Guerra del Paraguay

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Por Leonardo Castagnino: La guerra de la Triple Alianza contra Paraguay: una guerra injusta. Un genocidio "Por la Libertad y la civilización"

Su excelencia el general D. José de San Martín me honró con la siguiente manda: "La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria …" y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a S. E. el señor mariscal Presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria...

Juan Manuel de Rosas - Southampton, 17 de Febrero de 1869

La Guerra del Paraguay (1864 – 1870), llamada por los paraguayos Guerra Grande o Guerra contra la Triple Alianza, fue la guerra en la cual los aliados formados por Brasil, Uruguay y Argentina se enfrentaron contra Paraguay, en un conflicto instigado realmente por intereses colonialistas británicos, que fue presentado como un litigio territorial entre Paraguay y sus vecinos.

De Caseros a Cerro-Corá

Rosas tuvo una inteligencia superior y un fino, sensible, amplio y sutil instinto diplomático.

Cuando Paraguay declara su independencia en 1811 lo hace como "provincia", y se siente una "provincia de la Confederación", el mismo Gaspar Rodríguez de Francia lo toma y lo dice así, figurando incluso en documentos oficiales y en propuestas del mismo Francia que habla de una confederación. El pésimo manejo de Buenos Aires, que para imponer su voluntad a las provincias en general, y a Paraguay en particular, hace que esta se aísle hasta quedar totalmente separada.

Rosas consideraba al Paraguay una provincia de la Confederación pero veía su incorporación como un hecho natural a concretarse con el tiempo, una vez resuelto los problemas internos entre las demás provincias. Por tanto tuvo siempre el mayor cuidado en ofender al pueblo y gobiernos paraguayos, manteniéndose prescíndente de sus asuntos internos y hasta fronterizos. Incluso después de la batalla de Vences, derrotado Madariaga, para no ofender al pueblo paraguayo Rosas le ordena a Urquiza no perseguir al ejercito paraguayo que había cruzado el Paraná en auxilio a los correntinos.

Su visión inteligente y global de la política internacional, le hace ver a Rosas claramente su enemigo en el imperio de Brasil y en una política liberal extranjerizante, representada por los unitarios. Los López en cambio, héroes en su patria, no tuvieron esta visión global, y veían en Rosas solo el caudillo terco que no quería "reconocerles formalmente la independencia", sin ver que cayendo Rosas caía todo un sistema que resistía el avance mercantilista liberal unitario. Esto los llevó a dejarse envolver por el imperio, con tratados y alianzas que terminarían en Caseros, sin sospechar que eran los vencedores de Caseros los mismos personajes que, terminado Rosas y el federalismo, terminarían con López y el Paraguay. En Caseros quedó sellada la suerte de Paraguay

En 1868, Mitre confiesa cínicamente "Hemos explicado que la política de la alianza de 1851 es el punto de partida y la base en que reposa la política liberal del Río de La Plata" …"¿Que nos falta para alcanzar los propósitos de 1851? Que las Republicas Oriental y del Paraguay se den gobiernos liberales, regidos por instituciones libres" (La Nación, 24 de diciembre de 1864) "Viene ahora el turno del Paraguay,….El Paraguay, que es la negación de los propósitos del 51, se encuentra hoy, precisamente por eso, unido al Uruguay" (La Nación, 23 de diciembre de 1864) "La República Argentina está en el Imprescindible deber de formar alianza con Brasil, a fin de derrocar esa abominable dictadura de López y abrir al comercio del mundo esa esplendida y magnífica región que posee además los mas variados y preciosos productos de los trópicos y ríos navegables para exportarlos" (La Nación Argentina. 3 de febrero de 1865) Es evidente que al liberalismo, lo que le importaba, no era la "tiraría de López", sino la esplendida y magnífica región.

El camino era Caseros, Paysandú, Cerro Corá. Muy caro le costó al Paraguay, esta visión corta de los López, que evidentemente no habían comprendido el pensamiento genial de Rosas.

Breves antecedentes

"La América no conoce la historia del Paraguay sino contada por sus rivales. El silencio del aislamiento ha dejado a la calumnia victoriosa" (Alberdi. "Intereses, peligros y garantías de los Estados del Pacífico. Paris, septiembre de 1866. El imperio del Brasil…pag. 83)

"El Paraguay conoce lo que puede y vale…Sus hijos aman su tierra…puede ser destruido por alguna grande potencia, mas no será esclavizada por ninguna" (López a Rosas. Asunción 28 de julio de 1844)

"El Dr. Francia pensó en su pueblo como su pueblo quería que se piense de él. Les dio paz, tierras, trabajo, escuelas, disciplina y todo lo que sus libertadores le han quitado. Esa es la verdad." (Carlos Pereyra. Francisco Solano López y la Guerra del Paraguay. p.21)

Las causas esenciales de la guerra del Paraguay fueron los intereses británicos, la ambición brasileña y la ceguera Argentina. En secreto se hizo la trama, y desde la prensa se fogoneó el incendio. Paraguay se había mantenido prescindente de las guerras civiles entre provincias, y el aislamiento le dio impulso propio. Un aislamiento totalmente justificable si se tiene en cuenta la perversa política liberal porteña erigida por "derecho universal" en heredera, jefa y dueña de la nación. Un aislamiento que le dio medio siglo de prosperidad, y luego su aniquilamiento a manos de traidores y cipayos al servicio del imperio inglés.

El dictador Francia gobernó con mano dura el Paraguay. Expropió las propiedades rurales y se la dio a los campesinos, y formó las "estancias de la patria" donde los paraguayos trabajaban en comunidad, obteniendo el beneficio de su propio trabajo. Persiguió y suprimió todo tipo de comercio especulativo y el gobierno mismo exportaba o negociaba la producción. No había ricos, especuladores, oligarcas ni financistas. El robo era castigado con la muerte y según testigos extranjeros se podía andar de noche por la campaña con dinero, sin peligro alguno. La riqueza era de los paraguayos. Los productos del país abarrotaban los depósitos y se exportaba cuero, tabaco, yerba. etc.

La personalidad de Francia queda estampada en el siguiente episodio: en 1815 de Director Supremo Alvear manda al comisionista Juan Robertson con una nota oficial con la siguiente propuesta "Yo ofrezco a V.E. los fusiles, municiones y cañones que necesite para la defensa de esa provincia, y en cambio solicito es envíe a este ejército un número proporcionado de reclutas; todo computado bajo un pié de reciprocidad que consulte los intereses de ambos pueblos" Según Robertson la proporción era de 25 fusiles por cada cien reclutas que entregará Paraguay. El dictador Francia llamo al hermano de Juan, Guillermo Robertson, y le dijo indignado "Vea lo que su hermano ha tenido la insolencia y el valor de hacer. ¡ha negociado con el vil Alvear armas por sangre de paraguayos! ¡ha ofrecido hombres por mosquetes! ¡Se ha atrevido a intentar vender mi pueblo!" (AGNA, Relaciones Exteriores. Paraguay. Correspondencia con el Gobierno Argentino. Alvear a Francia 15 de marzo de 1815. / A.G.Mellid. o.cit.t.I.p.246)

Mientras Moreno consideraba que "se reputará decente toda persona blanca que se presente vestida de fraque y levita" y Rivadavia negaba el voto hasta a los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldadas de línea", José Gaspar Rodríguez de Francia, Dictador Perpetuo de Paraguay, a quien los liberales porteños no se cansaron de criticar, había impuesto que los representantes fueran electos "por todo el pueblo en uso y ejercicio de los derechos naturales y libres inherentes a todos los Ciudadanos de cualquier Estado, Clase o condición que sean" y las cualidades a reunir por los elegidos " no penden del calzado ni de otros adornos externos, porque ellos no tienen la menor conexión con las circunstancias que constituyen el carácter de un hombre de bien y de un honrado patriota" (La Junta a los Cabildos. 26 agosto de 1813 ANA vol.4 cit. A.G.Mellid.p.235)

Muerto Francia, lo sucede Carlos Antonio López, un abogado que además de seguir la política de Francia, se preocupó en modernizar el paraguay. No importaba artículos suntuosos, y los que necesitaba los canjeaba por productos del país, que transportaba en sus propios barcos. Tenía una flota fluvial y de ultramar de veinte vapores y cincuenta veleros, para llevar a Europa su producción, incluido el primer vapor fabricado en América. En vez de "importar capitales", importaba los técnicos que necesitaba el Paraguay, y el estado hizo ferrocarriles, telégrafos, anales de riego, fundición de hierro, fabricación de sus armas y hasta de la pólvora que necesitaba. A la muerte de Carlos Antonio, lo sucede su hijo Francisco Solano López, educado en Europa donde actuó además en representación de su patria, siendo luego, durante el gobierno de su padre, general del ejercito.

Sobre una población de 400.000 habitantes había más de 400 escuelas. En Paraguay "no hay niño que no sepa leer y escribir..." diría el estadounidense Hopkins en 1845. En Paraguay no había analfabetos, y durante la guerra en los frentes de batalla había un carro destinado a imprenta, donde se imprimían boletines de informes que eran muy difundidos entre la tropa. Ante las necesidad de la guerra, en el mismo frente de batalla se fabricaba el papel y la tinta, y se publicaron varios periódicos de amplia difusión, en castellano y guarani, con informes de las tropas y hasta humoradas sobre el ejercito aliado. La ley de patentes de invención elogiada en el mundo (menos por nuestros genios liberales), nuevos métodos de producción, incentivo al ingreso de técnicos. El gobierno becaba en Europa y Estados Unidos sus futuros técnicos e ingenieros.

Paraguay no tenia deuda interna ni externa y en toda su existencia, incluida la guerra, nunca pidió un empréstito.

Liberación o dependencia

Mientras la prensa liberal levantaba diatribas y mentiras y Mitre preparaba la ruina del Paraguay, el propio Mitre reconocía a López: "V.E. se halla en muchos aspectos en condiciones mucho más favorables que las nuestras. A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz y llamando en ese sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de esa misma situación pacífica, respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con el relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, y es como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo de estas regiones, cuyos vapores suben y bajan los ríos superiores enarbolando la bandera pacífica del comercio, y cuya posición será más alta y respetable, cuanto más se normalice ese modo de ser entre estos países." (Mitre a López. 2 de enero de 1864. Archivo del Gral. Mitre. II .p.50.Biblioteca de la Nación) (AGM.I.p.426)

Increíblemente el que escribía esto estaba preparando la trama que llevaría al genocidio casi completo del "pueblo tranquilo y laborioso". Pero este progreso independiente de Paraguay sería a su vez su ruina porque Inglaterra y su secta de liberales locales no podían permitir que un mal ejemplo pudiera hacer caer todo un sistema colonial imperante y establecido en América del Sur. No se trataba simplemente de si López era tirano o no, si el pueblo lo amaba o no. Esas eran las eternas excusas del liberalismo.

Mientras López anunciaba la construcción de vías férreas con capitales y esfuerzos propios, Mitre inauguraba el ferrocarril del Sud: "Démonos cuenta de este triunfo pacífico, busquemos el nervio motor de estos progresos y veamos cuales la fuerza inicial que lo pone en movimiento.¿cual es la fuerza que impulsa este progreso? ¡Señores, es el capital ingles!". (Mitre.Arengas.p.192)

Ese es el verdadero meollo de la cuestión. El progreso "independiente" de paraguay daba por tierra con las teorías liberales de "libre comercio", "empresa privada" y "progreso liberal".

El mismo Alberdi lo nota y lo dice: "Hoy mismo, en 1865, ¿por quienes esta bloqueado el Paraguay sino por sus eternos bloqueadores de toda la vida, los intereses monopolistas de los que tienen las puertas del Plata?" (Alberdi. Los intereses argentinos. p.18)(AGM.t.I.p.429)

El secretario de la embajada británica en Buenos Aires Mr.G.T.Gould decía que "…(Paraguay) a pesar de los hábitos industriosos de sus habitantes, grandes recursos naturales sin desarrollar y una fertilidad extraordinaria, su comercio extranjero ha sido siempre muy limitado debido a las dificultades creadas por el gobierno, los monopolios que conservaba, existiendo restricciones de toda clase respecto a la navegación del Paraguay". (Benites. Anales diplomáticos….. Cit.AGM.t.I.p.430) Mr Gould llamaba "monopolio" porque no eran ingleses, que en ese caso "son mejores"

Estos conceptos de Mr. Gould sobre "monopolios" no pasaron desapercibidos para Alberdi, que luego de estudiar "los empréstitos" colocados e Londres en 1871 y 1872 escribió: "Cuando más se estudia y conocen los empréstitos paraguayos, en cuanto a los orígenes, agentes, motivos y condiciones, más se descubre que fueron hechos como maniobra de guerra contra paraguay; y mejor se comprende entonces porqué han sido levantados por hombres que eran Agentes y cooperadores oficiosos del poder que ha destruido al Paraguay con la mira de absorberlo una vez destruido" (Alberdi. De los abusos y víctimas del Crédito Público. Montevideo 1876) Esa era la verdadera lucha: Liberación o dependencia.

La trama secreta del genocidio - El centralismo porteño

La planificación del genocidio estuvo lista mucho antes del conflicto, bajo la batuta inglesa. Los últimos detalles se convienen en Buenos Aires con la reunión del gabinete en pleno, el representante brasilero y el propio representante inglés, Eduard Thornton. Preveía la distribución del botín de guerra y prohibía entablar conversaciones de paz por separado; es decir, una guerra "de aniquilamiento".

Algunos historiadores pretenden que la entrada de argentina en la guerra se debió a que Paraguay, por defender a Uruguay, "violo" territorio argentino. Esa no es ni siquiera una excusa válida. Las raíces del conflicto deben buscarse mucho antes, en los acontecimientos posteriores a 1810, en que la oligarquía porteña quiere imponerse a las demás provincias, con derechos al control de la entrada al río y usufructo del puerto. Prefieren la pérdida y separación de aquellos que no se sometan, como el caso de la banda oriental, y así es como rechazan la incorporación de diputados del interior.

La junta de Buenos Aires instruyó a Manuel Belgrano al frente de un ejército a "liberar" Paraguay. El generoso Belgrano creyó que el pueblo paraguayo lo recibiría como libertador. Se desengañará al avanzar en territorio paraguayo y ver el vacío que le hace la población y la defensa que le opone contra quien consideraban un invasor. Vencido Belgrano propone un arreglo decoroso; comunica al vencedor (general Cabañas) , que no había venido a pelear "entre hermanos, parientes y paisanos", "no en conquista sino en auxilio", a "concederles un comercio liberal a sus productos" y que los hijos de la tierra "recobrasen los derechos que por todos títulos corresponden", añadiendo que "las provincias del Río de la Plata están ya unidas y en obediencia a la capital" y le sugiere que "elija el diputado que le corresponda, se una, y guarde el orden de dependencia determinado por al voluntad soberana"

Nótese que los porteños, lo que no ganaron con las armas querían ganarlo con argucias: después de hablarles de devolverles los derechos (?¿) le pretenden imponer obediencia y dependencia a la capital, determinado por una voluntad que no es la soberana del pueblo paraguayo, sino porteño.

El Dr. Francia, que en principio se sentía "parte de la confederación", debió mantenerse permanentemente a la defensiva del centralismo porteño, que trató de doblegarlo por la fuerza de las armas, trabando el comercio y la navegación de los ríos, y hasta con palabras de amenaza o halagos que trataban de envolverlo. Buenos Aires no desperdiciaba ocasión para tratar de "imponer" su voluntad o "razón", (como al resto de las provincias) en forma insidiosa, engañosa y malintencionada. Entre tantas, a modo de ejemplo, la comunicación que hiciera el "iluminado" Rivadavia con su habitual palabrerío "Los principios que movieron la revolución de Bs.As. y que la han constituido la Capital de la ciudades libres de América y el resorte siempre activo y nunca deficiente de la libertad de tan vasto y rico continente; dan a aquellos a quienes ha confiado la dirección de tan grande obra toda la superioridad que demanda el interés general de los pueblos" Rivadavia no solamente trata de enredar en palabras al Dr Francia, adjudicando a Bs.As. Capital de América "de facto", sino que se adjudica a si mismo la superioridad. Paraguay en boca de Larios Galván, simplemente le contesta: "Tendrá muy presente la Junta su mediación al modo de esa Exma. puede hacerlo con la mía elevada al mismo rango que la de V,M." La verdad que Rivadavia, (además del resto), un eterno papelonero.

Paraguay hizo su propia revolución en mayo de 1811, y por oficio del 25 de septiembre de 1811 del Triunvirato a la Junta Gobernativa del Paraguay anunciaba que "el gobierno no exige otra cosa de los pueblos que una justa obediencia a sus determinaciones", como si eso fuera poco.

Estas actitudes prepotentes y hegemónicas porteñas, y la nefasta política rivadaviana, llevarían al aislamiento del Paraguay, y por lo tanto a su progreso independiente de las potencias extranjeras (Inglaterra) y luego a su ruina. Esta se vería incentivada con la política liberal y entreguista del mitrismo.

¿Que derecho tenia Buenos Aires a exigir obediencia? Lo dice Mitre y Vicente Fidel López: "A los doce días, una expedición de mil ciento cincuenta voluntarios...partían de Buenos Aires para llevar los mandatos de pueblo en la punta de las bayonetas." (Mitre.Historia de Belgrano.t.I,cap.XI.p.350) "Fuera de Asunción todo era bosques y campos que si alguna vez se labraron, estaban ahora empobrecidos y poblados por una raza indígena y servil que su mayor parte, mal mezclada, y tan miserable que ya por el clima, ya por la insuperable dificultad de obtener telas para vestirse, vivía completamente desnuda desde sus primeros años. Si esto era pueblo, y allí entonces, es claro que era un pueblo de cuya acción no podía contar la Junta Gubernativa de Buenos Aires para traerlo a obrar en nombre de sus principios" (López. Hist.Arg. t. III.p.342) La deducción es directa: eliminar a esa raza inferior que decía Sarmiento. Realmente no se puede creer la mentalidad recalcitrante de nuestros "historiadores" y "próceres".

El imperio siempre había codiciado el Paraguay. La revolución de mayo de 1811 en Asunción no fue contra España, sino contra la entrega que pretendía hacerse al Imperio. El bando del 17 de mayo proclamaba "que confederándose con Buenos Aires no tendría otra mira sino la de la defensa común, bajo un sistema de mutua unión, amistad y conformidad, cuya base sea la igualdad de los derechos…" ¡Precursora idea de Confederación en el Río de La Plata¡ ¡Ah, que distinto hubiese sido el destino de todos si la oligarquía portuaria de Buenos Aires no se hubiera empeñado en frustrar ese destino¡ (A.G.M.o.cit.t.I.p152)

En 1826 el cónsul brasilero informa a su gobierno que "Después de Brasil, es sin contradicción la primera potencia de la América" y en 1830 lo califica de "colosso nascente" al que propone acabar mediante "huma rápida, e bem combinada invsao" (Antonio Manoel Correa da Cámara al ministerio de Negocios Extranjeros del Imperio. 2 de abril de 1830 Anais do Itamaraty IV.p.166) (A.G.M.o.cit.p31)

Para Paraguay era vital mantener independiente Uruguay como garantía de equilibrio en el plata. Para Inglaterra en cambio, la prioridad era "terminar" con el mal ejemplo de paraguay, y utilizaría a Brasil y Argentina como peones de la partida. Bajo cualquier excusa, estos últimos ocupan Uruguay, y necesariamente obligan a López a defenderla.

