siglo XIX: que en la tradición popular se preservaban cuentos de hadas en formas antiguas, excepto cuando éstos habían sido "contaminados" por las formas literarias, alentando a la gente a relatar cuentos auténticos, en toda la extensión de la palabra.[38] Siendo el pueblo concebido como el "ermitaño analfabeto y convenientemente aislado", fue que los folcloristas alemanes quisieron brindarles cuentos populares legítimos.[39] A veces, llegaron a considerar a los cuentos de hadas como una forma de "fósil"; para ellos, cada relato del género era el residuo de lo que alguna vez había sido un cuento perfecto.[40] No obstante, investigaciones posteriores han concluido que los cuentos de hadas nunca tuvieron una forma fija, e independientemente de la influencia literaria, los contadores constantemente los alteraban para sus propios propósitos.[41]

El trabajo de los hermanos Grimm influyó a otros coleccionistas, inspirándolos a seleccionar cuentos y llevándolos a creer de manera similar, con un espíritu de nacionalismo romántico, que los cuentos de hadas de un país eran particularmente representativos de éste, hasta el punto de poner en duda cualquier influencia cultural externa en su contenido. Entre los influenciados estuvieron el ruso Alexander Afanasiev (cuyo legado comenzó a publicarse en 1866),[27] los noruegos Peter Christen Asbjørnsen y Jørgen Moe (en 1845),[27] el rumano Petre Ispirescu (en 1874), el inglés Joseph Jacobs (en 1890)[27] y Jeremiah Curtin, un estadounidense que reunió cuentos irlandeses, a partir de 1890.[23] Algunos etnógrafos compilaron cuentos de hadas en todo el mundo, encontrando cuentos parecidos en África, América y Australia; Andrew Lang fue capaz de recurrir no solamente a los cuentos escritos de Europa y Asia, sino también a los recogidos por los etnógrafos, para completar una serie de libros de hadas que se caracterizó por estar conformada de episodios que hacían referencia a diferentes colores (tales como El libro azul de las hadas, El libro verde de las hadas, entre otros).[42] Además, los Grimm alentaron a otros coleccionistas de cuentos de hadas, tal y como cuando Yei Theodora Ozaki creó una colección, Japanese Fairy Tales (1908), después de haber sido alentado por Lang.[43] Simultáneamente, escritores como Hans Christian Andersen y George MacDonald continuaron la tradición de los cuentos de hadas en su forma literaria. El trabajo de Andersen, en ocasiones, se basó en cuentos populares antiguos, aunque resultó más frecuente el hecho de que utilizara motivos y tramas del género para crear nuevos relatos.[44] MacDonald incorporó asimismo motivos de los cuentos de hadas en nuevos cuentos, tales como La princesa de la luz, y en trabajos del género que habrían de convertirse en fantasía, siendo el caso de La princesa y el duende y Lilith.[45]

Transmisión transcultural

Un par de teorías sobre los orígenes de los relatos de hadas ha intentado explicar los elementos comunes que aparecen en los cuentos de hadas de todo el mundo. Una de ellas afirma que un único punto de origen generó un determinado cuento, que luego se habría de difundir a lo largo de los siglos, y la otra considera que los cuentos de hadas se derivan de la experiencia humana común y, por lo tanto, pueden aparecer por separado en muchos orígenes diferentes.[46]

Los relatos de hadas con tramas, personajes y motivos muy similares son encontrados en varias culturas diferentes. Muchos investigadores sostienen que esto es consecuencia de la difusión de los cuentos, pues la gente repite los cuentos que ha escuchado en países extranjeros, aunque la naturaleza oral hace imposible trazar la ruta, excepto por inferencia.[47] A su vez, algunos folcloristas han tratado de determinar el origen por evidencia interna, que no siempre puede ser considerada como del todo comprensible; Joseph Jacobs, al comparar el cuento escocés The Ridere of Riddles con la versión de los hermanos Grimm, The Riddle, percibió que en The Ridere of Riddles un héroe finaliza casado de forma poligámica, un aspecto que podría derivarse de una costumbre antigua, aunque en The Riddle, hasta la adivinanza más sencilla podría sugerir una mayor antigüedad.[48]

