Marxismo

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Un marxista es una persona que ha leído a Marx. Un antimarxista es una persona que lo ha entendido.

Ronald Reagan

El marxismo, es el conjunto de doctrinas políticas, económicas y filosóficas derivadas de la obra de Karl Marx, filósofo, economista y periodista de origen judío del siglo XIX y de su amigo Friedrich Engels. Marx y Engels se basaron en la filosofía de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y de Ludwig Feuerbach, la economía política del inglés Adam Smith, la economía del judío David Ricardo y el socialismo utópico francés del siglo XIX, para desarrollar una crítica pseudocientífica al capitalismo de la época de la revolución industrial.

También se acostumbra hablar de teoría marxista cuando se hace referencia a la aplicación de planteamientos marxistas a diversas cuestiones no estrictamente económicas o políticas, como la religión, el arte, la relación entre sexos o razas, etc., sin necesidad de asumir la totalidad de los postulados marxistas, lo que se conoce como marxismo cultural.

Como régimen político, el marxismo ha sido el más genocida de toda la historia de la humanidad, asesinando alrededor de 110 millones de personas en el mundo entero[1].

Economía

El marxismo es, en la práctica, contrario al liberalismo económico y establece una intervención total del Estado en el mercado, por lo cual se ha dicho que la economía marxista no es más que un "capitalismo de Estado". Asimismo, propugna la abolición de la propiedad privada para individuos y sociedades. Es una economía centralmente planificada que pretende acabar con las clases sociales, haciendo a todos iguales económicamente. Para ello, al intentar "distribuir equitativamente" la riqueza generada por el capitalismo, coloca los medios de producción exclusivamente en manos estatales, acabando con la iniciativa privada y terminando por empobrecer a la mayor parte de la sociedad que debe conformarse con lo poco que el Estado le otorgue.

Dentro de la teoría marxista, a pesar de establecer en primera instancia la intervención total del Estado en la economía, existe una segunda fase hipotética y utópica hacia la consecución de la 'sociedad comunista', en la que se llegaría a un supuesto equilibrio económico, parecido al que existe hoy en día en el capitalismo, que no requeriría de intervención estatal alguna.

La imposibilidad práctica de alcanzar esta hipotética fase ha motivado a los marxistas a incorporar en su discurso apologético la afirmación de que el comunismo nunca se ha constituido como régimen económico, y que por ello, regímenes como la URSS, el estalinismo o el castrismo en Cuba, no representan al verdadero comunismo, y en su lugar reivindican a figuras como Trotsky y Ernesto Guevara.

Aparente oposición al capitalismo

Aunque el marxismo surgió como una crítica del capitalismo, y suele presentarse a sí mismo como su antítesis, en realidad comparten bases doctrinales materialistas y ambos buscan la desaparición del Estado, aunque por distintos medios.

En la práctica, el marxismo es la antítesis del liberalismo económico, su extremo opuesto, pero no es la antítesis del capitalismo, ya que el marxismo sigue dependiendo del capital para generar cierta riqueza. Los marxistas aceptan de facto las premisas del capitalismo, según la cual la economía sólo florece si es regada con capital, y que el trabajo es una mera consecuencia de ese capital.

Además, se sabe que Marx y posteriormente la Revolución bolchevique, fueron financiados, al igual que otros revolucionarios, por banqueros judeo-norteamericanos de Wall Street y de la banca Británica[2], esto con el fin de apoyar a una 'oposición controlada'.

Según el marxismo, una minoría ilustrada en la sociedad capitalista es la única que tiene acceso al conocimiento y dicho conocimiento es el único que puede dominar si se trata de las clases que detentan el poder económico o ser utilizado como combustibles sociales para conducir a la sociedad marxista.

Los sectores burgueses son los que dentro de esta teoría conducen a la dictadura del proletariado y son a su vez los mismos que llevaron las teorías comunistas a los proletarios.