La prensa imperial y mitrista venía preparando el ambiente, con mentiras y diatribas contra "el tirano López", que "ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas" (¿?) y el periódico Standard de Bs.As. anticipaba que Mitre "llevará en su victoriosa carrera, además del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la opinión pública en una causa justa". No se a que glorias del eterno perdedor general aludía el Standard ni a que opinión publica se refería ya que, salvo la oligarquía porteña, toda le era adversa.

El convenio se mantuvo en secreto para no pasar como "país agresor" sino como "país agredido", para no cargar con la responsabilidad histórica de la guerra y para no despertar oposiciones. La infidencia del representante estadounidense en informe a su gobierno, hace conocer de antemano el "convenio", lo que provoca una serie de reacciones en la prensa, y hasta en Hispanoamérica; pero ya estábamos "hasta las rodillas".

La oposición federal es unánime, y hasta los unitarios se manifiestan en contra de la política mitrista: José Hernández (El Argentino) y Evaristo Carriego ( El litoral) apoyan la actitud del Supremo y se preguntan si no deberían ayudarlo los argentinos. Parecido opinan Francisco Fernández y Olegario Andrade (Concepción del Uruguay), Navarro Viola y Carlos Guido y Spano (Bs.As. El americano), el gobernador liberal de Corrientes, Manuel Lagraña y su correligionario Patricio Cullen que gobierna Santa Fe. En interpelación a Elizalde, Adolfo Alsina le dice "con su mediación en las cosas orientales ha empezado a trenzar la soga con que tal vez nos ahorque" y se dirá que a Mitre "los brasileros le hacían tragar amargo y escupir dulce"

Pero "La Nación", periódico mitrista sigue preparando el ambiente y metiendo leña al fuego "…la necesidad de robustecer cada vez más la alianza entre Río de Janeiro y Buenos Aires, dos gobiernos sinceramente liberales que no pueden permitir que la tranquilidad del Río de La Plata dependa de las desconfianzas sombrías de un déspota ni de las tendencias salvajes de los caudillos" (La Nación 3 de diciembre de 1864) ¿Río de Janeiro liberal? ¿Un gobierno que sobre una población de 10 millones mantiene 1,7 millones en la esclavitud?¿un gobierno que lleva a la guerra 45 negros esclavos por cada blanco? ¿liberal? Eso es lo que entendía por liberal el genocida de Mitre.

"¿Que vamos buscando en la acción del Brasil? (…) la terminación de de las autoridades semi-salvajes que tratan de conflagrar en el Río de La Plata" (La Nación, 26 de noviembre se 1864) "Paraguay necesita regenerase, y esa regeneración creemos que no podrá obtenerse de otro modo que a cañonazos" (El Orden). La mentalidad liberal opinaba que "insignificante en si mismo, el Paraguay podía impedir el desarrollo y el progreso de todos sus vecinos. Su existencia era nociva y su extinción como nacionalidad o la caída de la familia reinante debía ser provechosa para su propio pueblo como también para todo el mundo" (Washburn. Historia del Paraguay)

Mientras la prensa liberal y mitrista ("La Nación" de Mitre, "El Orden" de Domínguez, "Tribuna" de los Varela, "El nacional" de Sarmiento), fogoneaba con mentiras y llamaba "gobiernos semi-salvajes", los europeos (que Mitre idolatraba) publicaban conceptos muy distintos sobre Paraguay: "De todos los países de la América del Sud que desde hace cincuenta años buscan el verdadero camino que conduce a los pueblos a ser grandes naciones, el Paraguay es, sin contradicción, el que ha hecho más esfuerzos para desembarazarse de las ligaduras de la barbarie…" (Revue des Razes Latines. Art. De H.Francignes. Parias, 1861) (A.G.M. o.cit.t.I.p.362)

Las futuras acciones de guerra dejarán bien en claro quienes fueron los "salvajes" y genocidas: Mitre, que antes llamó a López "el Leopoldo de estas regiones" ahora lo llama el "Atila de América", "la ultima vergüenza del continente" y habla "de los paraguayos libres que gimen bajo un tirano". Y para eliminar los gemidos, piensa "eliminar a todos los que gimen."

Los ejércitos del conflicto

Cada hombre de paraguay era un soldado de su patria, y tenía obligación de tener sus armas y cuatro caballos a disposición en defensa de su patria; "los paraguayos aventajan a los de Buenos Aires en sagacidad, actividad, estaura y proporciones" (Azara- Descripción e historia del Paraguay. t.I.cap.XIV..p.363) Cada hombre que entraba en el ejército, fuera quien fuera, empezaba "de abajo".Cada hombre y mujer de paraguay, defendían "lo suyo".

El ejército de brasil era una calamidad. Los nobles ocupaban la oficialidad, y llevaban esclavos o libertos como soldados. Por cada blanco había 45 negros. ¿Qué espíritu de lucha podía habar en un ejercito así? ¿que les importaba a los negros dejar el pellejo en un país exótico, en una guerra que no era la suya, para defender precisamente a los que los maltrataban y esclavizaban en su tierra?

En el ejercito Argentino, aunque en menor medida, pasaba algo parecido. Los paisanos no querían ir a una guerra contra sus hermanos Paraguayos, sino contra los porteños y macacos brasileros. Ni el ofrecimiento de paga varió la negativa a incorporarse y la incorporación debió hacerse forzosa, "engrillados" y atados "codo con codo": "doscientos grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay" y varios batallones de "enganchados" se sublevaban antes de partir.

La intriga "civilizadora"

Paraguay era un mal ejemplo que Inglaterra no podía permitir, y arma la intriga del Brasil de Pedro II, la Confederación de Mitre, y el Uruguay de Flores, para acabar con López, y hasta con el pueblo paraguayo.

A Mitre no le bastó llevar la "Libertad y Civilización" a las provincias del interior. También la "exportaría" a los países vecinos. Mientras Entre Ríos estallaba en gritos contra el mitrismo, y la prensa de Buenos Aires proseguía su violenta campaña contra el mariscal López y contra la nación Paraguaya. Desde el momento en que Paraguay declara la guerra al Brasil arreciaron los ataques de la prensa mitrista. Fue una campaña mentira e infamias ; "no puede dudarse que esos artículos fueron la principal causa de la declaración de guerra de la República Argentina". (Jorge Thompson)

Retirado Urquiza al Palacio de San José después de Pavón, Mitre se dedica a limpiar el interior de federales. Interviene provincias, cambia gobiernos no adictos, tolera a otros como los Taboada de Santiago del Estero, y entra a sangre y fuego en La Rioja, (último reducto federal con las montoneras del Chacho) usando de punta de lanza al terrorista Sarmiento. En vano los federales esperan y piden el pronunciamiento de Urquiza, el apoyo o al menos una señal, pero Urquiza, en forma incomprensible guarda silencio absoluto en su Palacio de San José, y deja que se cometa el holocausto de gauchos federales. Ni siquiera contesta la correspondencia del Chacho y el pedido de instrucciones de sus subordinados, como López Jordán que pide instrucciones. Nada hace Urquiza, sino asegurarle a Mitre que se mantendrá prescindente de la lucha, porque "no pertenece a ningún partido" y esta por encima de las luchas internas y asumió el título del "Washington de Sudamérica" que Mitre le asignó.

En Uruguay gobierna el partido blanco (federal) que convoca también a los colorados al gobierno y al olvido de los enfrentamientos pasados (incentivados por el Imperio, dicho sea de paso) mediante una amnistía. Pero esta situación no le convenía a Mitre, que quiere "llevar la civilización" y terminar con todos los federales. Tampoco al Imperio que perdería así su viejo sueño de anexar la "Cisplatina", y mucho menos le conviene a Inglaterra, el verdadero instigador, que ve amenazado su "libre comercio".

Se desconoce si algún pacto secreto (¿de la masonería, de la que ambos eran miembros?) los mantiene "sin agredirse" a Mitre y Urquiza, pero lo cierto es que Mitre "le tiene ganas" pero no se anima, y Urquiza sigue jugando a dos puntas, como siempre lo hizo. Ofrece amistad y pactos a López, de Paraguay, pero éste desconfía y pide que Urquiza de "pruebas". Despechado con López ofrece apoyo a Inglaterra en la agresión a Paraguay y busca el apoyo brasileño. Cuando estos agreden al Uruguay, no solo se mantiene prescindente, sino que además deja su propio ejército "de a pie" porque le vende a buen precio toda la caballada del propio ejército (30.000 caballos).

"Nos toca combatir de nuevo bajo la misma bandera que reunió en Caseros a todos los Argentinos" (Mitre a Urquiza. JMR t.VII.p.122) Mitre se refería a la bandera imperial, y de este modo le agradecía a Urquiza que no ayudase a López ni permitiera el paso del ejército Paraguayo en auxilio a Uruguay agredido por Brasil. Urquiza ya había vendido a buen precio toda la caballada de su ejército a los brasileños.

"Corresponda esta adquisición al desarme del adversario, pues los entrerrianos, óptimos y admirables jinetes, no formaban sino pobre infantería. Y de esta manera Urquiza fue anulado como valor combatiente…No había en Urquiza la pasta de un hombre de estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. Cuidó Brasil tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado; el general Osorio le conocía el lado flaco" (J. Pandá Cológeras. "Formaçao histórica do Brasil") El brasileño general Osorio, que comandó la caballería brasileña en Caseros en 1851, conocía bien "el lado flaco" de Urquiza

Desde Concepción José Hernández declara que "Ya no es hora de la pluma" tratando de que Urquiza (supuesto federal) haga algo, pero Urquiza "lo mira por televisión". Es que ya había hecho su negocio de la guerra, y de a pie, hacía la suya.

El Imperio comienza con reclamos por supuestas agresiones de hacendados brasileños en territorio Uruguayo, y hacen proposiciones imposibles de cumplir, para que no se les diluya "el motivo" para la agresión. Berro (presidente Uruguayo) pide auxilio a López, a quien el Imperio codicia, pero a su vez teme si no tiene de aliado a la Confederación y el visto bueno y ayuda de Inglaterra.

Brasil agrede cañoneando un buque. Uruguay reclama y se lo comunica a López, pero mientras la correspondencia diplomática va y vuelve a Asunción, el ministro de relaciones exteriores de Uruguay, Lamas, "entrega vergonzosamente" su gobierno ante Mitre, de manera que cuando llega a Bs. As. el reclamo Paraguayo, Elizalde le contesta poco menos que "vos no te metas que ya arreglamos todo". El representante brasileño, que dudaba del apoyo de Bs. As. y no se animaba solo contra Paraguay, le pide audiencia a Mitre, y este se la concede a las 11 de la mañana con todo el gabinete reunido, incluido el representante inglés, que al perecer también formaba parte "del gabinete".

Con el visto bueno de Inglaterra, Brasil se decide a la agresión abierta, y abastece a la flota en armas y municiones en Bs.As. Ante la protesta diplomática uruguaya, Mitre niega lo evidente, ya que se hacía a plena luz del día en la rada del puerto de Bs. As.

La guerra estaba decidida con anterioridad a 1865. El 21 de octubre de 1864 Manuel Senén Rodríguez le escribe a Berges, anticipándole la guerra del paraguay. Este le contesta: "Ningún esfuerzo me cuesta creer la noticia que V. se sirve transmitirme de que el Brasil va a declarar la guerra al Paraguay, pues siempre hemos pensado que la absorción del Estado Oriental era solo una escala de descanso para llegar al Paraguay" (M.R.E.P/C.C.C. vol.I.p.307) y ya en 1863 el Padre Domingo Ereño en carta al político oriental Joaquín Requena García le prevenía: " Buenos Aires ha sido y será siempre el foco de los enemigos, y cuna de trabajo contra esa República, contra todas las provincias y hasta contra el Paraguay" (Concepción del Uruguay, 25 de agoste de 1863.Efraín Cardozo. Vísperas de la guerra. Bs. As. 1954.Ateneo. p.163)

Primera acción de guerra - Año nuevo de 1865

Venancio Flores, "el degollador de Cañada de Gómez", intima Leandro Gómez la rendición de Paysandú antes de la salida del sol del 5 de diciembre de 1864. "Vencido de plazo fijado, y procediéndose enseguida al ataque V.S. pagará con su vida las consecuencias y desastres que puedan ocasionarse"

La flota Imperial ataca y bombardea Paysandú durante varios días sin poder rendirla. Como se queda sin municiones, se reabastece en Bs.As. en el parque de Mitre y bombardea por segunda vez Paysandú, que aún resiste con 600 hombres en la defensa, atacado a su vez con 9.000 hombres por tierra.

Desalojado Paysandú de civiles, Paysandú resiste varios días con la bandera hondeando en la torre de la iglesia, y es totalmente incendiada a la vista impotente de los argentinos desde la otra orilla, que nada podían hacer ante la negativa y silencio cómplice de Urquiza. (Para esto Urquiza, que siempre jugo a dos puntas, ya había vendido la caballada) Se rinde la plaza y su Jefe, general Leandro Gómez, ya rendido y prisionero, es fusilado sin más trámite. Como toda la prensa (hasta la unitaria) repudia el hecho, el diario La Nación Argentina (de Mitre), dice cínicamente "La gran cuestión no es saber si Leandro Gómez le tiene miedo a las balas;(la gran cuestión) es saber qué conviene a la libertad y la civilización" Como tantas veces se cometían crímenes en nombre de "la libertad y la civilización"

Mitre, aliado a Brasil y al gobierno impuesto por este, declarara la Guerra al Paraguay, como de costumbre, con frases célebres: "Tres días en los cuarteles, tres semanas en campaña, tres meses en Asunción".

La guerra duraría cinco penosos años, y Mitre, como no podía ser menos, fue general de todos los ejércitos. "Acaparador de derrotas", no gana ni una batalla y los brasileros lo reemplazan. Una guerra injusta, un genocidio del pueblo paraguayo que vio reducida su población masculina en un 99,60 % en varones de más de diez años. Y todo en nombre de "la civilización y la libertad".

El 1 de mayo de 1865, Mitre en mensaje al Congreso: " Esta fecha quedará consignada a la altura de mayo: 1865; iniciación de la política expansionista del pensamiento argentino.(…) la Republica entra en la labor de establecer las afinidades de la civilización en las regiones bárbaras de Sud América"

Los soldados "voluntarios" del interior

El paisanaje de las provincias, que intervino tantas veces voluntariamente en las luchas ante la sola convocatoria de los caudillos, se negó a participar en una guerra que no sentía suya. Sintiéndose más cercanos a la provincia hermana del Paraguay que a los porteños y a los "macacos" brasileros, se negaban a enrolarse, lo que motivó la deserción y levantamiento de muchos batallones del interior. Consta en el archivo histórico, la Factura de un herrero de Catamarca, "por doscientos grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay"

"….el reclutamiento de los contingentes no fue fácil". (…) Para llenar las cuotas provinciales se autorizó reclutarlos mediante paga, pero pocos lo hicieron. Entonces los gobernadores, mitristas en su totalidad, y los comandantes de frontera se dedicaron a la caza de "voluntarios". Emilio Mitre , encargado del contingente cordobés, escribe el 12 de julio que manda los "voluntarios atados codo con codo" ; Julio Campos, porteño impuesto como gobernador de La Rioja, informa el 12 de mayo: "Es muy difícil sacar los hombres de la provincia en contingentes para el litoral…a la sola noticia que iba a sacarse, se han ganado la sierra" Los "voluntarios" de Córdoba y Salta se sublevan en Rosario apenas les quitan las maneas; el gobernador Maubecin, de Catamarca, encarga 200 pares de grillos para el contingente de la provincia. (Revista de la Biblioteca Nacional, XXI, n° 52)

¿Cobardía?... Eran criollos que lucharon en Cepeda y Pavón, y bajo las órdenes del Chacho. No desertaban – como acotan algunos – y lo demostrarán en 1867 alzándose tras Felipe Varela y Juan Saa. Simplemente no querían ir "a esa guerra". (JM Rosa Historia Arg.t.VII.pag 140)

Felipe Varela en un manifiesto proclamado por él mismo el 1º de enero de 1868, afirmaba lo siguiente: "En efecto, la guerra con el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado por el general Mitre".

Urquiza también tiene problemas para juntar los contingentes, y a pesar de decirles que la guerra es "contra los porteños", las divisiones de Victoria y Gualeguay se niegan a marchar, y López Jordán le escriba a Urquiza: "Usted nos llama para combatir el Paraguay. Nunca, general; ese es nuestro amigo. Llámenos para pelear a los porteños y brasileros; estaremos prontos; ésos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú."

Se recurre inclusive al reclutamiento de mercenarios europeos mediante el engaño y promesa de tierras como campesinos. Según testimonios de un integrante de un contingente suizo, se los embarca engañados y se le retiran los documentos. Al llegar a Buenos Aires son llevados al frente por la fuerza o encarcelados. (Declaración de un "enganchado siuzo", cit.por Chiavanetto: O genocidio Americano. A guerra de Paraguai)

28 de octubre de 1865 – Amotinamiento de reclutas en Catamarca

La tarea que el gobernador de Catamarca, Victor Maubecín, acometió con mayor entusiasmo durante su gobierno fue la formación del contingente con que la provincia debía contribuir al Ejército del Paraguay. Guerra impopular esta de la Triple Alianza.

Tradiciones y documentos nos hablan de la resistencia que demostró parte de nuestro pueblo frente a la recluta ordenada por el Gobierno Nacional. Algo decía al sentimiento de nuestros paisanos que esa contienda ninguna gloria agregaba a los lauros de la patria, y que tampoco existían motivos para pelear contra un pueblo más acreedor a su simpatía que a su rencor.

En Entre Ríos, los gauchos de Urquiza desertaron en masa, pese a que en otras ocasiones fueron leales hasta la muerte con su caudillo.

En La Rioja, el contingente de 350 hombres asignado a la provincia se reclutó entre la gente de la más baja esfera social. Un testigo calificado, el juez nacional Filemón Posse, explicaba al Ministro de Justicia, Eduardo Costa, los procedimientos compulsivos que había utilizado el gobierno local al expresar que "se ponían guardias hasta en las puertas de los templos para tomar a los hombres que iban a misa, sin averiguar si estaban eximidos por la ley".

El método usado para el reclutamiento, tanto como el duro trato a que fueron sometidos los "voluntarios" durante los tres meses que duró la instrucción militar, fueron causa de varias sublevaciones. El mismo testigo señala, a ese respecto, el estado de desnudez de la tropa, lo cual movía la compasión del vecindario cuando salía a la plaza para recibir instrucción. "Más parecen mendigos que soldados que van a combatir por el honor del pueblo argentino", afirmaba sentenciosamente, agregando que tal situación suscitó la piadosa intervención de la Sociedad San Vicente de Paul que les proveyó de ropa y comida. Acusaba también al gobernador Maubecín de incurrir en una errónea interpretación del estado de sitio, cuando exigía al vecindario auxilios de hacienda y contribuciones forzosas para costar los gastos de la movilización.

La situación que se ha descrito veíase agravada por el trato duro e inhumano que se daba a los reclutas. José Aguayo, uno de los oficiales instructores, ordenó cierta vez por su cuenta, la aplicación de la pena de azotes en perjuicio de varios soldados. Olvidaba o ignoraba, quizás, que la Constitución Nacional prohibía expresamente los castigos corporales.

Este hecho motivó un proceso criminal en contra del autor, cuando los damnificados denunciaron el vejamen ante el Juzgado Federal. Su titular falló la causa condenando a Aguayo a la inhabilitación por diez años para desempeñar oficios públicos, y a pagar las costas del juicio. Dicha sentencia disgustó a Maubecín, quien negó jurisdicción al magistrado para intervenir a propósito de los castigos impuestos en el cuartel "a consecuencia de una sublevación". El gobernador calificaba de "extraña" la intervención de Filemón Posse y afirmaba que esa ingerencia era "una forma de apoyo a los opositores sublevados". El choque entre el juez y gobernador originó un pleito sustanciado en la esfera del Ministerio de Justicia y dio materia a una sonada interpelación al ministro Eduardo Costa por parte del senador catamarqueño Angel Aurelio Navarro.

