Primavera negra

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En Cuba el crimen de criticar a un gobierno impuesto por la fuerza, se paga con la cárcel, la muerte o el exilio.

Se conoce como la Primavera Negra a la serie de arrestos contra opositores al gobierno de Fidel Castro, ocurridos durante la primavera de 2003. A este grupo de prisioneros de conciencia cubanos se le conoce como el Grupo de los 75.

Acontecimientos

En la primavera del año 2003, la dictadura de Fidel Castro ordenó el arresto de decenas de disidentes, entre los que se encontraban médicos[1] y periodistas,[2] que fueron sometidos a juicios sumarios[3].

Pantalla legal para la represión de los disidentes

Las condenas aplicadas a estos procesos judiciales estaban basadas en la Ley No.88 de Protección de la independencia nacional y la economía de Cuba,[4] más conocida por la disidencia como Ley Mordaza, la cual en su Artículo I expone:

Esta Ley tiene como finalidad tipificar y sancionar aquellos hechos dirigidos a apoyar, facilitar, o colaborar con los objetivos de la Ley "Helms-Burton", el bloqueo y la guerra económica contra nuestro pueblo, encaminados a quebrantar el orden interno, desestabilizar el país y liquidar al Estado Socialista y la independencia de Cuba.
—Artículo I, Ley No.88

Los imputados en estos procesos fueron acusados de realizar supuestos actos contra la protección de la independencia nacional y la economía de Cuba y actos contra la independencia o la integridad o estabilidad territorial del estado.

El régimen recurre a una batería de leyes y de figuras (desobediencia, insubordinación, desacato) que penalizan cualquier forma de disenso. El Gobierno, constata Human Rights Watch (HRW), siente especial predilección por la "más orwelliana" de estas medidas: la ley de peligrosidad, que permite, incluso, castigar a los ciudadanos antes de que hayan cometido un delito, por el mero hecho de que resultan sospechosos. "Esta disposición es netamente política y define como peligrosa a cualquier conducta contraria a las normas socialistas", señala el informe.

Con semejante laxitud, la lista de víctimas es muy variada. Distribuir ejemplares de la Declaración Universal de Derechos Humanos le ha costado al habanero Jorge Barrera una condena de diez años; Ramón Velásquez, que emprendió una caminata a favor de los derechos humanos, fue condenado a tres años de prisión. No es necesario promover la apertura democrática en Cuba, como hacían Alexander Santos o Juan Luis Rodríguez Desdín, para terminar en la cárcel después de juicios sumarios. Basta con estar desempleado, ya que a los disidentes incluso se les echa del trabajo y luego se les encarcela por no tener empleo[5].

Testimonio

El periodista Iván García de la agencia Cuba Press, relata su experiencia en un artículo publicado por El Mundo, que titula "Cómo viví la Primavera Negra"[6].

Con el paso de los días, se desató una poderosa ráfaga de ataques en los medios cubanos contra la oposición. Y comenzó el circo. Juicios sin garantías y una serie de topos infiltrados en la disidencia y el periodismo salieron a la luz. Con horror recuerdo que había 7 peticiones fiscales de penas de muertes.

En el aire de la República sigue flotando la intimidante Ley 88. Cuando el Gobierno considere, puede llevar a la cárcel a los que disienten. Sin ninguna contemplación.

El delito era disentir y escribir artículos que no eran favorables al gobierno. Como "pruebas contundentes", la Fiscalía presentaba máquinas de escribir, radios portátiles, libros, hojas blancas de papel y dinero. No se ocupó ni una sola arma de fuego o material explosivo.

"Castro ha enloquecido", pensé. Mientras más analizaba diferentes variantes, menos lógicas me parecían las conclusiones. Es cierto: el Gobierno había preparado el golpe con meticulosidad.

El Proyecto Varela, del opositor Oswaldo Payá Sardiñas tenía a Fidel Castro más arriba de los cojones. Cualquier mandatario democrático de paso por La Habana, le pedía que cumpliera con las leyes de su propia Constitución, que autorizaba a realizar reformas de leyes cuando se habían recogido 10.000 firmas.

Y eso era lo que había hecho el movimiento de Payá. Incluso, el propio ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, en un discurso en el aula magna de la Universidad de La Habana y ante el propio Castro, le había exigido cumplir los requerimientos jurídicos.

Esto acabó por exasperar a Castro, quien desde 1998 tenía encarcelados a 5 espías de una red de 12, desarticulada en Estados Unidos. Y ninguna maniobra jurídica había hecho posible la condonación de la sanción. Y se decidió a jugar fuerte.

Hizo reformas a la carrera en la Constitución, para perpetuar su sistema político. Y lanzó la tenebrosa Ley 88, conocida como ley mordaza, que te podía llevar a prisión por más de 20 años, sólo por disentir o escribir, bajo la acusación de estar al servicio de una potencia extranjera.

Las condiciones estaban creadas para desatar una batida contra la oposición. La guerra de Irak fue la cortina de humo que Castro usó para que se evaporara la noticia.

Ningún opositor o periodista estuvo seguro de su situación en los meses posteriores. Mi madre y mi familia se vieron forzados a partir al exilio. Yo preferí ver crecer a mi hija. Me sentí con todo el derecho del mundo a estar a su lado y verla decir sus primeras palabras en el país donde ella nació y donde nacieron sus padres y sus abuelos. Eso no me lo iba impedir Fidel Castro. Incluso, a riesgo de ir a prisión.

Referencias

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