Historia política de los Juegos Olímpicos de 1936

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En 1936, los Juegos Olímpicos de Garmisch-Partenkirchen y los Juegos Olímpicos de Berlín se celebraron en la Alemania Nacionalsocialista, respectivamente en Garmisch-Partenkirchen, (Baviera) y Berlín.

La elección de las sedes no fue particularmente polémica. Sin embargo, tras la subida de Adolf Hitler al poder, hubo propuestas de boicot e incluso intentos de organizar olimpiadas alternativas. Durante los juegos, Alemania mostró su verdadero rostro al mundo. El mundo pudo ver que la usina de mentiras activada por las organizaciones judías y comunistas de todo el mundo, eran falsas.

Elección de la organización

El Comité Olímpico Internacional atribuyó la organización de los Juegos Olímpicos de Verano a Berlín durante su congreso en Barcelona en el año 1931. La otra ciudad candidata para acoger la celebración era precisamente Barcelona. En aquella época, se comenzaba eligiendo la ciudad que organizaría los juegos de verano y luego, el comité olímpico nacional elegía el lugar de celebración de los juegos de invierno. Los Juegos Olímpicos de Invierno de 1924 y 1932 se celebraron en el mismo país en el que tuvo lugar la celebración de los juegos de verano. Fue por este motivo que el Comité Olímpico Alemán eligió las ciudades de Garmisch-Partenkirchen para acoger las competiciones invernales.

La elección de Alemania tuvo una carga política considerable debido a que devolvía la celebración de las grandes competiciones deportivas al país tras la Primera Guerra Mundial. Además de eso, los Juegos Olímpicos de 1916, que tuvieron que ser cancelados por la Gran Guerra iban a celebrarse en Berlín.

Propuesta de boicot

Adolf Hitler y el NSDAP fueron elegidos en las elecciones del 5 de marzo de 1933. Pocos meses después, diversos miembros de comités olímpicos nacionales comenzaron a preguntarse si sería éticamente correcto participar en unos juegos organizados por los nacionalsocialistas.

En Estados Unidos, el presidente del comité olímpico nacional, Avery Brundage, fue el primero en apostar por retirarle la organización de los juegos a Alemania, abogando porque se organizaran en otro país. Brundage estaba particularmente preocupado por las presiones judías en su país. No obstante, tras una visita a Alemania, Brundage declaró que los judíos alemanes estaban siendo bien tratados y que los juegos debían tener lugar como estaba previsto. Brundage, que asumía una responsabilidad particular, debido a que la delegación estadounidense era tradicionalmente la más numerosa, se manifestaría en ocasiones posteriores en contra de un posible boicot, afirmando que el deporte se debería mantener alejado de los problemas internos de Alemania. Incluso llegó a afirmar la existencia de una conspiración judeo-comunista contra la participación de los Estados Unidos en los juegos.

Del lado de los partidarios del boicot, uno de los más activos era Jeremiah Mahoney, presidente de la Federación Estadounidense de Atletismo. Mahoney decía que participar, según él, implicaba en apoyar a Hitler. Ernst Lee Jahncke, otro de los activistas favorables al boicot fue expulsado de Comité Olímpico Internacional por manifestarse en contra de la participación de Estados Unidos en los juegos.

Las propuestas de boicot fueron también vivamente discutidas en otros países, especialmente en el Reino Unido, Francia, España, Suecia, Checoslovaquia y en Holanda. Los alemanes exiliados de ideología marxista también se manifestaron a favor del boicot. No obstante, con la excepción de España, todos estos países terminarían por participar, pese a que atletas, en su mayoría judíos, de varias delegaciones se negaran a asistir.

Juegos alternativos: las Olimpiadas Populares

Los partidarios del boicot comenzaron a organizar unos juegos olímpicos alternativos (las llamadas Olimpiadas Populares) que debían celebrarse en Barcelona en 1936. La elección de la ciudad española se debió a que había sido la candidata derrotada frente a Berlín en la decisión del Comité Olímpico Internacional. Sin embargo, esta iniciativa tuvo que ser anulada pocos días antes del comienzo del evento deportivo debido al estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936.