Los "voluntarios" se sublevan

El mes de octubre de 1865 llegaba a su término. Faltaban pocos días para la partida hacia Rosario del batallón "Libertad" cuando un incidente vino a conmover a la población. La tropa de "voluntarios", cansada de privaciones y de castigos, se amotinó con el propósito de desertar. No es aventurado suponer que para dar ese paso debe haber influido un natural sentimiento de rebeldía contra la imposición de abandonar la tierra nativa, a la que seguramente muchos no volverían a ver. Actores principales de la revuelta fueron poco más de veinte reclutas, pero la tentativa fue sofocada merced a la enérgica intervención de los jefes y oficiales de la fuerza de custodia.

Inmediatamente, por disposición del propio Gobernador, jefe de las fuerzas movilizadas, se procedió a formar consejo de guerra para juzgar a los culpables. El tribunal quedó integrado con varios oficiales de menor graduación y la función del fiscal fue confiada a aquel teniente José Aguayo, procesado criminalmente por el Juez Federal a raíz de la pena de azotes impuesta a otros soldados.

Actuando en forma expeditiva, el cuerpo produjo una sentencia severa y originalísima en los anales de la jurisprudencia argentina. Los acusados fueron declarados convictos del delito de "amotinamiento y deserción". Tres de ellos, a quienes se reputó los cabecillas del motín, fueron condenados a la pena de muerte aunque condicionada al trámite de un sorteo previo. Solamente uno sería pasado por las armas, quedando los otros dos destinados a servir por cuatro años en las tropas de línea. Los demás acusados, 18 en total, recibieron condenas menores que variaban entre tres años de servicio militar y ser presos hasta la marcha del contingente.

La muerte en un tiro de dados

La sentencia fue comunicada a Maubecín, quien el mismo día - 28 de octubre - puso el "cúmplase en todas sus partes" y fijó el día siguiente a las 8 de la mañana para que tuviera efecto la ejecución. Un acta conservada en el Archivo Histórico de Catamarca nos ilustra sobre las circunstancias que rodearon el hecho.

A la hora indicada comparecieron en la prisión fiscal, escribano y testigos. El primero ordenó que los reos Juan M. Lazarte, Pedro Arcadé y Javier Carrizo se pusieran de rodillas para oír la lectura de la sentencia. Enseguida se les comunicó que "iban a sortear la vida" y, a fin de cumplir ese espeluznante cometido, se les indicó que convinieran entre sí el orden del sorteo y si la ejecución recaería en quien echara más o menos puntos. En cuanto a lo primero, quedó arreglado que sería Javier Carrizo el primero de tirar los dados, y respecto de lo segundo, que la pena de muerte sería para quien menor puntos lograra.

Ajustado que fue el procedimiento, se vendó los ojos a los condenados y se trajo una "caja de guerra bien templada", destinada a servir de improvisado tapete. Cumplidas esas formalidades previas, Javier Carrizo recibió un par de dados y un vaso.

No cuesta mucho imaginar la dramática expectativa de aquel instante, el tenso silencio precursor de esa definición. La muerte rondaba sombría y caprichosa como la fortuna en torno a la cabeza de esos tres hombres. Es probable que hayan formulado una silenciosa imploración a Dios para que ese cáliz de amargura pasara de sus labios.

Javier Carrizo metió los dados dentro del vaso. Agitó luego su brazo y los desparramó sobre el parche... ¡Cuatro!. Tocaba a Lazarte repetir el procedimiento de su compañero de infortunio. Tiró... ¡Siete!. Las miradas se concentraron entonces en la cara y en las manos del tercero. Pedro Arcadé metió los dados en el cubilete, agitó el recipiente y tiró...¡Sacó cinco!. La suerte marcaba a Javier Carrizo con un signo trágico.

El acta nos dice que se llamó a un sacerdote a fin de que el condenado pudiera preparar cristianamente su alma. Después de haber sido desahuciado por los hombres, sólo le quedaban el consuelo y la esperanza de la fe. El pueblo catamarqueño, que tantas veces fue sacudido por hechos crueles derivados de las luchas civiles, nunca había sido testigo de un fusilamiento precedido de circunstancias tan insólitas.

En otro orden de cosas, parece necesario decir que la pena de muerte aplicada a Javier Carrizo cumplió el propósito de escarmiento que la inspiraba. A lo que sabemos, no se produjo más tarde ninguna sublevación del batallón de "voluntarios" Libertad. Conducido por el propio Maubecín, hasta el puerto de Rosario, llegó a destino y sus componentes pelearon en el frente paraguayo dando pruebas de heroísmo. Estuvieron en las más porfiadas y sangrientas batallas: Paso de la Patria, Tuyutí, Curupaytí y otras. De los 350 soldados que salieron del Valle, el 6 de noviembre de 1865, solo regresarían 115 al cabo de 5 años. Los demás murieron en los fangales de los esteros paraguayos.

En el Archivo Histórico de la Nacion, hay una factura de un herrero de Catamarca, "Por cuatrocientos grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay"

Fuentes

  • Armando Raúl Bazán – La Pena de Muerte por Sorteo en Catamarca
  • Antook – Reclutamiento en Catamarca (2007).
  • Todo es Historia – Año 1, Nº 1, Mayo de 1967

La batalla de Pehuajó (30-01-1866) - ¿Impericia o traición?

(Mitre había quedado distanciado y resentido con Conesa, después de Caseros)

El 30 de enero de (1866) ocurre un curioso combate en el paraje Corrales o Pehuajó. Una fuerza de 450 paraguayos había desembarcado, y Mitre mandó desalojarla a la división Buenos Aires de guardias nacionales de infantería, mandada por Conesa. La división Buenos Aires tenía 1.700 plazas, pero su armamento era deficiente y sus integrantes gauchos recogidos en la campaña "que hubieran sido excelentes soldados de caballería pero que costaba mucho hacerlos infantes" (Carlos D´Amico. Bs.As., sus hombres su naturaleza, sus costumbres. México 1890) (JM Rosa t.VII.p.152)

Conesa, por orden de Mitre, ataca de frente a los paraguayos escondidos en un monte. Aquello fue una carnicería de gauchos, sin que Mitre – acampado a escasa distancia – se le ocurriese reforzar a Conesa, de quien estaba distanciado desde Cepeda. "! Como sería el lance de desigual – comenta D¨Amico, uno de los participantes – cuando la división tuvo fuera de combate el 75 %, cuando con las armas que se usaban la regla era el 8 ó 10 % en los hechos de armas más sangrientos ¡…..!como sería, que tuvieron que hacer de oficiales los sargentos, porque la mayor parte de aquellos estaban fuera de combate!"

"Pehuajo fue un crimen", comenta D´Amico. "Pocos quisieron creer la impericia de Mitre al dar la orden de ataque contra una posición fortificada, sin reforzar los atacantes; muchos creyeron en el propósito deliberado de aniquilar a los gauchos de la División y al coronel Conesa, su enemigo desde que salvó el ejercito porteño en Cepeda cuando el no quiso hacerlo" ..."La prensa de Buenos Aires dijo entonces – sigue D´Amico – que Mitre había querido deshacerse de numerosos e influyentes enemigos políticos mandando esa división a tan peligrosa acción de guerra en vez de una división de línea, y permaneciendo en inexplicable inacción todo el día, a pesar del fuego alarmante que se oía en el campamento" (Carlos D´Amico. Bs.As., sus hombres su naturaleza, sus costumbres. México 1890) (JMR.t.VII.p.152)

Los prisioneros. "Civilización y barbarie"

Los aliados incorporaban a los prisioneros a sus propias filas, obligándolos a luchar contra su patria y sus hermanos, y si escapaban eran fusilados como "desertores".

Palleja cuenta de estos fusilamientos constantes. J.Garmentdia en sus "Recuerdos de la campaña del Paraguay" dice "Hay algo de bárbaro y deprimente en este acto inaudito de castigar a un a que haga fuego contra su bandera" y Carlos María Ramírez, en Montevideo, dirá "Los prisioneros de guerra han sido repartidos en los cuerpos de línea, bajo la bandera y con el uniforme de los aliados compelidos a volver sus armas contra los defensores de su patria ¡Jamás el siglo XIX ha presenciado un ultraje mayor al derecho de gentes, a la humanidad, a la civilización!" (JMR.tVII.p149)

"Durante la rendición de Humaitá aconteció algo notable: uno de los que se rendían, abandonó de inmediato a sus compañeros, se precipitó, como loco, sobre uno de los nuestros y lo abrazó y no quiso desprenderse de él; era un sargento de artillería de la fortaleza. Aconteció que este sargento era una sargenta en uniforme de artillero y que había participado del sitio de la fortaleza de Humaitá. Nuestro compañero, un paraguayo, su marido, que luchaba como prisionero..." (Lopracher. cit.en "Genocidio Americano, A guerra do Paraguai", p.150- Julio José Chiavenatto. Sao Paulo)

También fue generalizado el robo de prisioneros por los aliados para ser vendidos utilizados como esclavos, y no hubo oficial que no se llevara varios "paraguayitos" como botín. En carta que escribe Mitre a Marcos Paz le dice: "Nuestro lote de prisioneros en Uruguayana fue de poco más de 1.400. Extrañará a usted el número, que debiera ser más; pero por parte de la caballería brasileña hubo tal robo de prisioneros que por lo menos arrebataron 800 o 1.000 de ellos; los robaron para esclavos, hasta hoy andan robando y comprando prisioneros. El comandante Guimaraes, jefe de una brigada brasileña, me decía el otro día que en las calles de Uruguayana tenía que andar diciendo que no era paraguayo para que no lo robaran" (Carta de Mitre a Marcos Paz)

En carta fechada en Humaitá el 20 de noviembre, López le protesta a Mitre por el trato dado por los aliados a los prisioneros paraguayos. Entre otros conceptos le dice que "Es de uso general y práctica entre naciones civilizadas atenuar los males de la guerra por leyes propias, despojándola de los actos de crueldad barbarie, que deshonrando a la humanidad, estigmatizan con una mancha indeleble a los jefes que los ordenan, protegen o toleran, y yo lo había esperado de V.E. y sus aliados…."

Y continúa la carta de López: "La estricta disciplina de los ejércitos paraguayos en territorio argentino y en la poblaciones brasileras así lo comprueban…y mientras tanto V.E., iniciaba la guerra con excesos y atrocidades…La bárbara crueldad con que han sido pasados a cuchillo los heridos del combate de Yatay…y acciones todavía más ilegales y atroces que se cometen con los paraguayos que mantenido la fatal suerte de caer prisioneros del ejercito aliado en Yatay y Uruguayana, V.E. los ha obligado a empuñar las armas contra la patria(…)haciéndolos traidores, y aquellos que han querido resistir a destruir su patria con sus brazos han sido inmediata y cruelmente inmolados. Los que han participado en tan inicua suerte, han servido para fines no menos inhumanos y repugnantes, pues que en su mayor parte han sido llevados reducidos a la esclavitud en brasil, y los que se prestaban menos por el color blanco de su cutis para ser vendidos, han sido enviados de regalo, como entes curiosos sujetos a la servidumbre. Este desprecio, no ya de las leyes de la guerra sino de la humanidad, esta coacción bárbara como infame que coloca a los prisioneros de guerra entre la muerte y la traición, o entre la muerte y la esclavitud, es el primer ejemplo que conozco en la historia de las guerras, y es a V.E.,al emperador del Brasil y al actual mandatario de la República Oriental a quienes cabe el baldón de producir y ejecutar tanto horror"

¿Quien sino Mitre era el verdadero representante de la barbarie?

Mitre le contesta con su acostumbrado cinismo, negando en público lo que reconocía en sus cartas privadas:

"Lejos de obligar a los prisioneros a ingresar voluntariamente a las filas del ejército aliado o de tratárselos con rigor; han sido tratados todos ellos no solamente con humanidad, sino con benevolencia, habiendo sido muchos de ellos puestos en completa libertad"

Las mentiras y el cinismo de Mitre no tienen parangón en nuestra historia.

Entrevista de Yatay-Corá

López talvez desde su óptica de patriota pensó que podría convencer a Mitre de terminar la guerra y hacer la paz sobre los millares de cadáveres, y lo invita a una entrevista en Yatayty-Corá.

Por el secretario de Mitre (José María Lafuente), se sabe que López trató de convencer a Mitre, y le hablo de la política expansionista de Brasil, y que los términos de la alianza obligaban a los paraguayos a luchar hasta el aniquilamiento (que ese era el verdadero fin de la alianza). Polidoro (el brasilero) dice que "Las instrucciones de Su Majestad me ordenan librar batalla con "ese hombre"; no tengo instrucciones para tratar con el, ni entablar relaciones sociales". Mitre en cambio, según el acta, "se limitó a oír, contestando que se remitiría a su gobierno y a la decisión de los aliados con arreglo a sus compromisos"

A los dos días Mitre le escribe a López que ha hablado con Polidoro (el brasilero) y "Hemos convenido….referirlo todo a la decisión de los respectivos gobiernos sin hacer modificación alguna a la situación de los beligerantes" (cit.JMR.tVII.p.164)

Esto no solamente muestra claramente que Mitre no las tenía bien puestas como para tomar una decisión por su cuenta y sin echarle la culpa a otros, sino que resulta evidente que respondía a otros amos, y seguía siendo la marioneta de siempre al servicio de los brasileros, y en última instancia de los ingleses, los verdaderos ideólogos del genocidio del paraguayo.

Curupayty – La "estrategia" de la masacre

Mitre demostraría una vez más su impericia militar. La acción de Curupayty sería digna de una obra tragicómica, si no fuera que ocurrió realmente y en una guerra cruenta que costó miles de vidas.

Mitre, necesitado de un triunfo para levantar su alicaído prestigio militar (prestigio imaginativo y literario, en realidad) decidió tomar Curupayty, una fortificación de troncos defendida solamente por siete regimientos de infantería con 49 cañoncitos y dos escuadrones de caballería. Mitre en cambio, con 17.000 hombres, "literalmente" arrasaría a los paraguayos, y se haría de la victoria que necesitaba.

Estudioso de las "estrategias europeas", Mitre decidió entonces una estrategia inobjetable (según su punto de vista): un ataque frontal a bayoneta con los 17.000 hombres, luego simular una retirada para que el enemigo salga en persecución, y más tarde dar media vuelta y batirlos fuera de la fortaleza. Lo que no tuvo en cuenta Mitre, era, en primer lugar, el terreno fangoso (tras tres días de lluvia) que separaba su posición del enemigo, y en segundo lugar, que los paraguayos se manejaban por instinto (o talvez hayan leído los mismos libros de estrategia), porque en vez de salir a perseguir a los atacantes, se quedaron mirando como estos desandaban el pantano con gran esfuerzo.

El ejército de Mitre tuvo que recorrer por tercera vez el pantano lleno de cadáveres de su propio ejercito, para desalojar la "fortificación", lo que terminó en una tragedia. Murieron 10.000 argentinos y brasileros y 92 paraguayos.

"…..los infantes volvieron a la carga en el campo fangoso obstruido de cadáveres, agotados por el peso de sus armas. Protegidos en sus trincheras, los paraguayos hacían estragos que los aliados no contestaban porque no vían al enemigo." Mitre embriagado de la embriaguez heroica de Cepeda, ordenaba avanzar, avanzar y avanzar siempre. La hecatombe hubiera seguido por la noche si Porto Alegre, respetuosa pero firmemente, no se impusiera y ordenase la retirada." (JM.R.Hist.Arg. t.VII.p.166) Murieron 10.000 argentinos y 92 paraguayos.

En Buenos Aires, Martín Piñeiro informa a Sarmiento: "Solo Mitre ha podido hacer perecer a tanto argentino…no se pregunta quien murió sino quien vive….causa lastima salir a la calle"

En Curupayty muere Dominguito, el hijo de Sarmiento, a quien le escribe Piñero "el desastre brutal que reveló la incapacidad del general en jefe (Mitre) que solo por su parte oficial hubiera sido fusilado por un consejo de guerra."(Revista del Museo Histórico Sarmiento II-III)

La segunda Tuyuty - Ni para cuidar "el pañol" (03-11-1870)

Ante las seguidillas de derrotas y desastres militares provocadas por la congénita impericia del "farsante general", los brasileros piden su reemplazo por Caxias. Se llegó a un acuerdo: la escuadre brasilera se manejaría por su cuenta, Caxias tendría a cargo la ofensiva, y Mitre estaría a cargo de la reserva y los depósitos de Tuyuty.

Mitre queda entonces en Tuyuty custodiando el parque y los cañones. El 3 de noviembre de 1870 otra vez se destaca "el farsante general":

"A las 4.30 de la mañana se escucharon los primeros tiros. La batalla fue tremenda – comenta Blanco Fombona – aunque los paraguayos eran menos de la sexta parte del enemigo, Mitre quedó en derrota. El campamento fue incendiado: artillería, municiones de guerra y boca, mulas, tiendas, carros, todo cayó en poder de los paraguayos. Mitre perdió hasta su correspondencia". (C.Pereyra, Francisco Solano López y la guerra del Paraguay. JMR- T.VII.p196)

El grumete se refugia en Tuyu-Cué, donde estaba Caixas con el grueso del ejercito. Los paraguayos se retiran con todo el parque tomado, entonces Mitre, como en otras ocasiones, pretende transformar las derrotas en victorias, se atribuyo la victoria. Pero ya era demasiado; Blanco Bombona dice "aquella derrota y aquella carrera son indefendibles, pues de su inmenso ejército, atacado solo por una legión de héroes, había tenido Mitre dos mil bajas...ya le fue imposible a Mitre de todo punto de vista imposible, seguir al frente del ejército. Nada podía sostener su autoridad" (cit.por JMR t.VII.p.198)

Lomas Valentinas (21-12-1870)

En Asunción la población moría por la calles. El 21 de diciembre al mando de López resiste el embate de los aliados, muy superiores en número. El general y ministro de Estados Unidos presencia la batalla desde su campamento: "Seis mil heridos, hombres y chiquillos, llegaron a ese campo de batalla el 21 de diciembre y lucharon como ningún otro pueblo ha luchado jamás por preservar a su país de la invasión y la conquista...otros han fugado (hacia su ejercito) de las pocilgas que utilizaban los invasores como prisión,...el cuartel (Paraguayo) comenzó a llenarse de heridos incapacitados positivamente para seguir la lucha. Niños de tiernos años arrastrándose, las piernas desechas a pedazos con horribles heridas de balas. No lloraban ni gemían, ni imploraban auxilios médicos. Cuando sentina el contacto de la mano misericordiosa de la muerte, se echaban a suelo para morir en silencio"

Hubo prodigios de coraje: Felipe Toledo, de ochenta años, carga diez veces al frente de la escolta presidencial para caer en al décima; Valois Rivarola, con una herida recibida en Avay, abandona el hospital y toma el primer caballo que encuentra. Una bala le rompe el cráneo: sujetando la masa encefálica, que se le escurría, con los dedos de una mano, con la otra disparaba su carabina. (JMR.t.VII.p.204)

López ya "No tenía soldados, no tenía proyectiles, no tenía que comer. Solo noventa fantasmas le rodeaban en la cumbre de la trágica colina, aguardando sus palabra para corre a la muerte"; se retira con los restos y para el 27 logra reunir "dos mil combatientes de inválidos y niños a quienes hubo que poner barbas postizas para quitarles su aspecto infantil detuvieron durante ocho horas el ataque de 28.000 alados. La batalla terminó cuando terminó nuestro ejército." (O´Leary. Cit.JMR.tVII.p.205)

La masacre de Acosta-Ñu

En la batalla de Acosta Ñu, (16 de agosto de 1869) 3.500 niños paraguayos enfrenta a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida, se conmemora ese día como el día del niño en Paraguay.

"Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia. Finalmente, después de un día de lucha, los paraguayos fueron derrotados."

"El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,...después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemadas las los niños y sus madres."

"Mandó a hacer cerco del hospital de Peribebuy, manteniendo en su interior los enfermos – en su mayoría jóvenes y niños – y lo incendió. El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasilera que, cumpliendo las órdenes de ese loco príncipe, empujaban a punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban salir del la fogata. No se conoce en la historia de América del Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese." (de la misma fuente- Chiavenatto)

Las cifras del genocidio

Pergeñado por el imperio inglés para terminar con la progresista Paraguay y todo su pueblo, y llevado a cabo por sus cipayos del Brasil de Pedro II, la Argentina de Mitre y el Uruguay de Venancio Flores, las cifras del genocidio son difíciles de digerir:

Población de Paraguay al comenzar la guerra 800.000 100,00 %

Población muerta durante la guerra 606.000 75.75 %

Población del Paraguay después de la guerra 194.000 24.25 %

Hombres Sobrevivientes 14.000 1,75 %

Mujeres sobrevivientes 180.000 22.50 %

Hombres sobrevivientes menores de 10 años 9.800 1,22 %

Hombres sobrevivientes hasta 20 años 2.100 0,26 %

Hombres sobrevivientes mayores de 20 años 2.100 0,26 %

(Fuente:"Genocidio Americano, A guerra do Paraguai, p.150- Julio José Chiavenatto. Sao Paulo)

Exterminaron al 99 % de la población masculina mayores de 10 años.

"Cuanto tiempo, cuantos hombres, cuantas vidas y cuantos elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra. Para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la madre" (Caxias en informe a Pedro II)

Genocidas y traidores

¿Fueron Sarmiento y Mitre ajenos a este genocidio?. El primero fogoneaba desde la prensa, y Mitre fue partícipe y cómplice. Cuando lo echaron los brasileños por inútil (no ganó ni una batalla pese a la aplastante superioridad numérica) lo reemplazó del Duque de Caxias, quien nombra a Mitre en un Informe al emperador:

"El General Mitre está resignado plenamente y sin reservas a mis órdenes. : él hace cuanto yo le indico, como está de acuerdo conmigo, en todo, incluso en que los cadáveres coléricos se tiren al Paraná, ya de la escuadra como de Itapirú para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas (...) El general Mitre también está convencido que deben exterminarse los restos de las fuerzas argentinas que aún le quedan, pues de ellas solo ve peligro para su persona."

"Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrescencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse". (Sarmiento, carta a Mitre. (1872) Artículo de "El Nacional", 12.12.1877. ) ¡Y pensar que el cobarde se fue a morir al Paraguay, y se hizo envolver con la bandera Paraguaya, Chilena y Argentina ¡

Mitre: farsante, trencero, mentiroso, falsificador histórico, genocida y traidor; Nunca un argentino recibió tantas alabanzas por tantas "felonías", como Mitre.

"...algún día tendremos que hacer acto de constricción ante el mausoleo en que reposan los héroes paraguayos, por una traición que no cometimos pero que mancha el honor de todos los argentinos" (Atilio García Mellid - Proceso al liberalismo argentino)

Los negocios de la guerra

Si bien la guerra fue una calamidad económica para el Paraguay y los Aliados, muchos hicieron "negocios" con la guerra, sobre todo argentinos y brasileros.

Urquiza vendió a buen precio treinta mil caballos al ejército brasilero, y se convirtió en proveedor del ejército. (Ver Urquiza y La defeccion de Urquiza.) ...Pero no fue el único.

"Lanús, socio del Presidente Mitre, es proveedor general del ejercito" (Natalicio Talavera. "Crónica de la guerra". Campamento de de Paso Pacú. 27-10.1866. El semanario N° 653. AGM.t.II.p.281)

Lanús Hnos, regenteada por Anacarsis Lanús, fueron unos de los que levantaron fortunas fabulosas con la guerra, bajo la protección de Mitre.

Carlos D´Amico, gobernador de Buenos Aires, publicó en 1890 en México un libro denunciando que durante la administración de Mitre "sus empleados han llevado el abuso hasta la más escandalosa exageración"..."se robaban hasta las cajas de cirugía del ejercito", y aunque suponía que Mitre "no participaba en manera alguna de aquella arrebatiña", admitió que la moral "empezó a bajar cuando los proveedores cuyas fortunas insolentes se habían hecho a la sombra de Mitre, le regalaron a éste la casa en que hoy está la opulenta imprenta del La Nación".

La "donación" fue formalizada por escritura del 23 de enero de 1869 ante el escribano José Victoriano Cabral. En representación de los "donantes" actuó el Dr. Angel María Méndez y los señores Juan José Méndez y Mauricio Pennano, quienes adujeron como razón del homenaje, que la actuación de Mitre en el gobierno permitió "a los hombres industriosos dar impulso a sus trabajos y vuelo a sus operaciones" .

El "homenaje" por cierto, no se había demorado demasiado, pues se escrituró apenas tres meses después de que Mitre dejara el gobierno.

Su sucesor en el gobierno, el presidente Sarmiento, en carta privada a su corresponsal en Chile, Mariano E. de Sarratea, le decía:

"...su casa fue negociada por agentes y obtenida la suscripción de los proveedores que mediante despilfarro de la rentas han ganado millones, como Lezica, Lanús, Galván, que al fin costearon casi en su totalidad..." y agregaba: "Mitre sabe que con un poco de insistencia con amaños conocidos, con muchos hombres que le deben o la impunidad o la fortuna mal adquirida todo se puede conseguir..." (Sarmiento a Sarratea. Buenso Aires 17 de marzo de 1869. Archivo de la familia Sarratea Prats. Feliz Nieto del Río. "Como recordaba Sarmiento a Chile". El Mercurio. Artículo en la edición especial del centenario. Valparaíso. 12 de septiembre de 1927. AGM.t-II.p.283)

Los brasileros acusaban a los argentinos por la prolongación de la guerra para proseguir con sus "negocios".

Durante la interpelación al gobierno en la Cámara de Diputados de la Argentina, hecha en 1868, el diputado José Mármol expresó: "Desde el principio de la guerra una mala inteligencia a una debilidad de parte de nuestro gobierno ha hecho que el tratado de la Triple Alianza no se cumpla y que por eso no se concluya la guerra. Es que hay una política y una voluntad decidida por la prolongación de la guerra" (Sesión del 1° de junio de 1868)

El doctor Teodosio González lo dice mas clarito: "se levantaron durante la contienda las grandes fortunas argentinas…vendiendo a la proveeduría brasilera sus vacas, caballos, ovejas y harina, por cinco veces su valor..." (Teodosio Gonzáles. Infortunios del Paraguay.p.30. AGM.t.II.p.284)

Detrás de los ejércitos llegaron al Paraguay una serie de "comerciantes oportunistas", (por llamarlos de alguna forma suave), entre los que se encontraba el ex ministro de Relaciones Exteriores de Mitre, y uno de los artífices del Tratado de la Triple Alianza: Rufino de Elizalde. Ya no ocupaba ningún cargo durante el gobierno de Sarmiento, y la razón de su traslado a Asunción se deduce de la correspondencia enviada a Mitre, y reproducida en el tomo V del Archivo del General Mitre:

"He tratado de mis asuntos y espero conseguir algo importante" le informaba el 7 de marzo al ex jefe de los ejércitos aliados; "Está arreglado el principal de los negocios a que vine" le informaba el día 11, y el 16 le indicaba "aún no he arreglado mis otros asuntos". En las cartas del 24 y 31 de marzo repetía frases prometedoras: "Mis negocios van muy bien". ((Elizalde a Mitre. Archivo Mitre, t.V.p.213-27. AGM.tII.285)

El escándalo de los negocios comenzó a levantar polvareda y fue muy comentado en Buenos Aires. El diario "La Época", vocero del partido radical de Hipólito Irigoyen comentaba:

"Durante la guerra del Paraguay nuestros soldados morían de hambre en las esteros, mientras afortunados proveedores, gentes de altas influencias amasaban millones. Aquellos abusos llegaron a tan escandaloso grado, que un enérgico movimiento de opinión exigió se investigasen las turbias proveedurías. Pero un providencial incendio consumió los archivos de cuentas de la guerra del Paraguay. Las llamas cancelaron toda deuda y borraron los restos de todo delito. El incendio salvo muchos nombres y muchas reputaciones, purificando muchas biografías."

Al mismo tiempo que la opinión pública condenaba a "las turbias proveedurías", en Buenos Aires se constituía una Sociedad Anónima, integrada por el general Mitre y los señores Anacarsis Lanús, Cándido Galván, Ambrosio Lezica, Rufino de Elizalde y otros, para dedicarse a al actividad periodística.

La sociedad se hizo cargo de "La Nación Argentina", que el antiguo secretario de Mitre José María Gutiérrez había fundado el 17 de septiembre de 1962 para preparar a la opinión pública para la guerra del Paraguay. La nueva sociedad le suprimió la palabra "Argentina", por lo que quedó solamente el nombre de "La Nación". En el Editorial, el propio mitre explicaba el cambio:

"El nombre de este diario es substitución del que lo ha precedido: "La Nación" reemplazando a "La Nación Argentina" basta para marcar una transición, cerrar una época y señalar los nuevos horizontes del futuro. "La Nación Argentina" era un puesto de combate; "La Nación" será una tribuna de doctrina..." (Editorial de La Nación. Año 1, n°1. Buenos Aires, 4 de enero de 1879) (AGM.t.II.p.286)

Con este cambio, y la quema de los archivos, no quedaba nada por esconder.

Vencedores y vencidos

La afiebrada mentalidad enferma de Mitre, lo llevaría a declarar "Ni vencedores ni vencidos", siendo claro que hubo vencidos y vencedores: los vencidos fueron Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay, y los vencedores los ingleses.

Paraguay salvo su honor y su gloria, pero sufrió el genocidio de 50% de la población total, y la muerte del 99,4 % de su población masculina mayores de 10 años. También perdió gran parte de territorio a manos de los aliados, y el resto fue entregado a propietarios extranjeros.

Brasil, Argentina y Uruguay, además de una importante pérdida de vidas, perdieron hasta la vergüenza, quedando además endeudados y sometidos al capital inglés hasta nuestros días.

El 29 de septiembre de 1868, en un banquete que la masonería le ofrece a Sarmiento y Mitre, éste, agitando un instrumento masónico "¿Qué es Sarmiento? un pobre hombre como yo, un instrumento como este..." (Mitre. Discurso masónico. Arengas Selectas. p.83). "¿Que somos ahora? No somos sino agentes serviles y pagados a módico precio de las plazas extranjeras" (Vicente F. López en la Cámara de Diputados. Diario de sesiones 1873.p.261)

Los ingleses, sin perder un solo hombre y sin ningún sacrificio, "mataron un mal ejemplo" (Paraguay) e hicieron un gran negocio.

"Los Aliados fueron a liberar a los guaraníes de su tirano, y a abrir de par en par las puertas de la civilización moderna, en forma de concesiones, financiación, inversiones extranjeras, y otras emanaciones de las bolsas de Berlín, Londres, Nueva York y Buenos Aires. Las bendiciones del laissez faire reemplazaron a los males del paternalismo, y, como de costumbre, el campesino se convirtió en peón explotado y sin tierra." (Pelham Horton Box. Los orígenes de la Guerra de la triple Alianza. Traducido por Pablo Ynsfrán. Edic.Nizza Bs.As.1958)

Por su parte Avellaneda dirá que "La guerra más expectable que ha presentado la América del Sur después de las de su independencia, tendrá en breve su último episodio (….) para ofrecerse al comercio, a la habitación y a la industria de todos los hombres" (Avellaneda. Mensaje en el Congreso Nacional. 1876) ¿Con que derecho ofrece Avellaneda el patrimonio Paraguayo a "todos los hombres"?

"Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña...podrá el comercio ver inscritas en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor gloria y felicidad de los hombres" (Mitre 1869. Arengas I)

Evidentemente los guerreros son nuestros, pero el comercio, los apóstoles y los hombres felices, son de Gran Bretaña.

Bibliografía

Castagnino Leonardo. Guerra del Paraguay y la Triple Alianza.

(JMR) José Maria Rosa: Historia Argentina.

(AGM) Atilio García Mellid. Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay. Theoría.

(AGNA) Archivo general de la Nacion Argentina.

(M.R.E.P.) Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay.

(ANA) Anchivo Nacional de Asunción.

Julio José Chiavenatto: "Genocidio Americano, A guerra do Paraguai.-Sao Paulo

Adolfo Saldías. Historia de la Confederación Argentina.

Carlos D´Amico. Bs.As., sus hombres su naturaleza, sus costumbres. México 1890

Norberto Galasso. De la banca Baring al FMI

J.Sulé: "Los heterodoxos del 80"

Alcibíades Lappas: "La masonería Argentina a través de sus hombres".(Bs.As.1966)

Otras fuentes

Revista del Museo Histórico Sarmiento

Revista de la Biblioteca Nacional

D.F. Sarmiento, "La Tribuna", El Nacional"

Peña, Milcíades, "La era de Mitre"

J. Pandá Cológeras. "Formaçao histórica do Brasil

Agustín Rivera Astengo: "Juarez Celman".

Coronado, Misterios de San José.

Carlos Pereira. Francisco Solano López, y la guerra del Paraguay.

www.lagazeta.com.ar

Mariscal Francisco Solano López

La muerte de un Gran Americano

"¡Muero con mi Patria!"

Con esa última frase en sus labios, el 1º de marzo de 1870, en Cerro-Corá, el Mariscal Francisco Solano López, herido, agotado y desangrado, medio ahogado, moribundo y anegada en sangre el agua inmunda del arroyo que, caído sentado, lo circundaba, recibió un tiro de Manlicher que le atravesó el corazón.Ahí quedó, muerto de espaldas, con los ojos abiertos y la mano crispada en la empuñadura de su espadín de oro –en cuya hoja se leía "Independencia o Muerte"-.

"¡O, diavo do López!" [¡"Oh, diablo de López!"], comentó el macaco recluta del Imperio brasileño mientras pateaba el cadáver.

Las últimas palabras del Mariscal eran algo más que una metáfora: ya casi nada quedaba del Paraguay, toda su población masculina entre los 15 y 60 años había muerto bajo la metralla. Muchísimas mujeres y niños también, cuando no por las balas, por las terribles epidemias de cólera y fiebre amarilla, o simplemente sucumbieron de hambre. Por supuesto, tampoco quedaron ni altos hornos, ni industrias, ni fundiciones, ni inmensos campos plantados con yerba o tabaco, ni ciudad que no fuera saqueada. Apenas si un montón de ruinas cobijaba a los fantasmales trescientos mil ancianos, niños y mujeres sobrevivientes. Se condenó al país a pagar fortísimas indemnizaciones por "gastos de guerra". Paraguay perdió prácticamente la mitad de su territorio, que pasó a formar parte de Brasil y de Argentina (las actuales provincias de Misiones y Formosa).

Cinco años antes, al comenzar la guerra de la Triple Alianza, el Paraguay de los López era un escándalo en América. El país era rico, ordenado y próspero, se bastaba a sí mismo y no traía nada de Inglaterra... Abastecía de yerba y tabaco a toda la región y su madera en Europa cotizaba alto. Veinte años había durado la presidencia del padre, don Carlos Antonio López, hasta su muerte en 1862, y desde entonces la del hijo Francisco Solano.

El Paraguay tenía 1.250.000 habitantes, la misma cantidad de la vecina Argentina de entonces (¡Se exterminó en la guerra nada menos que al 75% de la población!). El país era de los paraguayos. Ningún extranjero podía adquirir propiedades, ni especular en el comercio exterior. Y casi todas las tierras y bienes eran del Estado.La balanza comercial arrastraba un saldo ampliamente favorable, y carecía de deuda externa.

Contaba con el mejor ejército de Sudamérica. Tenía altos hornos y la fundición de Ibicuy fabricaba cañones y armas largas. Funcionaba el primer ferrocarril de Latinoamérica, un telégrafo y una poderosa flota mercante.

El nivel de la educación popular también era el primero del continente.

Además, Paraguay era un importante productor de algodón, materia prima que necesitaba el capitalismo inglés en su etapa de expansión imperialista para su industria textil, principal motor de su economía. El bloqueo al sur esclavista de la Confederación, que proveía de algodón a la industria inglesa, producido por la guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), hizo indispensable para los intereses británicos la destrucción de tal nación soberana.

Esos intereses manipularon al círculo de influencia del emperador del Brasil y al partido mitrista y la oligarquía porteña y montevideana, hasta promover el exterminio de todo un pueblo, que incluyó de paso a las montoneras argentinas.

Lo cierto es que la marcha final de siete meses de los últimos héroes paraguayos hacia Cerro-Corá, doscientas jornadas por el desierto, bajo el ardiente sol tropical, constituye una de las páginas más sórdidas pero también más gloriosas de la historia americana. Soldados abrazados por la fiebre o por las llagas y extenuados por el hambre, sin más prendas que un calzón, descalzos porque los zapatos, como el morrión y las correas del uniforme, han sido comidos después de ablandar el cuero con agua de los esteros. Todos están enfermos, todos escuálidos por el hambre, todos heridos sin cicatrizar. Pero nadie se queja. No se sabe adónde se va, pero se sigue mientras no sorprenda la muerte. Conduce la hueste espectral el presidente y mariscal de la guerra Francisco Solano. Si no ha podido dar el triunfo a los suyos, les ofrecerá a generaciones venideras el ejemplo tremendo de un heroísmo nunca igualado.

Cinco años después, el gran Paraguay de los López quedó hundido, con todo su pueblo, en los esteros guaraníes. Desde entonces el Foreing Office quedaría como dueño absoluto de la región y dejaría desarticulada, por lo menos durante un largo período que todavía sufrimos, la posibilidad de integrar en una sola nación a la Patria grande. La gran causa iniciada por Artigas en las primeras horas de la Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al concretarse la Independencia, restaurada por la habilidad y energía de Rosas en los años del "sistema americano", y que tendría en el Gran Mariscal Francisco Solano López su adalid postrero.

Pero ya una año antes de Cerro-Corá, viejo y pobre en su destierro de Southampton, don Juan Manuel de Rosas, que por sostener lo mismo que Francisco Solano López había sido traicionado y vencido en Caseros por los mismos que traicionaron y vencieron ahora al mariscal paraguayo, se conmovió, profundamente emocionado, ante la heroica epopeya americana. El Restaurador miró el sable de Chacabuco que pendía como único adorno en su modesta morada. Esa arma simbolizaba la soberanía de América; con ella San Martín había liberado a Chile y a Perú; después se la había legado a Rosas por su defensa de la Confederación contra las agresiones de Inglaterra y Francia. El viejo gaucho ordenó entonces que se cambie su testamento, porque había encontrado el digno destinatario del sable corvo de los Andes.

El 17 de febrero de 1869, mientras Francisco Solano López y el heroico pueblo guaraní se debatían en las últimas como jaguares decididos que se niegan a la derrota, Rosas testó el destino del "sable de la soberanía":

"Su excelencia el generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria".

