La yunta Mitre-Sarmiento

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Por Leonardo Castagnino

Pavón y después

El 17 de septiembre de 1861 se produce la batalla de Pavón, en que Urquiza le regala a Mitre su primera y única victoria militar. El arreglo previo del resultado de la batalla, fue un misterio develados, entre otros, por el historiador José María Rosas, y aunque no se conocen los detalles, de las actitudes y hechos posteriores puede deducirse lo pactado; Urquiza queda aislado sin ser molestado en su provincia, y Mitre quedaba con las manos libres para “pacificar el interior”, uniformando el color político de todas las provincias.

De nada serviría que los caudillos federales pidieran o reclamaran una orden de Urquiza, en quien todavía creían, o querían creer, y en vano esperarían la más mínima reacción de Urquiza. Mientras tanto Mitre y Sarmiento desatarían , según sus propias palabras, una "guerra de policía”. Para ello se sirvieron del poder nacional, el terror, y la acción de orientales al servicio de Mitre.

La pacificación del interior

El interior en general se revela contra el gobierno nacional, y quieren romper la alianza con Brasil. Se levanta entre otros el Chacho Peñaloza y Felipe Varela . Solamente Urquiza se mantiene en San José, haciendo sus “negocios con la guerra”. Se reúne el congreso y declara una “guerra de policía”

“Todos los individuos que tomaran las armas o hayan tomado parte en la ejecución de atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza…y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda severidad de las leyes” (19-01-1867)

Pero Mitre ni siquiera se conforma con esta ley, y lejos de cumplirla, nombra a Sarmiento director de la guerra y le dice:

“Quiero hacer una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones que amenaza a todos los vecinos y donde no hay gobierno que haga la policía. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay quehacer es muy sencillo” .

Tal vez para no comprometerse, Mitre no se lo dice directamente, se lo insinúa, pero el loco Sarmiento, que además de buen entendedor, resentido y racista como es, siente un odio visceral hacia el gauchaje, no necesita mucho para embalarse, comienza una masacre salvaje contra el gauchaje de las provincias.

"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad?. El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas". (En Buenos Aires, 1853; Carta a Mitre del 24 de Septiembre 1861)

Siendo Sarmiento director de la guerra y gobernador de San Juan declara la intervención de las provincias vecinas.

Los vencedores de Pavón no tenían intención de pacificar nada, sino por el contrario terminar con los caudillos y sus seguidores. Sarmiento le escribía a Mitre: “No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos.” (Martín V.Lascano, Don Juan Manuel de Rosas)

Para la represión, Mitre se valió de orientales pertenecientes al partido colorado, unitario. El ilustre jefe argentino que organizó la resistencia en el interior fue el general Angel Vicente Pañaloza, el Chacho.

En su provincia, La Rioja, había penetrado el oriental teniente coronel Sandes con su ejercito y “había llegado hasta su casa (del Chacho) de Guaja y la había incendiado; había llegado hasta Arauco con un comandante, Luis Quiroga, a la cabeza, puesto sitio a la casa de Chumbita, detenido a todas las personas que encontró adentro, mandándolas fusilar sin forma de juicio e incendiando después todo el lugar; había llegado hasta los llanos paseándose a son de degüello por la Costa Alta, Baja y del Medio, saqueando, violando, exterminando.”(Isaac E.Castro. Sarmiento ante la montonera, p.25)

El Chacho presenta combate en la Aguadita de Los Valdés, pero es vencido. Sandes comunica en su parte oficial:

“Entre los prisioneros se encuentran el sargento mayor don Cicerón Quiroga, capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas, teniente don Nemoroso Moliné, don Ignacio Bilbao y don Juan M. Vallejo, y alférez don Ramón Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos ellos han sido pasados por las armas. “ (Registro Oficial de la provincia de La Rioja, t.III, p.125)

Después de ocupar La Rioja, Sandes es sitiado en la ciudad por las montoneras de Puebla. “La guardia de la plaza, durante los tres primeros días del sitio, hacía continuas salidas hasta las afueras de la ciudad. En una de estas salidas fue capturado un paisano que vivía en los suburbios de la capital, e inmediatamente fue fusilado por la espalda, y su cadáver, colgado de un poste en la plaza principal.” (Marcelino Reyes, Bosquejo histórico de la provincia de La Rioja, p.187)

