Juan P. Ramos

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Juan Pedro Ramos Valdéz (21 de agosto de 1878, Buenos Aires, Argentina - 15 de diciembre de 1958, Buenos Aires, Argentina) fue un jurista, pedagogo, político y escritor argentino. Durante la década de 1930 fue el conductor de la agrupación nacionalista ADUNA.

Carrera como pedagogo

Ramos ingresó a principios del siglo XX a trabajar en el Consejo Nacional de Educación, un organismo estatal cuya función era la de uniformizar al sistema educativo argentino.

Por orden de José María Ramos Mejía -y siguiendo el esquema que él había realizado- escribió Historia de la instrucción primaria en la República Argentina, que fue publicado en 1910. En esa obra Ramos llama la atención sobre el hecho de que la escuela argentina, hasta ese momento, no había hecho lo suficiente para nacionalizar a la masa inmigratoria. Consiguientemente se dedicó a promover entre los estudiantes la asimilación de la historia y la cultura nacional.

En 1921 presentó un proyecto clave para revalorizar las tradiciones nacionales, mediante el cual se ordenaba que los maestros de escuela primaria actuasen como agentes de recolección y preservación del tesoro folklórico de la nación argentina, tarea titánica que facilitó el trabajo de Juan Alfonso Carrizo y otros folklorólogos de la época.

Ramos llegó a ser docente universitario de pedagogía. Se lo puede ver como parte de un grupo generacional integrado por, entre otros, Saúl Taborda, Juan Mantovani, Juan E. Cassani, José Razzano, Ernesto Nelson y Hugo Calzetti, que se caracterizó por proponer un antipositivismo que incorporaba en las ciencias de la educación al punto de vista espiritualista. Esto significaba que, para Ramos, la pedagogía no debía limitarse a ser un simple estudio de metodologías, sino que debía constituirse en relación a la discusión sobre sus fundamentos filosóficos.

Sus ideas en el campo fueron difundidas a través de diversas revistas como El Monitor de la Educación y Verbum, pero el libro Los límites de la educación de 1941 las condensa y sintetiza a todas. Allí Ramos señala la importancia de distinguir entre la función intelectual de acumular conocimiento y la función espiritual de asimilar el saber, y culpa al filósofo Herbert Spencer de ser el principal culpable de haber nublado esa dicotomía. Lo espiritual es lo que de verdad interesa para la educación, ya que de allí nace la cultura. La escuela, por lo tanto, debe ocuparse de formar moralmente en la sabiduría a sus alumnos más que en simplemente instruirlos en cuestiones del intelecto.

Carrera como jurista

Ramos estudió abogacía en la Universidad de Buenos Aires, institución en la que después ejercería la docencia durante varias décadas.

Obtuvo su doctorado en derecho en 1912 con una tesis que analiza el estatuto constitucional del Poder Ejecutivo tanto a nivel nacional como a nivel provincial. La obra fue posteriormente ampliada, convirtiéndose en un texto de referencia sobre la cuestión del federalismo en la Argentina.

Interesado por el derecho penal, a partir de 1917 participó de los debates nacionales sobre la reforma del Código Penal. Su posición era a favor de introducir las últimas novedades elaboradas por los penalistas europeos, especialmente lo concerniente a la doctrina creada por la Escuela de Criminología Positivista Italiana. Ello suponía, entre otras cosas, negar que el libre albedrío es la única causa del delito, para en su lugar considerar que hay factores antropológicos, ambientales y sociales que intervienen en el surgimiento de la criminalidad. También recomendaba que los jueces adapten las penas a las personalidades de los delincuentes y que la lucha contra el delito se efectúe principalmente de modo preventivo antes que de modo meramente represivo.

Tras imponer muchas de sus recomendaciones en el Código Penal que fuese finalmente sancionado en 1921, Ramos se abocó después a promover la adopción por parte del sistema jurídico argentino de la teoría de la peligrosidad criminal de Enrico Ferri.

Para ello fundó el Centro de Estudios Penales junto a Eusebio Gómez, Jorge Eduardo Coll, José Peco y Juan José O'Connor en 1922. La organización editó la influyente Revista Penal Argentina, la cual no sólo se convirtió en un instrumento de reforma legal en la Argentina, sino que también ganó relevancia internacional al funcionar como un canal de difusión de las ideas de Luis Jiménez de Asúa, Eugenio Cuello Calón, John Lewis Gillin, Francesco Carrara y otros expertos en penología. Gracias a la seriedad del trabajo realizado, Ramos fue invitado a disertar como catedrático en universidades italianas y a colaborar con publicaciones académicas alemanas. Al mismo tiempo su Curso de Derecho Penal -elaborado por Isauro P. Argüello y Pedro Frutos a partir de las notas de sus clases- se convirtió en el manual de formación básica para toda una generación de penalistas argentinos.

