La falsificación de la historia

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Artículo destacado
El revisionismo histórico denunciando la falsificación de la historia.
Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado.

George Orwell, 1984.

Para un pueblo, conocer su pasado (su historia) es tan importante como lo es para un individuo conocer quién es, de dónde viene y cuáles son sus raíces. Las personas que sufren de amnesia quedan inermes ante la voluntad ajena y corren el riesgo de que cualquier pillo los embauque haciéndose pasar por su amigo, o hermano, o familiar para así aprovecharse de él.

Lo que les ocurre a estos individuos puede ocurrirle también a los pueblos si olvidan, confunden o desconocen el pasado; con las tecnologías modernas, incluso puede ocurrirle al mundo entero.

Hoy, poderosísimos grupos compactos disponen de los medios para literalmente controlar nuestra visión del pasado - la Historia y del presente, descarrilando así la realidad que es reemplazada por una suerte de realidad virtual, alineada con sus propios y a menudo inconfesables objetivos e intereses, fomentando así, la falsificación de la historia.

La industria del Holocausto

Bajo el insinuante título de "La industria del Holocausto" el historiador norteamericano Norman Finkelstein, profesor de teoría política en la City University of New York, Hunter College, publicó en el año 2000 un libro muy polémico: "The Holocaust Industry: Reflections on the Exploitation of Jewish Suffering"[1], en el que critica los poderosos motivos financieros y geopolíticos de quienes hoy promueven en forma exagerada el así llamado Holocausto con el fin de, entre otras cosas, "extraer gigantescas sumas de dinero para el Estado de Israel a un conjunto de víctimas pudientes: bancos suizos, los gobiernos estadounidense y alemán, grandes empresas alemanas y otras víctimas actuales y futuras".

Finkelstein define a Israel como un Estado terrorista, invasor y altamente peligroso no solo para la paz en Medio Oriente sino de todo el mundo, particularmente si se considera su enorme capacidad nuclear gracias a las Armas de destrucción masiva atómicas que desde hace décadas le cediera sumisa y obedientemente Estados Unidos de América.

Norman Finkelstein se inserta en la corriente de pensamiento de su amigo y mentor Noam Chomsky, ambos prestigiosos intelectuales judíos antisionistas, que se han ganado las iras de la poderosísima maquinaria del sionismo internacional, al calificar a sus principales organizaciones y operadores como "gangsters" y "delincuentes"; al celebrado propagador del Holocausto, Elie Wiesel[2] como su payaso residente; y a las exigencias sionistas a Alemania para que les pague gigantescas reparaciones monetarias, como un desfachatado chantaje.

Lo interesante del caso es que Finkelstein se inserta dentro de un creciente conjunto de historiadores, periodistas, intelectuales y sectores de opinión a nivel mundial que no aceptan mansamente el Dogma del Holocausto, emanado desde los centros de poder esencialmente privado del Nuevo Orden Mundial ubicados en Nueva York, Londres, París y Jerusalén, entre otras ciudades. Se trata de un amplio sector de personas intelectualmente independientes que consideran que esta auténtica Industria del Holocausto como bien la define Finkelstein, es utilizada no solo para el robo de dineros públicos y privados en todo el mundo, sino también para justificar el genocidio que hoy perpetra el Estado de Israel contra el cautivo pueblo palestino y otras futuras agresiones en distintas partes del mundo que ya empiezan a avizorarse.

Terrorismo intelectual

En el actual y tan liberal "mundo desarrollado" existe, sin embargo, un auténtico terrorismo intelectual que prohíbe en algunos países bajo pena de cárcel - que se investigue y se propague cualquier opinión o investigación que siquiera cuestione la veracidad de este Dogma del Holocausto. Así, se ha perseguido e incluso encarcelado a historiadores como el francés Robert Faurisson, a centros de investigaciones como el Instituto de Revisionismo Histórico de California, al investigador alemán Ernst Zündel y, más recientemente, el prestigioso historiador inglés David Irving quien fuera arrestado en Austria bajo un viejo cargo que data del año 1989 cuando osó dar una conferencia en la que cuestionó la historia oficial de los 6 millones de judíos muertos en los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, aseverando como mantienen muchos investigadores que más allá de la persecución de los judíos en la Alemania nacionalsocialista, no existe sustento serio y verificable a esa tremenda cifra de los 6 millones.[3]

Esta cifra casi emblemática y cabalística de 6 millones hoy se acepta como buena, no porque se halle avalada por investigaciones históricas serias y sólidas, sino porque se la ha repetido, dramatizado y taladrado en el imaginario colectivo gracias a los cientos de miles de millones de dólares invertidos a lo largo de sesenta años de propaganda en películas, documentales propagandísticas, libros, novelas, entrevistas, actos, monumentos, recordatorios, memorias activas, y muchas otras acciones psicológicas colectivas tendientes a imponer el Holocausto de los 6 millones como una realidad, a pesar de carecer tal cifra de un riguroso sustento fáctico.

Uno de los tantos instrumentos de guerra psicológica utilizados en este proceso es la neoyorquina Anti-Defamation League, una de las organizaciones de choque encargada de ejercer presión de todo tipo contra quienes cuestionen el Mito del Holocausto en cualquier parte del mundo. Utilizando una metodología agresiva, copiosamente financiada y con amplia cobertura entre los multimedios monopólicos mundiales, la ADL ejerce una suerte de terrorismo intelectual tendiente a acallar toda crítica hacia el sionismo, sus objetivos mundiales y sus operadores, esgrimiendo a menudo con tono rayano en la histeria la acusación de ¡antisemitismo! contra quienes pretendan promover un estudio serio de estos temas fundamentales, o cuestionen las políticas israelíes, equiparando erróneamente antisemitismo con antisionismo[4] Señalemos que la ADL opera estrechamente con la muy influyente y exclusiva logia masónica judía B'nai B'rith.

Sin pelos en la lengua

Es dentro de este marco que creemos conveniente interpretar las agudas declaraciones del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, realizadas hace pocos días en La Meca, Arabia Saudita, cuando expresó dudas sobre la veracidad de la historia oficial en torno al Holocausto judío y sugirió que Israel debiera ser trasladada a Europa.

