Sindicalismo revolucionario

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En sentido estricto, el sindicalismo revolucionario es una corriente sindical histórica inspirada en Georges Sorel y Arturo Labriola, donde el sindicato era la institución clave tanto para proteger a los trabajadores de sus patrones y del Estado (o de cualquier abuso), así como para organizar la vida productiva y administrativa de la sociedad. En sentido amplio, suelen denominarse como sindicalismo revolucionario aquellas corrientes sindicales radicalizadas que se oponen al parlamentarismo democrático y, en algunos casos, a la sujeción de los trabajadores y su lucha a un partido político. Es caracterizado por la defensa de la autonomía de las luchas de las clases trabajadoras que había sido manifestado en el lema de la Primera Internacional: la liberación de los trabajadores será hecha por los trabajadores mismos o no será.

Algunos de los sindicatos que han usado el término para definirse han rechazado la injerencia partidista salvo que dicho partido sea comunista, trotskista, guevarista, maoísta, socialista revolucionario o incluso, en una posición no de izquierdas, nacionalsindicalista en España.

Finalmente, en algunos países, sindicalismo revolucionario se toma como sinónimo del anarcosindicalismo, o como su antecesor, tanto por la tesis del accionar sindical que busca la negociación laboral-patronal directa y rechaza realizarla a través del gobierno como por aquella que busca organizar la sociedad a través de asociaciones laborales.

Origen: Francia, la CGT y Sorel

El sindicalismo revolucionario nace en Francia a fines del siglo XIX, a partir de las crisis internas que sufrían las corrientes sindicales socialistas y anarquistas. A fines del siglo XIX los socialistas había comenzado a inclinarse por la vía democrática y la promoción de los cambios sociolaborales mediante una presencia creciente en los parlamentos; eventualmente este camino conducirá a la creación del Estado del bienestar en el siglo XX. Por su parte, los anarquistas se habían volcado a la vía terrorista bajo el principio de "propaganda por el hecho", lo que llevó a ser víctimas de una durísima represión y un gran aislamiento.

A partir de 1895 un grupo de dirigentes sindicales dirigidos por el anarquista Fernand Pelleutier y el socialista blanquista Victor Griffuelhes [1], preocupados por el aislamiento en que se encontraba el movimiento sindical, comienzan a sostener la necesidad de que la organización sindical sea independiente de las corrientes ideológicas y políticas (Ariane 2005; Force Ouvriere), lo que históricamente significaba mantener a los sindicatos fuera de los compromisos políticos de los socialistas y de las acciones violentas de algunos anarquistas, al mismo tiempo que abrir una tradición de convivencia pluralista en los sindicatos.

La Confederación General del Trabajo (CGT) francesa, creada en 1895, evoluciona gradualmente hacia las posiciones sindicalistas revolucionarias que finalmente se imponen en el Congreso de Amiéns de 1906, donde se redacta la Carta de Amiens documento clave y fundacional del sindicalismo revolucionario redactado por Victor Griffuelhes, donde se establece una estricta distinción entre el sindicato y la ideología política. En su parte final la Carta de Amiens dice:

Como consecuencia, en aquello que concierne a los individuos, el Congreso afirma la entera libertad para el asociado, de participar, fuera del grupo corporativo, en cualquiera de las formas de lucha que correspondan a su concepción filosófica o política, limitándose a exigirle, en reciprocidad, no introducir en el sindicato las opiniones que profesa fuera del mismo.
En lo que concierne a las organizaciones, el Congreso decide que con el objeto de que el sindicalismo alcance su máximo de efectividad, la acción económica debe ejercerse directamente contra la patronal, no teniendo las organizaciones confederadas, como asociaciones económicas, qué preocuparse de los partidos y de las sectas que, afuera y al margen, puedan perseguir, en absoluta libertad, la transformación social.

El sindicalismo revolucionario concede una gran importancia estratégica a la huelga, y en especial a la huelga general, exaltándola como eje central de la acción sindical.

El principal teórico de sindicalismo revolucionario en Francia fue Georges Sorel (1847-1922), quien desarrolló sus ideas fundamentalmente en su conocido libro Reflexiones sobre la violencia (1908). A través de Sorel, el sindicalismo revolucionario influenció considerablemente a Mussolini y el movimiento fascista (una de las diferencias teóricas entre el fascismo originario -y el de su última etapa en los años 1944 y 1945- y nacionalsocialismo).

Italia y Labriola

En Italia, el sindicalismo revolucionario se desarrolló a partir del socialismo (PSI). Sus máximos exponentes fueron Arturo Labriola [2] y Enrico Leone que rechazaban la opción por la acción parlamentaria que había adoptado el Partido Socialista Italiano. Sostienen entonces que es el sindicato y no el partido la verdadera organización de la clase obrera. En 1912 crean la central sindicalista revolucionaria de Italia, la Unión Sindical Italiana (USI), opuesta a la CGL.