Folcloristas de la "escuela finlandesa" (o histórica-geográfica) intentaron vincular los cuentos de hadas con sus orígenes, obteniendo resultados inconclusos al respecto.[49] A veces, la influencia, especialmente tratándose de un área y tiempo limitados, es más evidente, tal y como cuando se considera la influencia de los cuentos de Perrault en los escritos recopilados por los Grimm. Al parecer, bajo este razonamiento, Little Briar-Rose toma prestados elementos de La bella durmiente, así como el cuento de los Grimm aparenta ser la única variante independiente en Alemania.[50] De forma parecida, el acuerdo final entre el inicio de la versión de los Grimm de Caperucita Roja y la historia de Perrault apunta hacia una influencia —aunque el relato de los hermanos Grimm incorpora un final distinto, probablemente derivado de El lobo y los siete cabritos—.[51]

Asimismo, los cuentos de hadas tienden a adoptar el tono correspondiente a su ubicación por medio de la elección de los motivos, el estilo en el que están contados y las descripciones tanto del personaje como de la región.[52]

Vínculo con los niños

Al principio, la principal audiencia de los cuentos de hadas era la población adulta.[53] Inclusive, las formas literarias del género surgieron a partir de obras cuyo contenido estaba orientado a los adultos, aunque en los siglos XIX y XX el cuento de hadas empezó a ser asociado con la literatura infantil.

Los preciosistas, entre ellos Madame d'Aulnoy, destinaron sus trabajos a los adultos, sin embargo consideraron que éstos provenían de las sirvientes, u otras mujeres o sujetos de la clase baja, que los habían difundido a los niños.[54] En efecto, en una novela de esa época, donde se describe el ofrecimiento del pretendiente de una condesa para contar un cuento, la condesa exclama que adora los cuentos de hadas de forma equivalente a la de una pequeña infante.[55] Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, una de las últimas preciosistas, redactó una versión infantil de La Bella y la Bestia, la cual permanece aún como la versión más conocida del cuento original.[56] A su vez, los hermanos Grimm denominaron a su colección Children's and Household Tales, siendo asimismo obligados a reescribir sus cuentos debido a varias quejas de que sus relatos no eran compatibles con las audiencias infantiles.[57]

En la era contemporánea, los cuentos de hadas han sido alterados de tal forma que puedan ser leídos a los niños. Los hermanos Grimm se concentraron mayormente en erradicar las referencias sexuales;[58] Rapunzel, en la primera edición, revela las visitas del príncipe al preguntar porqué su ropa se ha encogido, permitiéndole a la bruja deducir que ha quedado embarazada, aunque en ediciones subsecuentes Rapunzel reveló de manera descuidada que era más fácil "levantar" al príncipe que a la bruja.[59] Por otra parte, en varios aspectos, la violencia, particularmente aquella que se presenta cuando se castiga a los villanos, se incrementó más,[60] aunque en posteriores ediciones se eliminó este aspecto; J. R. R. Tolkien percibió que The Juniper Tree con frecuencia excluía su tono caníbal en una versión orientada a los niños.[61] La tendencia moralista de la época Victoriana alteró los cuentos clásicos convirtiéndolos en lecciones de enseñanza, como por ejemplo cuando George Cruikshank reescribió La Cenicienta en 1854 para incorporar temas de abstinencia; Charles Dickens protestó al respecto: "En una época utilitaria, al igual que en cualquier otro instante, es cuestión de suma importancia que los cuentos de hadas deban ser respetados".[62][63]

Psicoanalistas como Bruno Bettelheim, quien consideró la crueldad de los antiguos cuentos de hadas como un indicativo de los conflictos psicológicos, criticó fuertemente esta expurgación, sobre la base de que ello debilitó su utilidad para los niños y adultos, pasando a adoptarse simbólicamente en su contenido la resolución de uno o más problemas presentados.[64]

