Metapolítica y Filosofía (libro)

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Metapolítica y Filosofía (libro) es un libro escrito por Alberto Buela y editado por Ediciones Teoría (Buenos Aires, 2002). Debido a la extensión del libro se han dividido los capítulos en diferentes artículos.

Textos de presentación del libro

(Monseñor Héctor Aguer)

Cuando Alberto Buela y yo, éramos jóvenes, muy jóvenes recuerdo haber leído un trabajo sobre El ente y los trascendentales realizado como a modo de comentarios sobre el artículo primero del De Veritate de Santo Tomás de Aquino, prologado por el padre Julio Meinvielle. En el prólogo decía que las condiciones de pensador metafísico de Alberto eran poco comunes y que si continuaba un camino riguroso de estudio y cultivo de la disciplina filosófica se podría esperar mucho de él. Yo creo que Alberto hizo caso del consejo aquel y ha estudiado rigurosamente. A veces en conversaciones que hemos tenido me llama la atención el manejo fluido que tiene por igual de los grandes maestros escolásticos y de la filosofía moderna.

Alberto es un metafísico y no cualquier pensador llega y se mantiene en las alturas de la metafísica, pero él es un filósofo de Chiclana y Boedo y también se ha ocupado de cuestiones muy prácticas para desmentir aquella sospecha de que el filósofo anda por las nubes y se cae en el pozo. Su incursión en la filosofía práctica y su cultivo reciente de la metapolítica me parece que lejos de desmentir su condición de metafísico, al contrario, su capacidad metafísica le acredita para que su incursión en la metapolítica no sea puro macaneo sino que sea efectivamente la apertura de un nuevo espacio del conocimiento interdisciplinario en el cual se vayan profundizando, identificando categorías que fundamentan la acción política. En primer lugar las grandes categorías que están detrás de la acción política concreta y por otro lado, la dilucidación de lo que significa el carisma y el arte de la vida política, del ejercicio de la vida política. Hoy día, se ha escrito mucho sobre la metapolítca pero en la Argentina se sabe poco o nada. Aquí solo es meta… política. Meta … política y de la mala, porque precisamente falta la metapolítca entendida como metafísica de la política y además falta la apertura de ese ámbito multidisciplinario en el cual varios distintos saberes, ciencias auxiliares o como quiera llamárselas concluyen para iluminar la problemática política concreta. Yo saludo la aparición de este libro del que ya conocía fragmentos que Alberto iba elaborando y pasándome, y también de haber sido corresponsal suyo en eso, porque me parece que por allí va el pensamiento de los grandes problemas argentinos de hoy.

Pienso que si podemos hacer una diagnosis, un examen de la tribulación Argentina de hoy, hay tres ejes que me parecen fundamentales de destacar.

La problemática ética en primer lugar, en la crisis reciente de la Argentina, que nosotros llamamos decadencia, se la ha querido caracterizar como una crisis moral. Me parece que es una descripción superficial, yo prefiero hablar de decadencia de las costumbres. Costumbres en sentido de las mores que para Cicerón eran aquellas inclinaciones virtuosas que constituyen el genio de una civilización, de una nación. La Argentina ha sufrido una erosión de las costumbres, en el sentido plenario de las mores que descubren el genio de un pueblo. Esto se ve en la evolución de los problemas sociales, de la situación de la familia, de la educación y aún de la religiosidad de los argentinos. Allí en mi condición de pastor de la Iglesia podría abrir un discurso propio donde hay problemas crónicos del catolicismo argentino que no han sido nunca objetivados y que por eso no han recibido un tratamiento adecuado y que se suman como condicionantes a esta decadencia de las mores. Cuando uno dice que la crisis de la Argentina es una decadencia moral debemos tener en cuenta que la ética, el ethos, es el fin fundamental de la cultura de un pueblo, es decir del cultivo de esas múltiples relaciones de los hombres entre sí, de la relación con la naturaleza y con Dios, que se constituyen finalmente en una cosmovisión divina por esa nación determinada. Digo que lo ético y lo religioso es como la culminación de ese edificio que se va construyendo a través de los siglos mediante la transmisión de valores de generación en generación. Cada generación no recibe pasivamente esos valores ético-religiosos que constituyen la cultura sino que de algún modo los recrea, los enfrenta críticamente. Esto está conectado íntimamente con una noción correcta de tradición. La tradición ha sido vituperada, puesta de lado como si fuera una realidad fija y por tanto sobrepasada rápidamente, a la que hay que arrojar al desván de las cosas oxidadas para recrear todo de nuevo. Los hombres y cada uno personalmente, y los pueblos, somos herederos de una transmisión renovada de esa tradición viva.