Dictadura del proletariado

Artículo principal: Dictadura del proletariado


Cartel de propaganda marxista. Marx, Engels, Lenin y Stalin.

La dictadura del proletariado, concebida por Marx como la forma pseudo-parlamentaria de la Comuna de París, basada en una especie de pluralismo político, que realizaría la transformación de la sociedad.

De acuerdo con Lenin, "marxista es sólo aquel que extiende el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado".

La dictadura del proletariado no es, para Marx, más que la conquista del Estado por parte del proletariado que, organizado en clase políticamente dominante, alcanza en su primera fase el Estado Interventor y la supresión de todas las clases.

El primer paso de la revolución obrera es el ascenso el proletariado a clase dominante... El proletariado utilizará su dominio político para arrancar poco a poco a la burguesía todo el capital y concentrar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado en clase dominante.

Lenin, en El Estado y la Revolución confirma la tesis marxista:

El proletariado tiene necesidad del Estado sólo por un cierto tiempo. En cuanto a la supresión del Estado como meta, no nos diferenciamos en ese punto completamente de los anarquistas. Afirmamos que para alcanzar esta meta, es indispensable utilizar temporalmente contra los explotadores, los instrumentos, los medios y los procedimientos del poder político, así como es indispensable, para suprimir las clases instaurar la dictadura temporánea de la clase oprimida... Pero el Estado no está todavía enteramente muerto, porque lo salvaguarda aún el "derecho burgués", que consagra, de hecho, la desigualdad. Para que el Estado perezca completamente, es necesario el advenimiento del comunismo total.

Materialismo histórico y materialismo dialéctico

(Ver artículos: Materialismo histórico y Materialismo dialéctico)

El materialismo es la ideología, opuesta al espiritualismo y al idealismo, que reduce todo fenómeno existente como producto de la materia, otorgándole así mayor importancia al mundo material.

El estudio y la interpretación materialista dialéctica de la Historia es el objetivo fundamental de la actividad marxista porque considera que los pueblos van haciendo su Historia pero no son conscientes de ella.

Lo anterior no significa que la historia sólo cuente el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir el desarrollo de los modos o formas de producir que hacen evolucionar al hombre; lo que quiere decir es que las fuerzas productivas son los hechos históricos básicos: Para el marxismo, el motor de la historia no es el hombre, sino las fuerzas productivas materiales. Por tanto la historia se fundamenta en la infraestructura o economía (determinada por la naturaleza material), y no es una mera narración o exaltación de figuras históricas. Por esta razón el materialismo histórico, (interpretación dialéctica de la historia) y el materialismo dialéctico (interpretación dialéctica de la naturaleza), (por lo que según los marxistas) son las dos vertientes de la única visión científica de la naturaleza y del hombre.

El materialismo histórico:

Es La concepción (que) parte de la tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Según eso, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía de la época de que se trata.
—Karl Marx, Del socialismo utópico al socialismo científico de 1880.

Para Marx no existe, por lo tanto, la naturaleza por un lado y la sociedad por otro. La naturaleza es la totalidad de lo existente y, al mismo tiempo, un momento de la praxis humana.[3]

Es así como Marx agrega: "La propiedad del hombre sobre la naturaleza tiene siempre como intermediario su existencia como miembro de una comunidad, familia, tribu, etc., una relación con los demás hombres que condiciona su relación con la naturaleza".

el comportamiento obtuso de los hombres frente a la naturaleza condiciona su comportamiento obtuso entre sí.

A lo que agregaría:

El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
—Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859).

