El Correo Catalán

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El Correo Catalán fue una publicación diaria española, editada en Barcelona desde 1876 hasta 1985. Durante la mayor parte de su historia fue de tendencia carlista, pero en las últimas tres décadas de su existencia viró hacia el catalanismo.

Historia

Origen

A fines de 1876, cerca de diez meses después de concluida la Tercera Guerra Carlista, el periodista Manuel Milá de la Roca regresó a Barcelona de su exilio en Toulouse con la idea de poner en marcha un periódico carlista. Al llegar a la Ciudad Condal se contactó con el sacerdote Félix Sardá y Salvany, que le consiguió financiamiento para su empresa. Nacía así El Correo Catalán.

La idea de Milá de la Roca era revivir la estructura del diario La Convicción (1870-1873), pero insuflándole el espíritu combativo de El Correo Carlista, una publicación clandestina que había servido de boletín de novedades de la Comunión Tradicionalista en Cataluña.

Periódico carlista

Durante los primeros dos años de existencia, El Correo Catalán se ganó la simpatía de todos los carlistas de Barcelona. Hacia fines de 1878 Milá de la Roca renunció a la dirección de la publicación por problemas de salud, y le transfirió la responsabilidad de continuar con la empresa a Luis María de Llauder, antiguo director de La Convicción. Llauder se comprometió a ampliar el número de lectores, buscando captar el interés de aquellos católicos que no necesariamente comulgaban con el carlismo.

Por aquella época, junto con las secciones sobre política, religión, economía y asuntos cívicos, el diario publicaba epístolas de corresponsales en ciudades extranjeras (el Conde de Melgar, por ejemplo, escribía desde París) y folletines. Su formato era en folio pequeño, más similar a los diarios publicados en Alemania o Inglaterra que a los publicados en España.

El 20 de abril de 1880 el diario recibió una condena de veinte días de suspensión por un artículo crítico contra el gobierno de turno. Durante el lapso en que estuvo prohibido, el diario siguió saliendo a la calle con el título "El Eco del Milanesado". Meses después, en agosto, volvió a ser suspendido por 45 días por ironizar contra el rey Alfonso XIII, lo que hizo que el título habitual de la publicación fuese sustituido por el de "El Noticiero".

A partir de 1881 el diario comenzó a experimentar un crecimiento importante, emitiendo dos ediciones diarias (matutina y vespertina) y adquiriendo una imprenta propia de gran capacidad. Llauder dejó la dirección de El Correo Catalán en 1899, víctima de una enfermedad que lo aquejaba. Bajo su supervisión el diario atacó con firmeza a los gobiernos liberales por permitir que miembros de la masonería destruyesen las tradiciones españoles, fustigó a Ramón Nocedal por enemistarse con Carlos María de Borbón y se enfrentó a la Unión Católica por su iniciativa de alentar a los cristianos a participar del infame parlamentarismo de los partidócratas. El diario también se destacó por alentar a la estrategia política del Marqués de Cerralbo, que promovía la idea de que las acciones bélicas debían evitarse si se quería restituirle el trono a sus legítimos dueños. A Llauder lo reemplazó Salvador Morales Marcén, un veterano de la prensa carlista.

Para mediados de 1900 el diario abandonó el formato pequeño para adoptar uno grande. Durante la Octubrada de 1900 el diario fue clausurado junto al resto de la prensa carlista, y tuvo que ser publicado por cinco meses con el título de "El Fénix". Al normalizarse la situación de El Correo Catalán, Morales Marcén propuso crear la editorial Fomento de la Prensa Tradicionalista, lo que les permitió en 1902 adquirir una nueva imprenta de última tecnología para producir los ejemplares de cada día.

Concluida la modernización del diario en 1903, Morales Marcén dio un paso al costado y su lugar lo ocupó Miguel Junyent, que estaría al frente de la publicación hasta 1932. Bajo la dirección de Junyent el periódico comenzó un lento proceso de aproximación a los catalanistas, buscando coincidir especialmente con los sectores más conservadores de la Liga Regionalista (es famosa su adhesión a la coalición Solidaridad Catalana en las elecciones generales de 1907). A su vez El Correo Catalán fustigaba ácidamente a las inmoralidades y combatía con ferocidad al creciente movimiento anarquista. Ello le permitió ganarse las bendiciones de los papas León XIII y Pío X.

Hacia 1912 el diario era sin dudas el más moderno de toda Cataluña. Fue pionero al agregar una sección deportiva, lo que incrementó su popularidad. Durante la Primera Guerra Mundial el diario simpatizó con las Potencias Centrales, algo que no cayó bien en muchos de sus lectores.