Fuente

  • "¡Muero con mi Patria!" - Investigación histórica de José María Rosa

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La traición de Urquiza al pueblo Argentino y Paraguayo

Guerra del Paraguay - La Defección de Urquiza Torció el Curso de la Historia

El general Justo José de Urquiza era, hasta 1863, una de las figuras más enigmáticas y contradictorias de la historia nacional argentina. A partir de esa fecha, lo incógnito y confuso de su conducta empezó a proyectase sobre el panorama continental, suscitando esperanzas fallidas, apasionadas controversias y una reacción tan impetuosa que desembocó en la tragedia de 1870. "Urquiza fue asesinado en su palacio de San José porque lo creían vendido a los porteños", escribió Antonio Sagarna (1). Lo porteño era la negación de todo cuanto los provincianos querían en función de los verdaderos intereses nacionales.

Urquiza no tuvo nunca sentimientos sinceros hacia el Paraguay. Se acercó o se alejó de su amistad según los cambiantes intereses que lo movían. Durante el largo período en que fue lugarteniente del general Rosas, debió someterse contra su voluntad a la consigna del gobernador de Buenos Aires, que había impuesto que "jamás las armas de la Confederación Argentina turbarían la paz del Paraguay". Es de esta época que Urquiza le pedía a Madariaga, hiciera saber a López que "nuestro pacto no ataca al Paraguay, y que por el contrario nosotros y toda la Confederación estamos dispuestos y animados de la mejor voluntad para el territorio paraguayo (2).

La oscura trama que habría de permitir formalizar una poderosa conjuración de fuerzas, para llegar al derrocamiento de Rosas, le dio al Brasil la dirección de la política exterior del Río de La Plata, a la que Urquiza debió someterse. Vino así el reconocimiento de la independencia del Paraguay y el envío a Asunción de una misión a cargo del doctor Derqui.

El doctor Vicente Fidel López, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Urquiza, le encomendó al nombrado "informar minuciosamente sobre los hombres, ideas, tendencias, costumbres, circunstancias del comercio y las industrias, todo lo que permita formar un juicio exacto sobre el estado actual del Paraguay".

Derqui, en representación de la Confederación Argentina, y don Benito Varela, en carácter de ministro de Relaciones Exteriores del Exterior del Paraguay, concluyeron un tratado de navegación, comercio y límites, que fue firmado el 15 de julio de 1852 (3). El convenio constituía el reconocimiento de hecho de la independencia paraguaya; dos días después –el 17 de julio– Urquiza procedía a formalizar este reconocimiento, cumpliendo una de las cláusulas de sus compromisos contraídos con el Imperio del Brasil.

El tratado Derqui–Varela estipulaba en uno de sus artículos: "La Confederación concede a la República la libre navegación de su pabellón por el río Paraná y sus afluentes, otorgándole todas aquellas franquicias y ventajas que los gobiernos civilizados, unidos por tratados especiales de comercio, se conceden unos a otros; no detendrá ni impedirá, ni impondrá derechos sobre el curso de ninguna expedición mercantil, que tuviere por objeto pasar por el territorio fluvial o terrestre de l Confederación a puertos paraguayos, o de éstos a cualesquiera otros extranjeros, sin sujetarlos a fiscalizaciones, gabelas, rebuscas, desatamiento de bultos, etc., que a la vez que incomodan al comercio, lo aniquilan, alarmándolo y ahuyentándolo de frecuentar las vías más productivas" (4). Era una victoria del Brasil, que reclamaba de la Confederación se proclamara una franquicia que sañudamente negaba en sus ríos interiores.

En su Mensaje al Congreso, decía el presiente López: "Con ese tratado se han obtenido los objetos todos de los constantes esfuerzos y gestiones que ha hecho el Gobierno Supremo en los diez años pasados" (5). Pudo también decir que ambas partes contratantes, más que imitar a los "gobiernos civilizados", se anticipan a ellos, pues ni Estados Unidos, ni Inglaterra, ni Francia, ni Brasil admitían el principio que allí se proclamaba. Corresponde, pues, reconocerle al Paraguay el título de honor de haberlo invariablemente sostenido, proclamándolo como derecho americano.

Lo cierto es que ese convenio estaba destinado al fracaso, pues Urquiza se hallaba en otra cosa. Más atento a los problemas de política interior que a las relaciones internacionales, el comandante de Caseros quería afianzar una victoria que Buenos Aires le discutía. Su posición era la de conquistar la alianza del Brasil, o la de integrar a Entre Ríos y Corrientes en una nacional separada, si aquel plan fracasara. Exponiendo este orden de ideas, le escribía al gobernador Pujol, de la provincia de Corrientes: "Por lo demás usted crea que he de ser el último nombre que desespere de la Confederación Argentina, obra ligada hoy a mi gloria y a mi nombre. Más cuando todos mis esfuerzos hayan fracasado y la nacionalidad que por tantos títulos debe sernos cara se disuelva, para no reunirse jamás, entonces me encontrará usted pronto para formar un cuerpo político, independiente, fuerte y compacto de las provincias de Entre Ríos y Corrientes" (6). Es interesante observar que estas ideas eran manejadas por Urquiza, Pujol, Derqui y tantos políticos argentinos, sin estímulo de parte del Paraguay, y sí caso del Brasil.

Mientras tejían estas intrigas palaciegas, el tratado Derqui–Varela permanecía olvidado en las carpetas del Parlamento de la Confederación. Es que Urquiza, más que a la expansión pacífica del Paraguay, se proponía abrirle los ríos argentinos al Brasil, pr que le llevara la guerra al Paraguay. Así lo hizo a principios de 1855, prestándose al paso de la escuadra brasileña, que con fines guerreros marchaba hacia Asunción. El cónsul paraguayo en Paraná, que entonces era don Pedro Nolasco Decoud, tuvo al respecto una conversación particular con Urquiza, en la que éste le comentó que la escuadra brasileña partiría para el Paraguay y que el Imperio concentraba fuerzas en la frontera. Según el cónsul, Urquiza se mostró favorable a los actos del gobierno brasileño y no tradujo la menos simpatía con el Paraguay (7). A Decoud lo suplantó en el consulado don Félix de Esgusquiza, quien fue aún más terminante; al ministro Falcón le informó que había la sospecha de que el general Urquiza tenía hecha una alianza secreta con el Brasil contra el Paraguay (8).

La prueba de que esto era así la dio el congreso de la Confederación al desaprobar, el 11 de diciembre de 1855, el tratado Dequi–Videla, por considerar que "perjudicaba los derechos territoriales de la Confederación". El rechazo produjo sorpresa, dada la gravitación que Urquiza ejercía sobre los medios parlamentarios, lo que movió suponer que la propia mano de Urquiza había estado en la decisión.

No podía Urquiza, sin embargo, por la fluida situación interna del país, descuidar el flanco ocupado por el territorio paraguayo. Eligió entonces a uno de los diplomáticos que mejor manejaba las cuestiones del Río de la Plata, por haber actuado largamente en Río de Janeiro como ministro de plenipotenciario de Rosas. se trataba de Tomás Guido, a quien encomendó trasladarse al Paraguay para "colocar sobre bases de perfecta armonía y reciprocidad las relaciones de amistad que felizmente existen entre ambos países" (9).

Guido presentó por escrito los puntos de vista de su mandante en materia de límites, pareciéndole al gobernante paraguayo que se trataba de pretensiones injustas y agresivas. Las mismas significaban la mutilación de vastas extensiones tradicionalmente paraguayas, en la zona del Chaco. Con justo ardor patriótico, exclamaba el presidente López: "La pretensión del Chacho significa cortar la mano de un hermano; el Paraguay consentirá más bien reducirse a escombros, antes que enajenar el territorio que le corresponde" (10).

Las negaciones chocaron con la intransigencia de las partes. La firmeza del presidente López en la defensa de los intereses de su patria, no podía ser conmovida. "No he buscado la situación en que no hallamos –le decía al negociador argentino–; deseo la paz y las mejoras relaciones con los países vecinos, pero venga lo que viniese, he de sostener los derechos y la dignidad de la República" (11).

Viéndose que resultaría infructuoso prolongar tratativas que no ofrecían la menor posibilidad de buen éxito, se acordó que la firma de una acuerdo de comercio y navegación, cuyo artículo 24° declaraba "aplazado" el arreglo de los límites territoriales. La disposición sobre libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay y Bermejo, incluida en el artículo 7°, era menos explícita que la del tratado anterior, pues se limitaba a declararla "libre y común… en conformidad a las disposiciones vigentes en ambas Repúblicas" (12).

El convenio concluido por el general Guido, puso las relaciones de Urquiza con el Paraguay sobre la base de un equilibrio inestable, postergando para el futuro la resolución de las cuestiones más importantes. El compromiso de las partes era mínimo, facilitando a Urquiza esa libertad de movimientos –confusa y contradictoria– que fue su modo operativo habitual.

En 1857, Brasil envió al Río de la Plata la misión de Paranhos, la que despertó fundadas sospechas en todos los ambientes paraguayos. El cónsul en Buenos Aires, don Buenaventura Decoud, le escribió le escribió al presidente López, transmitiéndole las noticias alarmantes que le llegaban de Entre Ríos. Según las mismas, se evidenciaba que los brasileños y Urquiza estaban decididos a declararle la guerra al Paraguay, pues los preparativos que estaban haciendo eran idénticos a los que en su momento se habían organizado contra Rosas (13).

Los documentos prueban que el tema de la guerra contra el Paraguay estuvo presente en los debates, y que Urquiza patrocinó esa idea. Rápidamente concertó Paranhos los convenios que se proponía, de acuerdo a los textos que traía redactados, a los cuales adhirieron sin reservas los plenipotenciarios de Urquiza, según en toro lugar precizamos (14).

En lo que aquí nos interesa, se deduce que el general Urquiza había planteado, por intermedio de sus plenipotenciarios, la cuestión de llevar la guerra del Paraguay para resolver los problemas de fronteras. Con este motivo, Paranhos le escribió una carta harto reveladora: "La guerra, decían mis ilustres colegas, debe poner término a todas las cuestiones con el Paraguay, sin lo que no sería popular en la Confederación. Concordé prontamente en este pensamiento, pero no pude convenir en que el término de la guerra quedase dependiente del reconocimiento que el gobierno paraguayo ha rehusado obstinadamente en cuanto a las verdaderas fronteras de los países… Una guerra que realizase estos grandes fines, y pudiese a cada gobierno en circunstancias de ocupar su territorio contestado, no sería impopular en ninguno de los dos países. El recelo de que el Paraguay se levantase más tarde contra esta ocupación, es infundado. ¡El golpe, se el Paraguay lo provocase, sería muy fuerte para que pueda levantarse tan pronto!" (15). La idea del exterminio del Paraguay ya estaba latente en aquellos audaces negociadores.

Intamaraty jugaba con sutileza; levantaba veladas insinuaciones y dejaba que los demás públicamente se comprometieran. Cuando en celebración de los acuerdos logrados, Urquiza le ofreció un banquete a Paranhos, éste, al agradecerlo, lanzó una vaga alusión a las antiguas alianzas. "Deseo –dijo– ver realizada la más estrecha unión entre el Imperio y la Confederación, y que la gloria de Caseros no sea la única gloria adquirida en común por el Brasil y la Nación Argentina" (16). Un nuevo Caseros se diseñaba en el horizonte; pero esta vez sería contra el Paraguay.

Urquiza, al igual que el Imperio, jugaba con cartas marcadas para que se le diera el juego a su favor. En su diario Patria –edición del 21 de noviembre de 1857–, hizo publicar un artículo titulado Guerra a López. Pero su intención era que la guerra la hiciera el Brasil, reservándose para sí el derecho de facilitarse sus desplazamientos militares. Parece que este plan se tradujo en su protocolo secreto, a tenor de lo afirmado por el ex canciller Mitre, doctor Elizalde. "El gobierno del Paraná –dijo éste–, compuesto por hombres que tanto combaten y condenan el tratado de Alianza, firmaron un protocolo secreto con el Brasil comprometiéndose a dar paso por el territorio Argentino al ejército y fuerzas brasileras en caso de guerra contra el Paraguay"(17).

A Brasil no le convenía precipitar los acontecimientos mientras no se resolvieran las controversias internas de la Confederación Argentina. A Urquiza, a su vez, la situación latente de guerra civil le exigía concentrar todos sus recursos enana solución armada. La conquista de la alianza del Paraguay en el conflicto con la provincia de Buenos Aires, era una carta de triunfo no desdeñable. Para tratar de obtenerla, Urquiza se largó al Paraguay, en enero de 1859, aprovechando el pretexto de interponer su mediación para solucionar del diferendo planteado con los Estados Unidos. Su intervención fue útil, sobre todo porque actuó a su lado, con el tacto y la responsabilidad que le eran habituales, el general Guido. El presidente Carlos Antonio López quedó reconocido a esta mediación y dispuesto a devolverla apenas las circunstancias se lo permitieran.

El espíritu de López era el de ser mediador para la paz; la aspiración de Urquiza era la de conquistar un aliado para la guerra. De esta alianza habló sin eufemismos, a su paso por Corrientes, de regreso de Asunción, el 3 de febrero de 1859. "Debo aprovechar esta ocasión –proclamó– para deciros que el Gobierno y el pueblo paraguayos don dignos de toda estimación fraternal para el pueblo y el Gobierno argentinos. Cultivad por vuestra parte la intimidad que debe ligarnos; somos aliados por intereses comunes, por identidad de origen y de destino..."(18).

Con la intención de envolver al Paraguay en sus enmarañados proyectos, envió Urquiza a Asunción al doctor Luis José de la Peña, con el carácter de agente confidencial. Su misión era la de proponerle a López una acción común contra la provincia rebelde, que al mantener en su manos las llaves del puerto de Buenos Aires, perjudicaba por igual a las provincias litorales argentinas y a la República encerrada a lo alto de los ríos. El canciller paraguayo, don Nicolás Vázquez era el mismo que en 1856 había debatido con el general Guido por las cuestiones de límites sin arribar a resultado alguno. La situación de status quo en que el problema había quedado colocado, le permitió a Vázquez manifestarle a de la Peña, que "priva al referido proyecto de tratado de alianza entre la confederación Argentina y la República del Paraguay de uno de los más importantes motivos de su celebración, que es la garantía recíproca de la integridad de sus respectivos territorios"(19).

Vemos, pues, que en la zigzagueante política de Urquiza, unas veces se inclinaba hacia el Brasil, y otras hacia el Paraguay. Mitre, con esa ojeriza que le guardaba, no dejó de enrostrárselo, sin que el perdón de los años amenguara la dureza de los calificativos. Todavía en 1869, la polémica con el doctor Gomez, echaba mano al gastado argumento. "La lección del pueblo paraguayo – le decía – les enseñará que en las cuestiones internas no deben ir a buscar armas y vapores al Paraguay y al Brasil, sacrificando territorios y honras, como lo hizo Urquiza, buscando alianzas del Brasil primero, y del Paraguay después, para dominar la resistencia Buenos Aires" (20).

La autoridad de estas palabras procedía del hecho de que las pronunciaba el antiguo artillero de Caseros, que participó en la batalla bajo el pabellón oriental y con armas brasileñas. Y de que, mientras Urquiza promovía en Asunción las negociaciones que Mitre le reprochaba, este último ponía en Asunción su propio mensajero, que lo era el doctor Lorenzo Torres, para gestionar – "sacrificando territorios y honras" – la alianza del Paraguay con el Estado de Buenos Aires.

La gestión del doctor Torres fracasó, al igual que la del gobierno del Paraná, quedando el presidente López en situación equidistante para poder actuar como mediador en el momento en que las circunstancias así lo aconsejaran. Antes de finalizar 1859, consideró llegada esa oportunidad y confió tan delicada misión a su hijo Francisco Solano, quien logró una ecuánime y digna solución, concretada en el pacto San José de Flores. El general Urquiza, como un homenaje a su ilustre mediación, le ofreció la espada que ciñera en Cepeda. (21)

Los amores cobrados por Paraguay estaban destinados a durar algún tiempo, pues el llamado pacto de familia no era otra cosa que una solución circunstancial, encaminada a romperse apenas Buenos Aires se recuperara del contraste de Cepeda. Así sucedió, efectivamente, y de nuevo se confió a las armas el desenlace del antiguo enfrentamiento de dos líneas políticas irreconciliables. En las vísperas de Pavón, el doctor Félix Frías trató de interponer su acción pacificadora, poniéndose en contacto con ambos contendientes. Copias de la carta que envió a Urquiza, y de la respuesta de éste las remitió al general Mitre. Entonces Mire le contestó: "En cuanto a la carta del general Urquiza y a los conceptos que ella contiene, tengo cincuenta que se le parecen: y aunque el secretario que las redacta refleja aproximadamente las impresiones del que las firma, en un momento dado, el va siempre por otro camino, y con frecuencia por el camino opuesto del día anterior; porque como lo dice cuando firma mensajes, cartas y proclamas: ‘esto es para la historia’; es decir, las palabras que se lleva el viento, como si esto fuera lo único que recogiese el libro de la posteridad; mientras que los hechos que lo han de componer, y que es de lo único que el general Urquiza es responsable, eso es para los presentes"(22).

El juicio es cruel, incisivo, y cargado de maliciosas insinuaciones, pero sirve para situar aquellos hombres, que actuaban con simulación y se juzgaban con dureza, aunque después la historia liberal ha tratado de endilgarnos imágenes distintas y deformadas. Lo que Mitre pensaba de Urquiza era la verdad; también hubiera sido verdad si fuera Urquiza quien de Mitre lo dijera. Todos los personajes del liberalismo fueron actores que posaban para la historia y que, en medio de cambiantes actitudes, desataron pasiones y conflictos en que los intereses de las naciones y los pueblos quedaban postergadas.

Urquiza cedió ante la conveniencia de la oligarquía de Buenos Aires, a condición de que se le asegurara el predomino en su provincia, y el progresista desenvolvimiento de sus negocios particulares. En Pavón se inició un período de transacciones y deslealtades que sería fatal al destino de esas nacionalidades.

Los dobleces de Urquiza, sus marchas y contramarchas, las decepciones que paulatinamente fue sembrando, desarmaron el aparto de la resistencia a las miras egoístas del liberalismo porteño y las tendencias expansionistas de Brasil sobre la cuenca del Plata. La primera etapa de este programa de dominación, la constituyó la rebelión del general Flores contra el gobierno oriental del doctor Berro. En la obra que sobre el tema escribió don Aureliano G Berro, al hablar de Urquiza dice que "en realidad el sentimiento del gobernador entrerriano fluctuaba entre revolucionarios y gubernistas, inclinándose más bien, aunque paulatinamente, a los primeros, ya que por exigencia de la política nacional argentina, ya que por su antipatía personal al presidente Berro" (23). No se olvide que el presidente Berro cesó su cargo en febrero de 1864, reemplazándole don Atanasio Aguirre, durante cuyo período, precisamente, se acentuaron las preferencias de Urquiza por los revolucionarios.

Lo equivoco de la conducta de Urquiza en la cuestión oriental, provenía de su achicamiento ante Mitre, de los cordiales términos en que se mantenía con el general Flores y de la interposición de factores más concretos y positivos. En efecto; en medio de aquellas convulsiones se movía un personaje misterioso: el varón de Mauá, banquero brasileño, que no perseguía otros fines que los del Imperio y los del liberalismo económico.

Cuando se temió que Urquiza, cediendo a los requerimientos de los caudillos federales de toda la república, pudiera lanzar su peso a favor del gobierno legal uruguayo, el varón de Mauá viajó a San José y se entrevistó con el viejo caudillo. "La Nación Argentina" publicó una información procedente de su corresponsal en Concepción del Uruguay, concebida en los siguientes términos: "Se dice… que el varón de Mauá ha hecho arreglos particulares con el general Urquiza, supliéndole los fondos que necesita para sus negocios particulares" (24).

