La Nueva República (periódico)

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La Nueva República fue un periódico argentino publicado entre 1927 y 1931. Circuló en una primera etapa que empezó en diciembre de 1927 y culminó en marzo de 1929, y luego en una segunda etapa que abarcó desde junio de 1930 hasta noviembre de 1931.

Es considerado como la primera publicación de gran alcance del movimiento nacionalista argentino. Jugó un papel muy importante en preparar la caída de Hipólito Yrigoyen y el ascenso de José Félix Uriburu a la presidencia de la nación.

Estaba inspirado en L'Action Française y su director fue Rodolfo Irazusta. Llevaba por subtítulo el epíteto "Órgano del nacionalismo argentino".

Contexto de surgimiento

En la década de 1920 la economía argentina dependía de la producción agrícola y ganadera para generar las principales riquezas del país. Sin embargo desde 1916 la nación era gobernada por un partido, la Unión Cívica Radical, que representaba a los intereses de los sectores urbanos. Por ese motivo esa fuerza buscó modernizar a la Argentina creando nuevos organismos e instituciones estatales, que tuvieron el defecto de no estar administradas por funcionarios con una gran capacidad técnica, lo que facilitó la práctica del clientelismo en ese ámbito.

El gasto público que favorecía al crecimiento urbano y postergaba al bienestar rural sumaba un elemento más de tensión social a una ciudadanía que estaba siendo bombardeada por ideas como la de la lucha de clases.

En ese escenario muchos hombres comprendieron que si la Argentina deseaba avanzar hacia un futuro de grandeza debía apostar por conseguir la unidad nacional, alejando del poder a quienes directa o indirectamente estuviesen trabajando por sembrar la discordia internamente para posibilitar la colonización extranjera. El nacionalismo, por lo tanto, se convirtió en una opción viable para intentar salvar al país de las garras de sus enemigos.

Historia

Origen

El ideólogo detrás de LNR fue Rodolfo Irazusta, un joven intelectual que era propietario de una importante finca ganadera ubicada en la provincia de Entre Ríos. Después de haber vivido varios años en Europa y de haber conocido a Charles Maurras, creyó que podía iniciarse un movimiento similar al de la Action Française en su país. Para ello serviría crear una publicación que difundiese las ideas nacionalistas entre la gente.

La iniciativa de Irazusta fue apoyada inicialmente por su hermano, Julio Irazusta, y por los escritores Ernesto Palacio y Juan Carulla. Estos dos últimos hombres tenían ya experiencia en el campo de la producción editorial, pues mientras que el primero había sido un estrecho colaborador de la revista literaria Martín Fierro, el segundo, por su parte, había dirigido al diario La Voz Nacional.

Todos esos hombres provenían de diversas corrientes ideológicas: los hermanos Irazusta estaban vinculados a los sectores más conservadores de la Unión Cívica Radical, en tanto que Carulla era un viejo anarquista devenido en monarquista, y Palacio había sido un artista vanguardista simpatizante del sindicalismo revolucionario que había terminado convertido a la ortodoxia católica.

Alfonso de Laferrère, hijo del célebre dramaturgo Gregorio de Laferrère, también formó parte del proyecto en sus inicios, pero se distanció del mismo al constatar que los otros participantes no adherían a la ortodoxia maurrasiana que él predicaba. Otro caso similar fue el del historiador Carmelo Pellegrini, que era cercano a los hermanos Irazusta pero que no compartía sus críticas hacia Yrigoyen.

Primera etapa

Tras varios meses de preparación, el primer número de LNR salió a la venta el 1 de diciembre de 1927. El periódico se posicionó deliberadamente como un instrumento de oposición al gobierno nacional. A los redactores les preocupaba que Hipólito Yrigoyen retornase al poder, ya que para ellos aquel líder político representaba la encarnación del populismo. Por esa causa la publicación ganó fama de ser un medio de prensa furiosamente antiyrigoyenista.

El formato original constaba de cuatro páginas en modelo tabloide que se editaban de manera quincenal; sin embargo, a medida que la publicación se popularizó entre los lectores, se optó posteriormente por ampliar la cantidad de páginas y acortar la frecuencia de cada edición.

Durante este primer periodo LNR se mostró como un vocero del antidemocratismo. Su tesis era que la dirigencia política argentina, desde la transformación del sistema electoral en 1912, había caído en la demagogia y la cleptocracia, pues al convertir al voto en algo universal, secreto y obligatorio lo único que realmente se logró fue desvalorizarlo y volverlo una mercancía. De allí que desde las páginas de la publicación se condujera una campaña para abolir la modificación de esa práctica, la cual había sido impulsada por el presidente Roque Sáenz Peña en la ingenua creencia de que con ello se pacificaría el país y se mejoraría la calidad institucional.

