Anti-España

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La Anti-España es el conjunto de fuerzas instaladas en territorio ibérico que se dedican a actuar en contra de los valores fundamentales que crearon a la nación española. Su sola presencia equivale a una amenaza existencial para el conjunto del pueblo o, al menos, para su mayoría silenciosa.

Historia

Si bien la acción de enemigos endógenos es algo que España ha experimentado a lo largo de su historia (basta con recordar a Don Julián facilitándoles a los sarracenos la invasión de la Península Ibérica a comienzos del siglo VIII), la articulación de la Anti-España como un concepto es algo que se produjo recién a partir del siglo XIX. Ello se debió a que fue a partir de esa época en que quedó en evidencia que existen fuerzas organizadas para descatolizar al pueblo español y someterlo a la esclavitud, las cuales operan encubiertas.

Los judíos constituyeron el primer grupo que buscó dominar a los españoles a través de la manipulación y el dominio subrepticio. A causa de ello se emitió el Edicto de Granada en 1492 mediante el cual se prohibía la práctica del judaísmo en las Españas, obligando a quienes adherían a ese culto a abandonar el territorio nacional o a convertirse al cristianismo. Diez años después, a través de la Pragmática de 14 de febrero de 1502, se estableció que los mahometanos corriesen igual suerte que los judíos. Como consecuencia de ello surgirían los marranos y los moriscos, dos grupos que, en mayor o menor medida, conspiraron contra la unidad moral y territorial de España. A estos grupos se les sumarían las sectas cristianas heréticas, algunas de las cuales intentaron importar la Reforma Protestante.

Para controlar a todas esas fuerzas antiespañolas se organizó a la Inquisición Española en el siglo XV y se establecieron los estatutos de limpieza de sangre en el siglo XVI, dos instrumentos claves para la protección del pueblo español que, por culpa de la malicia de ciertos gobernantes y de la insensatez o inocencia de muchos hombres políticos, terminaron siendo definitivamente abolidos en la década de 1830. Los artífices de esa reforma fueron los miembros de las sectas masónicas, otra arma de la Anti-España que desde el siglo XVIII comenzó a expandirse tanto en la península como en los territorios de ultramar.

Entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX hubo una violenta ofensiva antiespañola, que fue protagonizada, por un lado, por quienes buscaron infiltrarse y controlar las altas esferas del poder, y, por el otro, por aquellos que operaban para infectar de odio a obreros y campesinos. A estos elementos se les sumaron los separatistas que, con la excusa de vindicar las tradiciones nacionales de las Españas, se organizaron para destruir la unidad territorial del país.

El gran triunfo de la Anti-España se produjo en 1931 mediante la instauración de la Segunda República. Los cinco años que duró ese régimen se caracterizaron por el odio anticatólico que emanaba desde el gobierno hacia la sociedad. Afortunadamente la violencia llegó a su fin con la victoria de los cruzados nacionales y la consolidación del franquismo, que restauró las tradiciones, volvió a entronizar socialmente al catolicismo y reprimió a los antiespañoles.

Sin embargo el Concilio Vaticano II -una ofensiva de la sinarquía para destruir a la Iglesia Católica que se desarrolló durante la década de 1960- causó mucha confusión en España. A raíz de ello la nación española perdió protección ante las fuerzas de la Anti-España, permitiendo con ello que recuperen el poder perdido.

La Anti-España en la actualidad

Desde 1978 las fuerzas de la Anti-España han estado ganando terreno diariamente, operando con particular ensañamiento contra el pueblo español. A la tradicional estrategia de demonizar al catolicismo y balcanizar el territorio, ahora se le ha sumado la promoción del hembrismo y de la inmigración masiva para producir la Gran Sustitución.

Diferencia con la hispanofobia

Si bien todos los agentes de la Anti-España son hispanófobos, no todos los hipanófobos son agentes de la Anti-España. Para ser considerado antiespañol es necesario habitar en el territorio español o ser un asiduo visitante al mismo. Quienes, por ejemplo, validan a la leyenda negra española o quienes critican tradiciones nacionales como la tauromaquia desde fuera de España no necesariamente pertenecen al conjunto de fuerzas de la Anti-España, sino que solamente se limitan a alimentar ideológicamente a las mismas.

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