La adaptación de cuentos de hadas para niños sigue vigente; la influyente Snow White and the Seven Dwarfs de Walt Disney Pictures se destinó primordialmente (aunque no solamente) para el mercado infantil.[65] mientras que el anime Las Aventuras de Gigi está basado en el cuento de hadas Momotarō.[66] De manera semejante, Jack Zipes ha pasado varios años trabajando en la adaptación de cuentos antiguos y tradicionales con tal de volverlos más accesibles para los lectores modernos y sus hijos.[67]

En los planteles Waldorf, los cuentos de hadas son usados en primera instancia como una parte central del currículo. El trabajo de Rudolf Steiner en el desarrollo humano muestra que entre las edades de seis y siete años, la mente de un niño aprende mejor a través de la narración de cuentos, ya que los arquetipos y la naturaleza mágica de los cuentos de hadas, en particular, encarecen a los niños de esas edades. La naturaleza de los cuentos de hadas, en la tradición oral, mejora además la habilidad de un infante para visualizar una narrativa hablada, así como para recordar la historia conforme la está escuchando.

Los cuentos de hadas también pueden ser analizados desde una perspectiva construccionista. En "The Domain of Style" de Analyzing Prose, Richard Lanham sugirió que "la forma en que decimos algo es lo que determina lo que vamos a decir". Bajo este enfoque, los relatos de hadas impactan las interpretaciones comunicacionales de los niños así como sus vidas; este tipo de historias les transmiten a los niños mensajes sobre el amor, la vida, los milagros y los finales felices. Lanham opinó lo siguiente acerca de este proceso: "Percibimos el mundo tanto activa como recreativamente; no sólo registramos un mundo que 'ya está ahí'. Percibir el mundo también significa componerlo, con tal de darle sentido a las cosas".[68] La mente de un niño es joven e impresionable; lo que ellos ven y escuchan cuando son pequeños puede afectar la manera en la que concebirán la vida. Los padres entonces tratan de brindarle y enseñarle todo lo que pueden a sus hijos, aunque ciertamente no hay un manual sobre cómo educar a los niños. De esta forma, los padres de familia pueden ver en los cuentos de hadas un recurso para mostrarles a sus hijos una perspectiva distinta de los significados del amor, las relaciones sociales y la felicidad. En un ensayo de Communication as…: Perspectives on Theory, John Durham Peters añadió: "Los padres gastan miles de besos, órdenes, dinero y pañales, aunque nunca logran saber a profundidad qué es lo que en realidad funciona y qué no para producir a un ser humano. Muchas cosas ocurren en los primeros dos años de vida —cuando un niño apenas puede hablar en algún sentido—, y la interacción ahí es lo que constituye al aprendizaje. Alimentar, criar y cambiar a un infante son prácticas sencillas de diálogo, aunque resultan inmensamente comunicativas. Si el diálogo se define como compartir nuestro tiempo y nuestro ser, más allá de un esfuerzo conjunto de comprensión mutua, entonces por supuesto que las prácticas son comunicativas, aun cuando la naturaleza asimétrica de la interacción —un amor desamparado y desvergonzado a cambio de la protección y el sustento— convierte a la difusión en un modelo más apto".[69] Siendo niños, intentamos bloquear y olvidar los horrores que conlleva el crecimiento, por lo que definitivamente no tendremos la oportunidad de volver a experimentar esa misma sensación en ningún otro momento de nuestras vidas. "Olvidar es una parte del aprendizaje. La revelación es relativamente excepcional. En efecto, la mayor parte de lo que experimentamos en cualquier contexto no se registra ni siquiera en la conciencia: el momento presente proporciona la sensación suficiente para escapar de una vida de análisis".[69] Los cuentos de hadas habrán de ser referenciados por el niño en los años venideros; los infantes recurrirán a este tipo de historias para mostrar cómo comprendieron lo que hasta ese momento conocen y qué es lo que quieren obtener de la vida. Este mismo género es difundido a cada persona de una forma diferente; nos sirve para expresar lo que un cuento de hadas está comunicándonos y para transmitir nuestros conocimientos. La visión construccionista trata de comprender la comunicación a través de diversos conceptos e interpretaciones. Y al igual que ésta, los cuentos de hadas cuentan con una serie de versiones e interpretaciones diferentes.

