Edades del hombre

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Según la mitología clásica, las Edades del hombre son las etapas por las que ha pasado la humanidad desde su creación. Sus fuentes literarias principales son las obras del griego Hesíodo y el latino Ovidio. El mito tiene una estructura general que presenta una sucesión de etapas, desde un principio lejano en el tiempo en el que los hombres vivían de forma semejante a los dioses (Edad de Oro) hasta la época de quien expone la historia (Edad de Hierro).

Según el historiador de las religiones, Mircea Eliade, "todas las culturas antiguas intuyeron un desenvolvimiento de la "historia" en un tiempo cíclico que se regenera periódicamente ad infinitum. Sus tradiciones narran en mitos, las sucesivas Eras o Edades, encontrándose siempre la "Edad de oro" al principio del ciclo, cerca del illud tempus paradigmático y la cual es posible recuperar".

Frente a la noción moderna del "progreso" a partir de un supuesto pasado "ignorante y de subdesarrollo", estos mitos hablan más bien de una degeneración y una caída del ser humano del estado de gracia, que se habría alcanzado en un pasado remoto. En la mentalidad de los pueblos indoeuropeos, las primeras edades fueron tiempos de justicia, armonía, belleza y sabiduría, que poco a poco se fueron corrompiendo hasta dar lugar a tiempos de degeneración, de traición, de conflictos, de violencia, de deshonor, de olvido de los dioses y de los ritos, de maldad, de materialismo, de libertinaje, de mestizaje y disgenesia y de dejarse atrapar por los poderes "oscuros" que se oponen a los dioses y que se alejan de la Naturaleza y de sus leyes.

Antigüedad clásica

Las cinco edades de Hesíodo

En Los trabajos y los días de Hesíodo (mitad del siglo VIII AEC) son descritas las cinco edades en orden cronológico:

  • La Edad de Oro.
  • La Edad de Plata.
  • La Edad de Bronce.
  • La Edad de los Héroes.
  • La Edad de Hierro.

La mítica Edad de Oro descrita por Hesíodo es la primera edad mítica, en la que el hombre vivió en un estado ideal, cuando la humanidad era pura e inmortal. En las obras literarias, la Edad de Oro usualmente acaba con un acontecimiento devastador, que trae consigo la caída del hombre. Es la era de «una dorada estirpe de hombres mortales», que «crearon en los primeros tiempos los inmortales que habitaban el Olimpo. Vivieron en los tiempos de Crono, cuando reinaba en el cielo;... » (Trabajos y días, versos 109 y siguientes). está en la base de «toda la historia del pensamiento griego, alimentando los sueños de los que por diversas razones rechazan el mundo en que viven». La Edad de Oro no conoce ni la guerra, ni el trabajo, ni la vejez, ni la enfermedad —las personas mueren en un sueño pacífico—, pues la tierra produce bienes en cantidad suficiente para satisfacer todas las necesidades y, por consiguiente, no hay razón para que surja ningún conflicto, por lo que los hombres de la raza de oro llevan una vida tranquila y feliz.

El poeta introduce el relato diciendo que contará cómo los dioses y los hombres tuvieron el mismo origen.

Describe que al principio los dioses crearon un estirpe dorada de mortales. Estos existieron en tiempos del reinado de Crono y vivían como si fueran dioses, es decir, sin fatigas, preocupaciones ni miserias. A su vez eran siempre jóvenes y fuertes, disfrutaban de fiestas y no conocían el mal. Poseían alegrías de todo tipo y la tierra fértil los proveía de manera espontánea de abundantes frutos. Alternaban sus trabajos con muchos deleites. Además eran ricos en rebaños, cercanos y agradables a los bienaventurados dioses. No conocían la muerte sino que, en vez de eso, se sumían un sueño.

Una vez que fueron sepultados bajo tierra Zeus les concedió el rango de démones (δαίμονες) y ahora gozan del privilegio de ser protectores de los mortales y proveedores de riquezas. También vigilan las sentencias y malas acciones recorriendo todo el mundo.

