Nihilismo

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El nihilismo (del latín nihil, "nada") es la doctrina o actitud filosófica que asume la negación de todo aquello que pretenda un sentido superior de la vida o la existencia, o bien hace girar la existencia alrededor de algo inexistente. A través de una reducción a la nada, rechaza o niega la existencia de cualquier principio o valor que ha dado forma y sentido a una realidad o ente durante un tiempo perdurable. Más frecuentemente, el nihilismo se presenta en la forma de nihilismo existencial, el cual sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco. La doctrina que se opone al nihilismo es el vitalismo.

El nihilismo se asocia con la desesperación, el pesimismo, la apatía, la inacción, el egoísmo, el hedonismo, la renuncia al mundo y el suicidio. Es nihilista aquél que afirma que todo está permitido, aquel que afirma que no tiene caso vivir o luchar por un ideal y aquél que desespera de la vida y se levanta en contra de ella por considerar que ésta solo puede tener su fundamento en algo ajeno a ella.

Concepto

Judaísmo

El nihilismo tiene antecedentes muy antiguos y se encuentra ya en algunos textos filosóficos hebreos, como el Eclesiastés.

Cristianismo

Friedrich Nietzsche describió al cristianismo como una religión nihilista porque evadía el desafío de encontrar sentido en la vida terrenal (la vida tenía un sentido porque algo exterior a ella se lo daba: el "Reino de Dios; el "más allá"), y que en vez de eso crea una proyección espiritual donde la mortalidad y el sufrimiento eran suprimidos en vez de transcendidos. Según Nietzsche, este nihilismo antiguo da origen al nihilismo moderno como un resultado de la muerte de Dios, una sociedad sin Dios en la que, no obstante, se continúa percibiendo la vida en términos judeocristianos y arrastra consigo toda la esencia de su moral (moral de esclavos), e insistió en que este nihilismo también debía ser superado. Para ello propone la "transmutación de todos los valores" que llevará al encuentro del verdadero "sentido de la tierra", la aparición de una nueva moral y de un nuevo hombre, el superhombre.

El cristianismo fue desde el comienzo, de manera esencial y básica, náusea y fastidio contra la vida que no hacían más que disfrazarse, ocultarse, ataviarse con la creencia en «otra» vida distinta o «mejor». El odio al «mundo», la maldición de los afectos, el miedo a la belleza y a la sensualidad, un más allá inventado para calumniar al más acá, en el fondo un anhelo de hundirse en la nada, en el final, en el reposo, hasta llegar al «sábado de los sábados» - todo esto, así como la incondicional voluntad del cristianismo de admitir valores sólo morales me pareció siempre la forma más peligrosa y siniestra de todas las formas posibles de una «voluntad de ocaso»; al menos, un signo de enfermedad, fatiga, desaliento, agotamiento, empobrecimiento hondísimos de la vida, - pues ante la moral (especialmente ante la moral cristiana, es decir, incondicional) la vida tiene que carecer de razón de manera constante e inevitable, ya que la vida es algo esencialmente amoral.
—Friedrich Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, p.23

El Evangelio fue originalmente un mensaje apocalíptico, escatológico, una predicación del inminente fin del mundo. La fe de Jesús y de sus discípulos era, a este respecto, firme como una roca, por lo que cualquier cuestión de la vida física poseía relativamente poca relevancia para ellos. Los primeros cristianos no mostraban el más mínimo interés por la ciencia, el arte o la cultura y de hecho hubo que esperar nada menos que tres siglos para contar con un arte cristiano. Así, para Nietzsche, el cristianismo es, desde sus inicios, una religión que prepara a los hombres para el "Reino de Dios"; el "más allá"; la muerte.

Mi Reino no es de este mundo
—Juan 18:36.
Si alguien, viene a mí, y no renuncia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos... y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío
—Lucas 14:26.
Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
—Mateo 16:24-25

La perspectiva nihilista de que la existencia no tiene sentido sin una autoridad divina y suprema para darle valor y propósito es el resultado de haberse confinado dentro del sistema de valores judeocristiano, incluso después de haber rechazado a su figura central, Dios.