El problema político de la Argentina de hoy, está en vinculación con la gran decadencia de las costumbres y la decadencia general de la cultura. Se manifiesta en su visión más aguda y superficial en esta especie de malestar que existe en la función representativa en un régimen republicano como el nuestro. La gente, el pueblo los vota pero hay como un estancamiento en la búsqueda de soluciones a esos desequilibrios de la sociedad.

El escepticismo cede ante la necesidad de participación y ante la problemática que estamos sufriendo.

Existe hoy día una gran voluntad de participación en ciertos niveles de la sociedad civil pero eso no alcanza para darle su verdadera estatura política. Los partidos políticos no acaban de resolver su propia problemática, deben someterse a una autoreforma muy sincera y muy profunda. En la vida política nos encontramos con que la gente reacciona con la atomización individualista, con la indiferencia, con la apatía, con una crítica acerba, en la desconfianza, presionada sin duda por situaciones de indigencia que nuestro pueblo está viviendo, ya sean económicas o sociales. ¿Cómo funciona el Estado en esta situación?. El Estado como órgano de la vida política de la comunidad, como expresión de la cultura nacional refleja la crisis ética y la desorientación política, es decir, la falta de una cultura política en nuestra población, que la defino como la capacidad para vivir rectamente en la polis. Ello supone ciertas virtudes que van más allá del ámbito individual, que son virtudes típicamente sociales.

En el Estado se reflejan la crisis ética y la desorientación política. El Estado de bienestar, que se lo ha criticado con tanta frecuencia en los últimos años, ha dado lugar en su caída al Estado ausente, al Estado desarticulado o desmantelado en su capacidad de regir el bien común, pero además el Estado en trance de cambio conserva los vicios de la etapa precedente. No tenemos ni Estado de bienestar ni tenemos una nueva concepción del Estado, tenemos el Estado inerte.

Ahora bien si nos arriesgamos en un intento de aplicación del pensamiento metapolítico tenemos que ver los condicionamientos de esta situación. El principal condicionamiento me parece que se encuentra en los problemas que plantea a la sociedad, a la vida política y el Estado este fenómeno de la globalización del cual se ha hablado mucho en los últimos años pero no siempre correctamente. La metapolítica tiene un campo amplísimo de aplicación en el discernimiento, en la identificación y en estudio profundo de las incidencias o relaciones probables que se ejercen sobre la comunidad nacional. En primer lugar la relación entre los Estados ¿Qué es hoy día independencia?. En un fenómeno reciente de interdependencia, ¿no estamos encaminándonos, en realidad, hacia nuevas formas de dependencia?. Pienso en la presión política, económica o militar de las superpotencias, hoy convengamos, de una sola de ellas, que ejerce no sólo directamente sino también de otras instancias superestatales y transestatales que van configurando una nueva versión de imperialismo y colonialismo.

La metapolítica tiene que iluminar a una comunidad nacional y un Estado para insertarse correctamente y relacionarse como se debe de acuerdo al interés nacional con los organismos superestatales, militares, financieros, laborales para participar o afrontar los bloques regionales que se van formando. Fíjense en la problemática del Mercosur que podría ofrecer una perspectiva interesante si hubiera un pensamiento metapolítico detrás, si pudiera zafar de su triste al orden del mercado a la pura problemática comercial. Cuando lo que tenemos que recrear es un pensamiento suramericano o iberoamericano que pudiera salir de respaldo a relaciones sanas entre los Estados pertenecientes a esa región y al mismo tiempo para constituir un frente unido ante los otros bloques internacionales (aplausos).

Aquí se plantea el problema de las empresas transnacionales que imponen las políticas globales. El proceso de concentración empresarial lo ha sufrido la Argentina en los últimos años, el desmantelamiento del Estado tiene mucho que ver con la enajenación de nuestro patrimonio en manos de otros Estados, bajo la máscara de la privatización. Pero este proceso análogo de concentración empresaria mundial se da principalmente en los medios de comunicación y tiene mucho que ver con el fenómeno del pensamiento único. Hoy en día es posible la imposición del pensamiento único por la globalización de los medios de comunicación, por no hablar de la relación inmediata que tiene la comunicación globalizada con los predominios económicos y financieros. Yo he dado una definición doméstica de globalización diciendo que: la globalización es la posibilidad de traficar durante las 24hs. en las bolsas de todo el mundo con los valores de todos los países.