Lucha de clases

Artículo principal: Lucha de clases


El análisis marxista de las clases sociales considera que la sociedad capitalista se divide principalmente en dos clases:

  • La clase trabajadora o proletariado. Marx definió a esta clase como "los individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción", a quienes consideraba responsables de crear la riqueza de una sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por ejemplo, son construidos físicamente por miembros de esta clase; también los servicios son prestados por asalariados). El proletariado puede dividirse, a su vez, en proletariado ordinario y lumpenproletariado, los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar trabajo lícito con regularidad. Éstos pueden ser prostitutas, mendigos o indigentes.
  • La burguesía. La que posee los medios de producción y emplean al proletariado. La burguesía puede dividirse, a su vez, en la alta burguesía y la pequeña burguesía: quienes emplean la mano de obra, pero que también trabajan. Éstos pueden ser pequeños propietarios, campesinos terratenientes o comerciantes.

Para Marx, el comunismo sería una forma social en la que la división en clases habría terminado y la estructura económica sería producto de "la asociación de los productores libres", y el producto social se distribuiría según el criterio "de cada cual según su capacidad; para cada cual según sus necesidades".

Los pensadores marxistas opinaban que la clase trabajadora debía apropiarse del Estado capitalista existente y convertirlo en un Estado revolucionario obrero que implantaría las estructuras democráticas necesarias, para luego, esperar a que se desintegrara por sí solo después de mucho tiempo, puesto que para Marx "el Estado es un aparato de opresión", y al no haber clase a la cual oprimir, se creía que el Estado iba a ir perdiendo importancia hasta su total erradicación. Cabe mencionar que Lenin en su obra El Estado y la Revolución explica que el estado burgués debe ser destruído para luego instaurar un Estado revolucionario y que sería este estado quien se extinguiría conforme desaparezcan las contradicciones de clase (El Estado y la Revolución). Por otro lado, otros pensadores anticapitalistas como Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin, compartiendo la idea de la lucha de clases, afirmaron que el Estado o cualquier forma de autoridad y centralización de poder, per se, era el problema (político-económico), y que destruirlo debía ser el objetivo de toda actividad revolucionaria. Esta dictomía frente al Estado marcó la división definitiva entre marxistas y anarquistas.

Doctrina de Odio

Toda la filosofía marxista se basa así, en última instancia, en alimentar el odio, la envidia y el resentimiento de las clases bajas contra las clases altas, y toda acción violenta y sangrienta para alcanzar el ideal revolucionario en el cual el orden debe invertirse para que las clases bajas tomen el poder, está justificada.

El 26 de junio de 1918, Lenin escribe a Zinoviev: "No hay que vacilar en golpear con el terror de masas a los diputados de los soviets, cuando se trata de pasar a los actos".

En Krasnyi Metch ("La daga roja"), órgano de la Cheka de Kiev, podía leerse en agosto de 1919: "Nuestra moralidad no tiene precedente, nuestra humanidad es absoluta, porque descansa sobre un nuevo ideal: destruir cualquier forma de opresión y violencia. Para nosotros todo está permitido, pues somos los primeros que en el mundo han levantado la espada no para oprimir y esclavizar, sino para liberar a la humanidad de sus cadenas […] ¿La sangre? ¡Que la sangre corra a mares!"

Desaparición del Estado burgués y del Estado proletario

El Estado del proletario, según el marxismo, es un semi-Estado porque el Estado integral es el burgués. Incluso este semi-Estado, según los marxistas, debe a su vez morir de muerte natural. Quieren la destrucción del Estado burgués, pero asimismo la conquista del Estado por el "proletariado", que es el único que conducirá a la sociedad comunista.

Al contrario del marxismo, el anarquismo, busca la extinción del Estado mediante la revolución social y la constitución de un orden nuevo autonomista-federal.

Los marxistas le critican a los anarquistas su deseo de abolir el estado de un día para otro. Ya que la evolución que llevará a la sociedad comunista, sólo puede ser conducida gradualmente ya que sucederá por leyes materialistas.

Marx y Engels profetizaron claramente la desaparición del Estado, y esto explica la posibillidad que existió en el seno de la Primera Internacional una convivencia política entre socialistas marxistas y socialistas bakuninistas, convivencia que hubiese sido imposible sin aquella coincidencia básica.

