Enrique Angelelli

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Enrique Ángel Angelelli Carletti (18 de julio de 1923, Córdoba, Argentina – 4 de agosto de 1976, cercanías de El Chamical, Argentina) fue un obispo católico de nacionalidad argentina que participó del Concilio Vaticano II alineándose con los progresistas. Es considerado uno de los ideólogos de la Teología de la Liberación y un cómplice del terrorismo subversivo que azotó a su país en la década de 1970.

Juventud

Hijo de inmigrantes italianos, Angelelli ingresó al Seminario de Nuestra Señora de Loreto de la ciudad de Córdoba en 1938. En 1947 se instaló en Roma donde fue ordenado sacerdote y obtuvo una licenciatura en derecho canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana.

Retornó a Argentina en 1951 y comenzó a desarrollar su tarea pastoral en su ciudad natal. No tardó en unirse a la Juventud Obrera Católica –un grupo de inspiración socialcristiana– como su asesor espiritual. Ello lo llevó a militar en contra del peronismo a mediados de la década de 1950. Más tarde intentó convertirse en Capellán de la Fuerza Área, pero su solicitud fue rechazada debido a que no era visto como un auténtico patriota (lo que hacía sospechoso su deseo de trabajar entre militares).

Ascenso en la jerarquía eclesiástica

El Papa modernista Juan XXIII lo convirtió en Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba en 1960, concediéndole también el título simbólico de Obispo de Listra. Desde esa posición buscó incitar a la Iglesia Católica a que apoye al poderoso movimiento sindicalista combativo que se estaba gestando en su ciudad gracias a la creciente difusión del marxismo.

Moseñor Angelelli desarrolló una retórica demagógica mediante la cual promovía la subversión cultural justificándola como si fuese una lucha en contra del hambre y la pobreza. El obsceno impulso de posiciones cuasi-heréticas y el apoyo incondicional a la izquierda política que manifestaba Angelelli lo volvió muy popular entre las juventudes universitarias cordobesas.

En 1964 el Arzobispo de Córdoba Ramón José Castellano renunció a su cargo y Angelelli se preparó para sucederlo. Empero, al enterarse de que su nombre había sido omitido de la lista de candidatos que circulaba en el Vaticano, abandonó su puesto y se abocó a desarrollar tareas pastorales únicamente en Villa Eucarística, una barriada periférica y poco poblada de Córdoba. Pretendía con ello posicionarse ante la opinión pública como un "cura del pueblo". Sin embargo el nuevo Arzobispo, Monseñor Raúl Primatesta, reubicó a Angelelli como Obispo Auxiliar de Córdoba en febrero de 1965, confiando en que de ese modo los numerosos jóvenes que lo apoyaban permanecerían en la órbita de la Iglesia Católica en lugar de ingresar a la secta política que Angelelli estaba creando.

Promotor del izquierdismo

Angelelli participó del Concilio Vaticano II apoyando fervientemente las reformas que propuso la masonería para destruir a la Iglesia Católica desde adentro. Junto al brasileño Hélder Câmara fue uno de los ideólogos del Pacto de las Catacumbas de Domitila, un complot en el cual los adherentes se comprometían a abrirles las puertas a la infiltración marxista en sus respectivas diócesis (más tarde, al revelarse la existencia de la conspiración, el evento fue reconstruido por la historiografía progresista como la primera iniciativa para desarrollar la Teología de la Liberación).

Hacia 1967 Monseñor Angelelli comenzó a coordinar a un grupo de obispos argentinos que operaban bajo el nombre de Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), con la tarea de acelerar en todo el país la difusión de las conclusiones anticatólicas del Concilio Vaticano II. Los que acompañaban al cordobés eran prelados progresistas y modernistas: Manuel Marengo, Obispo de Azul, Vicente Faustino Zazpe, Obispo de Rafaela, y Juan José Iriarte, Obispo de Reconquista. La COEPAL buscó fortalecer los vínculos entre los miembros del clero católico y los movimientos subversivos armados que empezaban a pulular por esa época en la Argentina, y pronto se convirtió en un paraguas para amparar a muchos eclesiásticos más interesados en la política que en la religión –como fue el caso de Lucio Gera, Rafael Tello, Laura Renard, y los jesuitas Alberto Silly y Fernando Boasso.