Estas influencias precipitan en los problemas internos y es ilusorio pensar que nosotros podemos resolver los problemas antes y después presentarnos lindos antes el mundo tal como el pensamiento único nos quisiera ver. Existe una interacción continua entre el arreglo de nuestros problemas nacionales internos y nuestra relación externa. Yo pienso que los historiadores tendrían algo que decir sobre el hecho probado que la Argentina nunca ha tenido relaciones exteriores, nunca ha tenido un pensamiento serio nacional respaldando sus relaciones internacionales, por eso nos va como nos va.

Ahora bien, este asunto de la metapolítca puede parecer una cosa demasiado abstracta. Uds. ven que se refiere a aquellos condicionamientos concretos que sufre la acción política especialmente sensible en los momentos como los que nosotros estamos sufriendo.

El otro día encontré un texto de Giovanni Papini publicado en Buenos Aires en la revista Sol y Luna de 1943, el año en que yo nací. Es un texto que pertenece a su libro Gogh de 1930. Giovanni Papini ha sido un gran pensador italiano, un ensayista, un escritor, con un proceso de conversión al cristianismo por demás interesante. Esta página la he elegido porque hace ver exactamente cuál es la problemática de la globalización, avant la lettre, pues globalizaciones ha habido muchas en la historia de la humanidad, y también, porque despunta qué podría significar la metapolítica, aunque en esos años no se usara ese término.

Texto: La compra de la República Giovanni Papini (1932) - Obras - Ed. Aguilar, tomo I, págs. 542-543

"Nueva York, 22 de marzo. En este mes he comprado una República. Capricho costoso que no tendrá continuaciones. Era un deseo que tenía desde hace mucho tiempo y del que he querido librarme. Me imaginaba que eso de ser el amo de un país daba más gusto.

La ocasión era buena y el negocio quedó concluido en pocos días. Al presidente le llegaba el agua hasta el cuello: su ministerio, compuesto por paniaguados suyos, estaba en peligro. Las arcas de la República estaban vacías; imponer nuevos impuestos hubiera sido la señal para el derrocamiento de todo el clan que asumía el poder, tal vez de una revolución. Ya había un general que armaba bandas de rebeldes y prometía cargos y empleos al primero que llegaba.

Un agente americano que estaba allí me advirtió. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República y además asigné al presidente, a todos los ministros y a sus secretarios unos estipendios dobles que los que recibían del Estado. Me han dado en prenda -sin que lo sepa el pueblo- las aduanas y los monopolios. Además, el presidente y los ministros han firmado un convenant secreto que, prácticamente, me da el control sobre toda la vida de la República. Aunque yo parezca, cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el amo casi absoluto del país. En estos días he tenido que dar una nueva subvención, bastante fuerte, para la renovación del material del ejército y me he asegurado, a cambio de ello, nuevos privilegios.

El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las cámaras continúan legislando, en apariencia libremente; los ciudadanos siguen imaginándose que la República es autónoma e independiente y que de su voluntad depende el curso de los acontecimientos. No saben que todo lo que ellos creen poseer -vida, bienes, derechos civiles- penden, en última instancia, de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí.

Mañana puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma de la Constitución, el aumento de las tarifas de aduanas, la expulsión de los inmigrantes. Podría, si quisiese, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante y derribar con ello al Gobierno, desde el presidente hasta el último secretario. No me sería imposible empujar al país que tengo en mis manos a declarar la guerra a una de las repúblicas limítrofes.

Este poder oculto, pero ilimitado, me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todas las molestias y servidumbre de la comedia política es una fatiga tremenda; pero ser el titiritero que, tras el telón, puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a sus movimientos es un oficio voluptuoso. Mi desprecio por los hombres encuentra aquí un sabroso alimento y miles de confirmaciones.

Yo no soy más que el rey de incógnito de una pequeña República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido adueñármela y el evidente interés de todos los enterados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y bastante más grandes e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una análoga dependencia de misteriosos soberanos extranjeros. Siendo necesario mucho más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un trust, de un sindicato de negocios, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros.

Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son efectivamente gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan representando con naturalidad el papel de jefes legítimos".

