Argumentum ad verecundiam

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Un argumentum ad verecundiam ("argumento dirigido al respeto" en latín), o falacia de autoridad, es una falacia lógica y un móvil retórico propio de la refutatio del discurso, e implica refutar un argumento o una afirmación de una persona aludiendo al prestigio de la persona opuesta que sustenta el argumento contrario y el descaro del que se atreve a discutirlo, en lugar de considerar al argumento por sí mismo. Como tal es lo que vulgarmente se denomina una descalificación, ya que pretende menguar la categoría de un argumento mediante la apelación a la escasa formación o prestigio de quien lo sostiene en comparación con el de su oponente. Puede considerarse una variante del argumentum ad hominem o argumento contra las características de una persona y no de un asunto. Un argumento ad verecundiam (y por tanto, falaz) tiene esta estructura:
1. A afirma B;
2. A goza de un prestigio o credibilidad por encima del que lo contradice,
3. Por tanto, B es cierto.

Como una técnica retórica, es poderosa con quienes se convencen con sentimientos en vez de con razones y por ello se usa a menudo, a pesar de su falta de sutileza, cuando se trata de apelar a masas poco instruidas. Es muy parecido al argumento de autoridad o magister dixit, que insiste más en el prestigio y valer de la persona que sustenta una opinión en vez de en el descaro o desvergüenza del oponente.

Uso

Una falacia ad verecundiam consiste en afirmar que un argumento de alguien es cierto sólo por alguna característica del proponente en lugar de atender al argumento por sí mismo. Simplemente alabar o reconocer a una persona dentro de un discurso de otro modo racional no constituye necesariamente una falacia ad verecundiam. Debe quedar claro que el propósito del discurso es acreditar el argumento por las características de quien lo afirma, sin tener en cuenta las pruebas a favor o en contra.

Validez

Ad verecundiam es falaz cuando se aplica a la deducción, y no a la evidencia (o premisa) de un razonamiento. Puede aceptarse una prueba dependiendo de su origen por razones de credibilidad, pero aceptar una deducción basándose únicamente en su fuente es la falacia ad verecundiam.

Las premisas que alaben a una persona pueden existir en razonamientos válidos, aunque la persona alabada sea la única fuente de una prueba usada en uno de sus argumentos.

Ejemplos

Ejemplo falaz:

"Pero tiene que ser verdad. Lo ha dicho la tele".

Que un argumento haya sido difundido por un medio muy aceptado socialmente como es la televisión no dice un ápice sobre su veracidad.

"La mecánica cuántica tiene que ser un error. Lo dice Einstein".

Este argumento tampoco habría sido válido en la época en que Albert Einstein hizo tales afirmaciones. Einstein era un experto de enorme y justificado crédito en tales materias, y los postulados de la mecánica cuántica eran objeto de controversia en el momento. Pero que un argumento fuese difundido por un personaje muy aceptado tampoco dice un ápice sobre su veracidad. No obstante la ciencia actual ha demostrado la validez de los postulados de la mecánica cuántica. Pero el recurso a su autoridad como científico en ese momento habría sido falaz por sí mismo.

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