Esto sucedía en octubre de 1863. Poco después, el hijo del caudillo, coronel Wualdino Urquiza, había cruzado el Uruguay en frente de tropas, para sostener la causa del gobierno de Berro, lanzando una proclama en la que decía: "Días más, y el mismo general Urquiza no podrá resistir el jadear de los pueblos que le gritan: ¿Qué hacéis? ¿Por qué dejáis que nos asesinen?" (25). ¿El varón de Mauá se interpuso y Urquiza dejó de que los asesinaran?

El diario de Mitre, con sorna mal disimulada, lanzaba sus venenosas insinuaciones: "No puede menos que confesarse – escribía –, que hasta ahora el general no ha tratado de estorbar en anda la marcha de las autoridades nacionales, manifestándose más bien amigo de la paz a la cual está vinculado por mil motivos" (26).

Ya se ve que los viejos unitarios, dueños ahora de la situación, con el nombre de "liberales" no perdonaban aquellos que llegaban retrasados a sus carpas y simulaban adherirse a sus banderas. Urquiza creyó que haciéndose el manso iba a conquistar la tolerancia de los porteños, pero los cálculos le salieron fallidos. El vocero de Mitre que encabezaba el pelotón de los desaforados, alternativamente lo atacaba o lo protegía, siempre con ánimos de desmoralizarlo. En el fondo, el elenco porteño lo despreciaba. Se reía de los que esperaban una reacción federal del viejo caudillo. "El poder del general Urquiza – escribían sus parciales – está en la imaginación de los que recuerdan lo que fue, y no se detienen a ver las cosas con calma" (27). Era como meterle la mano en la boca, al fiero león, ahora desdentado.

Otros llegaban mucho más lejos y le hacían objeto de ataques despiadados. El diario "La Tribuna", típica expresión del cerrado fanatismo porteño, decía que Urquiza era "un asesino que se ha cebado implacablemente en la matanza de setecientos prisioneros de guerra, a los que ha visto expirar con una sonrisa de salvaje indiferencia en los labios y que ha hecho del crimen una profesión" (28) lo cual es verdad, aunque omitiendo aclarar que esos crímenes se cometieron al servicio de los unitarios encima mismo de la victoria de Caseros, cuando la "civilización liberal" entraba a bocanadas sobre la agobiada Buenos Aires. "Ese espectáculo era hasta entonces – escribía el antiguo secretario del general Rivera – y Buenos Aires no había visto jamás insultarse de ese modo su moral y su templanza, aún en medio de las más detestables iniquidades ejercidas por los verdugos vencidos" (29).

También el volatinero del "ejército libertador", coronel Domingo Faustino Sarmiento, luego de narrar los fusilamientos y exhibición de los cadáveres, colgados de los árboles en los paseos de Palermo, exclamaba: ¡en tiempos de Rosas no nos han colgado cadáveres en el paseo público!" (30). En tiempos de Rosas, no; era privilegio que le estaba reservado a Urquiza y los liberales.

El juego engañoso y mezquino a que se había dado el general Urquiza, mantuvo largo tiempo ilusionados a los caudillos federales del interior, que esperaban sus directivas. El pueblo uruguayo ofrecía el espectáculo conmovedor de su heroísmo inverosímil y su grandeza solitaria. "Entre Ríos ardía indignado ante el sacrificio de su pueblo hermano – escribió Victorica – consumado por nación extraña. El general Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio" (31). Eran muchos los que le reclamaban enérgicamente claras decisiones. Entre ellos el p. Domingo Ereño, que le escribía: "La indignación es general, todos claman otra vez porque vuestra V.E sea salvador del Río de la Plata, y las ordenes de V.E he de ir con un fusil si es preciso" (32). El cura quería arremangarse la sotana pero Urquiza no se decidía a calzarse el uniforme.

La voluntad estaba tensa y bien altas las antiguas banderas federales que solamente necesitaban un jefe de prestigio para desplegarse con ímpetu nacionalista y reivindicatorio, pero el jefe que llenaba esa condición se negaba a prestarse a la tarea, al p. Ereño le respondió: "Yo soy un jefe de la Nación que me he sacrificado por establecer con toda su fuerza y con todo su vigor la ley, y no vendría a oscurecer mis servicios con el injusto dictado de rebelde, que es lo que en justicia se me daría, si yo no fuera consecuente con los principios que rigen a mi país. No quiero decir por esto que como hombre haya perdido el derecho de simpatizar con una causa más que con otra; pero faltar a mis deberes, esto jamás, mi buen amigo" (33). ¡Tardío puritanismo!; Lástima que no lo hubiera descubierto en 1851, cuando "los principios que regían en el país" no lo detuvieron en el camino de la rebeldía y de la traición!

Las situaciones eran absolutamente iguales y debían ser iguales, por lo tanto, las doctrinas que se le aplicaran. Vista la tesis que ahora desplegaba el general Urquiza, el historiador Julio Irazuzta pregunta: "Pero, ¿vio los hechos en toda su monstruosidad? ¿Que el Brasil, promotor de la alianza, seguía el 65 la misma política que el 52, que no consistía en civilizar el Plata, sino en avasallarlo? ¿Que él se había puesto en el mismo brete, una década antes, cuando pudo verse obligado a hacer con sus compatriotas rosistas, lo que Mitre con los paraguayos, si la resistencia de Rosas hubiese sido tan recia como la de Francisco Solano López? Lo dudo"(34).

Los amigos de Urquiza, leales soldados del federalismo, se movían por principios ideales y estaban en el cauce auténtico de la nacionalidad, definid por sus tradiciones, su personalidad histórica y las esencias peculiares de su genio. Ellos advertían lo que tenían de nocivas las ideas liberales, que Mitre y sus adeptos trataban de imprimir sobre el alma nacional, comprendían que su deber los obligaba a expulsar ese cuerpo extraño, para que la Nación y el pueblo recuperaran el manejo pleno de su autonomía. Para esos hombres, puros e idealistas, el Paraguay era una parte inseparable de su territorio espiritual, los enemigos eran Mitre, el Imperio, el liberalismo, los porteños… Tal como el general Ricardo López Jordán se lo dijo a Urquiza, cuando éste ordenó la movilización de las caballerías entrerrianas para ir en apoyo del Brasil y contra el Paraguay. "Usted nos llama para combatir a Paraguay – le contestó –. Nunca, General; ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos a pelear a porteños y brasileños. Estamos prontos, esos son nuestros enemigos" (35).

La realidad es que Urquiza estaba en otra cosa, desde hacía mucho tiempo, aunque por razones de seguridad y prestigio se cuidaba de disimularlo. Ya el 29 de agosto de 1864, el doctor Lamas, en carta confidencial al doctor Castellanos, le decía: "El general Urquiza está con el general Mitre, es decir, con nosotros" (36). ¿Qué mayor prueba de doblez?

Es evidente que compromisos secretos lo obligaban a Urquiza a proceder en el sentido en que lo hacía. Pero también es evidente que las dudas de su alma lo precipitaron en un terrible conflicto interior, a cuyas opuestas incitaciones debemos atribuir su conducta contradictoria. Porque Urquiza apoyó la política liberal de Buenos Aires, sin atreverse a romper de una beuna vez las ataduras que lo unían a la posición contraria. De ahí los procedimientos tortuosos, la correspondencia comprometedora, las promesas fallidas...

Hubo un momento en que pareció entrever la gravedad de los hechos que se habían desencadenado en el Uruguay, y pensó en una alianza con el Paraguay para enmendarlos. El delegado oriental en Asunción, doctor Lapido, gestionaba infructuosamente la alianza del general López, cuando Urquiza – según Cárcano – se habría resuelto a lanzar todo su peso en la mesa de las negociaciones. El autor le da importancia esa intervención, y ofrece detalles y correspondencia que lo confirmarían (37)

Vale la pena seguirle los pasos a esta intriga. Don José de Caminos, fanático federal santafesino, se habría presentado a su tío, don José Rufo Caminos, cónsul paraguayo en Paraná, el 8 de noviembre de 1863 (38), diciéndole que le general Urquiza se empeñaba en que viajara urgentemente al Paraguay, y "haciendo valer toda su influencia ante el señor presidente López, trabaje para que el doctor Lapido establezca y afiance un tratado de alianza defensiva y ofensiva". Que, si esto si hiciera, está Urquiza resulto a "ponerse al frente de un gran pronunciamiento, que de por resultado al separación absoluta de Buenos Aires de las demás provincias", pues – agregaba – "él aborrece y habrá de aborrecer siempre a los porteños" (39).

El cónsul recabó de su sobrino prueba escrita de que tal era el pensamiento de Urquiza; por lo cual gestionó y obtuvo del general cartas dirigidas a Rufo Caminos y al presidente López, las que llevan las fechas del 13 de julio de 1863. el historiador nombrado las transcribe (40), con la indicación de ser las mismas "inéditas", pero siguiendo su hábito sospechoso de ocultar las fuentes, no dice cómo las obtuvo, no dónde se encuentran, aunque Cardozo (41) sitúa la dirigida a López en el Archivo General de la Nación, Buenos Aires (42).

Lo cierto es que ninguna de esas cartas compromete en lo más mínimo el pensamiento de Urquiza, desprendiéndose de ellas que el caudillo entrerriano aprovecha, para un simple contacto epistolar, el viaje que el cónsul se propondría hacer a Asunción, que es cosa muy distinta de que tal viaje se hiciese a su pedido. La única referencia a los sucesos que se desarrollaban en el Río de La Plata, es un párrafo en que Urquiza le dice a López: "La República Oriental sufre actualmente los horrores de una guerra intestina que compromete su riqueza y paraliza la rapidez con que marchaba su progreso" (43). ¡De "guerra intestina" calificaba la invasión mistrista-brasileña al Uruguay!

Cardozo (44) da importancia a estos hechos y juega con su dialéctica a favor de la supuesta intención de Urquiza, de promover "la expulsión definitiva de de Buenos Aires de la unión con las demás provincias, vale decir, la ruptura de la unidad argentina y el retrotraimiento de la a la situación anterior a 1859" (45) ningún documento, ni hecho alguno, comprueba que tal fuera ni siquiera la remotísima intención de Urquiza, demasiado empeñado, por esos días, en mantener el nivel de componendas y negocios que había logrado establecer con Mitre. Tan es esto así, que el presidente López, por intermedio de Caminos – según el propio Cardozo – "le mandó a decir que esperaba de él algún acto serio que le hiciera salir de la situación dudosa en que se había colocado frente al gobierno del general Mitre" (46). También esperaba un "acto serio" el ilustre general Peñaloza, condenando a luchar en soledad tremenda, sosteniendo la terrible agonía de las huestes federales, a la espera del cumplimiento de las vagas promesas que le llegaban desde Entre Ríos. Al general Peñaloza, desengañado y retirado a sus casa de Olta, fueron a matarlo, por orden de Mitre y Sarmiento, el 8 de noviembre de 1863. Su cabeza fue exhibida en una pica como trofeo de la "civilización" contra la "barbarie".

Los agentes orientales de Asunción fueron quienes insistieron en animar rumores y versiones que era inminente un "pronunciamiento" del general Urquiza. El canciller Berges, recibía y ordenaba todas esas informaciones, y le indagaba a su agente confidencial en Buenos Aires: "¿Tiene el Gobierno Oriental algún Agente privad cerca del General Urquiza para arreglar un gran pronunciamiento de las trece Provincias, y separar a Buenos Aires de la República Argentina?" (47). Agregaba Berges que "no daba mucho crédito a estas noticias, que sin embargo me han llegado por un conducto muy respetable", lo cual comprueba que ese conducto no podría ser el propio General Urquiza, pues en tal caso toda duda hubiera desaparecido. Deducción ésta que queda definitivamente ratificada, en otra posterior, al mismo Egusquiza, en el que le pide: "Tampoco deje de avisarme lo que se dice de Entre Ríos, el General Urquiza, de López Jordán, y otros jefes notables de esa provincia, pues, por acá llegan ‘algunas bolas’ con intención de hacernos creer que se trata de un pronunciamiento contra Buenos Aires" (48). Si la versiones procedieran directamente del General Urquiza, a raíz de la misión de Rufo Caminos, ¿es concebible que el canciller paraguayo las tratara despectivamente de "bolas"? El juicio certero de Urquiza lo dio el mismo Berges, en la carta al ya nombrado agente confidencial, cuando le decía: "El General Urquiza mira los todos de lejos…" (49).

La opinión de Egusquiza, al responder a la consulta de Berges, del 6 de agosto, también era desfavorable. "Los antecedentes de Urquiza – le decía – no son muy propios para inducir a nadie a formar alianzas con él, aun cuando la política aconseje mantenerse en buenas relaciones con ese caudillo, la prudencia ordena no depositar en él la menor confianza" (50). En cuanto a la opinión de Rufo Caminos, a quien Urquiza le había encomendado la presunta misión ante el presidente López, no se mantenía ni siquiera en los límites de la compostura, pues le llamaba "gaucho entrerriano, nulo e imbécil hasta el infinito" (51).

Todos cuantos tenían algo que ver con las cuestiones que se debatían en el Río de La Plata, le desconfiaban a Urquiza. El encargado de negocios del Uruguay en Asunción, don Federico Brito del Pino, le informaba a su gobierno: "El ciudadano de Entre Ríos parece que está haciendo de las que acostumbra, es decir, que está traicionando" (52), idénticas desconfianzas asaltaban al agente confidencial paraguayo en Montevideo, Brizuela, ponía en duda las versiones sobre actitudes decididas de Urquiza, a quien llamaba "ese hombre" y decía que no depositaba "ninguna fe en su política ni en sus compromisos" (53).

Dudas y diatribas cosechaba Urquiza con su política esquiva y vacilante. Hacía equilibrios entre Mitre y López, y mantenía con ambos espinosa correspondencia. Cerraba la puerta a éstas o aquellas opiniones, pero se cuidaba de dejar entreabierta la ventana. Cuando se le pedían definiciones precisas, las rehuía, y para no disgustar apelaba a pequeñas obsequiosidades. En ocasión de un viaje a Asunción, del ya citado José de Caminos, se le encargó que al retorno se viera con Urquiza, para conocer la fotografía dedicada al canciller Berges. Éste le escribía a López, al campamento de Cerro León, informándole: "El general Urquiza ha hecho conmigo lo que con el Doctor Carreras, mandándome su retrato…" (54). Cuando la gravedad de los problemas ponía un acre olor a pólvora en el ambiente, el general Urquiza dedicaba fotografías...

No obstante estas cuidadas especulaciones, Urquiza llegó más lejos de lo que hubiera deseado y López creyó tener su compromiso formal de encabeza el "pronunciamiento" que el federalismo argentino le reclamaba. El general Resquín, que actuó durante toda la guerra al lado de López y desempeñó como jefe de Estado Mayor de sus ejércitos, luego se ser hecho prisionero en Cerro Corá, fue trasladado al cuartel general del Comando del ejército brasileño, en Humaitá. En las declaraciones que se le hicieron prestar en este punto, el 20 de marzo de 1870, afirmó que "López le había dicho anteriormente que el General Urquiza se había comprometido a unirse con él para hacer la guerra al Brasil y a la Confederación Argentina; pero cuando López hizo la protesta el 30 de agosto de 1864, el general Urquiza se apartó de él" (55). Alberdi afirmó categóricamente que "López tenía documentos que le hacían esperar la cooperación del general Urquiza" (56)

Es evidente que los cálculos de López estaban basados sobre la concurrencia de factores que luego se retrajeron. La piedra liminar en que descansaba su edificio, no era otra que el general Urquiza. Cuado en febrero de 1865, llego a Asunción el doctor Julio Victorica como enviado confidencial de Urquiza , el presidente López tenía ya motivo para sentirse decepcionado de su escurridizo aliado. Sus sistemas de información eran tan completos, que seguía al pelo los acontecimientos y sabía el valor de las lealtades que se le prometían. En este caso del mensajero de Urquiza, estaba enterado, aque el mismo guardara silencio al respecto, que por esos días Urquiza le hacía conocer a Mitre las cartas – privadas, y en muchos casos reservadas – que López le había remitido. (57) Rsta maniobra "confidencial", tan propia de la duplicidad de Urquiza, introducía un elemento de suma consideración en el dispositivo total de la estrategia paraguaya. Pero Victorica ocultó el hecho, ignorando que el presidente López había tenido, con bastante anticipación, denuncia del mismo. En efecto; su agente confidencial en Corrientes, don Miguel G. Rojas en carta del 24 de enero, le había prevenido que "el general Urquiza remitirá a Mitre todos los documentos oficiales recibidos del Paraguay…y quese declarará contra los paraguayos".(58)

El cuadro de la situación aparecería bastante clarificado. Pero López no tenía por qué mostrar sus cartas y simuló la mayor credulidad en cuanto se le manifestaba; hizo, inclusive, una elegante diferenciación entre Urquiza y Mitre. Cuenta Victorica: "Conversamos largamente y aunque él reconocía la sinceridad con que el general Urquiza le afirmaba por mi conducto que nada debía temer de la República Argentina si era respetada la neutralidad que se había impuesto, no le sucedía lo mismo respecto del general Mitre que, según él, ya tenía pactada una alianza secreta con el Brasil y no cesaba de provocar de todos modos un rompimiento con el Paraguay".(59)

López era un diplomático finísimo y utilizaba la ironía con exquisito refinamiento, Decía creer en la "sinceridad" de caudillo entrerriano que se aferraba a la tabla salvadora de una inexistente "neutralidad", pero al demostrarle al falsedad de este último supuesto desvalorizaba el calificativo de "sincero" que le había aplicado. La prueba es que poco después de la visita de Victorica, le escribía a Cándido Bareiro, a Paris: "El caso esta próximo a suceder, y aunque no contamos todavía con ningún disidente, porque el general ha faltado a sus espontáneos ofrecimientos, si la guerra se hace inevitable con ese país, contando con la decisión y entusiasmo de mis compatriotas, espero llegar a buen fin." (60)

Llegaron las horas decisivas y Urquiza se inclinó con todo el peso de su gravitación y de sus medios hacia el partido de Brasil, que había llamado "odioso", y la causa liberal de Mitre, a la que había combatido con las armas en al mano. La aparente fusión de esas dos voluntades enterró a lo largo de las oprimidas tierras argentinas, toda esperanza de vindicación de nuestras tradiciones federales. Las grandes frases reemplazaron a los hechos pequeños; desde Paris Alberdi comentó con su rotunda elocuencia: "En lugar de unir dos países, se contentan con unir dos hombres. Esto se ha llamado recoger el fruto de una gran política; es decir conseguir que Urquiza deshaga su propia obra, su propio poder, su propia importancia" (61)

La historia no comprometida ha tratado de enterrar el misterio de esa terrible experiencia, de ambigüedad y defección, brindada pro el general Urquiza. Los motivos profundos, es que se estructuran y proyectan en cámaras hermética a las que no tienen acceso si no los hincados, los hemos estudiado en otro lugar. Pero hubo también, al parecer, factores de superficie, enlaces dependientes de intereses materiales. Un hombre que estudió con seriedad y pasión la vida y conflictos de las naciones de la cuenca del Plata, el Mexicano Carlos Pereyra, expresó este juicio lapidario: " Urquiza, el jefe entrerriano, después de traicionar la causa de su raza, traicionó la causa de sus corruptores, y en vez de peor por éstos, ya que no había peleado por los Paraguayos, esquilmó a los brasileños, haciéndose vivandero de la expedición" (62). La acusación es categórica; no deja resquicios para la duda.