Budismo

Nietzsche también reconoce un síntoma de decadencia y de nihilismo en el budismo, pues para éste, la finalidad de la vida es liberarse del ciclo de reencarnaciones (Samsara) y alcanzar el nirvana. Con esta concepción, se toma la idea de que la vida en la tierra es como una prisión para el alma y de la cual hay que liberarse. De este modo, lo describe como una religión para sociedades espiritualmente agotadas que, como un moribundo al tratar de minimizar su dolor, se preparan para morir; aunque seguidamente comienza enumerando algunas virtudes que nota en éste, en contraste con el cristianismo: es cien veces más realista... frío, verdadero y objetivo; ya no proclama la "lucha contra el pecado" sino la "lucha contra el sufrimiento"; el budismo se ha originado después de un gran movimiento filosófico multisecular, por lo que llegó cuando el concepto de "Dios" había sido eliminado. Nietzsche define al budismo como una religión tardía, para el acabamiento y el cansancio de la civilización, y como ...una religión para hombres tardíos, para razas que se han vuelto bondadosas, mansas, hiperespirituales, excesivamente sensibles al dolor... (El Anticristo)

Heidegger

Martin Heidegger describió al nihilismo como el estado en el que no queda nada del ser en sí, y argumentó que el nihilismo se apoya en el reduccionismo del Ser a un mero valor.

Término

La palabra nihilismo fue introducida en el discurso filosófico por primera vez por Friedrich Heinrich Jacobi (1743–1819) en una carta enviada a Fichte en 1799. Jacobi usó el término para caracterizar el racionalismo, y en particular a la filosofía crítica de Immanuel Kant con el fin de llevar a cabo una reductio ad absurdum según el cual todo el racionalismo (la filosofía como crítica) se reduce a nihilismo, y por lo tanto debe ser evitado y reemplazado con un retorno a algún tipo de revelación o conocimiento trascendente.

Posteriormente, el término 'nihilista' fue popularizado por el ruso Iván Turguénev en su novela Padres e hijos (1862) para describir las visiones de los emergentes intelectuales radicales rusos. Los intelectuales que describió Turguénev en su novela eran principalmente estudiantes de clase alta que estaban desilusionados con el lento avance del reformismo. En Padres e Hijos Turguénev escribió "Nihilista es la persona que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe", en el sentido de persona crítica con todo lo que le rodea. El portavoz principal de esta nueva filosofía fue Dmitri Písarev (1840–1868).

La palabra pronto se convirtió en un término de burla para las generaciones más jóvenes perdidas y radicales. Se utiliza a menudo para indicar un grupo o filosofía caracterizado por la falta de sensibilidad moral, creencia en la verdad, belleza, amor o cualquier otro valor y ningún respeto por las convenciones sociales anteriores.

En la Antigua Grecia

El nihilismo ya existía como corriente en la Antigua Grecia, representado por los cínicos, los sofistas y los escépticos.

La célebre tesis de Gorgias, sofista griego, enuncia una tesis esencialmente nihilista:

  1. Nada existe.
  2. Si algo existiera, no lo podríamos conocer.
  3. Si algo conociéramos, no lo podríamos expresar.

La Escuela Cínica fue fundada en Grecia durante la segunda mitad del siglo IV a. C. por Antístenes y cuyo mayor representante fue Diógenes de Sinope. Al igual que los nihilistas rusos de mediados del siglo XIX, los cínicos criticaban el orden y la moral de su época a través de sátiras contra la corrupción de las costumbres y los vicios de la sociedad griega de su tiempo, practicando una actitud muchas veces irreverente, la llamada anaideia.

Antístenes fue discípulo de Gorgias hasta que decidió fundar su propia escuela filosófica. Lo hizo en un gimnasio en las afueras de Atenas llamado cinosarges, que quiere decir "perro blanco". A sus seguidores les empezaron a llamar kínicos (perro en griego) ya que sus comportamientos se asemejaban al de los perros. Antístenes vivía según su propia ley, la que él mismo eligió para sí. Las leyes establecidas, las convenciones sociales no eran para este sabio, que como todos los cínicos despreciaba las normas, las instituciones, las costumbres y todo lo que representa una atadura para el hombre.

Diógenes de Sinope fue discípulo de Antístenes. Optó por llevar una vida austera y adoptó la indumentaria cínica, como su maestro. Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado. Pone en práctica de una manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que limita al hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración frente a la valoración tradicional y se enfrenta constantemente a las normas sociales. Se considera cosmopolita, es decir, ciudadano del mundo, en cualquier parte se encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por tanto el mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho bebía agua en el hueco de las manos.

Crates de Tebas era un ciudadano adinerado y de buena posición social, que renunció a toda su fortuna para hacerse filósofo cínico. Fue discípulo de Diógenes y maestro de Zenón de Citio. Crates, a diferencia de su maestro, era un hombre amable y tranquilo, que le valió el sobrenombre de "el filántropo", así como el de "abrepuertas" porque la gente le llamaba a sus casas para pedirle consejo y charlar con él. Para Crates la filosofía le libera de su esclavitud externa, en cuanto a la familia, la propiedad o las costumbres sociales y le libera también de esclavitud interna, de sus opiniones, manteniendo su radical libertad individual.

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