Engels, por su parte, afirmaba:

El Estado desaparecerá inevitablemente junto con las clases. La sociedad, que reorganiza la producción sobre la base de la asociación libre de todos los productores en pie de igualdad, relegará la máquina gubernativa al puesto que le corresponde: el museo de antigüedades, junto a la rueda y el hacha de bronce.

Esta teoría de la extinción del Estado, básica en el libro de Lenin "El Estado y la revolución" fue tomada de Engels, que en La subversión de la ciencia por el señor Eugen Duhring, dice:

El proletariado toma el poder del Estado y transforma inmediatamente los medios de producción en propiedad del Estado. Por este acto se destruye a sí mismo en tanto que proletariado. Elimina las diferencias de clases y todas las contradicciones de clases, y al mismo tiempo incluso al Estado en cuanto Estado.

Marx escribía en La miseria de la filosofía:

La clase trabajadora sustituirá en el curso de su desarrollo la antigua sociedad por una asociación que excluirá las clases y su antagonismo. No habrá ya poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente el resumen oficial del antagonismo en la sociedad civil.

El marxismo alcanzó su expresión más sistemática en su obra más importante, El Capital, crítica de la economía política.

Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis Althusser, Toni Negri o Miguel Abensour han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza.

Desde la muerte de Marx en 1883, varios grupos del mundo entero han apelado al marxismo como base intelectual de sus políticas, que pueden ser radicalmente distintas y opuestas. Una de las mayores divisiones ocurrió entre los socialdemócratas, que alegaban que la transición al socialismo puede ocurrir dentro de un sistema pluripartidista, democratico y capitalista, y los comunistas, que alegaban que la transición a una sociedad socialista requería una revolución. La socialdemocracia resultó en la formación del Partido Laborista (Reino Unido) y del Partido Socialdemócrata de Alemania, entre otros partidos; en tanto que el comunismo resultó en la formación de varios partidos comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dimanan dos partidos del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia: el Partido Comunista, formación comunista, y el Partido Social Demócrata de Rusia, de tendencia socialdemócrata.

Aún sigue habiendo muchos movimientos pseudo-revolucionarios y partidos políticos en todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética, aunque el internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay partidos socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace mucho que se distanciaron de sus lazos históricos con Marx y sus ideas. En la actualidad en Laos, Vietnam, Cuba, la República Popular China y Moldavia hay en el poder gobiernos que dicen ser marxistas. Países que viven en la miseria total.

Diferencias con el anarquismo

Tanto la tesis marxista, como la anarquista, comparten el deseo de abolir el Estado, pero los medios para conseguirlo son diferentes. Ninguna de estas tesis ha visto la realización de este ideal ya que es impracticable, aunque sólo el neoliberalismo se ha aproximado a la desaparición del Estado al concentrar el poder en el mercado. Por esta razón las teorías marxistas acerca de su desarrollo han variado entre sus distintas vertientes.

La diferencia entre los marxistas y los anarquistas consiste en lo siguiente:

  1. Los marxistas, incluso proponiéndose la destrucción completa del Estado, no la creen realizable sino después de la destrucción de las clases por obra de la revolución socialista, como un resultado del advenimiento del socialismo, que terminará con la extinción del Estado; los anarquistas quieren la completa supresión del Estado de un día para otro, sin comprender cuáles son las condiciones que, según los marxistas, la posibilitarían.
  2. Los marxistas proclaman la necesidad para el proletariado de la apropiación del poder político, de destruir enteramente la vieja máquina estatal y sustituirla por una nueva, consistente en la organización de los trabajadores armados, al estilo de la Comuna: los anarquistas, reclamando la destrucción de la máquina estatal, no saben exactamente "con qué cosa" será sustituida, por el proletariado, ni "qué uso" hará éste del poder revolucionario; llegan hasta repudiar cualquier uso del poder político por parte del proletariado revolucionario y rechazan la dictadura revolucionaria del mismo.
  3. Los marxistas buscan preparar al proletariado para la revolución empleando en su beneficio el Estado moderno, y los anarquistas rechazan este método.