Entretanto, a la voz de Peñaloza, las montoneras se levantan por todas partes. A sofocarlas en San Luis va otro jefe uruguayo, Iseas. “Creía que ningún prisionero tenía derecho a sobrevivir y se vanagloriaba en su suprema inconsciencia salvaje de no conservar uno solo de los soldados de la montonera. Cuando su ferocidad impuso al general Paunero la orden terminante en contrario, aquel libertador inconcebible hacía arrancar a los prisioneros la piel de los pies, para que impedidos de moverse, murieran de sed, de dolor y de hambre bajo la luz del sol. Y entonces decía: Yo cumplo la orden: no los mato.” (Isaac E. Castro, ob.cit.p.34)

Pero el conocimiento del terreno, la movilidad del Chacho y el apoyo de su gente, hacían imposible al ejército darle alcance para provocarle una derrota contundente. Por eso se llega al tratado de Banderitas, firmado en 1862, que significa una breve tregua en esta campaña de terror. Paunero lo sugiere; “visto -dice- que el partido de los liberales no alcanza a darnos cincuenta partidarios en La Rioja.”

“Pero este tratado -como escribe Castro- va a protocolizar un crimen sin precedentes en la historia de los ejércitos argentinos: Llega el momento de canjear los prisioneros. El Chacho presenta a los que ha tomado, y, dirigiéndose a los jefes enemigos, les pregunta: -Y bien, ¿dónde están los míos? Los jefes del ejército de Buenos Aires no tenían un solo prisionero para devolver. Todos habían sido pasado por las armas; degollados, para economizar balas.” (Isaac E. Castro, ob.cit.p.37)

Al año siguiente, la llamada “pacificación” se inicia en cinco provincias. Mitre comisiona a Sarmiento para dirigirlas. Y éste le escribe:

“Sandes ha marchado a San Luis. Está saltando por llegar a La Rioja y darle una buena tunda al Chacho. ¿Qué regla seguir en estas emergencias? Si va, déjenlo ir. Si mata gente, cállese la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor.” (Sarmiento – Mitre, correspondencia, p.179)

Sandes va a San Luis, en efecto. Derrota al caudillo Ontiveros en la Punta del Agua, y “fusila, después de rendido”, al coronel Minuet, que mandaba la infantería. (Marcelino reyes, ob.cit.p.106)

Luego se dirige a La Rioja. El 20 de mayo se encuentra con el Chacho en Lomas Blancas. El Chacho queda vencido. “No se dio cuartel a los que caían heridos o prisioneros.” (Ibidem, p.198)

Pero el bravo caudillo riojano resurge cada vez más fuerte de sus derrotas. Sandes desencadena su furia impotente por todos los lugares donde pasa en persecución de la montonera. Cuando se le cansan los caballos, azota a los postillones. Hace “colgar de los senos a las mujeres” (Justo Díaz de Vivar, Las luchas por el federalismo, p.334)

Todo el mundo huye a su paso; pero huir significa también sentenciarse a muerte. En San Luis hace perseguir a dos muchachos: Nicolás Videla, de 17 años, y Francisco Carranza, de 16, por el delito de haber huido. Videla se defiende y es atravesado a lanzazos. Carranza es aprehendido y llevado a su presencia.

“Llegaron, y éste les dice: “- ¿Tomaron a alguno? “- Sí, señor; y al otro, lo mismo; pero se resistió y lo lanceamos. “- Bueno; lanceen a éste también y alcáncenme. Y Ud., maestro de posta, ¡cuidado con que los caballos me vayan a aflojar!, porque los postillones la van a pagar... “Allá en los caminos de Santa Rosa o Merlo hizo lancear a otro niño. El muchacho andaba buscando unas cabras perdidas. Al ver las partidas de soldados, el niño quiso huir. Se lo detuvo y lo llevaron a la retaguardia, en donde venía Sandes con sus oficiales, con la novedad de que había querido huir. “Lancéenlo- dijo Sandes-. Ha de ser hijo de algún sasista o chachino... “En esa misma cruzada, don Agustín Lucero fue fusilado en Renca, porque se le ocurrió gritar en un almacén: ¡Viva Urquiza!... “A Natalio Tissera, que era un pobre muchacho que decían había acompañado al General Juan Saá, lo hizo fusilar porque sí.” (Nicolás Jofré. El Pacificador A.Sandes. Alborada, año I, N°.3)

El combate final, donde la resistencia del Chacho quedó vencida, fue el de Las Playas, el 28 de junio de 1863.