Ello, naturalmente, generó el inmediato rechazo de las muy poderosas organizaciones sionistas mundiales y de los gobiernos y multimedios bajo su control, notablemente los de Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Austria y, desde luego, de la propia Israel. Sin embargo, y a pesar de la mala prensa que hoy tiene Irán y su gobierno entre los medios occidentales, la lógica de Ahmadinejad es históricamente impecable. Entre otras cosas, manifestó el jefe de Estado iraní que "algunos países insisten en decir que Adolf Hitler mató a millones de inocentes judíos en una caldera y ellos insisten a tal punto en esto que si cualquiera dice algo contrario a lo que ellos condenan, es enviado a prisión" (por ejemplo, el historiador David Irving hoy encarcelado en Austria). "Aunque no aceptamos esta afirmación (la del Holocausto), si suponemos que es verdad, nuestra pregunta para los europeos es: "¿Es la matanza de personas judías inocentes llevada a cabo por Hitler la razón para que respalden a los ocupantes de Jerusalén?" "Ahora que admiten que los judíos fueron oprimidos, ¿por qué deben pagar el precio los musulmanes palestinos? Dado que ustedes (por los europeos) fueron los que los persiguieron, ofrézcanles ustedes un pedazo de tierra al régimen sionista para que pueda establecer allí el gobierno que más desea. Nosotros lo apoyaremos", indico Ahmadinejad. "Que Alemania y Austria den dos o tres de sus provincias al régimen sionista y el problema estará resuelto desde sus raíces".[5]

Innegablemente, Ahmadineyad está poniendo el dedo en la llaga, lo que pudo verificarse en la seguidilla de reacciones casi histéricas de las democracias occidentales, comenzando por las de la flamante canciller germana Angela Merkel, quien consideró "totalmente inaceptables" esas declaraciones iraníes recordando que "con nuestra responsabilidad histórica en mente, solo puedo decir que las rechazamos en los términos más duros".

Ahora, bien, nosotros preguntamos: ¿Por qué ese rechazo germano? Si la actual Alemania está tan convencida de la veracidad del Holocausto de los 6 millones, y si su gobierno rechaza lo que muchísimas personas dentro y fuera de aquella otrora gran Nación hoy creemos en el sentido de que se trata de una tergiversación histórica, entonces que Alemania y Austria (oficialmente, los perpetradores del Holocausto) le cedan en compensación a los sionistas alguno de sus bellos Länder como Silesia, o Westfalia, o Brandenburgo, o, incluso ¿porqué no? la histórica Baviera...

Haberles tirado este fardo a los palestinos, robándoles su Nación podrá ser muy cómodo para los aburguesados y decadentes alemanes y austriacos de hoy, pero el costo para los palestinos ha sido uno de genocidio, sangre, tortura, vejaciones, miseria y humillación. ¿Porqué deben los palestinos pagar las culpas de alemanes y austriacos? Máxime cuando la intrusión de Israel en el mundo musulmán ha sido causa de casi sesenta años de guerras, invasiones, y crímenes contra prácticamente todos los pueblos islámicos por parte de las fuerzas militares de Israel, Estados Unidos y Reino Unido.

Ursula Plassnik, ministra de relaciones exteriores de Austria por su parte dijo que "no se pueden plantear dudas sobre el derecho a la existencia de Israel", no solo aludiendo a estas declaraciones de Ahmadineyad sino también a las que hiciera el líder iraní hace poco tiempo invitando a "borrar a Israel del mapa". A su vez, Raanan Gissin, vocero del primer ministro israelí Ariel Sharón manifestó su preocupación ante el consenso que existe en muchos círculos del mundo árabe de que los judíos no tienen derecho de establecer un Estado judío democrático en su patria ancestral.

Por nuestra parte, agregaríamos que no solo en el mundo árabe se cuestiona ese derecho a usurpar tierras ajenas, sino que en nuestro continente y en nuestra Argentina, somos muchísimas las personas que sostenemos precisamente ese punto de vista. El Sr. Gissin incluso le recordó al presidente Ahmadinejad que "los judíos hemos estado aquí mucho antes que sus ancestros", dando a renglón seguido "gracias a Dios que tenemos la capacidad de disuadir y prevenir que semejante declaraciones se transformen en realidad".

Resulta muy interesante la posición israelí. Señalemos que si todos los pueblos y etnias del mundo se dedicaran a reclamar las tierras que según sus Libros Sagrados y tradiciones culturales, religiosas y étnico-raciales les corresponden porque sus ancestros llegaron antes, ello indudablemente generaría enormes cambios en el mapa mundi político. Sin ir más lejos, los norteamericanos deberían retirarse de la totalidad del territorio que hoy ocupa su poderosa nación para devolvérselo a las naciones Sioux, Chinook, Tonkawa, Wichita, Ute, Apache, Delaware, Algonquin, Iowa, Cheyenne, Mojave, Mohawk, Chocktaw, Iroquí, Miami, Omaha y muchas otras tribus originarias cuyas tierras les fueron robadas por el gobierno de Estados Unidos a lo largo de casi cuatro siglos de invasiones y genocidios. Pues, no caben dudas que estas tribus llegaron ahí mucho antes que los conquistadores ingleses, holandeses, españoles, portugueses, alemanes e, incluso, inmigrantes judíos que se establecieron en esas tierras para terminar fundando el voraz imperio hoy conocido como Estados Unidos de Norteamérica.

Similarmente, en estas latitudes sudamericanas, nosotros los argentinos al menos quienes somos de descendencia europea italiana, española, sajona, y también quienes sean miembros de la comunidad judía debiéramos todos ir preparando nuestras maletas para retirarnos de estas tierras usurpadas hace apenas un par de siglos a las tribus Ranquel, Pampa, Mapuches, Comechingones, Guaraní, Tobas, Selcnam, Aimara, Quilmes, Guayaquí, entre tantas otras.

Y con respecto a la posibilidad de disuadir y prevenir" a la que alude el vocero del premier Ariel Sharón, no nos caben dudas de que tienen esa capacidad por cuanto las fuerzas del sionismo israelita hoy han logrado secuestrar al propio gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica para que opere como instrumento dócil y subordinado a sus propios intereses geopolíticos mundiales, de claro corte mesiánico y racista. Este insólito y complejo proceso mediante el cuál se secuestró el Estado norteamericano tiene nombre y apellido concreto: el así-llamado Project for a New American Century.