Obispado en La Rioja

Enemistad con el pueblo

El Papa Pablo VI nombró a Angelelli obispo titular de la Diócesis de La Rioja en 1968. Apenas asumió, dispuso que su diócesis entrara en estado de asamblea, lo que significaba que la jerarquía eclesial ya constituida se sometería a las decisiones tomadas por la feligresía. El Obispo no tardó en involucrarse con los movimientos sindicales locales y empleó recursos eclesiásticos para poner en marcha un programa de desarrollo social, creando cooperativas de desempleados y exigiendo la expropiación de campos para convertirlos en colonias agrícolas, las cuales debían servir también como bases de entrenamiento y refugios para los grupos armados de izquierda. Los sindicatos de mineros y de peones rurales lo adoptaron como su asesor espiritual, y el Obispo apadrinó la creación de un sindicato de mucamas para infiltrar espías en los hogares de las familias adineradas de su jurisdicción.

Las inclinaciones izquierdistas de Angelelli cayeron muy mal entre la mayor parte de la comunidad católica de La Rioja. Pronto la diócesis se vio invadida por sacerdotes ultrapolitizados –como Armando Amiratti o Antonio Puigjané– que empezaron a generar el rechazo de la feligresía local por hablar más acerca sobre Marx que sobre Cristo.

Mientras que los comunistas riojanos, los herederos del cenáculo cultural Calíbar y el diario progresista El Independiente de los hermanos Paoletti celebraban las acciones de Angelelli, el resto de la gente las veía con preocupación, interpretándolas como desviaciones marxistas que no tenían relación con el Evangelio.

En diciembre de 1972 el Obispo y sus esbirros fueron abiertamente confrontados por un grupo de laicos y sacerdotes (encabezados por el Padre Julio César Goycochea y por los profesores José Lucero y Luís María de La Puente) durante la celebración de la primera comunión de las niñas del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, incidente que culminó con la creación de la Cruzada Renovadora de la Cristiandad, una agrupación que buscaba frenar la reformas modernistas impulsadas por Angelelli, quien en el imaginario popular riojano se terminaría ganando el apodo de "Satanelli".

Resistencia católica contra su presencia

En aquella época la Argentina estaba gobernada por un grupo de militares, que eran apoyados por miembros de la sociedad civil. Los partidos políticos permanecían inactivos, lo que obligaba a sus miembros a obrar de modo clandestino. Angelelli trabajó hombro a hombro con un sector del peronismo riojano para asegurarse de que si la democracia retornaba, éste iba a estar bajo su influencia.

Cuando finalmente en 1973 se convocaron a elecciones abiertas, el peronista Carlos Menem fue elegido gobernador de la provincia. Angelelli, que había apoyado a Menem durante su campaña, supuso que cogobernaría el territorio. Sin embargo el primer mandatario provincial, una vez en el poder, se ocupó de ignorar al obispo. En consecuencia Angelelli preparó una ofensiva: el 13 de junio viajó hasta Anillaco –ciudad natal de Menem y hogar de su familia–, siendo el día en que se celebraban las fiestas patronales en la localidad, y pronunció una homilía antimenemista, en la que sugería que Virgilio Ferreyra, el párroco local, no estaba cumpliendo con sus labores pastorales al no realizar proclamas políticas como las que él y sus acólitos hacían desde los púlpitos. Esas palabras indignaron a los locales que interrumpieron la celebración de la misa y le pidieron a Angelelli que se retractase y se retirase del lugar. El prelado trató de dialogar con la gente, pero éstos, inmunes a su demagogia, no se dejaron convencer. Ante ese escenario hostil, Angelelli suspendió su agenda de actividades y se retiró de Anillaco. Los habitantes anunciaron su hartazgo ante el obispado y autoproclamaron "Capital de la Fe" a la localidad.

Furioso por el desplante de la gente, Angelelli acusó a Carlos Menem de haber pergeñado la protesta, y por ello intentó excomulgar arbitrariamente a los líderes de la revuelta en su contra, entre los que se encontraban familiares del gobernador y los principales dirigentes de la Cruzada Renovadora de la Cristiandad. Además prohibió la celebración de misas en Anillaco y comenzó a hostigar al Padre Ferreyra para que presentase su renuncia.