En la década de 1930, Ramos decidió incursionar en el área del derecho administrativo, ya que en la Argentina había un vacío legal en todo lo concerniente a la regulación de los servicios públicos. Al igual que Rafael Bielsa, Luís B. Joselevich y Raúl Scalabrini Ortiz, propuso -a través de su ensayo La concesión de servicios públicos de 1937- limitar el poder de las empresas para favorecer a los usuarios de las mismas.

Sus conocimientos en el campo lo llevaron a convertirse en el abogado defensor de la CHADOPYF por pedido del Conde de Guadalhorce, cuando en 1940 el corrupto gobierno argentino quiso favorecer a una empresa británica para que desplazase a los españoles y se hiciera con el control total del tren subterráneo de la ciudad de Buenos Aires.

Uno de sus últimos grandes aportes al derecho argentino fue su tratado Los delitos contra el honor, en donde se declara en contra de la tendencia de minimizar la gravedad de las injurias y calumnias.

Ramos, un hombre creyente, fue asesor legal del Consorcio de Médicos Católicos, desde donde difundió en términos jurídicos a la cultura de la vida.

Obra literaria

Aunque Ramos manifestó sus inquietudes literarias desde muy joven, recién empezó a publicar ficciones después de cumplir los 40 años. Por pedido de Miguel Sans dio dos cuentos largos a la revista La Novela Semanal: La ofrenda de las rosas y La historia de una abuela. Ello le permitió compartir un espacio en el cual también participaban autores consagrados como Hugo Wast, Manuel Gálvez, Arturo Cancela y Benito Lynch.

Pero fue después de una visita a Europa realizada en 1925 que Ramos decidió dedicarle más tiempo a la escritura literaria. Así en las páginas del diario La Prensa y en las de la revista Nosotros publicó una serie de artículos sobre sus impresiones de viaje, que más tarde serían recogidos en el volumen Ciudades italianas, publicado en España por pedido de Pedro Sainz Rodríguez.

La buena acogida de su prosa lo motivó a convertirse en crítico literario, reseñando especialmente para el público argentino a las últimas novedades librescas de Francia. También dedicó estudios a Goethe y Shakespeare, y se interesó en la vida y obra de Teresa de Jesús, Luís de León, Ignacio de Loyola, Leopoldo Lugones, Juan María Gutiérrez y Carlos Octavio Bunge.

En 1933 publicó la novela La vuelta de las horas y en 1939 los cuentos de Don Castelar. La novela de una vocación son ensayos sobre literatura elaborados en forma epistolar, los cuales fueron escritos en la adolescencia de Ramos y publicados recién en 1946.

Fue incorporado en 1938 a la Academia Argentina de Letras.

Actuación política

Ramos no comulgó jamás con las ideas izquierdistas.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, apoyó a las Potencias Centrales movido por su germanofilia. Hizo una apología de Alemania en revistas como Germania y Phoenix, y también en el diario La Unión de la familia Tjerks, pero fue su libro La significación de Alemania en la guerra europea de 1915 lo que más repercusión generó (la obra fue traducida al alemán en 1917).

Después del Incidente von Luxburg se unió a la Liga Patriótica Argentina Pro Neutralidad que habían creado Alberto Cortesano y José V. Antico. Junto a Ernesto Quesada, Alfredo Colmo, Ernesto Vergara Biedma, Calixto Oyuela, Belisario Roldán, José Monner Sans y Coriolano Alberini firmó un manifiesto exigiéndole al presidente Hipólito Yrigoyen que evite que la Argentina ingrese al conflicto bélico.

En 1919 Ramos participó de la creación de la Liga Patriótica Argentina.

Embarcado en una cruzada metapolítica, colaboró como conferencista con los Cursos de Cultura Católica, el Museo Social Argentino y el Instituto Popular de Conferencias, el Instituto Cultural Joaquín V. González y la Asociación El Círculo de Rosario.

Cuando se produce la Revolución de 1930, Ramos se mostrará entusiasmado, uniéndose a la Legión Cívica Argentina y convirtiéndose en asesor del presidente José Félix Uriburu. Consciente de que el país necesitaba reformas políticas profundas, apostó por desarrollarlas gradualmente, lo que lo llevó a rechazar un proyecto de Rodolfo Irazusta de transformación del régimen municipal argentino.

Tras la muerte del General Uriburu, el académico sintió la necesidad de expandir el impulso nacionalista. En consecuencia a mediados de 1932 participó junto a Floro Lavalle, José María Rosa y Alberto Uriburu de la creación de la Acción Nacionalista Argentina (ANA), a la cual pasaría a dirigir formalmente en 1933.

Por esa época publicó su obra Democracia nueva, en la cual repudia al liberalismo y al comunismo, y propone la reconstrucción del Estado argentino según un modelo corporativista. También se convirtió en un asiduo colaborador de las publicaciones nacionalistas del periodo como La Fronda, Bandera Argentina y Crisol.