Países participantes

Los siguientes países participaron en los juegos: Afganistán, Sudáfrica, Alemania, Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Bermuda, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Checoslovaquia, Dinamarca, Egipto, Estados Unidos, Estonia, Filipinas, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, India, Italia, Japón, Yugoslavia, Letonia, Liechtenstein, Luxemburgo, Malta, México, Mónaco, Nueva Zelanda, Noruega, Países Bajos, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumania, Suecia, Suiza, Turquía y Uruguay. Nunca antes habían participado tantos países en los Juegos Olímpicos.

Infraestructuras

La construcción, decoración y renovación de infraestructuras deportivas y zona de ocio se realizó a gran ritmo, intentando mejorar la apariencia de las sedes de los juegos. El centro de las mayores atenciones sería naturalmente el Estadio Olímpico de Berlín.

Estadio Olímpico de Berlín

Los proyectos iniciales del nuevo estadio habían sido encargados al arquitecto Werner March. El estado sustituyó al Estadio Alemán (Deutsche Stadion) diseñado por Otto March (padre de Werner March) y construido entre 1912 y 1913 para ser sede de los Juegos Olímpicos de Verano de 1916, que terminaron por no celebrarse debido a la Primera Guerra Mundial.

Los proyectos de Werner March fueron rechazados por el propio Adolf Hitler durante su construcción. Hitler exigía que el estadio fuese el mayor de todos los que se habían construido en el mundo. Por supuesto tenía que ser considerablemente mayor que el estadio de los Juegos Olímpicos de 1932 en Los Ángeles.

Ceremonia de apertura

Toda la ciudad de Berlín estaba decorada con la esvástica cuando la llama olímpica llegó a la ciudad el 1 de agosto de 1936 y los juegos de la XI Olimpiada fueron inaugurados. Sobre el estadio flotaba el enorme dirigible Hindenburg, sobre el cual estaba suspendida la bandera olímpica. Durante la ceremonia inaugural, el estadio tenía más de cien mil espectadores, mientras que en el exterior, un millón de personas se colocó en las calles para ver el desfile de coches que transportaba al Führer y demás dignatarios del régimen invitados a la ceremonia.

Una orquesta de treinta trompetas saludó a Adolf Hitler cuando éste entró en el estadio. Richard Strauss dirigió un coro de 3.000 personas que entonaron el himno alemán Deutschland über alles, y el Horst Wessel Lied, himno del NSDAP. Strauss también dirigió a la orquesta que tocó el Himno Olímpico especialmente compuesto para la ocasión.

Muchas de las delegaciones que entraron en el estadio para la ceremonia inaugural practicaron el saludo romano al pasar por delante del Jefe del Estado. Por todo el estadio se habían dispuesto cámaras fotográficas que captaban aquellos momentos épicos. Leni Riefenstahl, que ya había trabajado para el partido y filmado el congreso de Núremberg de 1936, filmó la mayor parte de los juegos por encargo del gobierno.

Competición

Los juegos de verano se celebraron durante dos semanas. Entre los éxitos deportivos de los participantes sobresalían los llevados a cabo por Jesse Owens, ganador de cuatro medallas de oro. Se dice que Hitler evitó felicitar a Owens y a otros medallistas negros, pero la verdad es que no estaba previsto que el Führer saludara a los medallistas. Hitler, efectivamente felicitó a los ganadores de las dos primeras medallas de oro, un finlandés y un alemán, aunque eso no hubiese estado previsto por la organización.

