Disgenesia

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Disgenesia es el término opuesto a la eugenesia y se refiere al deterioro o degradación genética de una población.

La disgenesia se caracteriza en la selección de variables genéticas negativas a través de la supervivencia de individuos enfermos y débiles, lo que desencadena una involución de la especie. Tal selección negativa es posible gracias a la institucionalización de políticas socialistas e igualitarias que ven a las desigualdades como injusticias y apuntan a que aquellos menos productivos y exitosos tengan el mismo acceso a la medicina, alimentación y ayudas sociales que los individuos o grupos más exitosos. Mientras que la naturaleza propugna la supervivencia del mejor adaptado al medio a través de la selección natural, en el mundo moderno donde el desarrollo de la inteligencia y un estilo de vida saludable son factores importantes que favorecen el éxito de un individuo, quienes más se reproducen son, sin embargo, el producto de familias pobres, sin educación, con bajo cociente intelectual, con defectos genéticos o que no tienen un estilo de vida saludable. A largo plazo tal interferencia con la naturaleza desemboca en una involución o retroceso de la especie humana. Para equilibrar la igualdad de derechos con la necesidad de evitar tales males, regímenes como el nacionalsocialismo llevaron adelante planes de eugenesia.

Muchas de las polémicas en los medios alternativos contra la "eugenesia", en realidad se refieren a la disgenesia. La eugenesia trata sobre elevar la calidad de las estirpes humanas en lugar de degradarlas.

Descripción

La palabra disgenesia se utiliza para indicar una reducción en la presión de la selección natural en las especies, particularmente en el hombre actual. El hombre primitivo vivía en un ambiente hostil, poco confortable y de gran escasez, conviviendo de cerca con la posibilidad de la extinción, hecho que se traducía en una selección natural extremadamente rigurosa, que mantenía una baja frecuencia de genes nocivos y promovía una adaptación cada vez más precisa y perfecta a su ambiente. Con el alto desarrollo de la tecnología (desde la confección de abrigos hasta el trasplante de órganos) el ser humano pasó a adaptar el ambiente a sus caprichos en lugar de adaptarse de forma natural a él. El resultado fue una distensión de la selección natural y un aumento de la variabilidad genética, ya que muchos genotipos inviables en tiempos primitivos ahora tienen posibilidades de supervivencia y reproducción (por ejemplo, individuos con enfermedades genéticas como la miopía, la diabetes o el retraso mental hubieran tenido poca probabilidad de supervivencia hace 50000 años). Esto hace que esas características se preserven y aumenten su frecuencia fenotípica en la población, lo cual a su vez genera miseria en el mundo.

Estos defectos genéticos se acumulan progresivamente en la especie humana, la cual, de continuar incentivando la supervivencia y reproducción de individuos con defectos genéticos, se convertirá en un organismo débil, completamente dependiente de la tecnología, y no será capaz de afrontar cambios y emergencias naturales, lo cual inevitablemente la llevará a su extinción.

Disminución progresiva de la inteligencia humana

El biólogo estadounidense de la Universidad de Stanford, Gerald Crabtree, estableció, luego de una investigación publicada en la revista Trends in Genetics, que el cociente intelectual de los seres humanos está declinando paulatinamente. La comparación la realizó con los hombres de hace miles de años, cuando aún vivían en aldeas y pequeños grupos, donde las habilidades intelectuales eran clave para la supervivencia individual. Pero desde que el hombre empezó a practicar la agricultura y vivir en comunidades más grandes que protegían a los más débiles, la inteligencia individual dejó de ser más importante que protegerse de las enfermedades que surgen de las aglomeraciones. Así, un ciudadano de la Antigua Grecia que viajara en el tiempo hasta hoy sería mucho más inteligente: tendría más imaginación y mejor memoria.

La inteligencia humana depende de entre 2.000 y 5.000 genes. Diversas investigaciones muestran que este patrimonio genético es especialmente susceptible de sufrir mutaciones. En las últimas 120 generaciones (unos 3.000 años), la humanidad ha ido perdiendo inteligencia poco a poco.

El experto contradice así otros estudios que afirman que el cociente intelectual medio aumenta de generación en generación desde comienzos del siglo XX. Es el llamado "efecto Flynn", que lleva el nombre del investigador James Robert Flynn.

En opinión de Crabtee, el aumento del cociente intelectual parte en realidad de un nivel más bajo. Además, está ligado a una mejora de la educación, no a mutaciones genéticas.[1][2][3]

Referencias

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