Y a nosotros, ¿qué nos importa todo esto?

Cada vez que nuestra prensa pueril informa sobre estos temas, siempre lo hace fuera de contexto, usualmente en forma incompleta, y siempre de manera distorsionada, consecuencia de su obligado alineamiento con la visión global impuesta por los dueños del Nuevo Orden Mundial. En síntesis, alineados sumisamente a los intereses del sionismo internacional.

Así, leemos en el matutino Clarín de Buenos Aires del 10-Dic-05, que las declaraciones del presidente iraní "expresan un sentimiento antisemita, intolerante, beligerante y antidemocrático", dijeron en Argentina, en un comunicado conjunto, la AMIA, la DAIA y la Organización Sionista Argentina, que reclamaron al presidente Néstor Kirchner que se sume a la condena al presidente iraní por sus dichos. Seguramente, Kirchner prontamente obedecerá, mientras que el mismo artículo periodístico vuelve a azuzar el peligro nuclear representado por Irán (soslayando que el verdadero peligro nuclear actual para la paz mundial son Estados Unidos, Israel y el Reino Unido[6], e incluso lanza una no muy velada amenaza sobre un futuro ataque israelí contra Irán al recordar que Israel quiere que haya una actitud más firme de la comunidad internacional sobre el programa atómico que desarrolla Teherán. Ya en 1981, la Fuerza Aérea israelí bombardeó el reactor atómico iraquí Osirak, a 17 kilómetros al sur de Bagdad. No recordamos que por entonces las Naciones Unidas sancionaran a Israel por semejante agresión flagrante contra la soberanía iraquí, por más que el siempre genuflexo secretario general de la ONU Kofi Annan se manifiestó horrorizado por las declaraciones de Ahmadinejad cuestionando el Mito del Holocausto.

Conviene recordar que las presiones sionistas sobre la República Argentina vienen de larga data. Desde que su propio fundador Theodor Herzl propusiera en 1896 - hace ya más de un siglo - fundar el Estado israelita en territorio argentino a cambio de una compensación financiera. (Preguntamos: ¿cobrará esto forma a través de algún venidero canje de deuda por territorio?).

Hoy, esas presiones han derivado en un tremendo deterioro diplomático entre la Argentina e Irán, que no solo le ha costado a nuestro país la pérdida de miles de millones de dólares en exportaciones a Irán a lo largo de la última década, sino que muchísimo peor - nos arrastra peligrosamente a involucrarnos directamente en la guerra que Estados Unidos, Israel y Gran Bretaña hoy preparan contra Irán, al tiempo que nos comportamos de manera despreciable al agredir e insultar gratuitamente al noble y milenario pueblo iraní.

Las consecuencias potencialmente catastróficas para nuestro país de haber permitido semejantes maniobras por parte de servicios de inteligencia de ciertos Estados foráneos, apenas pueden enfatizarse. Los graves peligros que hoy corre la Argentina al estar en manos de un gobierno integrado por personajes ignorantes en materia internacional como el presidente Néstor Kirchner - quien confió nada más y nada menos que nuestra Cancillería a un personaje inepto, claramente incapaz e impotente para tomar decisiones como Rafael Bielsa - nos exime de todo otro comentario.

¿Quiénes son y dónde están nuestros enemigos?

La propia existencia de un Estado Nacional soberano implica un relacionamiento con todos los demás Estados nacionales soberanos y con otros operadores en el escenario mundial. Lo queramos o no; nos guste o no.

Para abordar este hoy tan complejo y peligroso entorno externo sobre el cual la Argentina tiene poco o ningún control ni poder, debemos comenzar por comprenderlo, identificando cuáles son las amenazas y oportunidades que nos presenta, para luego diseñar las políticas y planes de acción correspondientes que promuevan nuestros objetivos y consoliden nuestros intereses. Una Nación seria dispone de instrumentos concretos para estas tareas, que incluyen al Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Defensa y se supone un presidente mínimamente lúcido, idóneo y equilibrado.

La auténtica política mal que le pese a nuestra dirigencia de politiqueros de alcantarilla - es la Política Exterior, que es el plano donde una Nación se mide con otros Estados, a menudo vastamente más poderosos. Un axioma fundamental de la Política Exterior requiere identificar a los Estados y operadores amigos, diferenciándolos de aquellos que se presentan como enemigos o al menos adversariales, para luego poder buscar alianzas con los primeros, y tomar acciones preventivas y de defensa respecto de los segundos.

Los Estados y operadores identificados como enemigos no lo son porque sean malos, sino porque tienen otros intereses y otros objetivos no coincidentes con los nuestros, que al promoverlos pueden potencialmente entrar en conflicto indirecto o directo con nuestro país.

Ahora bien: cuando esos Estados y operadores externos identificados como enemigos o adversariales resultan vastamente más poderosos que nosotros y, encima, claramente agresivos, entonces tenemos un problema. Y cuando se presenta este tipo de problema, hay que hacer algo con el mismo, puesto que si se lo deja solo, decididamente no desaparecerá. Todo lo contrario: aumentará su peligrosidad, presión y amenaza. En nuestro caso, lo hará hasta que el Estado Nacional argentino ya no pueda hacer nada ante su creciente presión, fuera de ceder ante intereses y objetivos foráneos, claramente en detrimento de los objetivos e intereses de nuestro Pueblo (si no, no los hubiéramos identificado como enemigos, ¿verdad?).

Para administrar este complejo panorama, una Nación dispone de una Cancillería, de Fuerzas Armadas, de un Ministerio de Economía; en síntesis: para eso una Nación tiene un Estado Nacional cuyas estructuras se confían a un conjunto de ciudadanos que se integran en lo que denominamos el Gobierno que administra para bien o para mal - los destinos del país. De más está enfatizar que colocar a un Gobierno de ineptos en las estructuras de Poder del Estado, termina resultando fatal para la Nación.

Por eso, hoy la Argentina debe abordar esta compleja problemática internacional desde un ángulo diferente alineado en base a:

(a) un enfoque equilibrado de la historia contemporánea (para comprender los orígenes del problema);

(b) un enfoque equilibrado respecto de las titánicas fuerzas que hoy conforman y deforman la política mundial (para comprender las amenazas que enfrentamos) y, por sobre todo.

