Transatlántico Wilhelm Gustloff

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Otro de los crímenes cometido por el comunismo soviético y que nunca fue juzgado es el hundimiento del transatlántico Wilhelm Gustloff de Alemania. La armada soviética atacó a la embarcación con torpedos el 30 de enero de 1945. A bordo del buque se encontraban 9.343 personas; en su mayoría mujeres y niños, también había heridos, todos ellos refugiados que huían del ejército rojo. Esta masacre supuso la mayor tragedia marítima de la historia.

El Wilhelm Gustloff era un moderno trasatlántico destinado a la población trabajadora de la Alemania de Hitler para el programa Fuerza por la Alegría (Kraft durch Freude) hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Durante la contienda fue utilizado como buque hospital hasta 1940 y después como buque escuela para la 2ª U-Boot Lehrdivisión, dedicada al adiestramiento de cadetes para los submarinos. Su nombre conmemoraba a un dirigente alemán del NSDAP suizo, asesinado por un estudiante judío en 1936.

Tiempo infernal

Durante la tarde del 22 de enero de 1945, con una temperatura de 14 grados bajo cero, se procedió a preparar el crucero para que sirviera de barco de evacuación. De las 60.000 personas que habían pugnado por subir al barco, sólo lo consiguió una sexta parte.

Por añadidura, cuando el crucero estaba ya literalmente abarrotado, llegaron unas cuatrocientas auxiliares navales de edades comprendidas entre los 17 y los 25 años. Dado el peligro real que existía de que fueran violadas por los soviéticos, se procedió a cargarlas en la zona que había ocupado la piscina en la cubierta E.

Finalmente, durante la mañana del 29 llegó un tren de heridos a Gotenhafen y se procedió en las peores condiciones a trasladar su pasaje al crucero. Para aquel entonces, pasillos, habitaciones y dependencias presentaban un cuadro general de hacinamiento en el que sólo el 60% de los pasajeros contaba con chalecos salvavidas.A las 12.30 del martes 30 de enero de 1945 cuatro lanchas remolcaron el crucero fuera del muelle para que pudiera alejarse del puerto.

El tiempo era infernal. El viento presentaba una velocidad de siete nudos por hora, la temperatura era inferior a los 10 grados bajo cero, nevaba y los témpanos de hielo pespunteaban peligrosamente la superficie del mar.

Cuando cayó la noche, los refugiados que habían vomitado o que comenzaban a desmoralizarse eran millares. A pesar de todo, la mayoría abrigaba la esperanza de que en unos días podrían llegar a la costa de Dinamarca.

Sobre las 9.10 de la noche, los pasajeros sintieron un impacto contra el casco del Wilhem Gustloff. No podían saberlo pero habían sido alcanzados, por tres torpedos disparados desde el submarino soviético S-13.

El "Titanic" desconocido

El primer proyectil había alcanzado al barco bajo la línea de flotación pero las pérdidas ocasionadas por los dos siguientes resultarían mucho peores. El segundo había alcanzado la piscina de la cubierta E matando a casi todas las enfermeras mientras que el tercero dio en la sala de máquinas destruyéndola casi por completo.

Mientras los pasajeros eran presas del pánico, luchaban desesperadamente por llegar a las cubiertas superiores y no pocos se precipitaban a las aguas heladas del Báltico, la tripulación comenzó a lanzar llamamientos de SOS a la costa de Stolpmunde, en Pomerania. Aunque los mandos insistieron en que las mujeres y los niños debían ser los primeros en subir a los botes salvavidas la orden fue desobedecida y las mujeres embarazadas y los heridos se convertían en las primeras víctimas.

Al cabo de 50 minutos, el crucero se había sumergido bajo las aguas llevando consigo a la mayoría de los pasajeros. Los que habían conseguido alcanzar un bote o nadaban desesperadamente fueron recogidos por el torpedero alemán T-36 y otro barco de características similares que, como aquel, pertenecía a una pequeña flotilla de escolta que acompañaba al crucero pesado Admiral Hipper.

Aunque muchos de los pasajeros recogidos murieron a causa del frío, entre los supervivientes hubo algunas mujeres embarazadas. Incluso en el curso de la noche nacieron tres niños que fueron atendidos por soldados convertidos en improvisadas comadronas, episodio que ha servido al nobel Günter Grass para ambientar "Im Krebsgang", su último libro. Paul, el protagonista de la novela, nació al poco de que su madre fuera rescatada del Báltico y, alcanzada ya su jubilación, se enfrenta a la difícil tarea de escribir sus memorias en un país que ha decidido hacer tabla rasa de la tragedia.