La Constitución Nacional de 1853, pese a que testimoniaba una clara influencia del liberalismo, era aún percibida como la ley suprema que tenía el objetivo de consolidar al régimen republicano con el que se soñó en 1816. Figuras internacionales como Benito Mussolini y Miguel Primo de Rivera eran permanentemente elogiados en el periódico como modelos de líderes ejemplares, pero no existía la propuesta de importar sus regímenes a la Argentina, porque todavía no existía la propuesta de adoptar un régimen de carácter corporativista que fuese claramente antiliberal.

LNR lanzó ataques contra Yrigoyen durante su campaña presidencial, luego de ser electo y tras haber asumido la presidencia, algunos envueltos en sesudos análisis teóricos y otros abiertamente satíricos y burlescos. El caudillo radical era percibido como la personificación de los principales males argentinos.

Finalmente, en marzo de 1929, la publicación fue suspendida por presiones del gobierno, el cual había dejado de tolerar las críticas de sus adversarios y había comenzado a ejercer la censura.

Interregno

Los yrigoyenistas no se conformaron con silenciar a los nacionalistas, sino que además comenzaron a hostigarlos violentamente por intermedio del Klan Radical, un grupo paramilitar que respondía a los líderes del partido gobernante.

El nacionalismo argentino en las calles

A partir de ese momento se empezó a especular sobre la posibilidad de organizar un golpe de Estado que reuniese a militares y civiles preocupados por los destinos de la patria. Casi todos los que participaban de la redacción de LNR se aliaron con otros individuos disconformes con el gobierno de Yrigoyen para constituir a la Liga Republicana en noviembre de 1929. Esta organización se propuso llevar las consignas nacionalistas directamente a las calles, eludiendo así los esfuerzos gubernamentales destinados a censurarlos.

Por otra parte un conjunto de jóvenes estudiantes de la Universidad de Buenos Aires que habían formado un grupo de debate para compartir la lectura de LNR, al verse privados del material que los animaba a reunirse, crearon a la Liga Universitaria de Afirmación Católica con fines similares a los de la Liga Republicana. Entre las filas de este movimiento juvenil pasaron hombres como Mario Amadeo, Osvaldo Dondo, Alberto Ezcurra Medrano, Luis F. Gallardo, Héctor Llambías, Isidoro García Santillán, Mario Ortiz Massey, Benito Raffo Magnasco, Fausto de Tezanos Pinto y Juan Carlos Villagra entre otros, que, unos años más tarde, serían hombres destacados de la política y de la cultura nacional. Ellos editaron la revista El Baluarte, la cual continuaba espiritualmente a la LNR pero generando un impacto mucho menor.

Segunda etapa

Los vínculos que Rodolfo Irazusta estableció con José Félix Uriburu y con Juan Bautista Molina lo convencieron de que Yrigoyen podía ser desplazado del poder a través de un movimiento revolucionario conducido por militares nacionalistas. Eso alentó el resurgimiento del periódico, el cual estaba motivado por la intención de posicionarlo como el vocero de la transformación que se avecinaba.

En esta nueva etapa comenzó a hacerse más notoria la crítica al régimen liberal en las páginas de LNR, al cual se lo cuestionaba tanto en su aspecto político como en su aspecto económico, y por las consecuencias sociales que había acarreado en el país (era claro, en realidad, que al enemigo al que apuntaban era a la masonería local, la cual estaba al servicio de fuerzas extranjeras e impedía el verdadero desarrollo del país).

La Revolución del 6 de Septiembre de 1930 fue eufóricamente celebrada en LNR. Para los redactores del periódico se trataba del inicio de una nueva era para la Argentina. Sin embargo, para mantenerse en la presidencia, Uriburu se vio obligado a negociar con un sector de las Fuerzas Armadas que sentía nostalgia por el régimen oligárquico que se encontraba en vigencia antes del ascenso al poder de los radicales. Por ese motivo comenzaron a rodearlo personajes que proponían afianzar el sistema liberal que había entrado en crisis, amparándose en la tesis de que la letra de la Constitución Nacional de 1853, en realidad, lo defendía férreamente.

