Julio Carreras

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Julio Carreras

Julio Carreras (registrado como "Carrera" en el acta de nacimiento) nació el 23 de julio de 1928 y falleció el 5 de febrero de 2007. Fue un poeta, escritor, docente y hombre público santiagueño de proyección nacional.

Biografía

Vio el mundo por primera vez en La Noria, departamento Loreto, Santiago del Estero. La gigantesca Estancia la Noria pertenecía a una empresa de Buenos Aires, propiedad del español José Carot. Su abuelo Francisco Carrera, era el Encargado de la estancia.

Su tatarabuelo Napoleón, oriundo de Entre Ríos, era primo del caudillo chileno José Miguel Carrera. Prófugo de allí luego de la traición de Pancho Ramírez, Napoleón Carrera emigró con su familia a Santiago del Estero, donde revistó como Sargento Mayor en el ejército regular de Juan Felipe Ibarra.

Su padre, Brígido Carreras (el primero que usó el apellido agregándole una ese) fue comisario de policía y se jubiló con el grado de Comisario General.

En 1946, a los 18 años, Julio Carreras obtiene su título de Maestro, con medalla de oro, en la Escuela Normal del Centenario. Discípulo dilecto del profesor Gaspar Baltasar Orieta, elige al eminente filósofo como padrino, consejero y amigo de toda su vida. Efectuó numerosos ciclos de perfeccionamiento a nivel universitario, en Córdoba, por cuya universidad fue designado profesor ayudante en Medios Audiovisuales y Buenos Aires.

Allí el CIFRE (Centro de Investigaciones, Formación y Relaciones Empresarias) le otorgó en 1966 el diploma de Ejecutivo en Relaciones Públicas. Trabajó en el primer equipo de profesionales que impulsó la Corporación del Río Dulce.

A los 19 años, fue secretario privado en el Estudio Jurídico del Dr. Absalón Rojas, en Buenos Aires. Allí trató con su hermano, el gran escritor nacionalista Ricardo Rojas, de quien adquirió vivencias inolvidables.

También integró, junto con el Arquitecto Galíndez, el Dr. Juan Manuel Acuña y un sacerdote, el Consejo Asesor que tenía la responsabilidad de analizar los prontuarios para recomendar indultos o conmutaciones de penas en la cárcel. Entre otras distinciones, fue designado en la década de los 60 para representar a nuestra provincia en un Congreso Latinoamericano sobre Centros de Documentación Educacional, organizado por la OEA.

Obras

Recorte periodístico del año 1947, luego de obtener el primer premio en el principal certamen literario de la provincia.

Antes de sus 30 años superó las 2.000 piezas periodísticas y literarias, entre audiciones de radio, artículos sobre sociología, educación, literatura y ciencias, además de numerosas poesías y dos novelas, por siempre inéditas. Con sus hermanos Mariano y Agustín compusieron un libro, provisto de preceptiva docente, material literario, teatro escolar, poemas e información histórica con destino al uso de las escuelas, que asimismo jamás fue editado. Entre fines de los 60 y principios de los 70 se editaron unos veinte números de Santiago Educacional, antológica revista para la docencia que lo tuvo como director y redactor. Luego de dos décadas de silencio público, lo rompió sólo para editar el pequeño pero medulosísimo libro Tríptico de Amor, dedicado a su esposa Mercedes Silvetti, a quien hacía poco perdiera, a sus padres Brígido Carreras y Corina Coria, y a sus hermanos, Pura, Agustín y Mariano.

Hacia 1968, a sus 40 años, Julio Carreras había decidido dejar de escribir textos que se publicaran con su nombre. Entre 1955 y 1958 su desempeño como director artístico y guionista de LV11 lo habían obligado a producir miles de páginas, pues todos los programas de radio eran escrupulosamente recitados bajo guión. Muchos de aquellos guiones eran verdaderas piezas de teatro. Él mismo leía algunas de sus obras: todas las noches, a las 22.00, conducía un programa que se llamaba "La hora de las madres". Cada noche contaba una historia distinta, esperada devotamente por la población de Santiago, que sollozaba o reía de gozo junto a los receptores sin perderse una audición.

Tito Sánchez Ruiz, ex magistrado ahora residente en Córdoba, narró la siguiente anécdota:

"Yo admiraba a Julio Carreras, a mis 18 años... no perdía ninguna de sus audiciones, esperaba con ansia cada uno de sus programas anunciados… Una vez, le pedí a Pedro Pablo Gorosito, su locutor preferido, que era amigo mío, que por favor me lo presente… fue una tarde, lo recuerdo como si fuera hoy, en la esquina donde antes era Bonafide (Libertad y Tucumán)… él era un hombre muy buen mozo, elegante, de una extraordinaria elocuencia… Con toda cordialidad se prestó al diálogo con ese adolescente, que lo admiraba… me regaló varios de los guiones de sus programas de radio, que yo atesoraba…"

Después, casi todas aquellas creaciones fueron entregadas al fuego.

