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Revolución húngara de 1956
La Revolución húngara de 1956 fue un movimiento revolucionario espontáneo de alcance nacional contra el gobierno comunista de la República Popular de Hungría y sus políticas impuestas desde la Unión Soviética, que duró desde el 23 de octubre hasta el 10 de noviembre de 1956. Esta revolución cuestionaba el estilo de gobierno estalinista y, por tanto, amenazaba la naturaleza misma del régimen pro-soviético de partido único.
Sumario
Invasión y masacre
Aprovechando que Occidente se encontraba dividido a causa de la crisis de Suez, el ejército soviético movilizó 31.550 soldados y 1130 tanques y el 4 de noviembre de 1956 invadió Budapest y otras regiones del país. La resistencia húngara continuó hasta el 10 de noviembre. Más de 2500 húngaros murieron asesinados en el conflicto y unos 200.000 húngaros huyeron en calidad de refugiados. Los arrestos masivos y las acusaciones continuaron por meses. Para enero de 1957, el nuevo gobierno instalado por los soviéticos y liderado por János Kádár había reprimido toda oposición pública.
Tales acciones fortalecieron el control soviético sobre Europa central. La discusión pública acerca de la revolución estuvo prohibida en Hungría durante más de treinta años; pero, desde el deshielo de los años 1980, ha sido objeto de intenso estudio y debate. Con la creación de la Tercera República Húngara en 1989, el 23 de octubre fue declarado fiesta nacional en conmemoración de la Revolución de 1956.
Artículos de opinión
A 60 años del levantamiento húngaro
- Por ID
El 5 de marzo de 1953 muere el genocida bolchevique Josef Stalin y en febrero de 1956 Nikita Jruschov lee, en el seno del XX Congreso del PCUS, un “informe secreto” denunciando los crímenes del stalinismo. En Hungría el clima social era de descontento por la penuria económica generada por una economía marxista que no le prestaba ninguna atención a las básicas necesidades materiales de la población y por la brutal represión que se ejercía a través de la policía política, la AVH, cuyos odiados miembros eran conocidos popularmente como los “avos”.
Así andaba el clima político cuando los estudiantes húngaros convocaron una manifestación para el día 23 de octubre. La manifestación, que empezó sobre las 15.00 horas, pronto se convirtió en una concentración multitudinaria que tenía diferentes brazos por el centro de Budapest. En esta manifestación el símbolo más portado eran banderas húngaras con el escudo de la “república popular” recortado. Las consignas se irán dinamizando al calor de la marcha de los acontecimientos, del "muerte al comunismo" se pasará al "mueran los stalinistas" y al derribo de una colosal estatua de Stalin.
Una parte de la muchedumbre se dirigió a los locales de la radio con el objetivo de ocuparlo y radiar desde allí las medidas programáticas que el movimiento iba elaborando, medidas como la salida inmediata de las tropas soviéticas del suelo húngaro, la formación de un gobierno bajo la dirección de Imre Nagy y la elección por sufragio universal directo y secreto de un nueva Asamblea Nacional. Pero la radio estaba ocupada por miembros de la policía política, la AVH, esta empezó a disparar contra la muchedumbre entre las 20.00 y las 21.00 horas. Fue una matanza que desencadenó una respuesta popular violenta. Los contingentes más decididos de los estudiantes y obreros, sobre todo jóvenes, fueron a armarse en cuarteles del ejército húngaro donde los soldados no oponían resistencia y entregaban el armamento. Había empezado la insurrección popular, se combatirá por todo el centro de Budapest y en los alrededores de las fábricas mientras los barrios se convierten en las zonas seguras donde se instalan los cuarteles de la revolución.
La casta burocrática húngara, conducida por Gerö, asustada por la insurrección que han desencadenado, ha pedido a Moscú el apoyo del ejército soviético. Así, los tanques soviéticos entran por primera vez en Budapest. Cuando estudiantes y obreros jóvenes se encaraman a los tanques y les explican a los tanquistas por lo que luchan estos se mostrarán inseguros, decidirá la oficialidad. A la vez, algunas tropas húngaras apoyan a las soviéticas mientras otras están indecisas y otras arman a trabajadores y estudiantes y se unen al movimiento. El ejército húngaro no bascula sólo en una dirección, duda entre la represión o la solidaridad. De la ambivalencia de los militares húngaros es un ejemplo el general Pal Maléter que primero está en contra del movimiento y después se unió a él.