En 1935 la ANA cambia su nombre por iniciativa de Ramos a Afirmación de una Nueva Argentina (ADUNA), con el fin de manifestar más claramente la intención de su líder de constituirse como el elemento unificador de las fuerzas nacionales del país.

ADUNA se disolverá en 1940 por presiones gubernamentales.

Ramos apoyó a las Potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, llegando a ser miembro oficial de las asociaciones de Amigos de Italia y de Amigos de Alemania. Pero con quien sintió una íntima afinidad fue con aquella España que renació gracias al Alzamiento Nacional.

En efecto, en las últimas décadas de su vida, Ramos abrazó la causa de la promoción de la hispanidad. A raíz de ello la OPYPRE le financió la publicación del libro Nuestros padres en la fe -obra prologada por Tomás D. Casares-, la Institución Cultural Española lo convocó para participar de su Serie Argentina de Validación Hispánica y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España lo invitó a Madrid para homenajearlo, siendo su anfitrión el mismísimo José María Pemán.

Durante el Congreso de la Recuperación Nacional celebrado en febrero de 1943 surgió el nombre de Juan P. Ramos como el de un posible candidato presidencial detrás del cual se unificaran las fuerzas patrióticas en las elecciones de ese año, algo que finalmente no se materializaría.

En 1944 el jurista prologó el libro El nacionalismo y los obreros socialistas de Antonio H. Varela, en el cual destaca que el autor es quizás el intelectual más brillante del nacionalismo católico en la Argentina.

Ramos apoyó a Juan Perón en 1946 más por repudio a la Unión Democrática que por verdadera adhesión a las ideas del coronel. De todos modos en 1955 fue uno de los muchos argentinos que celebró su caída.

Bibliografía

  • Historia de la instrucción primaria en la República Argentina. 1810-1910 (dos tomos). Buenos Aires: Peuser, 1910.
  • El Poder Ejecutivo en los Estatutos, Reglamentos y Constituciones de la Nación y las Provincias. Buenos Aires: UBA, 1912.
  • El derecho público de las provincias argentinas (tres tomos). Buenos Aires: UBA, 1914-1916.
  • La significación de Alemania en la guerra europea. Buenos Aires: Renovación, 1915.
  • La codificación penal argentina. Buenos Aires: Ministerio de Agricultura, 1917.
  • La ofrenda de las rosas. Buenos Aires: La Novela Semanal, 1920.
  • Concordancias del proyecto de Código Penal de 1917. Buenos Aires: UBA, 1921.
  • Apuntes de derecho penal. Buenos Aires: Caracciolo y Plantie, 1921.
  • La historia de una abuela. Buenos Aires: La Novela Semanal, 1922.
  • El juicio penal y el delincuente. Buenos Aires: UBA, 1925.
  • La "peligrosidad" en el Código Penal. Buenos Aires: UBA, 1926.
  • Proyecto sobre el estado peligroso de los delincuentes (junto a N. Rojas). Buenos Aires: Talleres de la Penitenciaría Nacional, 1927
  • Curso de derecho penal. Buenos Aires: Autoedición, 1927.
  • El concepto de la cultura. Buenos Aires: Instituto Cultural Joaquin V. González, 1927.
  • Doctrina y legislación positiva. Buenos Aires: Biblioteca Jurídica Argentina, 1929.
  • Conferencias sobre el derecho penal argentino. Buenos Aires: UBA, 1929.
  • El viaje espiritual. Rosario: Tamborini, 1930.
  • Ciudades italianas. Madrid: Compañia Ibero-Americana de Publicaciones, 1930.
  • Los elementos de la idea de cultura. Rosario: El Círculo, 1932.
  • Democracia nueva. Buenos Aires: ANA, 1932.
  • La vuelta de las horas. Buenos Aires: Viau y Zona, 1933.
  • La voz de los libros. Buenos Aires: Viau y Zona, 1936.
  • La concesión de servicios públicos. Buenos Aires: Casa Menéndez, 1937.
  • Los delitos contra el honor. Buenos Aires: Casa Menéndez, 1939.
  • Don Castelar. Buenos Aires: Círculo de Escritores Argentinos, 1939
  • Nuestros padres en la fe. Buenos Aires: Difusión, 1940.
  • Los límites de la educación. Buenos Aires: Colombo, 1941.
  • Sobre la influencia de los italianos en la Argentina. Buenos Aires: Amigos de Italia, 1941.
  • Ensayos Hispánicos. Buenos Aires: Institución Cultural Española, 1942.
  • La eucaristía acrecienta la fe. Buenos Aires: Academia Nacional de Medicina, 1943.
  • Fragmentos de vida. Buenos Aires: Emecé, 1946.
  • La novela de una vocación. Buenos Aires: Kraft, 1946.
  • El amor del arte. Buenos Aires: Huarpes, 1949.

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