De acuerdo con esta tesis, la destrucción del Estado, como a su vez de la dictadura del proletariado, acontecerá como consecuencia natural, únicamente por medio de los designios de las fuerzas ciegas de la materia.

Religión

El marxismo es opuesto a todas las religiones, por lo que es una doctrina fundamentalmente atea. Marx escribió al respecto que la religión es el opio del pueblo. La fundamentación filosófica del rechazo de la religión ha sido desarrollada por el materialismo dialéctico de autores como Engels y Lenin. Su principal argumento consiste en considerar a la religión como un invento de la burguesía para controlar y manipular a las clases bajas.

En cualquier caso, ha habido diversos teóricos autodenominados marxistas que consideran que ser marxista y religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly y sobre todo a diversos autores dentro de la Teología de la liberación como Camilo Torres Restrepo, a pesar de la condena de la carta encíclica Divini Redemptoris de Pío XI contra el marxismo.

Pero la crítica teórica hacía cualquier religión se basa en que ésta es concebida como el resultado de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la fabricación de fundamentos ideológicos que se hace una sociedad sobre sus propios modos de producción ecónomicos. Así, para el marxismo, la religión siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar y sustentar la estructura ecónomica existente.

Los textos marxistas donde se puede encontrar información sobre la concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Karl Marx y Friedrich Engels y La Filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser.

Las raíces filosóficas del marxismo

Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, e indudablemente la de Hegel que inspiro a Marx acerca de la aplicación de la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de disertación doctoral eligió la comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su dialéctica. Ya en 1842 había elaborado su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel desde un punto de vista materialista.

Pero a principios de la década del 40, otra gran influencia filosófica hizo efecto en Marx: Feuerbach. Especialmente con su obra La esencia del cristianismo. Tanto Marx como Engels abrazaron la crítica materialista de Feuerbach al sistema hegeliano, aunque con algunas reservas. Según Marx, el materialismo feuerbachiano era inconsecuente en algunos aspectos, idealista. Fue en las Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La ideología alemana (Marx y Engels, 1846) donde Marx y Engels ajustan cuentas con sus influencias filosóficas y establecen las premisas para la concepción materialista de la historia.

Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir contradictorio que reflejaba el autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción las que determinan el curso de la historia, la base del desarrollo político, cultural, ideológico. Para los idealistas la historia era el desarrollo de las ideas. Marx expone la base material de esas ideas y encuentra allí el hilo conductor del devenir histórico. Marx resume la génesis y sintetiza su concepción materialista de la historia en Contribución a la crítica de la economía política (1859):

el primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los "Anales francoalemanes", que se publicaban en París. Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de "sociedad civil", y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política. En Bruselas a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor Guizot proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en un a palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que , por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.

En su labor política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la economía era vital para conocer el devenir social. Fue Marx quien se dedicó principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres. Marx se basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar críticamente sus errores.

Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se dividió en dos.

Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plustrabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos sobre economía política Trabajo asalariado y capital de 1849, Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, Salario, precio y ganancia de 1865) su obra cumbre al respecto es El Capital.

El Capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx empieza desde la "célula" de la economía moderna, la mercancía. Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. A partir del análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría del valor, donde encontramos que el valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía como equivalente de todas las demás (dinero).

Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel.

La crítica de Marx a Smith, Ricardo y el resto de los economistas burgueses residen en que su análisis económico es ahistórico (y por lo tanto, necesariamente idealista), ya que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley general de la acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros elementos importantes de la economía marxista.