Adscrito a las vanguardistas tesis de Mashall Mc Luhan y el Di Tella, hablaba de la "muerte del arte" y se aplicaba con rigor disciplinado a la difusión de los por entonces llamados "medios audiovisuales". Creía que la imagen cinematográfica o la TV demolerían todo: escultura, pintura, literatura, teatro, poesía, música de salón…

Cine y Radio móviles

Junto a su familia adhirió al peronismo desde su origen, en 1946, razón por la que padecería persecuciones durante gran parte de su vida.

Pero quizá el mayor aporte que hizo este intelectual a su provincia, fue la creación del Cine y Radio Móvil en Santiago del Estero. Con ésta institución, se encargó de llevar por primera vez en toda su historia a los lugares más aislados del interior los mayores avances de la tecnología de los 50: el Cine y la Radio, que se transmitía para áreas del interior desde un equipo móvil.

En 1958 -a los 30 años- creó la Dirección de Cine y Radio del Consejo General de Educación. Con un proyector de 18 Mms. obtenido en donación de la Embajada de Alemania y la película Shunko, donada por Lautaro Murúa, recorrió el campo santiagueño hasta sus lugares más inaccesibles. Junto a César Suárez -chofer, técnico y operador de proyección-, se internaban en la "estanciera" del Consejo de Educación por caminos anteriormente transitados sólo por zorras o carros transportando carbón.

En pocos años, la Dirección de Cine y Radio llegó a poseer una variada colección de películas, provenientes de casi todas las embajadas europeas.

Con frecuencia las personas que las veían hacían con esto su primera experiencia ante el cine. Jamás antes habían visto una película. Hacia 1969 creó el Boletín Educacional que se convertiría muy pronto en "Santiago Educacional", revista de distribución masiva entre los docentes, que se convertiría en un hito sin precedentes para nuestro medio. Para entonces la Dirección de Cine y Radio se había convertido en Dirección de Servicios Técnicos Educacionales, ampliando su personal y comenzando a incorporar profesionales universitarios.

El místico

Así, fue destruyendo, regalando, "perdiendo" todas las obras creadas desde sus 16 o 17 años, cuando comenzó a escribir, y sometiendo su pluma anónima sólo a las necesidades puntuales de las circunstancias. Escribió miles de discursos patrios, religiosos, poesías conmemorativas, bautismales, celebratorias, etcétera, de un modo anónimo, para otras personas que se lo pedían… y jamás cobró un centavo por ello. Directoras de escuelas, maestras, profesores, abogados u otros profesionales, sabían que en él tenían a un virtuoso de la palabra que los "sacaba de apuro" –a veces dándole unas pocas horas antes del acto, como frecuentemente se quejaba– ante cualquier requerimiento discursivo y ante cualquier público.

Efímera y Eterna, una novela escrita en el cenit de su exaltación literaria y juvenil, fue a parar a manos de Ramón Alberto Zárate, un amigo que lo admiraba y a quien dijo, en 1972: "Toma, te la regalo, publícala si quieres con tu nombre"…

Infortunadamente, Zárate, que había integrado la custodia personal del gobernador Carlos Arturo Juárez, fue secuestrado en 1977, en una operación que se atribuyó a inquina personal del tristemente célebre Musa Azar. Jamás se supo nada de él y por cierto, tampoco de la novela.

Finalmente, el mismo Carlos Arturo Juárez fue quien le restituyó su cargo directivo, en la misma institución de la que fuese fundador. Más tarde, ya durante el gobierno de César Eusebio Iturre, fue designado asesor de Cultura del gobernador. Fue en esta circunstancia cuando accedió a su jubilación, con la categoría de Secretario de Cultura de la Provincia.

Dedicó desde entonces todos sus esfuerzos a la vida consagrada, atendiendo bajo dirección sacerdotal y diariamente a numerosos pobres y carecientes, tanto en el plano económico -cosa que hacía con su propio peculio- como en el espiritual ya que llevaba la comunión a su domicilio a personas que no podían trasladarse por enfermedad o vejez.

La consecuencia con un imperativo ético, sin embargo, fue el que desde aquella etapa lo llevó más y más a renunciar a su propia expresión. Este imperativo era su convicción de que ante la magnificencia de la obra divina, buscar la afirmación propia era poco menos que un escandaloso narcisismo.

Su familia.