(c) un enfoque alineado con el Interés Nacional Argentino, o sea, el Bien Común de la mayoría de sus 39 millones de habitantes y no tan solo los intereses de alguna de sus minorías sociales, económicas o étnicas (para preservar la Nación).

Primeramente, resulta, como mínimo, sospechoso verificar la manera en que nuestros multimedios formadores de opinión se alinean sistemáticamente con la visión e intereses sustentados por la historiografía oficial promovida desde las más poderosas y violentas naciones del mundo. Naciones que desde hace siglos son enemigas o al menos adversarias reales y concretas de la Republica Argentina: me refiero al Reino Unido y a los Estados Unidos de Norteamérica, que a lo largo de varios siglos nos han agredido y siguen agrediendo en los frentes económico, financiero, político, moral y militar casi sin interrupción, sea directamente o a través de sus agentes y operadores dentro del país en los sectores público y privado.

Así por ejemplo, y en relación a la compleja problemática en torno a la Segunda Guerra Mundial contienda que definió quiénes serían los dueños del planeta en las décadas subsiguientes y su desenlace, hemos adoptado la irracional posición de asumir como "nuestro enemigo" a una satanizada Alemania derrotada en aquella terrible y complejísima contienda bélica de hace más de sesenta años. Sin embargo, tanto Alemania y Austria como su principal aliado Japón, jamás agredieron a la Argentina ni a nuestro continente, ni nos atacaron ni vulneraron nuestros intereses, como sí lo hicieron y siguen haciendo sistemáticamente la rapiña estadounidense y británica.

Tampoco olvidemos que la Unión Soviética (aliada de Estados Unidos e Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial), en los años sesenta y setenta lanzó contra nosotros sus huestes guerrilleras iniciando una catastrófica guerra civil en nuestro país. Así caímos bajo un sincronizado efecto de pinzas, mediante el cual nuestro pueblo era agredido, por un lado, por la URSS a través de la guerrilla apátrida y sus jóvenes idealistas, mientras que por el otro, sufrimos la represión, entrega y traición de una cúpula cívico-militar usurpadora del Estado que se alineó estúpidamente con la geopolítica de Estados Unidos.

Así, llegamos a la irracionalidad de considerar como nuestros amigos a Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel que decididamente no lo son; al tiempo que creemos que son nuestros enemigos aquellas fuerzas opositoras a la alianza anglo-estadounidense-israelí: desde Alemania y Japón como actores históricos en la mayor contienda bélica del siglo XX, hasta Irán y las organizaciones de liberación islámicas en Palestina, Irak y Afganistán. Esta Argentina cultural e intelectualmente colonizada pareciera disfrutar del veneno que a diario le hacen beber a borbotones.

Nada que ver con nosotros

El Estado de Israel es un país foráneo aliado a Estados Unidos y Reino Unido. Si pensáramos con nuestro propio cerebro y no con el de nuestros enemigos y adversarios tanto fuera como dentro del país, entonces mantendríamos aunque más no sea una actitud decorosamente neutra y objetiva ante la catástrofe desatada en Medio Oriente desde hace más de medio siglo. Como muestra de un mínimo de autoestima intelectual, no aceptaríamos sin más la historia oficial mundial interesadamente propagada e impuesta por Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, en momentos en que casi ni se conoce cuál fue esa misma historia vista desde el punto de vista de los grandes derrotados de aquella Guerra Mundial; y no me refiero a los gobiernos títeres que hoy ocupan el poder en Alemania y Austria por la gracia de un Dios tribal que atiende en Nueva York, Londres y Jerusalén, entre otras cosmopolitas metrópolis.

Desde 1945, la Opinión Pública planetaria ha sido informada sobre terribles matanzas, campos de concentración y persecuciones perpetradas por la Alemania nacionalsocialista. Sin embargo, aquello viene ocurriendo en un marco sin precedentes y único en la historia de la humanidad en el que un Estado (el Tercer Reich alemán) sucumbió militarmente en forma total quedando inerme ante sus irreconciliables enemigos (Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Soviética y Francia), que así lograron robarle su territorio, condenar a sus dirigentes (la travestía jurídica que fue el Juicio de Núremberg son un símbolo de ello), robarle cientos de miles de patentes, inventos, procesos industriales y derechos intelectuales de toda índole, y muy importante quitarle la totalidad de su documentación de Estado, especialmente aquella calificada como secreta; todo como gran botín de guerra.

Esa documentación fue retirada y llevada a Nueva York, Londres, París y Moscú desde donde con los años se fue escribiendo una "historia oficial" según la conveniencia, intereses y objetivos mundiales de aquellas potencias victoriosas. Entre esos futuros objetivos y planes se encontraba la creación, el financiamiento y la poderosa militarización ad eternum del Estado de Israel.

A modo de ejercicio mental, preguntamos: ¿Cual sería la imagen que tendría el mundo hoy si la totalidad de los documentos secretos de, por ejemplo, Estados Unidos, Reino Unido e Israel cayeran íntegramente en manos de sus adversarios para que éstos los seleccionaran y armaran su propia historia oficial, con el fin de satanizarlos y promover su propio conjunto de objetivos? ¿Se imagina el lector las cosas que descubriríamos si pudiéramos, por ejemplo, investigar a fondo los capítulos más oscuros, sanguinarios, perversos, patológicos y destructivos escondidos en los archivos secretos de la CIA, del Pentágono, y de la Nacional Security Agency estadounidenses? O del MI6 y el Foreign Office británico? O del Mossad, Shin Bet y Fuerzas de Defensa Israelí?