Como verán aquí se reflejan las posibilidades de la metapolítica y termino mencionando sucintamente los tres temas de mi estudio preliminar, empezando por el asegurar la base biológica de la nación, pues me pregunto como se puede hablar seriamente de soberanía en un país deshabitado. Muchas veces los autores del pensamiento progresista asumen alegremente las pautas culturales del capitalismo salvaje, plegándose sin saberlo al designio de las leyes de salud reproductiva. Esto es conocido como doctrina de la seguridad demográfica que consiste en que no deben nacer niños en los países pobres pues constituyen un peligro para los intereses de Estados Unidos.

Después hablaba de la educación como una cuestión inaplazable para un desarrollo integral de la nación. Pero el último tema es el que tiene una mayor vinculación con la problemática metapolítica y es responder a la pregunta :¿de cómo se renueva la vida política de la Nación? Ello debe comenzar por ir haciendo surgir un nuevo protagonismo de la sociedad civil, capitalizando las nuevas formas de protesta.


(Prof. Dr. Alberto Buela)

En la presentación de un libro el autor no debe exponer pues ya lo ha hecho en el texto que se presenta sino más bien agradecer a quienes lo han hecho posible y comentar algún entresijo del contenido.

Así pues, quiero agradecer a Aldo Carreras que me alentó a publicarlo, a Jerónimo García del secretariado gremial de la Federación de Luz y Fuerza quien lo hizo materialmente posible, a Oscar Lescano que nos acogió aquí en su Sindicato y a monseñor Aguer que con su Estudio Preliminar enalteció el libro.

En cuanto al entresijo del trabajo deseo comentarles que su contenido sale a luz luego de ser sometido a la lectura y comentario de muchos de ustedes a quienes envío regularmente mis trabajos, y así en una retroalimentación permanente logré reemplazar la "envidiosa y estéril comunidad académica" por una "comunidad de amigos", la mayoría provenientes del mundo sindical, que me han permitido desarrollar en plenitud mi propia vocación filosófica. El hombre piensa en soledad pero no piensa solo, sino a partir de un entorno o situación dada. Y Uds. en tanto comunidad de amigos me han permitido a mi crear mi propia comunidad filosófica y es por ello que puedo pensar un poco distinto a lo que "se piensa y se dice" bajo la forma espuria de pensamiento único y políticamente correcto.

En cuanto a la forma del libro es dable aclarar que así como la filosofía europea se da bajo la forma de tratados, cuanto más gruesos mejor, la forma americana de exposición filosófica ha sido históricamente el ensayo y esto que aquí presentamos es un ensayo. Género denostado por la intelligensia vernácula y de la otra como algo menor, como lo fueron nuestros leones sin melena, los pumas, o nosotros mismos por no ser "ni tan españoles ni tan indios". En fin, el mundo académico está plagado de estulticias. Sandeces que lo han vuelto estéril como sucede hoy con la filosofía argentina a pesar de ser herederos de una larga, rica, particular y genuina tradición filosófica nacional.

Finalmente, en cuanto al concepto de metapolítica debemos decir que se trata de una asignatura de carácter interdisciplinario, vinculada al pensamiento complejo, donde convergen la historia, la literatura, la politología, la filosofía, etc. en la decodificación y hermenéutica de las grandes categorías – homogenización cultural, globalización, poderes indirectos, pensamiento único, monoteísmo del libre mercado, etc.- que condicionan la acción política del los gobiernos actuales.

Así mismo, existe otra vertiente de esta nueva disciplina, sobre la que venimos trabajando desde comienzo de los años 90 y que tuviera su expresión a través de la revista Disenso(1994-99), que se ocupa de estudiar la política como "arte hermético", esto es, desbrozando el arcano que está detrás de toda gran política. En una palabra, la metapolítica es algo así como metafísica de la política y sus secretos.