Los historiadores brasileños no han hecho secreto de estas transgresiones. Cuentan que en los momentos más dramáticos de la guerra oriental, durante el sitio de Paysandú, todos esperaban de Urquiza la actitud enérgica que reestableciera los derechos de los pueblos y diera satisfacción a las demandas de las legiones federales, que estaban listas para la pelea. Había que neutralizar ese peligro. Con tal objeto, se trasladó al palacio de San José, residencia de Urquiza, el general de caballería Manuel Osorio. Concertó con el viejo caudillo una operación de venta de 30.000 caballos, a razón de 13 patacones por cabeza, lo que rindió 390.000 patacones (equivalentes a dos millones de francos oro). Un autor brasileño, Pandiá Calógeras, luego de dar detalles de la insólita operación, expresa: "O general Osorio, o futuro marqués Derval, conhecía-lhe o fraco e deliverou servir déle" (63). Y luego, como síntesis del juicio que este acto mereció a la conciencia brasileña, comenta: "Nao existía em Urquiza o estófo de un homem de Estado: Nao passava de un condottieri" (64).

Lo que no trascendió en el momento de la operación, empezó a saberse poco después, cuando don Mariano Cabal, socio de Urquiza, iba haciendo entrega de las grandes partidas de caballos adquiridas por los brasileños. El cónsul, Rufo Caminos le escribía a Berges: "el rengo D. Mariano Cabal, socio que fue del general Urquiza en la compañía de vapores, ha contratado con los Macados entregarles 30.000 caballos a 13 patacones, cuyo negocio se asegura que lo hace con su antedicho socio" (65).

La opinión inglesa sobre tan deslucidas actitudes, fue expresada en su momento, por el teniente coronel Thompson, que apenas llegó a Londres, en 1869, señaló que Urquiza "supo aprovecharse de la ocasión, salvando a su provincia del envío de grandes contingentes, y logrando enriquecerse y enriquecer a su comarca con la proveeduría de ganados y caballos para el ejército aliado, durante la guerra" (66). La certeza británica, en este sentido, no ha variado un punto, a pesar de los años transcurridos; Cuninghame Graham, en su libro terminado en Ardoch, en 1933, dice que Urquiza, "el sátrapa de Entre Ríos, era el hombre del misterio de esta guerra" (67), agregando más adelante: "a través de toda la guerra, su actitud fue ambigua, pues por una parte recibía mensajes de López, y por otra escribía a Buenos Aires expresando que pronto tendría un ejército numeroso listo para entrar en campaña. Al fin no se inclinó por ninguno de los contendientes, pero obtuvo sus cifras enormes vendiendo ganado a los aliados" (68). No es nada marcial la pintura que, según vemos, unánimemente se le hace; el feroz guerrero de Vences, Pagolargo, e India Muerta, quedó reducido a un vulgar ¡vendedor de caballos!.

Cundo la guerra adquirió estado público como consecuencia de los episodios de Corrientes, Mitre se apresuró a escribirle a Urquiza; le informaba del "acto vandálico cometido por el presidente López", al que calificaba de "un enemigo tan alevoso como traidor". Decía hacer "el debido honor al patriotismo de V.E. y a sus declaraciones en tal sentido, señalándole el puesto que le corresponde en la fila de los leales y valientes argentinos que tienen que vindicar el honor y la dignidad de la República" (69). A lo que Urquiza respondió de inmediato, admitiendo que su interlocutor "ha hecho justicia a mis antecedentes y a la lealtad de mis declaraciones, señalándome un puesto a su lado… para rechazar como se merece la ultrajante ofensa que bárbaramente se nos inferido" (70). Lo irritante de esta respuesta es que Urquiza traduce la esperanza de que esa guerra, "mientras dará gloria a la República, puede dar por resultado seguro extirpar del todo las disensiones políticas que antes han divido al país" (71). Es decir: consagrar el abuso y absorción de Buenos Aires y extirpar definitivamente a las huestes federales de las provincias, que apuntalaban la dignidad del país contra la intolerancia y espíritu de partido de Mitre y el liberalismo.

La definición que tanto se le había venido reclamando la produjo Urquiza con una amplitud inesperada; porque no solo se manifestó complacido de confundirse con las banderías del mitrismo, sino de renovar glorias comunes con el Imperio. El representante brasileño, doctor Octaviano de Almeida Rosa, le escribió para felicitarlo por la proclama que había lanzado "aos soldados de Caseros", probando así –le decía– "nao so as virtudes cívicas de V.E. como á fidelidade de seu coracao a alianza brasileira" (72). La puñalada trapera, asestada con alevosía, arrancó a Urquiza una genuflexión versallesca. "Me complace recordar –le respondió– la gloria que en Caseros adquirieron las armas brasileras y argentinas, cuya alianza sería siempre de honor para ambas, en causa tan justa como aquella" (73). Palabras convencionales, sin duda; pero, en este caso, palabras a cambio de caballos, palabras de vivandero, no de general. Forzado por los compromisos tan rudamente remachados, Urquiza ordenó la movilización de las milicias entrerrianas y su concentración en campamento de Calá. La resistencia popular no se atenúa y las gentes se niegan a creer en la subordinación del poderoso caudillo a una política que contraría su trayectoria y divisa. Así lo afirma el general Wenceslao Paunero al ministro Gelly y Obes: "la división de la victoria se niega a marchar – le dice –, y aún se cree que también la de Gualeguay, y eso es porque aún no creen en la actitud decidida, asumida por el general Urquiza"(74).

Urquiza y sus personeros multiplican su actividad en la misma medida que sienten que una sorda resistencia le está quemando los talones. Se hace notable su empecinamiento en la persecución de quienes resisten a al guerra. El gobernador de Entre Rios, don José Daominguez, hace detener en Concordia a don Juan Coronado, ex secretario de Urquiza, acusándole de "desacreditar la causa nacional de una manera subversiva" (75). El ministro de Gobierno, doctor Nicanor Molinas, cursa instrucciones a los jefes políticos para que vigilen a los individuos "que se ocupan en anarquizar a los ciudadamps qe defienden las causa nacional" (76).

El tres de julio se produce el desbande de Basualdo y el 8 de noviembre ocurre al insubordinación y desbando de Toledo. Las deserciones se generalizan, la reacción popular se agudiza, está latente el clima de la rebelión. El coronel Juan Luis Gonzalez le informa a Urquiza que se dice que"en Paraná, Nogoyá y Victoria de jefes para abajo todos están contra V.E., y si esta marcha no es contra Mitre, que ellos no salen de sus departamentos". (77)

La situación de Urquiza es de sorpresa y desesperación. Luego del desbande de Basualdo aparecen desautorizadas todas las frases de literatura patriótica que estuvo empleando en su correspondencia con el general Mitre. La realidad queda al descubierto; se ve obligado, a licenciar al resto de las tropas para evitar males mayores. "V.E. debe estar persuadido – le escribe a Mitre – que al tomar tan grave resolución, sin esperar sus órdenes, es porque no ha podido ser de otro modo, para no esterilizar en la desmoralización y el desorden elementos que deben volver a concurrir a la defensa nacional como V.E. debe estar seguro que lo harán, que lo haré yo que me he de sacrificar, si es preciso, solo"(78). Es la confesión de un rotundo fracaso; el peso de su soledad trasciende de sus descorazonadas palabras.

Gelly y Obes sigue los acontecimientos y le hace llegar sus impresiones a Mitre: Éste le responde: "Por lo demás, casi estoy conforme con usted en la relativo al concurso material de Entre Ríos, sobre todo siendo como es el general Urquiza un factor inerte que de buena fe está dispuesto al bien, pero que no está a la altura de la situación, no comprende más las cosas que las vieja que pasaron de moda hace muchos años…dando poca importancia a lo que por ahora diga el general Urquiza, pues con todo está conforme…Sin embargo, todo se a de enderezar por la razón o la fuerza"(79) Por la razón o por al fuerza: Ahí esta Mitre de cuerpo entero: En cuanto a Urquiza, humillado y vencido, hay que hacerle sentir todo el peso del liberalismo. Lo primero ha de ser obligarle a castigar a los últimos fieles que le quedan: a los más leales soldados de la divisa federal. Mitre le reclama la aplicación de severos castigos a los "traidores que se atreven a conspirar contra la nación… contándose entre esos traidores algunos con quienes V.E. parece contar para efectuar su reserva"(80). La estocada es evidente; Urquiza no puede negarse al cumplimiento de las órdenes que se le imparten; porque a la orden se añade la vedada amenaza: "Si después de lo que le he manifestado a V.E. reservadamente, aun se demorasen las medidas dictadas contra esas personas…"(81). ¡Horror! ¿y los caballos? ¿Es tan duro el corazón de Mitre que no valora el sacrificio de proveer caballos a cambio de míseros patacones?

Tímidamente quiere Urquiza salvar el honor de sus banderas y lanza una proclama a los"soldados de Caseros", atribuyéndole haber amortiguado la rudeza del golpe paraguayo, hasta tanto Mitre pudiera concurrir con sus legiones. "Por vosotros retrocedió el paraguayo en su primera invasión – les dice -; vosotros contribuisteis a que un solo sentimiento de venganza honrosa respondiese en toda la República al afrentoso ultraje que se disfrazaba para especular siniestramente en nuestras antiguas disensiones. A vosotros debió entonces la provincia salvar su territorio de ser el teatrop sngriento de la lucah manteniéndose en al frontera, mientras se reunió y organizó el grande ejército"(82).

Luego de ésta proclama de falsos horísmos, Urquiza cursó órdenes severísimas y autoirzó la aplicación de bárbaros castigos a los reticentes. Al general López Jordán le escribió: "Le recomiendo muy particularmente que, con la mayor reserva, averigüe quienes fueron los que, en Basualdo y Toledo, imitando el aullido del los perros y los zorros, daban la señal para la deserción y los qu sean autores, capturados y remitidos a este Cuartel General" (83). Lo que significaba en la terminología urquicista, eso de remitir prisioneros al Cuartel General, puede deducirse de esta otra carta dirigida al mismo destinatario: "Hoy se han fusilado tres después de haber sido sumariados y condenados por consejo ordinario. Quiero que me persiga y remita a este Cuartel General a los oficiales Lara, Retamar y un yerno del Cnl. Gutiérrez, instigadores de las deserciones de Toledo"(84). La ferocidad de la represión produjo, al parecer, los efectos que Mitre se proponía. Al menos, así se lo comunicaba el general Urquiza: "La medidas tomadas para reprimir las malas pasiones que causaron los desórdenes de Basualdo y Toledo, producen los saludables efectos que debían proponerse"(85)

No hade descuidarse Urquiza para lo sucesivo. Rodea de extremas precauciones la leva de soldados, su concentración en regimientos y su despacho para el frente de la guerra. Su panegirista Cárcano nos cuenta cómo, "perseverante en su decisión patriótica#, pudo embarcar desde el perto de Concepción del Uruguay, algunos batallase seleccionados. Para evitar sorpresas, "desde su despacho de la ciudad dirige la operación". En esto aparece un oficial, que luego de saludar militarmente, le dice: "Mi general, la tropa no quiere embarcarse". La escena, en la expresiva narración de Cárcano, merece reproducirse. "Denme mi lanza, exclama el general. Salta en el primer caballo que halla al salir, y parte a gran carrera en dirección al puerto…Blandiendo la lanzaron su brazo fuerte, parece que encabeza una de las cargas irresistibles que tantas veces le dieron la victoria. Llega al puerto, revista a trote largo la tropa formada, laza en mano, mirando fijamente. Detiene su caballo frente al portalón del barco, y se oye su voz arrogante: ¡Comandante! Ordene que se embarquen de uno en fondo. La voz de madno se repite, y la tropa se embarca en silencio. El barco se aleja conduciendo tranquilamente el contingente entrerriano, arrancado por el grito de su caudillo del abismo de su retraimiento"(86).

Esos contingentes que tranquilamente eran despachados para acrecentar los ejércitos de la Triple Alianza, deben se aquellos de que Mitre le acusaba recibo: "Llegó ya el comandante Pintos con una parte del contingente que envía V.E. de esa provincia. De conformidad con lo que V.E. me pide, dispongo el regreso de la custodia que trajo el contingente"(87). Así es como Mitre y Urquiza, contrariando los naturales sentimientos de los pueblos, mandaban nuestros jóvenes dignos y patriotas a pelear contra el Paraguay: un país enigmático y extraño al que por esos medios - custodias y grillos – se proponían abrirlo a las corrientes de la civilización.

Pero, a la postre, la contribución de Urquiza, por la quiebra de su prestigio y por la creciente insurrección popular, quedó reducida a esas pequeñas remesas "bajo custodia", con las que – según Cárcano – ealvo "la dignidad de su provincia sobre el pantano localista"(88). Su capacidad de caudillo quedó gravemente lesionada. En un intento por reconquistar la adhesión del gran partido que se oponía a la guerra contra el Paragbuay enarboló el estandarte de la paz, situándose en esa tierra de nadie en la que se cruzaban los tiros de los bandos. Mitre se encontraba en Yatay-Corá, donde acababa de repulsar la generosa propuesta del mariscal López. Urquiza le escribio al caciller Elizalde: "Vuestra excelencia sabe que yo trabajé por conjurar la guerra, tanto porque trabajo para que en ella se salve el honor de nuestra bandera. Bien, yo deseo el triunfo como deseo la paz…No la paz como bandera traidora de oposición y resistencia…la deseo como término racional de toda guerra…Mostrándonos fuertes y serenos en la lucha y conservando la tranquilidad interior se puede llegar a ella salvando con la dignidad del país los principales intereses de la alianza" (89). Era una póstuma tentativa de ecuanimidad que no había de servirle sino para aumentar las sospechas que a su respecto alimentaban los círculos más ortodoxos de Buenos Aires.

Aunque los abanderados de la causa federal en las provincias, sabían muy bien que ya no doía contarse con Urquiza, seguían invocando su nombre para aprovecharle y comprometerle. No consiguieron resultados positivos con ello, pero impidieron la estabilidad de la nueva situación, al servicio del porteñismo, que Urquiza quería crearse. Todas las aspiraciones que alentaba el caudillo entrerriano, se quebraron irremisiblemente en la insinuación de su complicidad con los levantamientos internos que arreciaron en 1867.

La situación del país se volvió muy peligrso, imponiéndose el regreso de Mitre y el retiro de tropas de los campos de batalla paraguayos. Los cenáculos porteños vibraban contra Urquiza, atribuyéndole una influencia que estaba muy lejos de conservar en ese entonces. El diario de Mitre – La Nación Argentina -, refiriéndose a Entre Ríos, escribía: "No podemos disimularlo, esta provincia es radicalmente enemiga de la actualidad, no obstante ser una de la que más ha prosperado…Basualdo y Toledo son dos pruebas recientes, de que Entre Ríos no olvida sus odios ni ante las exigencias del honor nacional, ni ante el peligro común…La prensa de aquella provincia es de tiempo atrás una propagando rabiosa de odios tan brutales que deshonran al corazón humano…Si se pronunciará por la reacción tomando parte en la rebelión y en la traición que ella simbolizan el tiempo lo dirá. Por ahora solo sabemos que no podemos contar con su cooperación. Como todo pueblo que no tiene voluntad propia y depende absolutamente de la voluntad de un hombre, no puede saberse cual será la actitud de Entre Ríos. El general Urquiza lo dirá, y si hemos de creer a sus propios intereses a las exigencias del honor y de la gloria y a sus compromisos, como hombre público y privado debemos esperar que condenará la reacción, o que al menos, le negará su cooperación. No es creíble en manera alguna que el general Urquiza quisiera terminar su vida pública con una traición a la patria, que lo deshonraría ante la historia"(99). El artículo está lleno de implicancias y de sutiles estocadas; bien conocían el palo que tenían entre manos.

Urquiza trató de capitalizar a su favor la oscura conducta de estos años, exhibiendo como un acto de abnegación lo que había hecho en el caso de la guerra contra el Paraguay. En 1868 escribía al doctor Salustiano Savalía, declarando: "Largamente me esforcé con el señor Mitre para evitarla, antes que estallase; le mostré sus inconvenientes, le auguré su duración y las calamidades de que podía ser consecuencia, en una extensa correspondencia que alguna vez será del dominio público, cuando ya no pueda importar sino para la relación crónica de los sucesos; pero la guerra estalló y el Presidente solicitó mi concurso, y se lo presté arrastrando forzadamente a un pueblo, para quien era esa lucha terriblemente antipática. Todo lo que es personal lo expuse, y los hechos probaron que ese esfuerzo era superior a lo que humanamente podía exigirse, si bien bastó a contener al enemigo (desconózcanlo la ingratitud y la lealtad) y a dar lugar a que se organizase un ejército capaz de empujar la guerra sobre el territorio enemigo. Después de eso, es esta provincia la que relativamente ha conservado hasta hoy mayor contingente en el ejército, hecho cuyo conocimiento sorprenderá a usted, sin duda, porque se ha hecho empeño en ocultarlo aunque el Presidente me lo acredite en su correspondencia privada"(91).

Buscando su colocación ante la historia, Urquiza deformaba los hechos y hasta se atribuía el profético papel de haber vaticinado que la guerra sería difícil y larga. No hobía tal, sino exactamente lo contrario; pues en la proclama que lanzó inmediatamente de ser investido por Mitre de la comandancia en jefe las fuerzas entrerrianas, anunciaba: "¡Compañeros! Marcho a ponerme a vuestro frente. La Nación entera está de pie, No tardará en rechazar con brío la torpeza de la afrenta. Una breve campaña, un robusto esfuerzo y grande inmarcesible será la gloria". Plagiando la fanfarronerpia de Mitre, prevería un paseo militar y una gloria inmarcesible.

Los penosos equilibrios del viejo y gastado caudillo federal, que tanta gloria había acumulado en los tiempos en que permanecía fiel a la Confederación Argentina, nos ofrecen una estampa triste de los últimos años de su vida. Uno a uno los caudillos del federalismo en tierra adentro, fueron recurriendo a su persona y quedaron varados en la estacada. Urquiza los abandonó sistemáticamente, los incitó a la acción para desautorizarlos luego, y contempló con indiferencia la muerte, la proscripción o el ensañamiento de que fueron siendo víctimas. El general Peñaloza era un ejemplo vivo de esta insensibilidad de roca inmutable, con que lo vio morir, y apenas se sobresaltó cuando resonaron las palabras del inmortal Hernández: "El general Urquiza vive aún, y el general Urquiza tiene también que pagar su cuota de sangre a la ferocidad unitaria, tiene también que carer bajo el puñal de los asesinos unitarios"(93).

Aliento de profecía había en este vaticinio del autor del Martín Fierro. Su publicación se hizo en julio de 1869. Urquiza se creía lavado de viejas afrentas, gracias a su dócil sometimiento a las directivas que impartía Buenos Aires. Pero los unitarios, como los llamaba Hernández, llevaban sus odios hasta la tumba. El caudillo entrerriano seguía siendo para ellos, en esas vísperas de su asesinato, el gaucho feroz y la encarnación de la barbarie. La soberbia del iluminismo porteño no podía conciliarse con al ignorancia de las masas rústicas de la s campañas, de las que Urquiza, a desecho de si mismo, seguia siendo emblema y representación.