En lugar de la estirpe dorada, los dioses olímpicos crearon una segunda raza, de plata, que no se parecía a la primera ni en belleza ni en inteligencia, pues era mucho peor. Durante cien años los niños permanecían junto a su madre, en su casa. Luego vivían poco tiempo, en la juventud y padecían sufrimientos por su ignorancia. Ejercían violencia todo el tiempo, y no querían dar culto a los dioses haciendo sacrificios. Por ello Zeus, irritado, los exterminó. Sin embargo, reciben el rango inferior de mortales bienaventurados.

Zeus creó una tercera raza, a partir de los fresnos. Esta estirpe era temible y fuerte, no comía pan, y sólo tenía interés en la guerra y en los actos de soberbia. Todo en ellos era de bronce, sus armas, sus casas y sus trabajos, no había hierro. Aunque eran terribles, de ellos se apoderó la muerte y murieron sin dejar nombre.

Una vez enterrados los hombres de bronce, fue creada por Zeus una raza justa y virtuosa : la de los héroes o semidioses. El poeta indica que es la generación que pereció, en gran parte, en las hazañas relacionadas con las Guerras de Troya y Tebas. A unos pocos Zeus determinó alejarlos del resto y darles residencia en los confines de la tierra: ellos ahora viven en las Islas de los Bienaventurados y no conocen los dolores.

Zeus creó otra raza, conformada por los contemporáneos del poeta, que deplora haber nacido en el tiempo de esta estirpe de hierro. Sus hombres no se verán libres de fatigas ni miserias, los dioses los someterán a tribulaciones, no obstante conocerán algunas alegrías mezcladas con males. Zeus destruirá también esta raza, cuando sus hombres nazcan ya con canas. Padres e hijos no se parecerán entre sí, el anfitrión no apreciará al huésped, así como los amigos no apreciarán a los amigos y los hermanos no se querrán como antes. En cuanto el padre envejezca el hijo lo insultará duramente, sin advertir la vigilancia de los dioses. Tampoco, estos hombres podrán dar sustento a sus padres en la vejez. Los justos y los honrados no obtendrán reconocimiento, por el contrario se beneficiarán los malhechores y los hombres violentos. La justicia se identificará con la fuerza y no existirá el pudor. Los malvados tratarán de perjudicar a los hombres virtuosos con discursos retorcidos y juramentos. La envidia acompañará a los hombres miserables. Entonces, Aidos y Némesis se irán desde la tierra hasta el Olimpo para vivir con los inmortales y los hombres quedarán solos con sus amarguras: ya no existirá remedio para el mal.

El mito de la Edad de Oro aparece también en el diálogo Político de Platón:

No había en absoluto constitución, ni posesión de mujeres ni de niños, porque desde el seno de la tierra es de donde todos remontan a la vida, sin guardar ningún recuerdo de sus existencias anteriores. En lugar de esto, poseían en profusión los frutos de los árboles y de toda una vegetación generosa, y los recogían sin necesidad de cultivarlos en una tierra que se los ofrecía por sí misma. Vivían frecuentemente al aire libre, sin cama ni vestidos, ya que las estaciones eran de un clima tan agradable que no les ocasionaban molestias, y sus lechos eran nobles entre la hierba que crecía en abundancia.