Hoy, Estados Unidos ni siquiera logra quedar bien parada ante la opinión pública a pesar de ser la nación más poderosa del planeta y disponer de gigantescos instrumentos de control de la información y loe multimedios. Imaginémonos cómo quedarían ante la opinión pública si se los pudiera desnudar a estadounidenses, británicos e israelíes íntegramente como ellos hicieron con Alemania a partir de 1945… ¿Cuántos Tribunales de Núremberg tendríamos que montar para juzgar y condenar a los Kissinger, Truman, Eisenhower, Roosevelt, Bush, Johnson, McNamara, Bundy, Kennan, Deutch, Baruch, Morgenthau, Cheney, Perle, Wolfowitz, Feith, Rockefeller, Harriman, Clinton, Albright, Carlucci, Reagan, Hoover, Westmoreland, Rusk, Schwartzkopf, Powell, Spruille Braden, Rhodes, Kagan, Podhoretz, Brzezinski, Abrams, Negroponte, Bolton, Dulles, Rice, Rumsfeld, Baker, Casey, Berger, Armitage, Lehman, Kaplan, Helms, Solardz, Sokolski, Thatcher, Churchill, D'Amato, Nixon, Ford, Carter, Eden, Carrington, Nott, Harris, Shamir, Meir, Ariel Sharon, Netanyahu, Barak, Peres, Gore, Beghin, Gurion, y tantos, tantos, más. El mundo jamás habría visto tantos encumbrados juzgados por crímenes de lesa humanidad, genocidio y de crímenes contra la paz.

Por eso, el alineamiento vergonzoso y sistemático de todos los gobiernos argentinos desde hace al menos treinta años a favor de los objetivos, intereses y planes de los dueños del Nuevo Orden Mundial conducido por Estados Unidos, Reino Unido e Israel debe terminar. Este vulgar proceso de decadencia se vio agudizado a partir de la traición menemista de los años noventa en todos los planos de la vida nacional y de sus relaciones internacionales, signadas desde entonces por las relaciones carnales con el imperio anglo-norteamericano-israelí (hoy intactas bajo el gobierno Kirchner que mantiene los ejes principales de esa sumisión, a pesar de haber cambiado el estilo).

En el caso específico de las declaraciones del presidente iraní, recordemos que la Argentina acusó a Irán por los atentados de la AMIA y, tangencialmente, de la Embajada Israelí, solo aportando pistas falsas, pruebas obviamente plantadas por fuerzas israelíes y norteamericanos que se hicieron cargo de investigar ambos Ground Zero en marzo 1992 y julio 1994. Así, se trabajó durante más de una década en inventar una obviamente inexistente pista iraní con el bochornoso espectáculo que incluyó a un juez federal cometeando a un preso para que diera falso testimonio (el destituido juez Galeano) y a un histérico fiscal de Estado (Nissman) mostrando una foto de un supuesto terrorista asesino que se auto-inmoló en el atentado a la AMIA, tesis que rápidamente quedó descartada debido a su burda falsedad. Todo, por supuesto, con altísima cobertura mediática de los diarios, radios y televisión local.

Sin embargo, hoy se sigue trabajando intensamente para encontrar las pruebas que den sustento a la pista iraní que necesitan Bush y Sharón para armar un nuevo casus belli, esta vez contra Irán, mientras que lo que realmente hace falta es profundizar en la mucho más verosimil pista israelí.

La cábala de las cifras

Para comprender cómo opera el mecanismo mistificador en torno a los 6 millones, señalemos que en un entorno mucho más pequeño y reciente en nuestro país, hemos visto un proceso parecido al propagarse el mito de los 30.000 desaparecidos, cifra que no solo no tiene ningún sustento, sino que la propia CONADEP (Comisión Nacional de la Desaparición de Personas) creada por el gobierno Alfonsín en 1984 - en su conocido informe Nunca Más, describe la existencia de unos 8.700 casos denunciados de personas desaparecidas, al tiempo que reunió pruebas concretas que permitieron juzgar a los militares responsables en solo un par de centenares de casos.

Aún entre esta cantidad mucho menor de desaparecidos descriptos por la CONADEP, hallamos casos notables de desaparecidos que terminaron apareciendo en el exterior; incluso alguno ha llegado a integrar el actual gobierno del presidente Kirchner, como el caso notable de la Dra. Carmen Argibay quien figura en el listado del informe Nunca Más, y que recientemente fuera nombrada jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación por Kirchner.

Lo importante es señalar que, también aquí, el mito fue echado a rodar dinamizado por los medios de difusión que lo repiten una y otra y otra vez, taladrándolo en el cerebro de la ciudadanía, hasta que se lo terminó integrando de prepo al imaginario colectivo argentino.

Señalamos esto para enfatizar la importancia que tiene no permitir que se falsifique la realidad - según la frase de Norberto Ceresole citada al inicio de este artículo -, lo que decididamente NO implica en lo más mínimo justificar la barbarie, estupidez y entrega del gobierno cívico-militar que usurpó el poder en nuestro país entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983.

Los despreciables victimarios deben pagar por sus crímenes. Sin embargo, una cosa es castigar a los individuos responsables especialmente por tratarse de militares de alta gradación - y otra muy diferente es defenestrar a la institución de las fuerzas armadas y de seguridad, esenciales para la defensa y seguridad del Estado Argentino. Así, un conjunto de personajes internos y externos se ha aprovechado del terrible dolor de aquellos años para promover otros intereses menos confesables que apuntan a lograr la paulatina disolución y destrucción de la República Argentina.

Moralmente, un solo ser humano injustamente perseguido o muerto merece Justicia, haya sido perseguido por militares argentinos, alemanes, estadounidenses, iraquíes, soviéticos, o israelíes, o por fanáticos chinos, sionistas, franceses o ingleses. Pero la Justicia debe ser pareja y para todos y no sólo para algunos. Y si hemos de condenar a militares argentinos y jerarcas alemanes, también debemos condenar a torturadores israelíes e ingleses y a invasores norteamericanos.

Por eso, pongamos las cosas en su justa proporción: ¿6 millones del Holocausto? ¿30.000 Desaparecidos? La exageración no solo no acerca la Justicia y la Verdad, sino que, todo lo contrario, las aleja e insulta la memoria de quienes fueron realmente víctimas en todas estas complejas contiendas y guerras.

Primero, entonces, generemos un ámbito objetivo y equilibrado que permita conocer los datos reales en torno a estos dolorosos hechos y procesos, y luego podremos determinar las cantidades de víctimas que sucumbieron. Hoy parece que se hace al revés: primero se tiran las cifras que permiten armar el Mito más conveniente para determinados objetivos encubiertos y luego se ejerce presión para obligar a todos a creer en ellas, con lo que se cobra una víctima más: la Verdad.