Justamente por esos días, los sectores más recalcitrantes del mitrismo, que se agrupaban alrededor de la Imprenta Americana, editaron el libreo del coronel Thompson, en el que este autor decía: "Urquiza es e jefe de un fuerte partido político en la República, y sobre todo en Buenos Aires"(94). Esta errónea ubicación del caudillo entrerriano indignó a los dueños de las luces porteñas, que osaron ponerle la siguiente acotación la pie de página: "El general Urquiza, no tiene en Buenos Aires el gran partido que le atribuye el autor. La provincia más adelantada de la República, y que tantos esfuerzos ha hecho por combatir la política del caudillaje representado por él, no merece semejante acusación. Urquiza saca su fuerza de las masas bárbaras que en el interior de la República obedecen a los Sáa y los Varela. Conocida su historia, sus antecedentes y el color político que representa, la generalidad de sus partidarios tiene que estar necesariamente en razón inversa del adelanto político de los pueblos"(95).

¡Horrible ingratitud! Urquiza traicionó a sus amigos para servir a Mitre, pero Mitre abominaba de Urquiza para no traicionar a sus amigos. De los dos, Mitre e sentía más comprometido y era, por lo tanto, mas leal.

Todo esto acontecía cuando Urquiza había coronado su política de conversión, durante el período en que se debatía en la República el problema de las candidaturas. Mitre ponía todo el peso (diciendo que no lo ponía) al servicio de la candidatura presidencial de Elizalde. Otros grupos liberales, separados por una mera cuestión de campanillas apoyaban a Sarmiento. Los gobiernos federales levantaron una vez más la candidatura de Urquiza. Era una candidatura desteñida, después de tantas defecciones , pero no había otra personalidad nacional que pudiera sustituirla. Era una fatalidad de los tiempos no poder prescindir de ella.

La situación de Corrientes respondía al partido federal cuyo gobernador don Evaristo López, apoyaba la candidatura de Urquiza, a pesar de que"tiene cartas del Gral. Mitre – le informaba a Urquiza su hijo José Carmelo – donde le pide no le preste su influencia a favor de Ud. en la cuestión presidencia: que se perdería si lo hacía"(96) La prescindencia de Mitre y la despampanante carta de Tuyú-Cué, se van con esto por el suelo: pero el liberalismo no se pierde en estas contradicciones,, porque sus argumentos de autoridad constituyen la única fuente de la historia.

La situación de Corriente era sostenida por el general Nicanor Cáceres, el mismo que en 1863 alistó 600 hombres ara apoyar la revolución de Flores, y que al estallar la guerra con el Paraguay fue el primer comandante en jefe de las fuerzas de caballería correntinas. Era buen amigo de Urquiza y en esta cuadrera política se jugaba toda su plata al caballo del entrerriano.

El partido liberal porteño estaba dispuesto a suprimir ese bastión de una "candidatura reaccionaria" (como había calificado Mitre a la de Urquiza) y volcar la situación a favor del caballo del comisario. Infiltró en la provincia elementos sediciosos y armas; el 27 de mayo se produjo el alzamiento, tomando prisionero al gobernador López e instalando un gobierno revolucionario de corte mitrista y liberal. El general Cáceres, con las tropas leales, se recostó hacia la provincia de Entre Ríos y desconoció el poder de facto establecido por los revolucionarios.

El gobierno central, invocando la situación de guerra civil en que e encontraba la provincia, envió al coronel Emilio Mitre, a bordo del barco de guerra Pavón, con 2.000 hombres y seis piezas de artillería. Desembarcaron en Goya, el 12 de julio. El 31 se libró el combate de Arroyo Basualdo. La fuerzas federales, al mando de los generales Cáceres y López Jordán derrotaron a las insurrectas comandadas por los coroneles mitristas Reguera y Ocampo. Entonces el comisionado nacional juzgó prudente intervenir para promover un arreglo pactado, haciendo participar al general Urquiza en las negociaciones. La primer exigencia fue que se retirara del servicio activo al general Cáceres; Urquiza accedió a este requerimiento.

La estupefacción de Cáceres no pudo haber sino haber sido tremenda. También la del gobernador López cuando recibió una carta en que Urquiza le decía que el gobierno nacional tenía toda la razón de su parte. A su hijo José Carmelo le escribió: "con fecha de ayer le he pasado una nota al Gral. López para que observe la más estricta neutralidad, escribiéndole al él y vos y al coronel Martínez cartas particulares en ese sentido porque la provincia de Entre Ríos no puede ni debe mezclarse en una cuestión que el Gobierno Nacional está en el terreno de su derecho, merced a los explotadores y politicones que como ya he dicho, por desgracia abundan"(97) Esos "explotadores o politicones" a los que el a los que el gobierno nacional quería extirpar eran los que sostenían la candidatura de Urquiza; y Urquiza le cedía al gobierno nacional la primacía y el derecho de aplastarlos.

Así traicionó Urquiza una vez más a sus amigos federales. Y, como en el caso del Paraguay, puso se espada en contra de aquello mismo que había prometido sostener. Sarmiento, vencedor de su candidatura asumió la presidencia de la República y envió a su ministro Vélez Sársfield a Entre Ríos, para tramitar una fórmula de arreglo para la situación de Corrientes, Reunidos Urquiza y el comisionado nacional, en Concordia, se dio al pleito la solución que convenía al partido liberal porteño. El coronel Mitre le informaba al gene ral Gelly y Obes: "Debo decirle que según me lo manifiestan el presidente y el doctor Vélez Sarsfield, la mente del Gobierno Nacional es dejar en pie el partido liberal en Corrientes, haciendo que su actual gobierno (el revolucionario) sea el que presida las próximas elecciones de electores de Gobernador…Urquiza ha puesto el hombro para sostener el arreglo hecho, contribuyendo poderosamente a resultado obtenido"(98) Urquiza puso el hombro para apuntalar el edificio del enemigo; como lo venía haciendo desde Pavón. Esta vez la suerte le tocó al leal soldado federal Evaristo López, cuya cabeza Urquiza se la brindaba a Sarmiento. Acaso para compensarlo de la que no alcanzo a conquistar en 1861 cuando lo aconsejaba a Mitre: "No deje cicatrizar la herida de Pavón; Urquiza debe desaparecer de la escena cueste lo que cueste: Southampton o la horca"(99).

Los hechos y documentos transcriptos son al historia viva de un período de nuestra luchas civiles, en que la divisa de la dignidad nacional de los derechos de los pueblos y de la buena convivencia americana, fue vencida, más por la mano de la traición que por la espada del enemigo. La guerra del Paraguay fue un episodio – el más dramático y grandioso – de esas luchas civiles, en las que se definía la dimensión y profundidad de nuestro destino.

El general Urquiza tuvo la representación y la confianza de las fuerzas que aspiraban a edificar ese destino con materiales, instituciones y cultura autónomas y originales. Fue inferior a la elevada jerarquía que los acontecimientos le asignaban. Su defección torció el curso de la historia...

Abreviaturas utilizadas

ANA - Archivo Nacional de Asunción

AGNA - Archivo General de la Nación Argentina

AGNU - Archivo General de la Nación Uruguaya

BNRJ – Biblioteca Nacional de Río de Janeiro

Colec.R.B. – Colección Río Branco

F.O. – Foreign Office

M.R.E.P – Ministerio de Relaciónes Exteriores del Paraguay

C.N.O . – Copiador de Notas Oficiales

C.C.C – Copiador de Cartas Confidenciales

RORA - Registro Oficial de la República Argentina (o registro nacional).

Referencias

(1) Sagarna, El hombre del pronunciamiento, de la liberación y de la organización.

(2) Urquiza a Joaquín Madariaga: 6 de diciembre de 1846. El Paraguay Independiente, II, pág.414.Ed.de 1858 .

(3) Tratado Derqui-Varela. Archivo Diplomático del Paraguay. Asunción. I, p.45-48

(4) Art. 7° del tratado.

(5) Carlos Antonio López. Mensaje al Congreso. 14 de marzo de 1854.

(6) Urquiza a Pujol. 8 de agosto de 1853. Archivo Pujol. Recopilado por J.N.Pujol.

(7) Decoud a López. Parná, 13 de enero de 1855. Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. (B.N.R.J.) Colec.R.B. I-29, 30, 17, n°6.

(8) Egusquiza a Falcón. Paraná, 3 de abril de 1855. (B.N.R.J.) Colec.R.B. I-29, 30, 18, n°3.

(9) Cfr. Sánchez Quell, La diplomacia paraguaya de Mayo a Cerro-Corá, pag.91. Kraft.colec.Cúpula. 3° ed.

(10) Ibidem. Pág.95

(11) Ibidem. Pág.93

(12) Tratado Guido-Vásquez; 29 de julio de 1856. El Semanario, n° 158, 8 de noviembre de 1856.

(13) Decoud a López. Buenos Aires, 5 de diciembre de 1857. original en la B.N.R.J, Colección R.B, y -30,23,11

(14) Convención Fluvial con el Imperio del Brasil. Paraná, 20 de noviembre de 1857. tratados, convenciones, protocolos, actas y acuerdos internacionales de la república argentina, 11 volúmenes. Publicación oficial, Buenos Aires, 11-12 2,p.439-53

(15) Paranhos a Urquiza. Paraná. Enero de 1858. AGNA. Urquiza, leg. 57

(16) El Semanario, n°192

(17) La República – n° 872 Buenos Aires, 21 de diciembre de 1869

(18) Silva, Carlos Alberto: La política internacional de la nación Argentina Impr. De la cámara de diputados diciembre de 1946, página 315

(19) Vázquez a de la Peña. Asunción, 29 de julio de 1859. ANA. vol 84 n° 1 B

(20) Quinta carta a Mitre. La Nación Argentina, 18 de diciembre de 1869, polémicas de la triple alianza, pág 132 (páginas históricas: polémicas de la trple alianza. Correspondencia cambiada entre el general Mitre y el Doctor Juan Carlos Gómez, con una introducción del doctor Jacob Larrain, impr. Lit. inc. La mañana. La plata. 1897)

(21) Antecedentes relativos al pacto de la unión Nacional del 11 de noviembre de 1859. Buenos Aires 1940. pág. 224

(22) Mitre a Frías. Cuartel general de arroyo dulce. 4 de septiembre de 1861. Frías Félix, la gloria del tirano Rosas y otros escritos polémicos. Prologo de Domingo Faustino Sarmiento WM Jackson, inc.; grandes escritores argentinos – 39. Buenos Aires.

(23) Berro, Aureleno G.: Bernardo P Berro. Vida pública y privada. Tomo II de 1860 a 1864. la diplomacia. La guerra. Las finanzas. Impr. De el Siglo ilustrado. Montevideo, 1921.

(24) La Nación Argentin; ,27 de octubre de 1863

(25) Proclama del coronel Waldino Urquiza; 15 de septiembre de 1863 rpr La Nación Argentina, 1863

(26) La Nación Argentina, 3 de noviembre de 1863.

(27) La Nación Argentina, 18 de agosto de 1863

(28) La tribuna. 31 de mayo de 1863

(29) Bustamante, José Luis: Memorias sobre la revolución del 11 de septiembre de 1852 impr del Comercio. Buenos Aires, 1853

(30) Sarmiento. D.F Cmpaña en el ejército Grande. 2 volúmenes. Tomo II pág 114

(31) Julio Victorica, Reminiscencias Históricas. En revista de Derecho Historia y Letras VI, Buenos Aires 1910

(32) Ereño a Urquiza. Uruguay, 31 de agosto de 1864. AGNA, Archivo Urquiza, legajo 28.

(33) Calderón Luis B: Urquiza, Buenos Aires 1949.

(34) Irazusta Julio, Urquiza y el pronunciamiento. Pág. 120 edit La Voz del Plata. Buenos Aires 1953.

(35) Carcano Ramón, Guerra del Paraguay, Acción y Reacción de la triple alianza, viau y cía. Buenos Aires 1941, pág. 125.

(36) Lamas a Castellanos. Buenos Aires, 29 de agosto 1864, AGNU caja 92, 16.

(37) Ramón Carcano. Op. Cit. I página 131-53.

(38) L fecha que indica Carcano está, evidentemente, equivocada, a tenor de la correspondencia transcripta fechada en julio y agosto de 1853. la observación la hace Cardoso, vísperas de la guerra, notas al pie de página 125 Cardoso Efraín, editorial el Ateneo 1954.

(39) Carcano op. Cit, I pp. 131-32.

(40) íbidem, I, pp, 132-33.

(41) Cardoso op cit. Nota al pie de la página 126.

(42) AGNA archivo Urquiza Legajo 132.

(43) Cárcano op cit I pp, 133-33.

(44) Cardoso, op cit. pp 125,30.

(45) Ibídem pag 129.

(46) Ibídem pag 129.

(47) Berges a Egusquiza. Asunción, 6 de Agosto de 1863 REBAUDI, A: La declaración de guerra de La República del Paraguay a La República Argentina. Misión mis caminos. Misión Cipriano Ayala. Declaración de Isidro Ayala. Serantes Hnos. impresores. Bs. As. 1984 Pag 87.

(48) Ibidem; 6 de septiembre 1863. Ib., Pág. 88.

(49) Ibidem; 21 de noviembre de 1863. Ib., Pág. 93.

(50) Egusquiza a Berges. Buenos Aires, 17 de agosto de 1863. Cardozo, op. Cit., Pág. 137, con indicación de inédita.

(51) Caminos a Berges., 4 de marzo de 1864. Arch. del M.R.E.P.

(52) Brito del Pino a Herrera. Asunción, 21 de enero de 1864. Herrera, Luis Alberto de: La clausura de los ríos, t.IV pp. 450-52 Montevideo, 1920.

(53) Brizuela a Berges. Montevideo, 15 de octubre de 1864. Original en la B.N.R.J., colec R.B., I-29, 32, 5.

(54) Berges a López. Asunción, 10 de noviembre de 1864. ib., I-30, 13, 46.

(55) Papeles de López, pp. 144-62. Laserre. Impr. Americana, Buenos Aires, 1871.

(56) Alberdi, Escritos póstumos-IX, Pág. 420. La República Argentina 37 años después de la Revolución de Mayo (Valparaíso)

(57) Urquiza a Mitre. San José, 8 de febrero de 1865. Archivo del General Mitre, II, pp. 99-100. Biblioteca de la Nación. Buenos Aires, 1911-14.

(58) Rojas a Berges. Corrientes, 24 de enero de 1865. Original en B.N.R.J., colec. R.B., I-30, 3, 31.

(59) Victorica, Urquiza y Mitre, Pág. 481. Contribución al estudio de la Organización Nacional. J. Lajouane y Cia. Buenos Aires 1906.

(60) Benítez Gregorio. Anales diplomático y militar de la guerra del Paraguay. Pág. 138. Muñoz Hnos. Asunción 1906.

(61) Alberdi, Juan Bautista: Los intereses argentinos en la guerra del Paraguay con el Brasil. Cartas dirigidas a sus amigos y compatriotas. Impr. Simón Racon y comp. París 1865.

(62) Pereyra Carlos., Francisco Solano López y la guerra del Paraguay. Pág. 29. Editorial Americana., Biblioteca de la juventud hispano-americana. Madrid, 1919.

(63) Calógeras, Pandiá, Formacao histórica do Brasil. Pág. 277. Compañía Editora Nacional. Biblioteca Pedagógica Brasileira. San Pablo, 1945.

(64) Ibidem, Pág. 282.

(65) Caminos a Berges, Paraná, 25 de marzo de 1865. Rebauidi, La declaracion de la guerra de la República del Paraguay a la República Argentina. Pág. 271-72.

(66) Thompson Jorge, La guerra del Paraguay, Pág. 29. Imprenta Americana, Buenos Aires, 1869.

(67) Cunninghame Graham. Solano López, Retrato de un dictador, pág. 167 Edit. Inter-americana, Buenos Aires, 1943.

(68) Ibidem, pp. 168-69.

(69) Mitre a Urquiza. Buenos Aires, 17 de abril de 1865. Archivo del General Mitre, t. II. pp. 112-13. Biblioteca de La Nación, Buenos Aires, 1911-14.

(70) Urquiza a Mitre. Uruguay, 19 de abril de 1865. Ib., II, Pág. 114.

(71) Ibidem.

(72) Octaviano a Urquiza. Buenos Aires, 21 de abril de 1865. Archivo del General Mitre, II. Pág. 118.

(73) Urquiza a Octaviano. 24 de abril de 1865. Ib., II. Pág. 118.

(74) Paunero a Gelly y Obes; 29 de abril de 1865. Revista de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, XXI, n° 51.

(75) Del Gobernador Domínguez al P.E. Nacional. Paraná, 9 de mayo de 1865. Original en el Arch. de Entre Ríos, Paraná.

(76) Instrucciones del 13 de junio de 1865. Recopilación de Leyes, Decretos y Acuerdos de la Provincia de Entre Ríos, 1821-1873. Concepción del Uruguay, 1876.

(77) Gonzáles a Urquiza. San Pedro, Gualeguay, 19 de septiembre de 1865. Manuel E. Macchi, Urquiza y la Unidad Nacional.

(78) Urquiza a Mitre. Trocitos, 7 de julio de 1865. Archivo Mitre, II Pág. 225.

(79) Mitre a Gelly y Obes. Cuartel General, Concordia, 24 de julio de 1865. Ib., III, pp. 45-48.

(80) Mitre a Urquiza. Sitio de Uruguayana, 12 de noviembre de 1865. "Reservada". Ib., II, Pág. 240.

(81) Ibidem.

(82) Proclama de Urquiza; 21 de octubre de 1865. El Uruguay, año X, N° 1928, Concepción del Uruguay, 26 de octubre de 1865.

(83) Urquiza a López Jordán; 8 de diciembre de 1865. Archivo López Jordán-Vásquez, Paraná.

(84) Ib, 7 de diciembre de 1865. Ib.

(85) Urquiza a Mitre. San José, 20 de diciembre de 1865. Archivo Mitre, II, Pág. 252.

(86) Cárcano, Ramón J. Guerra del Paraguay, orígenes y causas, Pág. 239-240. Editores, Domingo Viau y Cia. Buenos Aires, 1929.

(87) Mitre a Urquiza. Cuartel General Yataytí, 4 de octubre de 1866. Archivo Mitre, II, Pág. 269.

(88) Cárcano, Ramón J. Guerra del Paraguay, orígenes y causas, Pág. 240. Editores, Domingo Viau y Cia. Buenos Aires, 1929.

(89) Urquiza a Elizalde; 13 de noviembre de 1866. AGNA, Archivo Urquiza.

(90) Reproducido por Natalicio Talavera, correspondencia de guerra. Campamento de Paso Pucú, 13 de noviembre de 1867. El semanario, n° 674.

(91) Urquiza al Dr. Salustiano Zabalía; 11 de febrero de 1868. AGNA, Archivo Urquiza, borradores.

(92) Proclama del Capitán General, Comandante en Jefe de las fuerzas entrerrianas, General Don Justo J. de Urquiza; 21 de abril de 1865. Beatriz Bosch, Presencia de Urquiza. Pág. 212. Edit. Raigal; Biblioteca Juan María Gutiérrez. Buenos Aires, 1942.

(93) José Hernández, artículo en La Capital, Rosario, 4 de julio de 1869.

(94) Thompson Jorge. Pág. 29. La guerra del Paraguay. Imprenta Americana, Buenos Aires 1869.

(95) Ibidem. Nota de los editores al pie de la página 29.

(96) José Carmelo Urquiza a su padre; 8 de septiembre de 1868. AGNA, Archivo Urquiza, legajo 159.

(97) Urquiza a su hijo José Carmelo; 4 de octubre de 1868. Ib.

(98) Del Coronel Mitre al General Gelly y Obes; 31 de octubre de 1868. Revista de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, XXII, n° 53.

(99) Sarmiento a Mitre; 20 de septiembre de 1861. Archivo Mitre, IX, pp. 360-63.

Bibliografía


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