El episodio provocó la sorpresa de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), pues lo que estaba haciendo Angelelli era abusar de su posición sacerdotal, otorgando penas religiosas por un conflicto que era claramente político. En consecuencia Angelelli, ejerciendo la demagogia que lo caracterizaba, convocó a todos los religiosos que estaban bajo su jurisdicción (la mayoría de los cuales eran jóvenes progresistas directamente apadrinados por él) y les manifestó que, si ellos estaban de acuerdo, él le ofrecería al Papa la renuncia a sus títulos y se retiraría a vivir en un monasterio. Los religiosos reaccionaron asegurando que si el Obispo hacía eso, entonces ellos abandonarían los hábitos, causando un vacío pastoral en la diócesis. Pese a que a la mayor parte de la CEA no apoyaba a Angelelli, sabían que el golpe contra la Iglesia en La Rioja iba a ser grave, así que enviaron a Monseñor Zazpe para apaciguar el conflicto. Durante su visita apostólica Zazpe fue acompañado por gente de la Cruzada Renovadora de la Cristiandad para que se garantizase que se escucharían todas las versiones sobre los hechos. El cruce entre partidarios y enemigos de Angelelli creó una gran tensión que terminó con la agresión y expulsión del periodista Armando Torrealba de El Independiente, el cual llegó a asegurar que había sido apedreado (el relato terminó degenerándose en una versión que sostenía que el propio Obispo Angelelli había sido el apedreado). Zazpe le brindó su apoyo a Angelelli, pero le pidió moderar sus acciones.

Meses después Angelelli tuvo que levantar las excomuniones que intentaba imponer, puesto que las mismas no respetaban ninguno de los procedimientos del derecho canónico y él era pasible de sanción severa si proseguía con su actitud. El conflicto fue aprovechado por el ala conservadora de la CEA como excusa para disolver a la COEPAL, a la que acusaron de haber generado el clima de conflicto en La Rioja.

Complicidad con el terrorismo

Angelelli colaboró con los movimientos subversivos terroristas desde muy temprano. Eliseo Melchiori, Capellán de la Fuerza Área destinado a cumplir tareas pastorales en una base aérea de la localidad de El Chamical, denunció que a fines de 1968 el Obispo le solicitó que sustrajese armas de fuego y se las entregase para poder así armar a los incipientes grupos guerrilleros que empezaban a multiplicarse, cosa que el sacerdote se negó a hacer[1]. Pese a haber elevado una denuncia contra el obispo, la CEA optó por desoír la advertencia.

Se sabe también que guerrilleros cordobeses como Ignacio Vélez Carreras, Emilio Maza y Miguel Ángel Barrionuevo fueron cercanos a Angelelli (de hecho en 1970 Barrionuevo fue detenido con una herida de bala en La Rioja, pero fue liberado al poco tiempo luego de que el Obispo asegurase que ello se había producido en el contexto de una excursión de cacería que los dos habían realizado juntos; unos meses después Barrionuevo fue abatido por la policía, que lo buscaba por haber colocado bombas en la sede del Poder Judicial de Córdoba).

Angelelli también intercedió por Enrri Praolini y Antonio Gill cuando ambos sacerdotes fueron detenidos en 1972 junto al subversivo Carlos Illanes por transportar municiones y explosivos en el baúl de un automóvil.

En noviembre de 1973 el diario El Independiente publicó una foto en la que se lo ve a Angelelli celebrando misa en un salón decorado con emblemas de Montoneros (la propia organización terrorista confirmó la veracidad del evento publicando un artículo sobre el asunto en una revista editada por ellos).

Muerte

Los hechos

En febrero de 1976 el sacerdote Esteban Inestal, un hombre de la alta jerarquía en la Iglesia riojana, fue detenido en Mendoza. Angelelli trató de que liberasen a su colega, pero sus gestiones (las que incluyeron una visita al General Luciano Benjamín Menéndez) no obtuvieron resultado. Por ese motivo el prelado comenzó a volverse paranoico, pues pensaba que el gobierno argentino finalmente intervendría para aniquilar a los subversivos infiltrados en la estructura de la Iglesia Católica.

El 19 de julio de ese año aparecieron asesinados los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos Murias. Ambos hombres habían sido secuestrados un par de días antes y sus cadáveres mostraban signos de tortura. Los dos religiosos habían sido destinados por el obispado riojano a El Chamical, una localidad en donde la Fuerza Área Argentina tenía una base militar que funcionaba como punto estratégico para el lanzamiento de misiles. Angelelli calificó de "mártires" a los muertos (banalizando así el concepto, ya que un mártir católico es aquel que muere por profesar su religión y no por difundir sus ideas políticas), y sin pruebas aseguró que eran caídos en la guerra contra la subversión (años más tarde surgieron los nombres de Eduardo Lapellegrina, Juan Jesús Sánchez y Raúl Coronel, tres delincuentes comunes, cuyas características físicas encajaban perfectamente en la descripción que los testigos dieron de los secuestradores, pero esa línea de investigación no fue profundizada por la Justicia argentina).