El torpedero T-36, entretanto, fue objeto de nuevos ataques submarinos y en una de las ocasiones en las que tuvo que maniobrar para esquivar un torpedo algunos de sus pasajeros cayeron al agua y murieron. Sin embargo, sobre las 14.00 horas del 31 de enero de 1945, ambos barcos llegaron con su carga a Sassnitz. De los más de 10.000 embarcados habían logrado salvar entre ambos a 996 personas. Finalmente, los casi 1.000 supervivientes fueron acogidos a bordo del barco hospital danés Rey Olaf.

La tragedia del Wilhem Gustloff constituyó el mayor desastre naval del siglo XX sextuplicando las 1.495 víctimas del Titanic. Y tan grave como el aspecto cuantitativo es el cualitativo, ya que el naufragio no se debió a un accidente por causas naturales.

Las motivaciones del comandante soviético Alexandr Marinesko para hundir el barco de refugiados fueron, según todos los indicios, más personales que militares. Marinesko había tenido en los últimos tiempos roces con sus superiores y se rumoreaba que podía ser detenido y deportado en cualquier momento. El marino soviético llegó a la conclusión de que un éxito militar como el hundimiento del Wilhem Gustloff podía sacarlo de tan comprometida situación y actuó en consecuencia.

No se equivocó en sus cálculos. La muerte de más de 9.000 seres humanos fue considerada por las autoridades comunistas soviéticas un hecho lo suficientemente meritorio como para condecorar a Marinesko con la medalla de Héroe de la Unión Soviética.

Desde ese momento, el episodio se convirtió en un tema tabú. Los aliados occidentales no deseaban arrojar sombra de duda sobre la honorabilidad de los soviéticos y éstos no tenían interés en destacar la brutalidad con que habían actuado. Tampoco la dictadura comunista de la RDA pretendía recordar cómo habían entrado en Alemania sus mentores políticos.

Hubo que esperar al año 1955 para que una película titulada "Nacht fiel über Gotenhafen" tratara el tema, y hasta fechas más recientes para que un libro, "SOS Wilhem Gustloff", de Heinz Schon, abordara el estudio histórico del trágico episodio. Al fin y a la postre, la existencia de testigos supervivientes había convertido en imposible la tarea de echar tierra sobre un episodio en el que habían quedado de manifiesto las peores pulsiones de la naturaleza humana."

Viles palabras

Por último, del pánico entre los refugiados civiles que huían ante el avance del ejército soviético, da idea la siguiente arenga del escritor judío Ilya Eherenburg:

"Alemania es una puta. Estamos en Alemania. Las ciudades arden y me siento feliz. Los alemanes no tienen alma. Levantaremos cadalsos en Berlín. El terror empuja a los alemanes y a sus hembras hacia el oeste. Alemania puedes dar cuantas vueltas quieras y arder y aullar en tu mortal agonía. ¡La hora de la venganza ha sonado!". Esas viles palabras son del escritor judío conocido por su obra "Fábrica de sueños", crítica del cine de Hollywood y su libro de propaganda "España, república de trabajadores".

Uno de los documentos más detallados que existen sobre este trágico hecho es la novela A paso de cangrejo, del Premio Nobel de Literatura Günter Grass.

Artículo de opinión

por Area Identitaria

En octubre de 1944 el propagandista del Partido Comunista de la Unión Soviética Ilia Ehremburg escribía en el periódico "Estrella Roja": "Los alemanes no son seres humanos. A partir de ahora la palabra alemán provocará la descarga de un arma. No hablaremos, no nos inquietaremos: mataremos. No cuentes los días. Cuenta una sola cosa: los alemanes que has matado. Mata alemanes, no son personas". Fieles a esas consignas, los infantes y comisarios soviéticos que penetraron por sorpresa ese mismo mes en Prusia Oriental cometieron una terrible matanza entre la población civil de una localidad llamada Nemmesdorf. Cuando días después los integrantes de las alemanas Fuerzas de Asalto del Pueblo reconquistaron la localidad, buscaron supervivientes en vano. Solo encontraron muertos. Bebés con las cabezas aplastadas, mujeres desnudas crucificadas, niñas violadas y ancianos. Fue tal el horror y el trauma causado entre las poblaciones de los alrededores que esta masacre provocó ante la posible llegada de las tropas soviéticas, una huida en masa, acosados por la aviación soviética, de varios millones de alemanes hacia los puertos del Báltico. Alrededor de 300.000 perecieron en la huída.