A causa de ello desde LNR comenzaron a exigir una serie de reformas institucionales que sirvieran de base para la implementación de una nueva carta magna que facilitase la adopción de un régimen corporativista. Empero desde la presidencia desoyeron todas las sugerencias que los intelectuales nacionalistas les hicieron (un buen ejemplo de ello es la propuesta que Rodolfo Irazusta envió a Uriburu para reestructurar a los municipios de todo el país y que terminó siendo rechazada en una amarga polémica con el jurista Juan P. Ramos, asesor presidencial y hombre al que desde el periódico consideraban un aliado).

La derrota del uriburismo en las elecciones para elegir al gobernador de la provincia de Buenos Aires en abril de 1931 y la creación de la Legión Cívica Argentina como la agrupación oficial del régimen en descarte de la Liga Republicana, hizo que finalmente LNR se convirtiera en una fuerza crítica del régimen. Desde su redacción nació el colectivo de intelectuales Acción Republicana, el cual intentó posicionarse como la cabeza de la oposición a Uriburu -pero que en la práctica no llegó muy lejos.

Con el triunfo de Agustín P. Justo en las elecciones presidenciales de noviembre de 1931 se iniciaría un periodo obscuro para la Argentina que luego sería denominado como la "Década Infame" por la historiografía nacionalista. Desazonados con la situación, los hermanos Irazusta -que eran los que financiaban a LNR con su fortuna personal- optaron por dar por finalizada a la publicación.

Línea editorial

Si bien LNR se constituyó como un heraldo del nacionalismo desde el principio, sus autores provenían desde diversas corrientes ideológicas, por lo que la línea editorial fue definiéndose y aclarándose con el correr de los años. Inicialmente el periódico sostenía posiciones cercanas al conservadurismo nacionalista, pero posteriormente fue adoptando una perspectiva más próxima al nacionalismo revolucionario (entendido éste en su definición más amplia).

Ya en las primeras ediciones quedó claro que el nacionalismo que orientaba a los redactores de LNR no tenía nada que ver con el indianismo de autores como Ricardo Rojas o el americanismo antiyanqui de pensadores como Manuel Ugarte, pues ni meramente lo racial ni meramente lo territorial servían para definir correctamente a lo argentino. En su lugar el periódico fue pionero del nacionalismo católico, ya que encontraron que la religión era no sólo el factor aglutinante del pueblo argentino, sino también el mejor antídoto contra el materialismo y el individualismo que habían creado al mundo moderno. Por ese motivo se ocuparon de criticar al laicismo, promoviendo la reinstauración de la educación religiosa en las escuelas públicas y la reconstrucción de la universidad argentina que había sido degenerada por el reformismo.

Su hostilidad frente a Yrigoyen fue muy notoria. Al caudillo de la UCR lo consideraban un líder demagógico, corrupto e inepto, que estaba hundiendo al país en la decadencia.

Como todavía el revisionismo histórico era una corriente historiográfica muy incipiente en la Argentina, desde LNR abordaron a la figura de Juan Manuel de Rosas de un modo un tanto ambiguo, vacilando entre el reproche por sus defectos y el reconocimiento de sus méritos como gobernante.

Colaboradores

El principal redactor de LNR fue Rodolfo Irazusta, que semana a semana no sólo escribía comentarios sobre la situación política del momento, sino que también incluía ensayos en los que analizaba al país desde el punto de vista de la economía, las relaciones internacionales y la sociología, además de hacer propuestas concretas para la reforma de la administración pública.

Julio Irazusta y Juan Carulla, por su parte, aportaban reflexiones desde la teoría política y la filosofía de la historia, divulgando a autores como Juan Donoso Cortés, Henri Massis y Edmund Burke.

Ernesto Palacio alternaba entre los ensayos y las sátiras contra el régimen. También satírica era la participación de Mario Lassaga, Lisardo Zía y Eduardo Muñiz.

LNR contó con los aportes de dos figuras de gran renombre en la época: los escritores Manuel Gálvez y Leopoldo Lugones. Gálvez colaboró en los inicios del periódico, pero luego se alejó debido a su mirada benévola de la obra de Yrigoyen, la cual fue duramente criticada por Julio Irazusta. Lugones, en cambio, fue desacreditado por Ernesto Palacio durante la primera etapa de la publicación por su prédica del militarismo, mas en la segunda etapa varios textos firmados por el cordobés figurarían en las páginas de LNR para anunciar que había llegado la hora de la espada.

Otras plumas que tuvieron participación en el periódico fueron las de Tomás D. Casares, Alberto Ezcurra Medrano, Samuel W. Medrano, Justo Pallarés Acebal, César Pico, Pedro Juan Vignale, Fulgencio Bedoya y Angelino Zorraquín.

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Artículos externos