El 4 de agosto de 1976 Angelelli se trasladó a El Chamical para celebrar una misa en honor a Longueville y Murias –o, más bien, para criticar a los militares argentinos–, y recoger de paso los archivos de los dos sacerdotes, los cuales presuntamente contenían la información recopilada a través del espionaje sobre las actividades militares en la localidad. Mientras el Obispo volvía a su domicilio acompañado por el Padre Arturo Pinto, la camioneta en la que iba se desvío del camino y terminó volcada tras sufrir una colisión. El accidente se produjo porque Pinto, quien conducía el rodado, se durmió al volante. El cuerpo de Angelelli salió despedido del interior del vehículo y el impacto contra el pavimento le terminó por provocar el deceso.

Las fabulaciones

Todas las pericias realizadas posteriormente por el mecánico Ramón Soria y el médico forense Enzo Herrera Páez determinaron que se trató de un mero siniestro vial. Si bien Pinto era claramente el responsable por el homicidio culposo del Obispo Angelelli, la Justicia de La Rioja se abstuvo de iniciarle una causa penal por ello.

En agosto de 1983, cuando el Proceso de Reorganización Nacional ya estaba en pleno declive, el Obispo Jaime de Nevares de la Diócesis de Neuquén organizó un homenaje a Angelelli en su ciudad. Al mismo fue invitado Puigjané, quien aseguró en esa ocasión que Angelelli había sido deliberadamente asesinado por alguien que disparó contra las ruedas de la camioneta y luego, con la intención de rematarlo, golpeó con un fusil la cabeza del Obispo que yacía en el piso tras el atentado. Al día siguiente se abrió una causa judicial para investigar si las palabras de Puigjané tenían o no asidero.

Con la ayuda de varios testigos falsos y el testimonio de Pinto en el que aseguraba que un Peugeot 404 blanco (y no un Falcón verde como era la costumbre) lo había hecho descarrilarse aquel fatídico día, el juez riojano Aldo Fermín Morales avaló a Puigjané e inició un bochornoso proceso para tratar de hallar y condenar a los culpables del homicidio de Angelelli.

Monseñor Bernardo Witte, el nuevo Obispo de La Rioja, decidió colaborar con la investigación y convocó al único testigo del accidente, un obrero de la compañía eléctrica local que presenció el hecho por haber estado en ese momento trabajando en la reparación de un poste de la línea de alta tensión ubicado a la vera de la ruta nacional 38. Witte presentó al testigo ante el juez Morales, pero su testimonio no fue aceptado. El testigo aseguró que en los meses posteriores al accidente fue amenazado de muerte para que no siguiese contando lo que había visto.

De todos modos la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba determinó –con el completo aval de la Corte Suprema de Justicia argentina– que no habían indicios para determinar que el accidente que sufrió Angelelli hubiese sido provocado por otra persona más que por el conductor del vehículo colisionado, Arturo Pinto.

Las mistificaciones

Después de que la Justicia argentina determinó que el siniestro vial de Angelelli era sólo un siniestro vial, cometió el error de no ocuparse de esclarecer cuales fueron las motivaciones que llevaron a Puigjané y a sus socios a iniciar una campaña de calumnias e injurias contra las Fuerzas Armadas de su país.

Eso llevó a que en 2010 se iniciara un juicio contra el General Luciano Benjamín Menéndez y el Comodoro Luis Fernando Estrella que terminó por condenarlos por ser los responsables del homicidio de Angelelli.

El Papa Francisco, enterado del evento, envió documentos sin ningún valor de prueba legal en los que pretendía hacer quedar a Angelelli como una víctima inocente[2] (ya en agosto de 2006, es decir al cumplirse 30 años del fallecimiento de Angelelli, el Cardenal Jorge Bergoglio y el Presidente Néstor Kirchner habían rendido homenajes por separado al obispo rojo, intentando con ello convertir a un personaje polémico como Angelelli en una suerte de prócer nacional).

En junio de 2018 la Iglesia Católica postconciliar lo declaró mártir junto con Gabriel Longueville y Carlos Murias, banalizando efectivamente la idea de martirio católico.

Referencias

  1. María Lilia Genta. "Un antecedente para la beatificación de Monseñor Angelelli", citado en Germán Ferrari. Símbolos y fantasmas: Las víctimas de la guerrilla. Buenos Aires: Penguin Random House, 2009
  2. "El Papa aportó una carta y un informe clave para el juicio por el asesinato de Angelelli". Clarín, 27/06/14

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