En enero de 1945 más de sesenta mil refugiados se concentraban en la bahía de Gottenhaffen. La situación era tan crítica que el Alto Mando alemán organizó una operación de rescate conocida con el nombre de Hannibal reuniendo para ello decenas de barcos con el cometido de poner a salvo a los civiles huídos del terror rojo. Una de estas naves fue el Wilhelm Gustloff, antiguo barco de recreo destinado a la organización nacional-socialista "Fuerza por la Alegría" cuya función era de crucero vacacional destinado a viajes para los obreros alemanes, célebre por haber rescatado en 1938 a los naúfragos de un mercante británico en medio de un temporal, y que desde que había estallado la guerra servía, tras un tiempo como buque-hospital, como centro de instrucción de tripulantes de submarinos, una nave que llevaba el nombre de un dirigente de Partido Nacionalsocialista asesinado en 1936 por un militante judío. Preparado para zarpar el 30 de enero de 1945, el buque, que contaba con una tripulación de 173 hombres, transportaba según la lista oficial 918 oficiales y marineros, 373 mujeres del cuerpo auxiliar de la Kriegsmarine, 162 heridos de guerra y 4424 refugiados. Posteriormente se ha sabido que debido a la situación de caos durante la huída de población civil desde Prusia oriental, los refugiados ascendieron a la cifra de 8956, sumando un total de 10.582 personas. Avistado por el submarino soviético S-13 comandado por Alexandr Marinesko, a las 21:08 del mismo día entre la bahía de Danzig y la isla de Bornholm, el Wilhelm Gustloff recibió el impacto de tres torpedos que causaron su hundimiento en menos de cincuenta minutos con mar gruesa, temporal de nieve y a una temperatura de 18 grados bajo cero. Solo 1239 personas pudieron ser rescatadas por algunos buques alemanes que encontrándose en los alrededores se apresuraron a acudir al rescate. El resto, 9343 hombres, mujeres y niños perecieron en las frías aguas del Báltico. Una de las embarcaciones de salvamento hizo lo imposible para rescatar al mayor número de naúfragos mientras estaba siendo perseguido por otro submarino soviético, finalmente el torpedero T-36 sorteó milagrosamente, ya con cientos de supervivientes a bordo, dos lanzamientos de torpedos soviéticos escapando a toda velocidad. Mientras el Wilhelm Gustloff se sumergía con luces de fiesta y sirenas autoactivadas en el último momento debido a un cortocircuito, el mismo día que había nacido la persona que le había dado nombre, miles de personas sufrían en el agua a temperaturas bajísimas un tormento inhumano y familias enteras desaparecían entre las oscuras aguas bálticas. También se produjeron los milagros. Una joven, en proceso de congelación, daba a luz a un niño minutos después de ser rescatada a bordo del Löwe. Por su parte, la última persona en ser rescatada de las aguas resultó ser un niño de un año. Como no se pudo averiguar quienes eran sus padres, el contramaestre que lo había salvado se hizo cargo de él y lo adoptó. Años después, un suboficial supo que éste era su hijo, había perdido a su mujer y a otro hijo en el naufragio, sin embargo, al encontrarse el joven "huérfano" en la Alemania oriental, murió muchos años después sin poder volver a verlo.

En la actualidad, los restos del Wilhelm Gustloff reposan en tres secciones a 42 metros de profundidad junto a los sueños de sus miles de inocentes víctimas, sumergidos por las frías aguas bálticas y el olvido orquestado por los que ganaron aquella guerra, sin haber recibido homenajes de recuerdo ni el arrepentimiento o castigo de los culpables.

El hundimiento del Wilhelm Gustloff está considerada como la mayor tragedia naval de todos los tiempos, superando seis veces a las 1495 víctimas del Titanic. Una tragedia que como hemos visto no fue accidental, sino premeditada. El responsable de esta matanza, comandante Alexandr Marinesko, pocos días después cometió otra "heroica" acción, hundir el Steuben, un indefenso vapor de trasporte de heridos causando 4000 víctimas más. El 13 de febrero de 1945, cuando se disponía a atracar en el puerto soviético de Turka lanzó dos salvas para celebrar su regreso "victorioso", y las autoridades comunistas les recibieron como héroes celebrando en su honor una cena de gala. La cena no se les atragantó. Seguramente creían a pies juntillas las consignas del Partido y de su más famoso propagandista, Ehremburg. No habían matado a personas. Sólo eran alemanes.

Marinesko fue condecorado y recibió a su muerte la consideración de Héroe de la Unión Soviética. Ilia Ehremburg recibió en 1957 el Premio Lenin de la Paz y fue recibido en muchísimos países como representante de la Unión Soviética y reputado escritor. En las biografías de este periodista comunista que circulan por la red, pocos mencionan que fue autor de frases como: "Mata. Nadie en Alemania es inocente, ni siquiera la vida de los que aún no han nacido. Sigue las palabras del camarada Stalin y aplasta para siempre a la bestia fascista en su guarida. Quiebra el orgullo de las mujeres alemanas. Tómalas como tu botín legítimo." Tampoco la Unión Soviética, ni el Partido Comunista, ni ninguno de los responsables de la matanza fueron jamás acusados, ni juzgados por este crimen.

Hoy, a 42 metros de profundidad, 9343 víctimas del odio comunista esperan, no ya justicia, sino al menos nuestro recuerdo.

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