Introducción

Promover un pensamiento disidente[1]


Llevando por delante la idea de dissensus, nuestro proyecto ha sido el de elaborar un pensamiento disidente que se opone a los pensamientos conformistas de los teóricos del consenso (Jungen Habermas, Karl Otto Apel). Para abrir una brecha en el dogma consensual, la idea ha sido explotar hasta el máximo posible la libertad intelectual. Así, nos preguntamos: ¿para qué sirve dar su asentimiento a un sistema donde no hay nada que hacer y que está dirigido no por el pueblo sino por "los otros"?. Así comenzamos entonces la tarea de realizar la deconstrucción de esta empresa de superchería. Evidentemente, comenzamos por lo más inmediato, a saber, lo que tenemos bajo nuestros ojos y que no queremos. Para ayudarnos en esta primera etapa nos apoyamos en le patrimonio intelectual iberoamericano y es así que descubrimos, más allá de los sederos recorridos por los pensadores del establishment, la existencia de un pensamiento de la resistencia o no-conformista. Buscamos algunos pensadores originales de cada uno de nuestros respectivos países y constituimos un entramado de materiales y textos que llamaban a la disidencia con relación al sistema establecido. Un pensador como el argentino Alberto Rougés (1880-1945) que escribió la refutación a Bergson en Las jerarquías del ser y la eternidad. Ciertos filósofos criollos son igualmente muy interesantes. Pienso en el mejicano Antonio Caso que pulveriza al positivismo en un ensayo de 1941 titulado Positivismo, neopositivismo y fenomenología. También el boliviano Franz Tamayo en la Creación de la pedagogía nacional (1910); el brasileño Gilberto Freyre en Casa Grande o Senzala (1933); el paraguayo Natalicio González en Raíz Herrante (1953) y tantos otros que sería largo enumerar. Como nosotros nos inscribimos en esta tradición disidente obramos para transmitir este patrimonio a las generaciones por venir.

Paradójicamente el clima cultural argentino es relativamente favorable debido al humus cultivado a partir del peronismo, sea por su desfachatez cultural sea por sus desplantes históricos a la academia y a la universidad. Enfrente solo está el vacío de la sociedad conformista. Lo mismo que en Francia, la gran mayoría de nosotros vive de manera masificada mientras que solo una minoría tiene el coraje de la disidencia. Ciertamente, existe un pensamiento oficial pero es completamente aséptico y sin originalidad. Los partidarios del pensamiento conformista se contentan con enunciar las teorías elaboradas en Europa y los Estados Unidos. El mimetismo es tan potente en el mundo universitario e intelectual suramericano que reinan aquí el no-pensamiento y el vacío. En efecto, nosotros hemos sido colonizados intelectualmente por Europa y los Estados Unidos. En Argentina no tenemos pensadores de la envergadura de un Richard Rorty o un Gianni Vattimo. La ironía del primero y el pensamiento débil de segundo, constituyen un lujo de las sociedades que quieren ejercer una influencia frente al resto del mundo. Sociedades opulentas las denomina Del Noce. Pero a favor nuestro está la circunstancia que nosotros no conocemos esa chapa de plomo que produce el terrorismo intelectual del "pensamiento único" , pues al encontramos lejos de los centros de producción del conformismo intelectual, poseemos todavía un espacio de libertad que hace posible la expresión de las ideas de disidencia, claro está, que este espacio es el que mantiene abierto el peronismo como práctica socio-política genuinamente (bolita) americana. Con la experiencia de Disenso (1994-1999) desarrollamos un pensamiento para después de la modernidad. Uno podría hablar de pensamiento postmoderno pero enraizado en la premodernidad, en nuestras raíces, compartidas por toda la América hispana, que pertenecen a la baja edad media. Colonizando la América del Sur, los conquistadores no solamente han aportado el cristianismo como fe y saber de salvación sino que lo han encarnado sobretodo como categoría antropocultural lo que hace que no se puedan poner en pie de igualdad los aportes aborígenes y europeos. Es en este crisol donde se apoya lo esencial de nuestro pensamiento disidente. Para resumir diríamos que ensayamos contextualizar un pensamiento postmoderno en el cuadro de la modernidad tal como se da en nuestros días, pero desde la recuperación de rasgos esencial pertenecientes a la premodernidad. Consideramos que pensar la postmodernidad de hoy desde la modernidad de ayer nomás, como lo intenta la escuela del consenso es una tarea intelectualmente estéril.

Sin embargo no hay que limitarse a la sola disidencia intelectual. La disidencia debe encarnarse prácticamente en la vida de todos los días. En este sentido debe leerse al filósofo escocés Alasdair MaIntyre y particularmente su trabajo Tras la virtud (1981).