Lo hemos dicho reiteradamente: si los Argentinos hemos de superar los males que nos aquejan, lo primero a hacer consiste en entender y saber de qué se trata, lo que por sobre todas las cosas presupone pensar con el cerebro propio y no con el cerebro ajeno.

por Adrian Salbuchi, investigador, ensayista y conferencista; conductor del El Traductor Radial y fundador del Movimiento por la Segunda República Argentina

La historia no es simple pasado. Es la forma que suelen adoptar las angustias y las luchas del presente. Es por eso que ante una misma historia existen y deben existir distintas interpretaciones historiográficas... La tarea del pensador es analizar las conexiones de los procesos históricos y sociales. Debe preservarse de las críticas de los que quieren confrontar el mal absoluto en nombre del bien absoluto.

—Norberto R. Ceresole - "La falsificación de la realidad"

Artículo de opinión

La industria de la memoria, por Alberto Buela


El título del presente artículo es un remedo del famoso libro de Norman Finkelstein La industria del holocausto donde el autor judío denuncia a todos aquellos paisanos suyos que, sin haber padecido los horrores de la segunda guerra, se aprovechan del holocausto para enriquecerse y victimizarse para vivir bien. Pues en la sociedad de consumo la víctima racial y política es un ser privilegiado.

El holocausto se ha transformado en una industria que utiliza la reivindicación como una fábrica productora de bienes: dinero, fama y honores.

La industria de la memoria viene a ser una especie de hermana menor de la industria del holocausto. Sitial reservado al exclusivo club de los judíos en donde no se permite la entrada de otras comunidades: gitanos, gay, católicos, etc., también exterminados en los campos de concentración.

Cuando la presidente Cristina Kirchner declaró en París: Argentina sufrió un holocausto durante la dictadura militar, la Liga antidifamatoria francesa la reprendió diciendo que hubo un solo holocausto que es el de ellos. Pasó lo mismo con los armenios y su reclamo de genocidio, a lo que el primer ministro israelí Simón Péres respondió: el único genocidio es el nuestro.

Este límite en cuanto a la jerarquía de las víctimas impuesto mundialmente luego de la guerra de Yon Kipur allá por 1973, obligó a las otras víctimas, las de la izquierda activa y progresista a la creación de la industria de la memoria para tener un lugar teórico donde referenciarse y reivindicarse. Así, los gobiernos de corte socialdemócrata tanto en España y Portugal como en Iberoamérica comenzaron a utilizarla en función de sus intereses y en beneficio de las víctimas o pseudo víctimas tanto del franquismo, del Estado Novo, como de las dictaduras militares recientes.

Estas víctimas o pseudo víctimas se multiplicaron por miles, así como sus familiares, con el objeto expreso de cobrar suculentas indemnizaciones del Estado, que en algunos casos durarán ad vitam.

El caso argentino es emblemático pues a partir de los 6.415 desaparecidos y 743 víctimas de ejecución sumaria, que el gobierno de Menem indemnizó con un promedio de U$S 220.000 la cifra trepó con las reparaciones compensatorias a más de 12.000 beneficiarios, casi el doble del número reconocido oficialmente. A ellos se sumaron luego los descendientes y familiares. Así, por ejemplo, un hijo de desaparecidos cobra mensualmente un promedio de tres salarios mínimos, unos u$s 1.000. Qué en Argentina es hoy un muy buen sueldo.

Como afirma el profesor D´Angelo: El fraude ideológico sobre el número de personas desaparecidas esconde un verdadero fraude económico, que le ha costado una suma sideral al Estado argentino.

Esta multiplicación exagerada de víctimas se produce por el uso de la memoria histórica o memoria colectiva en donde se viene a justificar con razones meramente subjetivas y no históricas el carácter de víctima, que en su inmensa mayoría son pseudo víctimas, como se ha probado hasta el cansancio o ad nauseam. El buen filósofo español Gustavo Bueno afirma que: el concepto de memoria es esencialmente subjetivo, psicológico, individual: la memoria está grabada en un cerebro individual y no en un cerebro colectivo.

Es que la memoria no es otra cosa que la evocación de las imágenes del pasado. La memoria es sensible pues se maneja con imágenes, no existe la memoria intelectual pues el acto de aplicarse a nociones abstractas es un acto de la razón.

La memoria tiene dos funciones principales, como reminiscencia, esto es, como reproducción del pasado sin reconocimiento y como recuerdo, cuando reconoce y localiza las imágenes del pasado. En cuanto al olvido no es otra cosa que una retención caída.

Hoy en Occidente la victimización es la manera más cómoda de vivir en sociedad. No solo porque el carácter de víctima permite vivir sin trabajar sino porque otorga impunidad en los juicios. Las barbaridades que ha dicho Hebe de Bonafini, de las Madres de Plaza de Mayo, han gozado de una impunidad absoluta y así como ella, tantos otros beneficiarios de la industria de la memoria.

El caso emblemático en España fue el de republicano catalán Enric Marco quien se presentó durante treinta años como sobreviviente de un campo de concentración nazi, hasta que un historiador profesional desenmascaró que no había estado prisionero.

La reacción de la izquierda progresista no fue de condena sino que salió a escribir novelas con semejante personaje. Es decir, que la industria de la memoria da tanto para un zurcido como para un fregado.

Es que ni las máximas contradicciones la detienen pues se apoya en una versión subjetiva y parcial. Es que la memoria histórica es siempre sesgada, considera a unos y a otros no. No existe la imparcialidad. Es como afirma el gran historiador alemán Reinhart Koselleck (1923-2006): un producto ideológico a partir del cual no podemos conseguir ningún conocimiento cierto.

La memoria colectiva o histórica se transforma así en un registro de relatos personales o colectivos que busca reconstruir el pasado a partir de los valores de una izquierda progresista que no tiene en cuenta al otro. Por ejemplo, en España la Asociación para la recuperación de la memoria histórica (ARMH) reivindica las víctimas del franquismo pero no las víctimas de los rojos, los siete mil sacerdotes asesinados o la masacre de Paracuellos ordenada y ejecutada por Ramón Carrillo jefe del partido comunista español.