Antes de estos hechos, Moscú ya había mandado a Hungría para valorar la situación a cuadros stalinistas como el ideólogo Mijaíl Súslov y el tecnócrata Anastas Mikoyán. Estos y otros representantes del Kremlin estarán en permanente contacto con Imre Nagy y su gobierno por lo que en Moscú saben de primera mano lo que quiere hacer el gobierno de Nagy. Los acontecimientos se suceden. El 25 de octubre las tropas soviéticas de ocupación recuperan el edificio de la radio mientras otras se apostan frente al Parlamento. Los “avos” harán el clásico papel de provocadores disparando desde el Ministerio del Interior, que está en frente del Parlamento, en dos direcciones, a la multitud y a los soldados soviéticos. En la balacera que se arma a continuación el pueblo húngaro pone los muertos. Alrededor de trescientos cadáveres siembran la plaza. Esta matanza incrementa la lucha, extiende la huelga general y azuza la represión popular. Así, no extrañará que se den linchamientos de “avos” en Budapest y que en ocasiones sus cadáveres sean colgados por los tobillos y que desde la muchedumbre se les escupa e, inclusive, que se apagen en sus cuerpos las colillas de los cigarros. También en Mosonmagyaróvar se ajusticiará a “avos” porque estos previamente han disparado a una manifestación asesinando a unas cien personas, entre ellas niños y mujeres, y dejando heridas a otras doscientas. Esto llevó al levantamiento armado y al ajuste de cuentas con los “avos” asesinos.
Ante estos hechos el temor de la nomenklatura moscovita, con Jruschov al frente, es doble. Por una parte, tiene miedo a la consolidación de una revolución política ya que esta no se sometería a Moscú e influiría en el movimiento de dentro y de fuera del entorno soviético, y, por la otra, no quiere perder fuerza en la arena internacional. Imre Nagy le comunicará al embajador soviético, Yuri Andropov, que Hungría dejará el Pacto de Varsovia. Los jerarcas soviéticos toman la decisión de aplastar la insurrección por lo que los representantes del gobierno de Nagy que están negociando con los representantes soviéticos son detenidos por los propios soviéticos en la noche del 3 al 4, entre ellos el ministro de Defensa, el general Pal Maléter, que estaba negociando con los mandos del ejército soviético en Tököl, al sur de Budapest.
En la madrugada del 3 al 4 de noviembre el ejército soviético invade por segunda vez Hungría. Imre Nagy se refugia en la embajada de Yugoslavia, saldrá con la promesa de que su vida será respetada pero lo que ocurrirá es que lo detendrán, lo juzgarán y lo fusilarán el 16 de junio de 1958. Cuando los stalinistas juzguen a Nagy, éste afirmará que “estoy seguro que la Historia condenará a mis asesinos”.
El Kremlin implanta un gobierno presidido por János Kádár que ha cambiado de bando: del gobierno de Nagy a peón “reformista” de Moscú. La revolución política que podía haber traído la libertad a Hungría había concluido. La contrarrevolución stalinista había triunfado. Pero ese levantamiento popular fue la semilla que germinará treinta años después y que significaría el final de regímenes genocidas en toda Europa del Este.
Hungría soñó la libertad
- Por Begoña M. - (Mahón - España)
La televisión llamada "española", no deja pasar ocasión para recordarnos los aniversarios de revoluciones marxistas. Como en el caso de Nicaragua o Cuba y demás naciones subyugadas por la tiranía marxista.
En cambio apenas hay un recuerdo, una mención o una reseña para la jornada inmarchitable del 23 de octubre de 1956, en que un puñado de jóvenes estudiantes encendieron la mecha que se propagó por todo el pueblo. Fue la rebelión frente al gigante. Un pueblo, el húngaro, harto de miseria, de opresión, de checas y de alambradas, se lanzó a la calle al grito de LIBERTAD ! Entonando el himno "Talara Nagyar" miles de patriotas húngaros asfixiados por la bota soviética y armados con palos, machetes y escasas armas de fuego se enfrentaron a los mostruosos tanques rusos, que tuvieron que invadir Hungría ante la postura de los soldados húngaros que hicieron causa común con el pueblo.
En casas, hoteles y escuelas la juventud húngara, hizo frente a las criminales AVO (policía secreta húngara) y a las tropas tártaras y siberianas que Moscú desplazó a Hungría, ante el temor de la indisciplina de los soldados rusos blancos. La juventud húngara se alzó contra la opresión y exigió la libertad. Ni una sola de las "democracias occidentales" salió en su defensa, ni un sólo pelotón de la OTAN se movió, como no se movió nadie para detener el avance comunista en Afganistán, Angola, Checoslovaquia o Polonia.
Del heroísmo húngaro nos da fe el artículo aparecido en "El Alcázar" el 27 de octubre de 1985 y firmado por J.L. Gomez Tello: "El más joven, Sandor, tenía 16 años y había perdido a su padre en la guerra. Cuando los tanques se precipitaron hacia ellos, el adolescente gritó: "Son cinco. Un tanque para cada uno". Saltó sobre el caparazón de acero de uno de ellos y le arrojó una granada por la torreta, haciendo saltar en una deflagración terrorífica al tanque. Así murieron centenares de Sandor".
En el pedestal de la estatua al Soldado-Poeta una mano escribió lo siguiente: "23 de octubre de 1956. Libertad o Muerte". No pudo ser lo primero y fue inevitable lo segundo. La juvendud húngara y con ella un sin fin de nacionalistas revolucionarios cayeron por su Patria y por Occidente.
Nosotros no lo hemos olvidado.