Las cuatro edades de Ovidio

El poeta romano Ovidio también habla de las diferentes edades del hombre, pero con sólo cuatro edades, en el libro I de su poema Las metamorfosis. Su mito es similar al de Hesíodo, aunque omite la Edad de los Héroes:

  • La Edad de Oro tuvo lugar inmediatamente después de la creación del hombre cuando Saturno gobernaba el cielo, por lo que igualmente se la llamaba reinado de Saturno: era un tiempo de inocencia, de justicia, de abundancia y de bondad. La Tierra gozaba de una primavera perpetua, y los campos fructificaban sin necesidad de que los cultivasen. Mas Saturno fue lanzado a las tinieblas del Tártaro y Júpiter se convirtió en el amo del mundo, con lo que comenzó la Edad de Plata. Ovidio recalca que la justicia y la paz sólo son propias de la Edad de Oro. También añade que, en esta edad, los hombres no conocían aún la navegación y, por tanto, no podían explorar el mundo.
  • En la Edad de Plata, Júpiter da a los hombres las estaciones del año, por lo que éstos aprenden el arte de la agricultura y la arquitectura.
  • En la Edad de Bronce, los hombres viven para la guerra, pero no son impiadosos.
  • Finalmente, en la Edad de Hierro, los hombres aprenden las artes de la navegación y la minería. Son codiciosos e impiadosos. La verdad, la modestia y la lealtad han desaparecido.

En los Vedas

Artículo principal: Yuga


Los Vedás (antiguos textos indoeuropeos escritos en sánscrito), concebían la historia en forma cíclica, con alternancia entre las edades oscuras y las de oro, asimismo, cada una de estas edades se corresponden con las Cuatro Edades griegas:

  • Krita Yuga o Satya Yuga o "Edad de la Verdad". Es la era de la realización y de la sabiduría (corresponde a la Edad de Oro griega). Una era en la que el hombre vivía en armonía con el Recto Orden del Cosmos y que el caldenario hinduista indoeuropeo sitúa en el período Paleolítico cazador-recolector.
  • Treta Yuga o "Edad de los Tres Fuegos Rituales", es la era de los ritos y también del hogar, es decir de la civilización sedentaria, agrícola y urbana. (corresponde a la Edad de Plata griega)
  • Dvapara Yuga o "Edad de la Duda", ve nacer las religiones y las filosofías contestatarias. El hombre pierde el sentido de la realidad divina del mundo y se aleja de la Ley Natural. (corresponde a la Edad de Bronce griega)
  • Kali Yuga o "Edad de los Conflictos", es la era actual (corresponde a la Edad de Hierro griega). Desembocará en la destrucción casi total de la humanidad actual.

La creencia en la destrucción y la creación periódica del Universo se encuentra en el Atharva Veda (X, 8, 39-40). Se conservan ideas similares en la mitología nórdica, como en la idea de la conflagración universal, conocida como Ragnarök, seguida de una nueva creación, lo que confirma la estructura indoaria de ese mito, y la cual puede, por consiguiente, ser considerada como una de las numerosas variantes de ese arquetipo. Las eventuales influencias orientales sobre la mitología germánica no atentan necesariamente contra la autenticidad y el carácter autóctono del mito del Ragnarök.

A las disminuciones progresivas de la duración de cada nuevo yuga corresponde en el plano humano una disminución de la duración de la vida, acompañada de un relajamiento de las costumbres y de una declinación de la inteligencia. Esta decadencia continúa en todos los planos —biológicos, genéticos, intelectuales, espirituales, éticos, sociales, etc. acompañada de un progreso material y grandes avances tecnológicos (la materia viva se va atrofiando y degradando (disgenesia), mientras que la materia muerta evoluciona a pasos acelerados)— y alcanza un relieve más destacado en los textos puránicos. El pasaje de un yuga al otro se produce, como hemos visto, en el curso de un "crepúsculo" que señala un decrescendo aún en el interior de cada yuga, terminando cada uno por una etapa de tinieblas. A medida que nos acercamos al final del ciclo, es decir al cuarto y último yuga, las "tinieblas" se espesan. El último yuga, aquel en que nos encontramos actualmente, se llama, por lo demás, la "Edad de las Tinieblas" (o de Hierro), Kaliyuga. El ciclo completo termina por una "disolución", un pralaya, que se repite de manera más radical (mahapralaya, la "gran disolución") al final del milésimo ciclo.

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