Versiones modernas

Literatura

En la literatura contemporánea, muchos autores han usado la forma de los cuentos de hadas por diversas razones, tales como examinar la condición humana desde el marco sencillo que proporciona un cuento de este género.[70] Algunos autores buscan recrear un tono fantástico en un discurso contemporáneo,[71] mientras que otros escritores usan las características del cuento de hadas para relatar temas modernos;[72] esto puede incluir usar los dramas psicológicos de manera implícita en la historia, como cuando Robin McKinley adaptó una nueva versión de Piel de asno en su novela Deerskin, la cual hace énfasis en el trato abusivo de un padre para con su hija.[73] A veces, especialmente en la literatura infantil, los cuentos de hadas son reelaborados con un nuevo giro en la trama simplemente para añadir un efecto cómico, como con El apestoso hombre queso y otros cuentos maravillosamente estúpidos de Jon Scieszka y The ASBO Fairy Tales de Chris Pilbeam. Un motivo cómico común es un mundo donde todos los cuentos de hadas toman lugar, y los personajes están conscientes de su rol en la historia,[74] como por ejemplo en la serie cinematográfica de Shrek.

Otros autores pueden tener razones más específicas, tales como revaluaciones multiculturales o feministas de cuentos dominados por el machismo eurocéntrico, implicando la crítica de las antiguas narrativas.[75] La figura de la damisela en apuros ha sido especialmente atacada por muchos críticos feministas. Ejemplos de reversiones narrativas en donde se rechaza esta figura son La princesa vestida con una bolsa de papel de Robert Munsch, un libro infantil ilustrado en el que una princesa rescata a un príncipe, o La cámara de los horrores de Angela Carter, donde se relatan varios cuentos de hadas desde un punto de vista feminista.

Un uso interesante del género ocurrió en un periódico sobre tecnología militar titulado Defense AT&L, el cual publicó un artículo en forma de un cuento de hadas denominado Optimizing Bi-Modal Signal/Noise Ratios. Escrita por el comandante estadounidense Dan Ward (Fuerza Aérea), esta historia incorpora a una hada llamada Garble con el fin de representar las averías existentes en la comunicación entre los operadores y los desarrolladores de tecnología.[76] El artículo citado resultó influenciado directamente por George MacDonald.

Otras figuras destacables que han empleado cuentos de hadas en sus obras son Oscar Wilde, A. S. Byatt, Jane Yolen, Terri Windling, Donald Barthelme, Robert Coover, Margaret Atwood, Kate Bernheimer, Espido Freire, Tanith Lee, James Thurber, Robin McKinley, Isaac Bashevis Singer, Kelly Link, Bruce Holland Rogers, Donna Jo Napoli, Cameron Dokey, Robert Bly, Gail Carson Levine, Annette Marie Hyder, Jasper Fforde, entre muchos otros más.

Podría ser difícil establecer una regla entre los cuentos de hadas y las fantasías que usan motivos de relatos de hadas, o incluso tramas completas, sin embargo la distinción es comúnmente hecha, incluso dentro de los trabajos de un autor individual: Lilith y Phantastes de George MacDonald son considerados como fantasías, mientras que sus obras La princesa de la luz, La llave dorada y La mujer sabia son catalogadas como cuentos de hadas. La diferencia más notable es que las fantasías hacen uso de las convenciones novelísticas de la prosa, la caracterización y el escenario.[77]

Motivos

Cualquier comparación de los cuentos de hadas rápidamente hace notar que varios relatos del género tienen características semejantes entre sí. Dos de las clasificaciones más influyentes son la de Antti Aarne, revisada por Stith Thompson y convertida en el sistema Aarne-Thompson, y la obra Morfología del cuento de Vladimir Propp.