Nuestra observación es que la industria de la memoria con su utilización espuria pone en crisis o en duda la existencia de una genuina conciencia colectiva que para nosotros, los que nos situamos desde la perspectiva de “los pueblos”, es una cuestión importante. Pues sostenemos que existe una memoria de los pueblos que se expresa a través de sus tradiciones nacionales y se encarna en su ethos particular, pero que no está adecuadamente expuesta en las historias oficiales, siempre dóciles a los poderes políticos de turno.

Es que no se puede pensar de manera genuina, no se puede hacer filosofía sino desde una tradición nacional de pertenencia y esa tradición nacional se encuentra anclada y es expresión de un ethos nacional. Por eso un filósofo de la altura de Hans Georg Gadamer: la filosofía es la aclaración erger en la formulación de una nueva historia a la historia oral, la historia cotiteórica de un ethos vigente, porque el ethos no es creado por los fílósofos

La cuestión es ¿cómo lograr una genuina conciencia colectiva sin desvirtuarla ideológicamente? Haciendo converger en la formulación de una nueva historia a la historia oral, a la historia cotidiana, incluso a memoria particular, alejándola de los clichés ideológicos para anclarla en los valores y vivencias del ethos nacional.

Este ethos adquiere su significación plena cuando tiene como marco de referencia; la ecúmene cultural a la que pertenecemos por derecho propio: en nuestro caso Iberoamérica.

En resumen para reconstruir el pasado en forma genuina tenemos que recurrir a la ciencia histórica y sus métodos, pensarla desde la tradición nacional, y allí utilizar los distintos instrumentos con que se nutre. Tradición que a su vez se expresa en un ethos, pero que no se limita a la Argentina sino que tiene su anclaje en la ecúmene iberoamericana.

Post scriptum

La Damnatio memoriae fruto de la memoria histórica

Cuando el historiador Ernst Nolte demostró allá por los años ochenta del siglo pasado que la historia reciente de Alemania, especialmente la de la segunda guerra mundial, se había transformado en un pasado que no pasa, el mundo académico y los voceros de la policía del pensamiento saltaron como leche hervida. Es que Nolte puso en evidencia el mecanismo por el cual la memoria histórica había reemplazado a la historia como ciencia, con lo que quedó en evidencia la incapacidad histórica de los famosos académicos y los presupuestos ideológicos-políticos que guiaban sus investigaciones.

Es sabido que la memoria es siempre la memoria de un sujeto individual o si se quiere de una persona, singular y concreta. La memoria no existe más que como memoria de alguien. Su naturaleza estriba en otorgarle al sujeto el principio de identidad. Yo soy yo y me reconozco como tal a lo largo del tiempo de mi vida por la memoria que tengo de mi mismo desde que existo hasta el presente. Si existe o no una “memoria colectiva” esta es una cuestión que no está resuelta. El gran historiador alemán Reinhart Koselleck (1923-2006) sostuvo que no. Así, en su última entrevista en Madrid, publicada póstumamente el 24/4/2007, afirma:

"Y mi posición personal en este tema es muy estricta en contra de la memoria colectiva, puesto que estuve sometido a la memoria colectiva de la época nazi durante doce años de mi vida. Me desagrada cualquier memoria colectiva porque sé que la memoria real es independiente de la llamada "memoria colectiva", y mi posición al respecto es que mi memoria depende de mis experiencias, y nada más. Y se diga lo que se diga, sé cuáles son mis experiencias personales y no renuncio a ninguna de ellas. Tengo derecho a mantener mi experiencia personal según la he memorizado, y los acontecimientos que guardo en mi memoria constituyen mi identidad personal. Lo de la "identidad colectiva" vino de las famosas siete pes alemanas: los profesores, los sacerdotes (en el inglés original de la entrevista: priests), los políticos, los poetas, la prensa..., en fin, personas que se supone que son los guardianes de la memoria colectiva, que la pagan, que la producen, que la usan, muchas veces con el objetivo de infundir seguridad o confianza en la gente... Para mí todo eso no es más que ideología. Y en mi caso concreto, no es fácil que me convenza ninguna experiencia que no sea la mía propia. Yo contesto: "Si no les importa, me quedo con mi posición personal e individual, en la que confío". Así pues, la memoria colectiva es siempre una ideología, que en el caso de Francia fue suministrada por Durkheim y Halbwachs, quienes, en lugar de encabezar una Iglesia nacional francesa, inventaron para la nación republicana una memoria colectiva que, en torno a 1900, proporcionó a la República francesa una forma de autoidentificación adecuada en una Europa mayoritariamente monárquica, en la que Francia constituía una excepción. De ese modo, en aquel mundo de monarquías, la Francia republicana tenía su propia identidad basada en la memoria colectiva. Pero todo esto no dejaba de ser una invención académica, asunto de profesores."

En concordancia con esto ya había reaccionado cuando el gobierno alemán decidió erigir un símil de la estatua de La Piedad en la Neue Wache para venerar a las víctimas de las guerras producidas por Alemania. Koselleck levantó su voz crítica para advertir que un monumento de connotación cristiana resultaba una "aporía de la memoria" frente a los millones de judíos caídos en ese trance. Pero también en 1997, cuando el ayuntamiento de Berlín decidió erigir un monumento para recordar el Holocausto judío, volvió a la palestra para recordar que los alemanes habían matado por igual a católicos, comunistas, soviéticos, gitanos y gays. Nadie como él, entre los historiadores, hizo tanto para desembarazar a la escritura y a las representaciones de la historia del brete a que la someten los ideólogos de la "memoria histórica".

El reemplazo de la historia como ciencia, como conocimiento por las causas, con el manejo metodológico que exige el trabajo sobre los testimonios y materiales del pasado, por parte de la memoria histórica siempre parcial e interesada (la ideología es un conjunto de ideas que enmascara los intereses de un grupo, clase o sector) ha desembocado en la moderna damnatio memoriae o condena de la memoria.

La damnatio memoriae era una condena judicial que practicaba el senado romano con los emperadores muertos por la cual se eliminaba todo aquello que lo recordaba. Desde Augusto en el 27 a.C. hasta Julio Nepote en el 480 d.C. fueron 34 los emperadores condenados. Se llegaba incluso hasta la abolitio nominis, borrando su nombre de todo documento e inscripción. Se buscaba la destrucción de todo recuerdo. Se destruían sus bustos y estatuas. Suetonio cuenta que los senadores lanzaban sobre el emperador muerto las más ultrajantes y crueles invectivas. La intención era borrar del pasado todo vestigio que recordara su presencia.