La disidencia práctica pasa necesariamente por el ejercicio cotidiano de la virtud, no realizado en forma burocrática, sino de manera generosa y sacrificada. Romper diariamente con las solicitaciones del sistema y el medio ambiente es una forma de ascesis. La disidencia como virtud resulta de un hábito creado por la repetición de actos de resistencia a este sistema corruptor y totalitario que anula al hombre por la televisión y la masificación y lo reduce a la bestialidad. Es una cuestión de dignidad que está vinculada al misterio de la encarnación. Se trata de pasar de lo universal a lo particular encarnado sus convicciones en la vida de todos los días. Y la sola manera de hacerlo deriva de la vieja lección de Aristóteles, es decir, el ejercicio de la virtud. Es este ejercicio cotidiano de ascesis de resistencia al sistema que crea la comunidad disidente. Ciertamente que parece una locura querer atacar al sistema que constituye a nuestros ojos el horizonte insuperable de la humanidad, pero la actitud disidente es completamente razonable en la medida en que el sistema no tiene promesas de eternidad. Su estado de crisis es permanente y el clima psicológico es de morosidad. Al optimismo voluntarista del período moderno sucede una forma de nihilismo desencantado que se expresa en el mejor de los casos como una crítica ácida a la situación actual, pero crítica puramente fenomenológica y descriptiva y no metafísica como debería ser. El ataque al sistema es entonces muy fuerte. En el terreno político la crisis es igualmente profunda. La democracia de antigua cuño desaparece en beneficio del gobierno y de la democracia procedimental, esta forma mecánica de gobernar. La letra sucede al espíritu y el procedimiento a la norma. No importa la catadura moral de un gobierno, lo importante es que el procedimiento sea respetado. Que importa que nueve millones de argentinos y 260 millones de iberoamericanos o toda el Africa subsahariana vivan debajo de la línea de pobreza si los procedimientos electorales son salvados. Este cambio de visión del sistema político es una de las razones que explican su pérdida de legitimidad a los ojos de los ciudadanos. El sistema aparece de más en más en lo que realmente es: una mentira.

Es necesario en adelante pensar la salida y no es colaborando o consensuando con él como las cosas mejorarán. Es esta la lección que uno debería sacar en Francia del fracaso de la derecha nacional: ella se considera un producto del sistema y de golpe ella fue absorbida por él. Uno no puede salir del sistema con los mecanismos del sistema. Del laberinto Dédalo y su hijo Icaro salieron por arriba. Evidentemente esta toma de conciencia no debe constituir un pretexto para encerrarse en la torre de marfil de la metapolítica: es necesario pensar y pensar políticamente. La metapolítica debe desembocar en la acción política y no solamente aquella de los partidos, sino más bien sobre aquella del bien común, como fin de la actividad política según la palabra del viejo Aristóteles. La filosofía, así entendida, no es otra cosa que ruptura con la opinión, en una palabra, es disenso.

Índice

Primera Parte (metapolítica)

  1. Qué es metapolítica
  2. Metapolítica y tradicionalismo
  3. El katechon como idea metapolítica
  4. La acclamatio como nueva-vieja fórmula de democracia directa
  5. Democracia y movilización
  6. Sobre el popularismo o populismo
  7. Rasgos de la partidocracia
  8. Reinstauración de la solidaridad ante el capitalismo sin comunidad
  9. La sociedad civil como respuesta
  10. Hacia un nuevo contrato social
  11. Notas sobre el Estado
  12. Iberoamérica y Occidente: tensiones y acuerdos
  13. Nueva estrategia suramericana
  14. El viaje no buscado
  15. Cultura, nación y constitución
  16. Sobre mundialismo y globalización
  17. Derechos humanos y pluralismo cultural
  18. La negación de la política: último modelo de dominación
  19. La hegemonía cultural de la izquierda progresista

Segunda Parte (filosofía)

  1. La filosofía como ruptura con la opinió o el ejercicio del disenso
  2. La formación de las identidades, un proceso activo de transmisión de valores
  3. El barroco: una clave para la identidad americana
  4. América: tradición y futuro
  5. Las fracturas de la communitas medievalis
  6. Cultura popular vs. Cultura vulgar
  7. Derecho natural y positivismo jurídico
  8. Sentido antropológico de las instituciones
  9. Actos y virtudes
  10. Algo sobre la confianza
  11. La isostenia cultural
  12. ¿Por qué más bien morar que habitar?
  13. La filosofía a fines del milenio
  14. Informe breve sobre filósofos iberoamericanos del siglo XX

Referencias

  1. Entrevista realizada por radio Courtoise- Paris, 15 de febrero de 2001

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