Jesse Owens

Jesse Owens compitió durante el segundo día y ganó los 100 metros lisos. Antes de eso, Henri Baillet-Latour ya había informado a Hitler que, de acuerdo con el protocolo olímpico, un invitado de honor del comité olímpico no debería saludar a los vencedores. Hitler no saludó a ningún otro medallista. Owens ganó también la medalla de oro de los 200 metros lisos así como la carrera de relevos de 4x400 metros y salto de longitud. El propio Jesse Owens afirma en sus memorias que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán, y que sin embargo el presidente Franklin Delano Roosevelt no invitó al atleta a las celebraciones en la Casa Blanca, puesto que estaba inmerso en las elecciones y necesitaba el voto del sur americano.

Victoria alemana

Hitler asistió a las pruebas deportivas casi todos los días, y fue siempre efusivamente aclamado por la multitud de espectadores. Para su orgullo y alegría, los atletas alemanes registraron diversas victorias. Alemania fue el país que ganó más medallas en los juegos de verano y el segundo con más medallistas de los juegos de invierno.

Medallero
Juegos de Verano
Olimpiadas2.png
Pos. País Oro Plata Bronce Total
1 Alemania 33 26 30 89
2 Estados Unidos 24 20 12 56
3 Hungría 10 1 5 16
4 Italia 8 9 5 22
5 Finlandia 7 6 6 19
6 Francia 7 6 6 19

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Medallero
Juegos de invierno
Olimpiadas2.png
Pos. País Oro Plata Bronce Total
1 Noruega 7 5 3 15
2 Alemania 3 3 0 6
3 Suecia 2 2 3 7
4 Finlandia 1 2 3 6
5 Suiza 1 2 0 3
6 Austria 1 1 2 4
7 Inglaterra 1 1 1 3
8 Estados Unidos 1 0 3 4

Diplomacia

Aprovechando las competiciones deportivas, Adolf Hitler y el NSDAP dejaron impresionados a los dignatarios extranjeros con demostraciones de hospitalidad espontánea. Joachim von Ribbentrop, al cual Hitler acababa de nombrar embajador en Londres pero que aún no había asumido el cargo, recibió a cientos de invitados extranjeros en cenas de gala en su mansión de Dahlem. Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda, dio una recepción con fuegos artificiales con más de mil invitados, esencialmente extranjeros en Havel (el lago junto a Berlín). Henry Channon, un conservador británico miembro de la Casa de los Comunes, se quedó deslumbrado con una recepción ofrecida por Hermann Goering, para 800 invitados en el Ministerio del Aire del Reich y comentó que nunca había habido una fiesta de ese calibre desde el tiempos de Luis XIV de Francia.

Mediatización

La cobertura mediática de los juegos fue intensísima. Hubo más de 3 mil transmisiones radiofónicas para más de 50 países. Sólo en los Estados Unidos, más de cien estaciones de radio transmitieron relatos y reportajes desde Berlín. Los juegos fueron los primeros en ser retransmitidos por televisión.

En total, los juegos de verano recibieron más de cuatro millones de espectadores. William Schirer, un periodista estadounidense y el politólogo judeo-alemán Victor Klemperer dejaron relatos de visitantes impresionados por el dinamismo del país y por la alegría y deseo de paz de Alemania. Schirer escribió en sus crónicas: "Creo y recelo bien que los alemanes hayan logrado lo mejor con su propaganda. La escala nunca vista de los juegos agradó a los atletas. Además, dejaron muy buena imagen junto a los demás visitantes y especialmente a los hombres de negocios." Klemperer veía bien que los juegos hubieran sido "antes de nada un acontecimiento político, durante el cual se inculcara a los alemanes y a los extranjeros la unidad en la gloria y el espíritu pacífico del Tercer Reich".

Estos relatos surgieron también en la prensa alemana, donde eran contrastados con las noticias de pillaje y muerte en la España republicana y comunista, donde la Guerra Civil era inminente. En contraste con la gran mayoría de los relatos, los diarios del embajador estadounidense William Dodd describen una propaganda que surtirá sus efectos junto con la opinión pública local, pero que desagradaría a los extranjeros. Dood había apoyado las propuestas de boicot y consideraba que la decisión de participar en los juegos era deplorable.

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