Las damnationes se realizaban a partir del poder constituido y su presupuesto ideológico era: de aquello que no se habla no existe. Arturo Jauretche, ese gran pensador popular argentino en su necrológica de nuestro maestro, José Luís Torres, nos habla de la confabulación del silencio como mejor mecanismo de los grupos de poder. Es una manifestación de prepotencia del poder establecido, con lo que busca eliminar el recuerdo del adversario, quedando así el poder actual como único dueño del pasado colectivo.

No es necesario ser un sutil pensador para comparar estas destrucciones de la memoria y eliminaciones de todo recuerdo con lo que sucede con nuestros gobiernos de hoy. En España una vez muerto Franco comenzó una campaña de difamación contra su persona y sus obras que llegó hasta cambiarle el nombre al pueblo donde nació. En Argentina cuando cayó Perón en 1955 se prohibió hasta su nombre (por dictador), reapareció la vieja abolitio nominis. Hace poco tiempo el gobierno de Kirchner hizo bajar el cuadro del ex presidente Videla (por antidemócrata). Al General Roca que llevó la guerra contra el indio le quieren voltear la estatua (por genocida). Se le quitó el nombre del popular escritor Hugo Wast a un salón de la biblioteca nacional (por antijudío). Y así suma y sigue.

Cuando la historia de un pueblo cae en manos de la memoria colectiva o de la memoria histórica lo que se produce habitualmente es la tergiversación de dicha historia, cuya consecuencia es la perplejidad de ese pueblo, pues se conmueven los elementos que conforman su identidad.

Es que la memoria lleva, por su subjetividad, necesariamente a valorar de manera interesada lo qué sucedió y cómo sucedió. Así para seguir con los ejemplos puestos, objetivamente considerados, Franco fue un gobernante austero y eficaz, Perón no fue un dictador, Videla fue un liberal cruel, Roca no fue un genocida y Wast fue un novelista católico. Vemos que aquello que deja la memoria histórica es un relato mentiroso que extraña al hombre del pueblo sobre sí mismo.

La memoria histórica es un producto de la mentalidad y los gobiernos jacobinos, aquellos que gobiernan a favor de unos grupos y en contra de otros. Aquellos que utilizan los aparatos del Estado no en función de la concordia interior sino como ejercicio del resentimiento, esto es, del rencor retenido, dando a los amigos y quitando a los enemigos. La sana tolerancia de la visión y versión del otro acerca de los acontecimientos históricos es algo que la memoria histórica no puede soportar, la rechaza de plano. La consecuencia lógica es la dammnatio memoriae, la condena de la memoria del otro.

Referencias

  1. También publicado en la Argentina bajo el título "La Industria del Holocausto: Reflexiones sobre la Explotación del Sufrimiento Judío" (Siglo XXI de Argentina Editores, Buenos Aires, 2002), extrañamente, hoy casi inhallable en nuestras librerías.
  2. Premio Nobel de la Paz de 1986, miembro del poderoso Council on Foreign Relations, Inc., de Nueva York, y Gran Pope del Mito del Holocausto a nivel universal. En 1980, Elie Wiesel fue nombrado presidente del Consejo Estadounidense del Monumento al Holocausto por el entonces presidente Jimmy Carter (a su vez, también miembro del Council on Foreign Relations y de la Trilateral Commission de David Rockefeller, Zbigniew Brzezinski, Henry Kissinger y Maurice Greenberg, entre muchos otros poderosos).
  3. Recordamos al lector que en 1935, Alemania sancionó legislación que severamente coartó las libertades individuales de los judíos en aquél país, prohibiéndoseles ocupar cargos públicos y ejercer diversas profesiones, aunque se les permitió ejercer sus actividades comerciales (solo así se explica que, más de tres años después, en Octubre 1938 pudiera tener lugar la Noche de los cristales en la que miembros del NSDAP rompieron las vidrieras de miles de negocios pertenecientes a judíos en las ciudades alemanas, en protesta por la muerte del encargado de negocios alemán en la embajada de París a manos de un asesino judío). Resulta notable señalar que aquella legislación las conocidas Leyes de Núremberg de Septiembre 1935 se basaron, entre otros antecedentes, sobre la legislación y las constituciones estatales racistas de los Estados norteamericanos de Louisiana, Alabama, Mississippi, Georgia, Carolina del Sur y Arkansas, y también en las leyes del Apartheid que regían en la británica Sudáfrica, que desde hacía décadas dejaron sin derechos civiles a los pobladores negros, reduciéndolos a un estado de cuasi-esclavitud que habría de perdurar décadas después de que la Alemania nacionalsocialista fuera derrotada por los democráticos norteamericanos e ingleses. Las vueltas de la historia…
  4. Para un análisis más profundo, ver del autor Bienvenidos a la Jungla: Dominio y Supervivencia en el Nuevo Orden Mundial (Ediciones Anábasis, Córdoba, 2005, 252 pags), particularmente su Cap. VI sobre el tema del Sionismo.
  5. Citado por La Nación de Buenos Aires, 09-Dic-05, artículo Irán desata otra polémica mundial: propone mudar Israel a Europa. También El País de Madrid de misma fecha, artículo El presidente de Irán propone que Alemania y Austria acojan a Israel.
  6. En el caso específico de nuestro país, reciente información proveniente del entorno del ex-presidente de Francia, Francois Mitterand, jefe de Estado francés durante la Guerra de Malvinas, da cuenta de que la primer ministra Margaret Thatcher consideró la opción de lanzar una bomba atómica sobre la ciudad argentina de Córdoba (segunda ciudad más importante de nuestro país), si la suerte de sus armas le fuera adversa en la contienda anglo-argentina que en esos momentos del año 1982 se desarrollaba en las frías aguas del Atlántico Sur en torno a nuestras Islas Malvinas. Claramente, no son las potenciales armas nucleares iraníes las que deben preocupar a los argentinos, sino las reales armas nucleares británicas.

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