“Minutos después de decidido el triunfo, cuando aún se perseguía a los derrotados, un episodio dramatizó más el cuadro: se mandó salir ante un pelotón de tiradores al coronel Avelino Burgoa, jefe de la infantería vencida, y a los jefes de cuerpo José Asensio Palacios, sargento mayor Moral, Rafael Gigena y Eugenio Cabrera, y por orden cuyo origen no se documentó, si bien se creyó de Sandes, fueron allí mismo fusilados...“Los muertos llegaron a 300 y los prisioneros a 700, siendo éstos conducidos en forma despiadada al hoy pueblo General Paz, donde sufrieron el cuidado de Sandes en forma que a este sitio se le llamó el campamento de la tortura.” (Nazario F.Sánchez. Hombres y episodios de Córdoba, p.41)

“Cuando tuvo lugar el combate de Las Playas -dice Vicencio- nos encontrábamos en Córdoba y tuvimos el disgusto de presenciar la horrible carnicería que después del triunfo ejecutó Sandes con los vencidos.” (J.V.Vicencio, Una página de la historia del general Mitre)

La guerra estaba terminada. La resistencia nacional había sido ahogada por el terror y la sangre. Pero el liberalismo no estaba satisfecho. Faltaba el Chacho. De nada le valió su intención de someterse. Exigía garantías para su vida y para la de sus compañeros de causa. Pero se quería su muerte.

Un día, mientras descansaba en Olta, va a buscarlo el sargento mayor Irrazábal.

El Chacho, vencido, viejo, cansado, se entrega a su pariente, el coronel Ricardo Vera. La única arma que tiene es un puñal que le regaló Urquiza y que lució siempre con orgullo. Lo entregó también.

Cuando llega Irrazábal lo encuentra con su mate en la mano.

- ¿ Quién es el bandido del Chacho?- , grita desde el caballo. - Yo soy el Chacho, pero no soy bandido- contesta el caudillo.

Ya no se oyeron más palabras. Un lanzazo del bárbaro lo atraviesa de parte a parte, una vez, dos veces, diez veces. Y, caído, muerto, sobre el cuerpo glorioso del último gran caudillo de la montonera los tiradores descargan sus carabinas. Y como si no fuese bastante, Irrazábal, con el propio puñal del Chacho, que nunca fue manchado con sangre, le separó una oreja y ordenó que se le cortara la cabeza y fuera colocada en una pica.” (Isaac E.Castro, ob.cit.p.50)

“Da vergüenza -dice Jofre- repetir la tradición de que le cortaron ciertos miembros para llevárselos a Sarmiento de regalo.” (Nicolás Jofré, art.cit.)

Irrazábal comunicó a éste la noticia en los siguientes términos:

“Pongo en conocimiento de V. E. que hoy en la madrugada sorprendí al bandido Peñaloza, el cual fue inmediatamente pasado por las armas, haciéndole también algunos muertos que despavoridos huían; también tengo prisionera a la mujer y un hijo adoptivo, tomándome gran interés en salvarlo.” (Julio Victorica, Urquiz y Mitre, p.448)

El sentimiento pacífico de Sarmiento

“Después de mi anterior –le escribe Sarmiento a Mitre- llegó el parte de Irrazábal de haber dado alcance a Peñaloza y cortándole la cabeza en Olta, extremo norte de los Llanos, donde parece que descansaba tranquilo. No sé lo que pensarán de la ejecución del Chacho. Yo, inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados, aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a ese inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían convencido en meses de su muerte.” (Sarmiento – Mitre, Correspondencia, p.230)

Fuentes

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