Revoluciones y gobiernos inspirados en el marxismo

La revolución de octubre de 1917, encabezada por los bolcheviques (cuyas figuras principales eran Vladimir Lenin y León Trotsky) fue el primer intento a gran escala de poner en práctica las ideas socialistas de un Estado obrero. A raíz de la muerte de Yosif Stalin se comenzó un proceso de progresiva liberalización económica, que tuvo su culminación con la perestroika.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la ideología marxista, con respaldo militar soviético, dio origen a partidos comunistas revolucionarios en todo el mundo. Algunos de estos partidos lograron a la postre tomar el poder y establecer según ellos su propio Estado marxista. Estas naciones comprendían a la República Popular China, Vietnam, Rumania, Alemania Oriental, Albania, Polonia, Camboya, Etiopía, Yemen del Sur y otros.

Muchas de estas naciones que se proclamaron marxistas estaban muy influidos por el leninismo, lo que llevó a que algunos seguidores de Karl Marx las criticaran, por considerarlas dictatoriales, dándose un debate entre defensores y detractores. Los seguidores de las corrientes dentro del marxismo que se opusieron a Stalin se agruparon principalmente en torno a Trotsky, tendieron a ubicar el fracaso en el plano del fracaso de la revolución mundial; para que el comunismo, como meta final del socialismo científico, hubiera triunfado éste tenía que abarcar todas las relaciones comerciales internacionales que antes había desarrollado el capitalismo.

En 1991, la Unión Soviética se disolvió y el nuevo Estado ruso ya no se identificó con el marxismo. Otras naciones del mundo siguieron el mismo camino. Actualmente el socialismo científico ha dejado de ser una fuerza política prominente en la política mundial.

Muchos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos han afirmado fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente importantes son los movimientos socialdemócratas de la Europa del siglo XX, el bolchevismo ruso, la Unión Soviética y otros países del bloque oriental como Vietnam, China bajo el gobierno de Mao Tse Tung, Cuba con Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara, Santucho y otros revolucionarios en países agrarios en desarrollo. Estas luchas han agregado nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han transmutado tanto el marxismo que resulta difícil especificar el núcleo de éste. Actualmente las transformaciones socio-económicas han obligado a repensar al marxismo en una línea llamada posmarxismo en la cual se encuentran autores como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

La crítica liberal

Los miembros de la escuela austríaca fueron los primeros economistas liberales en criticar sistemáticamente la escuela marxista. Esto fue, en parte, una reacción a la Methodenstreit (controversia sobre la cuestión del método), cuando atacaron las doctrinas hegelianas de la escuela histórica. Aunque muchos autores marxistas han intentado presentar a la escuela austríaca como reacción burguesa a Marx, tal interpretación es insostenible: Carl Menger escribió sus Principios de economía casi al mismo tiempo que Marx completaba El capital. Los economistas austríacos fueron, no obstante, los primeros en enfrentarse directamente con el marxismo, ya que ambos trataban de asuntos como el dinero, el capital, los ciclos económicos y los procesos económicos. Eugen von Böhm-Bawerk escribió críticas extensas de Marx en los años 1880 y 1890, y varios marxistas prominentes (como Rudolf Hilferding) asistieron a su seminario en 1905-1906.

Posteriormente existió un debate entre Ludwig von Mises (discípulo de Böhm-Bawerk), quien consideraba que el socialismo era imposible al no existir un mercado y una todapoderosa Mano Invisible que determinase los precios, y Oskar Lange, quien defendía una economía socialista con un mercado estatal en la que los precios fuesen determinados según un método de ensayo y error, hasta hallar un precio adecuado. La crítica de Mises al marxismo se extendió a la metodología de interpretación histórica con su crítica al polilogismo clasista. El debate entre ambos economistas continuó durante varios años, hasta que Oskar Lange afirmó que Von Mises tenía razón. Sin embargo, años después volvió a modificar su punto de vista, y defendió la economía soviética asimilando el aporte de Von Mises al análisis de la acción humana: la praxeología. La respuesta austríaca a los argumentos de Oskar Lange se vio completada con el análisis de Friedrich Hayek.