Arturo Labriola escribe:

Los obreros deben luchar para realizar en el mundo la forma igualdad sindical que se desprende de las exigencias de la vida sindical. Deben obligar a la vida a tomar una forma exclusivamente sindical...
El acto revolucionario de la toma de posesión de los instrumentos de producción de una rama de industria por el sindicato obrero de la misma determina el paso del capitalismo al socialismo
—en Godio 2000, 160/161

Para Labriola solo el sindicato posibilitaba la autorrealización de la sociedad civil (Godio 2000, 160).

Anarcosindicalismo, fascismo y sindicalismo unitario

El sindicalismo revolucionario inspiró diversos movimientos sindicales de acuerdo a los países en los que se desarrolló.

Relación con el anarquismo

En algunos países el anarcosindicalismo se inspiró en el sindicalismo revolucionario, y con el tiempo se identificaron, a tal punto de que en muchos lugares, en la actualidad, el término sindicalismo revolucionario es casi un sinónimo de anarcosindicalismo. Esto sucede, ejemplo en algunos países de Europa Occidental.

Existen organizaciones sindicales que reclaman el nombre de sindicalistas revolucionarias sin declararse anarquistas, pero que son muy cercanas a los planteamientos anarquistas o son escisiones de sindicatos anarquistas.

Por ejemplo en Estados Unidos, Industrial Workers of the World), conocida popularmente como los Wobblies, creada en 1905, se desarrolló un sindicalismo revolucionario muy cercano al anarcosindicalismo —siendo sus integrantes hasta hoy en gran parte anarquistas— oponiéndose tanto a la legislación obrera como a los contratos colectivos de trabajo que impulsaba la American Federation of Labour.

Así también algunos dirigentes sindicales proanarquistas o sindicatos de anarquistas que no se apegan estrictamente a los principos del anarcosindicalismo se declaran sindicalistas revolucionarios.

Relación con el fascismo

En otros países, como Italia, el sindicalismo revolucionario inspiró el nacimiento del fascismo.

Este fue el aporte del sindicalismo revolucionario al fascismo a través de Labriola, Michels, Panunzio, Orano y Mussolini. Durante la guerra del 14 el sindicalismo revolucionario se convertiría en sindicalismo nacional y así en fascismo.[1]

También se considera sindicalista nacional (nacionalsindicalista) al movimiento político Falange Española de las JONS y a su ideología, el Nacionalsindicalismo, hoy representada en el plano sindical por la Unión Nacional de Trabajadores (UNT).

Relación con el sindicalismo unitario

En América del Sur y Francia, el sindicalismo revolucionario se desarrolló desde el socialismo de inspiración marxista, y desarrolló una cultura de sindicatos y centrales unitarias, autónoma de los partidos políticos, en los que podían convivir diferentes corrientes ideológicas.

Relación con el peronismo

En la Argentina, el sindicalismo revolucionario fue una de las corrientes sindicales que más influyeron, junto con el socialismo, en la fundación del peronismo. Especialmente importante fue Luis Gay, presidente de la Unión Sindical Argentina (USA), de tendencia sindicalista revolucionaria, quien adhirió al peronismo, siendo luego secretario general de la Confederación General del Trabajo y fundador del Partido Laborista, decisivo en la victoria electoral de Juan Perón en 1946.

Sindicalismo revolucionario en la actualidad

En la actualidad la organizaciones que se reclaman como sindicalistas revolucionarias en todo el mundo son las que de alguna forma se relacionan con los movimientos anarquistas, comunistas, maoístas, guevaristas, trotskistas.

Diferentes vertientes del sindicalismo revolucionario se han organizado en asociaciones internacionales: en 1923 la vertiente anarcosindicalista creó la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT); en 1938 la vertiente trotskista creó la Cuarta Internacional; en 1945 la vertiente comunista creó la Federación Sindical Mundial (FSM).

Referencias

Bibliografía

  • Ariane (2005). «Quand des étudiants " inventaient " le syndicalisme révolutionnaire». Pelloutier.net Le syndicalisme révolutionnaire en France; Etudes: des origines à 1914. [3] consultado el 08/04/2006.. 
  • Force Ouvriere (s.a.). «La Charte d'Amiens: Un syndicat, pas un partí». FO Hebdo (yo quiero la rason por la cual no me danlo que pido

/dossiers.php?id_dossier=73] consultado el 08/04/2006.). 

  • Godio, Julio (2000). Historia del movimiento obrero argentino, 1870-2000, Buenos Aires: Corregidor. 950-05-1319-6.


  • Labriola, Arturo (1906). Riforme e rivoluzione sociale, Lugano: Società Editrice Avanguardia.


  • Sorel, Georges (1935). Reflexiones sobre la violencia, Santiago de Chile: Ercilla.


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