Sus mejores pensamientos los escribía a mano, en numerosos cuadernos que cubrían la anchísima mesa de su comedor – escritorio. Abajo copiamos un fragmento, redactado durante sus últimos años de vida, que muestra de un modo magnífico el carácter de su convicción cristiana:

Muy lejos, en un suburbio del Imperio de Roma, sobre un pequeño monte, el hijo de un pobre carpintero condenado por llamarse “hijo de Dios” es ajusticiado entre dos ladrones. Y sucede algo increíble: Esa historia, ampulosamente henchida de gestas y figuras legendarias, se detiene y su estructura de milenios queda escindida en ese preciso instante: antes y después de Cristo. Y desde ese lugar y tiempo ignorados por las civilizaciones inmensas, el patíbulo, que tiene la forma de una cruz, se yergue, se levanta y, como aquel grano de mostaza, crece misteriosamente por encima de los siglos y su sombra se proyecta sobre toda la Tierra. Ya no simboliza la muerte, simboliza la Vida. ¿Se explica? ¡No!, ¡se vive! y ¡se siente! La judicial razón humana se obstina en ponerlo todo en el banquillo. Pero los hombres no necesitamos tanto escuchar las razones de la razón, como amar y ser amados. Desde Adán, el hombre ha venido oteando lontananzas vacías sin encontrar respuesta al enigma sobrecogedor de su destino. La venida de Cristo, anunciada desde el Génesis, inscribe esa respuesta en el corazón humano. De ahí viene su grandeza. Más que a la mente, Dios llega como un bálsamo al herido corazón de esa criatura tan largamente amada a la que despidió llorando del Paraíso. Y ahora, envía a su Hijo por sus hijos. En Él quiere reencontrarnos. Sólo el amor de Dios pudo ofrecer igual oportunidad a todos los hombres porque el amor divino también es justicia divina y pone la igualdad donde la razón discrimina. Por eso, Dios no elige una reina, sino una mujer humilde, acrisolada en centenios de sacrificial abolengo, que no tiene corona ni riqueza, pero tiene algo más, santidad y pureza. Por eso Dios no elige un palacio, sino un pesebre. Y cuando llega el momento, no se dirige a Grecia ni Roma para elegir a los más sabios, sino que se detiene en la propia aldea y separa unos aldeanos pescadores, vacíos de erudición y malicia filosófica y por eso mismo disponibles para ser llenados de su amor y enviados descalzos por el mundo, cargadas sus alforjas del divino mensaje, mientras Él mismo, “sin armas y montado en un asno, va conquistando la Tierra de siglo en siglo”. Encontrar a Cristo, no es hallar una idea, una filosofía, una abstracción. Es, nada más y nada menos, que encontrar una persona. Ella no es una construcción del pensamiento ni de la fantasía. Es alguien lleno de calor vital y humano que, Enviado, llegó y tomó a su cargo la deuda inmemorial de nuestro pecado. Es alguien que nació en un establo y murió en una cruz, pasos ineluctables que precedieron al “¡seguidme y viviréis” tras el cual podemos decirle “¡sí!” o “¡no!”, porque su seguimiento es atributo eminente de los hombres libres.'


En sus últimos años, Julio Carreras se había dedicado a recoger pensamientos de grandes autores, desde el Rey Salomón hasta Bertrand Russell, para publicarlos en un libro. "¿Qué puedo decir yo que no se haya dicho ya, y seguramente mejor?", afirmaba con extrema humildad. Y sus pensamientos, también intercalados entre los de los grandes, en la selección, carecían de firma, o en algunos pocos casos, apenas unas iniciales: J.C.

Falleció en Buenos Aires, el 5 de febrero de 2007 a las 13:00, luego de cinco difíciles operaciones en el transcurso de 20 días: finalmente su organismo no resistió.

Sus últimos momentos los transcurrió con lucidez, serenidad y entereza envidiable. Jamás dejó de invocar a la Virgen María, a quien consagraba cada minuto de su vida.

En su memoria, una calle del barrio Coronel Juan Francisco Borges, en la capital de Santiago del Estero, lleva el nombre de Julio Carreras.

Un poema

Cántico Espiritual

Julio Carreras

Mi vida en el pecado ya es pasado
Lejos de Ti, de culpas remordido
Cerca de Ti, Señor, cuánto he llorado,
Llamando a tu silencio, arrepentido.
Como el hijo perdido que ha tornado
Después de larga ausencia entristecido
Tan por siempre en mi pecho conmovido
Irá latiendo un corazón sangrado.
Si por haberme amado me has herido
Y al verme herido mucho más amado,
Quiero dar por perdido lo ganado
Y por ganado todo lo perdido.
Pues que andando en tu amor todo es cambiado
Hoy tengo por gozado lo sufrido
Y tengo por sufrido lo gozado.

Del libro Tríptico de Amor.