Diversos autores marxistas han ofrecido en los años posteriores respuestas a los argumentos liberales. Mientras que algunos defienden modelos de socialismo de mercado más refinados que el de Oskar Lange (por ejemplo, David Schweickart), otros consideran aun que es posible establecer una economía socialista sin mercado. En este último grupo se puede diferenciar entre los que sostienen que el método de cálculo en el socialismo debe realizarse según la teoría del valor trabajo y los que sostienen que el valor trabajo sólo existe en las sociedades capitalistas. Actualmente la crítica más refinada de la escuela austríaca al socialismo en todas sus variantes ha sido realizada por Jesús Huerta de Soto en su libro Socialismo, cálculo económico y función empresarial.

También existe un grupo de socialistas que han dado su apoyo al libre mercado entre productores. Proponen un socialismo sin planificación colectivista mediante la combinación de individualismo y supresión de la propiedad privada lockeana. Sus representantes, varios precursores o representantes del mutualismo, son Thomas Hodgskin, Pierre-Joseph Proudhon, Benjamin Tucker, Silvio Gesell, Franz Oppenheimer, y Kevin Carson.

Plusvalía

Para Marx, tanto el beneficio, como el interés del capital provienen de la explotación del trabajador. Veamos como trata de probarlo. Marx mantiene por un lado que los bienes se cambian en el mercado según el trabajo que llevan incorporado -lo cual se ha probado que es falso-, pero como, según él, el trabajador no recibe el producto íntegro de su trabajo, sino tan sólo el salario mínimo de subsistencia, el capitalista puede apropiarse del excedente producido. Dice Marx: "El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de los medios de existencia de que tiene necesidad el obrero para seguir vivo como obrero. Por consiguiente, lo que el obrero recibe por su actividad es estrictamente lo que necesita para mantener su mísera existencia y reproducirla".

Para respaldar esta segunda tesis, Marx apela al prestigio de la Escuela Clásica. Marx cita a Adam Smith:

"En el estado original de cosas, que precede tanto a la apropiación de la tierra como a la acumulación de capital, el producto íntegro del trabajo pertenece al trabajador. No existen ni terratenientes, ni patrón con quienes compartir.

Si hubiese continuado este estado de cosas, los salarios de los trabajadores habrían aumentado con todas las mejoras de la productividad a que la división del trabajo da lugar"

Marx también invoca la "ley de hierro de los salarios" avanzada por David Ricardo y refrendada por Lasalle. Para Ricardo, los salarios no pueden elevarse permanentemente por encima del nivel de subsistencia, ya que en tal caso se produce un incremento de población. Esto obliga a cultivar tierras cada vez menos fértiles con lo que se eleva el coste de producción del cereal -medio de subsistencia por antonomasia del obrero y base de toda la teoría ricardiana de la renta.

Finalmente Marx se refiere a la teoría clásica, según la cual el valor de cambio o precio, coincide con el coste de producción. Para Marx, el coste de producción del trabajo es el coste de subsistencia del trabajador. El origen de la plusvalía radicaría pues en "la diferencia entre el coste de la fuerza de trabajo y el valor que ésta puede crear". Es decir, el obrero trabaja diez horas, pero sólo cobra lo producido en dos. De las otras ocho se apodera el capitalista.

Crítica de la Teoría de la Plusvalía

Aunque Böhm-Bawerk no se detiene a criticar la sentencia de Adam Smith -incluso aceptando este marco teórico, Böhm es capaz de demostrar la falsedad de la teoría de la explotación y explicar el verdadero fundamento del interés del capital-, aquí se mostrará la doble falsedad que se oculta en la tesis de que el salario sería la forma original y primaria de ingreso, emergiendo el beneficio posteriormente como diferencia entre ingreso y salario.