Aarne-Thompson

Este sistema agrupa los cuentos tradicionales y de hadas en base a su trama completa. Así, se seleccionan características de identificación en común para decidir cuáles cuentos se agrupan entre sí.

Por ejemplo, cuentos como Cenicienta —en el que una heroína perseguida, con la ayuda del hada madrina o un ayudante mágico semejante, asiste a un evento (o tres) en donde se enamora de un príncipe y es identificada como su verdadera esposa—, son clasificados como tipo 510, correspondiente a la "heroína perseguida". En esta misma clasificación también se incluyen los relatos The Wonderful Birch (versión finlandesa de Cenicienta), Aschenputtel (versión alemana), Katie Woodencloak (versión noruega), The Story of Tam and Cam (versión vietnamita), Ye Xian (versión china), Cap O' Rushes (versión inglesa), Catskin (otra versión inglesa), Fair, Brown and Trembling (versión irlandesa), Finette Cendron (versión francesa), Allerleirauh (versión de los Grimm), Tattercoats (versión inglesa) y Estrellita de oro (versión española).

Un análisis más profundo de los relatos muestra que en Cenicienta, The Wonderful Birch, The Story of Tam and Cam, Ye Xian, y Aschenputtel, la heroína es perseguida por su madrastra y no se le concede el permiso para asistir a un baile u otro evento, mientras que en Fair, Brown and Trembling y Finette Cendron es acechada por sus hermanas y otras figuras femeninas, por lo que son clasificados como 510A; por otro lado, en Cap O' Rushes, Catskin y Allerleirauh, la protagonista es impulsada desde su hogar por las persecuciones de su padre, y debe ponerse a trabajar en una cocina radicada en otro sitio. Estos últimos pertenecen a la agrupación 510B. Sin embargo, en Katie Woodencloak, ella se encarga de las labores hogareñas siendo acechada por su madrastra para luego prestar sus servicios en una cocina. Finalmente, en Tattercoats, es el padrastro quien se rehúsa que la heroína acuda al baile. Con características en común de ambas divisiones del grupo 510 (esto es 510A y 510B), Katie Woodencloak es clasificado como 510A debido a que el villano es la madrastra, mientras que Tattercoats es marcado como 510B debido a que el padrastro asume el rol de padre de la protagonista.

No obstante, este sistema tiene sus debilidades en la dificultad de no tener una manera de clasificar las subporciones de un cuento como lo son los motivos. Rapunzel es de tipo 310 ("La doncella en la torre"), aunque inicia con una niña a la que se le exigen ciertas tareas a cambio de comida robada, tal y como Puddocky; no obstante, en Puddocky no hay una doncella en la torre, mientras que el relato italiano The Canary Prince sí entra en el tipo señalado, pues comienza con una madrastra celosa.

Además, el sistema Aarne-Thompson permite enfocarse en elementos comunes, en la medida en que el folclorista puede notar a Black Bull of Norroway como la misma historia que La Bella y la Bestia. Lo anterior resulta útil en cierta parte, pues erradica el tono y los detalles empleados en una historia.[78]

Morfología

Aunque Vladímir Propp estudió específicamente una colección de cuentos de hadas rusos, su análisis ha sido útil también para la examinación de cuentos de otros países.[79]

Tras haber criticado el análisis de Aarne-Thompson por ignorar el efecto de los motivos en las historias, y porque los motivos usados no eran del todo claros,[80] Propp analizó los cuentos por la función que cada personaje y acción cumplía, concluyendo que un relato estaba compuesto de 31 elementos y ocho tipos de personajes. Tomando en consideración que no todos los elementos son requeridos para cada uno de los cuentos, cuando éstos aparecían lo hacían en un orden invariable —excepto que cada elemento individual debía ser negado en dos ocasiones—, por lo que aparecería hasta tres veces, como cuando en Brother and Sister el hermano se rehúsa a beber de fuentes encantadas en dos ocasiones, siendo en el tercer intento cuando resulta encantado.[81]