En 1919 el equipo de redacción y la junta de administración fue capital para la creación y difusión de los Sindicatos Libres, llegándosele a encomendar al periodista Francisco Aizcorbe la redacción de los estatutos de la organización sindical tradicionalista.

Con la proclamación de la Segunda República Española, El Correo Catalán se convirtió en objeto de hostigamiento y acoso por parte del gobierno de Francesc Macià. Ello llevó a que Junyent le dejase su lugar a Juan Soler Janer, un hombre mucho más jóven y enérgico que él. Soler Janer dirigió el diario hasta 1936, año en que estalló la Guerra Civil y la publicación fue suprimida por decreto. La imprenta que poseía la editorial Fomento de la Prensa Tradicionalista fue expropiada y utilizada por comunistas y anarquistas para editar sus pasquines.

En febrero de 1939, tras la conquista de Barcelona por parte de las fuerzas nacionales, El Correo Catalán volvió a circular por las calles de la ciudad condal. Diego Ramírez Pastor, director en ese entonces de la Agencia Faro, se responsabilizó por la publicación, algo que duraría hasta 1945. A Ramírez Pastor lo sucedió Claudio Colomer. Colomer provenía de una familia de carlistas, sin embargo mantenía excelentes relaciones con los franquistas, lo que le permitió acceder a la dirección de El Correo Catalán con sólo veinticinco años.

Declive

Colomer dejó la dirección del diario en 1959 para proseguir su carrera en el campo de la política. La dirección de El Correo Catalán recayó entonces sobre Andrés Roselló, un hombre de espíritu moderado y simpatías democráticas, quien encomendó a Manuel Ibáñez Escofet, un catalanista, la tarea de modernizar una vez más al diario.

De ese modo la publicación renovó sus equipos de redacción, abandonando el criterio de reclutar mayormente a carlistas (esto permitió que hasta personajes como Josep Pla y Joan Fuster tuviesen espacio entre sus páginas). También la imagen fue transformada: primero cambió el formato tipográfico, luego la maquetación, para finalmente convertirse en un tabloide hacia 1963. El diario comenzó a aumentar su tirada para abarcar toda la geografía catalana, lo que lo convirtió en el segundo diario más leído de la región, sólo detrás de La Vanguardia.

Con la salida de Ibáñez Escofet en 1968, el control de calidad de lo publicado se vino abajo y el diario comenzó a incurrir cada vez más en el catalanismo. En 1974, en la víspera de la Transición Española, el dirigente Jordi Pujol adquirió el control del diario, comprando algunas acciones a su nombre y poniendo a testaferros para adquirir el resto. En 1977 el poeta cristiano Lorenzo Gomis asumió la dirección de El Correo Catalán. El diario experimentó un envejecimiento de la maquinaria con la que era producido y el eclipsamiento ante el diario Hoy, una publicación con una línea editorial muy similar pero con un mayor dinamismo periodístico. Todo ello llevó a hundir al diario en una crisis financiera en 1982 de la cual nunca pudo salir. El Correo Catalán dejó de publicarse en 1985, pero cerró definitivamente sus puertas al año siguiente.

Años después de su desaparición, a mediados de la década de 1990, El Correo Catalán se vio implicado en un caso de corrupción: se denunció que la publicación, durante el primer lustro de la década de 1980, había sido parte del entramado de empresas que financiaron ilegalmente al partido Convergencia Democrática de Cataluña y que sirvió para desviar fondos públicos de las arcas del Estado a los bolsillos de la familia Pujol. Sin embargo los jueces de la época archivaron la causa, dejando impune al entonces presidente de la Generalidad de Cataluña.

Colaboradores

Miles de plumas pasaron por las páginas de El Correo Catalán. Entre las más destacadas se encuentran las de Antonio de Palau y de Huguet, Sebastián Sans, Víctor Gebhardt, Hermenegildo de Urréjola, Juan Bautista Falcó, Francisco Navarro Villoslada, Antonio de Valbuena, Sebastián Trullol, Enrique de Olea, Leopoldo Negre, José Arrufat, José Pedreny, Luís Carlos Viada y Lluch, Melchor Ferrer, José Bru Jardí, Pedro Roma, Vicente Carbó, Juan Bautista Roca, Ángel Marqués, Juan Bautista Viza, Estanislao Rico, Domingo Cirici Ventalló, Lorenzo Martí Mayol, Fernando Mori, Ramón Solsona Cardona y Enrique Sarradell.

También escribieron en sus páginas muchos sacerdotes católicos como José Sorribes, Pedro Lisbona, Juan Tusquets y Joaquín Guiu entre otros.

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