Primero: si definimos el salario como la retribución al trabajo dependiente (la definición que Marx siempre utiliza), es imposible que éste exista en la etapa pre-capitalista. El salario surge con el capitalismo. Los ingresos que los "trabajadores" percibían anteriormente -por ejemplo en el caso de granjeros o artesanos- no eran salarios, sino beneficio empresarial en la terminología marxista, pues eran los propietarios de la producción quienes la vendían en el mercado, quienes organizaban el proceso productivo y quienes aportaban los instrumentos materiales que lo hacían posible. Lo mismo cabe decir de los comerciantes, que compraban mercancía para revenderla con beneficio. Es evidente que cuando se compra mercancía no se paga salario y que tampoco se cobra cuando se vende. Los comerciantes compraban lo que en la jerga marxiana se denomina capital constante, y éste, como veremos, no puede producir beneficio.

Segundo: Smith, igual que Marx, desprecia e ignora absolutamente los efectos absolutamente decisivos que, para la división del trabajo y el incremento de la productividad, tienen la propiedad privada, la acumulación de capital y la función empresarial. En realidad la "época dorada" a la que parece referirse Smith sería el paleolítico, en donde hordas de salvajes subhumanos se dedicaban exclusivamente a la depredación -caza y recolección, sin que existiese nada parecido a una transformación de recursos en etapas sucesivas para lograr bienes distintos de los que ofrecía la naturaleza en estado salvaje. La revolución neolítica que introduce el cultivo agrícola y la ganadería y que eleva al primate a la condición de hombre, se basó en una institución fundamental: la propiedad privada.

Por lo que a la ley de hierro de los salarios se refiere, ésta no se basaba tanto en el hecho de que los trabajadores son explotados (por tanto queda fuera del análisis de Böhm-Bawerk) y no perciben íntegramente el fruto de su trabajo -Ricardo no parece compartir esta tesis-, sino en la aplicación combinada de dos principios: la ley de los rendimientos marginales decrecientes en la agricultura y las ideas que sobre el crecimiento de la población había avanzado Thomas Malthus: "la población de los seres vivos tiende a expandirse hasta el límite en el que los recursos disponibles no pueden garantizar más que el mínimo de subsistencia". Estas ideas, que han sido refutadas por los hechos en todos los países de Occidente, también han sido contestadas en el campo teórico.

La ley de los rendimientos marginales decrecientees establece que si se aumenta la cantidad empleada de un factor de producción, manteniéndose constantes las cantidades empleadas del resto de factores, la cantidad producida, aumenta, a partir de cierto momento, en proporciones cada vez menores. Es verdad que existe una ley de rendimientos marginales decrecientes, no sólo en la agricultura, sino en todos las áreas de la producción (si no existiese, o bien toda la producción se concentraría en un metro cuadrado, o bien no haría falta acumular capital, o todo el trabajo del mundo podría ser realizado por un solo operario), pero -y esto es lo importante- dicha ley convive con otras verdades económicas, como que la división del conocimiento y la acumulación de capital mejoran las técnicas de producción y, por tanto, incrementan la productividad. Hayek tenía mucha razón cuando decía que debemos optar entre ser pocos y pobres o muchos y ricos. Es difícil determinar cuál es el volumen óptimo de población en cada momento, aunque advertimos que los seres humanos son bastante racionales - a diferencia de los animales- a la hora de regular la población, mediante lo que se conoce como paternidad responsable, es decir, no traer al mundo hijos a los que no se tenga la oportunidad de proporcionar una vida tan cómoda, al menos, como la que disfrutan sus progenitores. ¡Si Marx creía que los trabajadores iban a comportarse como animales y no como humanos a la hora de reproducirse, no parece que les tuviera en muy alta estima!

Referencias

  1. Los países comunistas mataron a más de 100 millones de personas. El Mundo. 31 de octubre de 1997.
  2. Anthony Sutton, Wall Street y los Bolcheviques
  3. El concepto de naturaleza en Marx, Schmidt, 1997.

Pensadores marxistas

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