Uno de esos elementos es la hada madrina que le proporciona asistencia mágica al héroe, en ocasiones poniéndolo a prueba.[82] En El pájaro de oro, el lobo parlante evalúa al héroe al advertirle que no entre a una posada y, después de que lo logra, le ayuda a encontrar el objeto de su búsqueda; en The Boy Who Drew Cats, el sacerdote aconseja al héroe que se quede en sitios pequeños por la noche, lo cual habría de protegerlo de un espíritu maligno; en Cenicienta, la hada madrina le da a Cenicienta el vestido que necesita para asistir al baile, tal y como los espíritus de sus madres lo hacen igualmente en Bawang Putih Bawang Merah y The Wonderful Birch; en The Fox Sister, un monje budista le da unas botellas mágicas a los hermanos protagonistas con tal de que las usen para protegerse contra el espíritu de un lobo. No obstante, en ocasiones los roles pueden antojarse más complicados.[83] Tal es el caso de The Red Ettin, donde el protagonismo se divide en la madre —quien le ofrece al héroe la totalidad de un pastel de viaje con su maldición o la mitad con su bendición— y cuando él toma la mitad, un hada le apoya con consejos; en Mr Simigdáli, el sol, la luna y las estrellas le dan a la heroína un obsequio mágico. Además, los personajes que no siempre actúan como las hadas madrinas pueden asumir dicho rol.[84] En Kallo and the Goblins, los duendes villanos también le dan regalos a la heroína, aunque en realidad son falsos; en Schippeitaro, los gatos antagonistas revelan su secreto al héroe, dándole los medios para que éste los derrote. Incluso, en otros cuentos de hadas, como The Story of the Youth Who Went Forth to Learn What Fear Was, no existe ninguna hada madrina. Las analogías se han trazado entre este sistema y el análisis de los mitos hecho en el El héroe de las mil caras.[85] No obstante, el análisis de Propp ha sido también criticado por ignorar el tono, humor, los personajes y, de hecho, todo lo que diferencia a un cuento de hadas de otro.[86]

Interpretaciones

Muchas variantes, especialmente las que están orientadas a los niños, incorporaron un sentido de moralidad en sus tramas. Perrault concluía sus versiones con una, aunque no siempre se les consideró como un aprendizaje moral: Cenicienta, por ejemplo, finaliza con la observación de que la belleza y personalidad de la heroína podrían llegar a ser inútiles sin la presencia de su madrina, reflejando la importancia de las conexiones sociales, aunque también podría simbolizar un significado de tipo espiritual.[87]

Varios cuentos de hadas han sido interpretados por su supuesta importancia. Una interpretación mitológica consideró que muchos relatos de hadas, incluyendo a Hansel y Gretel, La bella durmiente y El rey sapo, son mitos solares; este modo de interpretación es menos popular hoy en día.[88] Varios han sido también sometidos a análisis psicológicos como el freudiano y el profundo, pero nunca se ha establecido un modo de interpretación definitivo.

Análisis más específicos con frecuencia han sido criticados por prestar una gran importancia a los motivos que no forman, en realidad, parte del relato; esto tiende a menudo a derivarse del trato de un cuento de hadas como el texto definitivo, en el cual el cuento ha sido contado o reeditado en muchas variaciones.[89] En las variantes de Barba Azul, la curiosidad de la esposa es traicionada por una llave manchada de sangre, por la rotura de un huevo o por el canto de una rosa que ella llevaba en ese momento, sin que ninguno de estos factores afecte en sí al cuento, aunque las interpretaciones de las variantes específicas consideraron que el objeto preciso forma realmente parte del relato.[90]

Otros folcloristas han interpretado los cuentos como documentos históricos; varios folcloristas alemanes creen que los cuentos que han sido preservados de tiempos antiguos, usaron los cuentos de Grimm para explicar algunas costumbres arcaicas.[91] Otros a su vez han explicado la figura de la madrastra malvada de forma histórica: muchas mujeres morían durante el parto, sus esposos se volvían a casar, y las nuevas madrastras competían entonces con los niños del primer matrimonio por diversas razones.[92]

Artículos relacionados

Referencias

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Bibliografía

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