Batalla del Molino del Rey

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
Pintura de la Batalla de Molino del Rey, realizada por Carl Nebel.

"Batalla del Molino del Rey" fue un enfrentamiento ocurrido el 8 de septiembre de 1847 entre el ejército estadounidense y los restos del ejército mexicano durante la Guerra de Intervención Estadounidense, en las inmediaciones de la Ciudad de México.

Después de las victorias obtenidas en la Batalla de Padierna y en la Batalla de Churubusco, el general Winfield Scott decidió tomar la capital mexicana por el poniente. Pactó un armisticio con Santa Anna y unilateralmente lo declaró roto, procediendo a desplegar sus tropas frente al Molino del Rey, una edificación de la época virreinal, ubicada en los límites del bosque de Chapultepec.

Antecedentes

El Campo de batalla

El ejército estadounidense avanzó desde el día 7 de septiembre sobre la línea de batalla que con gran pompa militar fue estableciendo Antonio López de Santa Anna en los campos de Molino del Rey, la Casamata, Los Morales y Anzures.

El ejército Mexicano ocupó, tras el bosque de Chapultepec, el Molino del Rey, dividido en dos secciones por un acueducto que ofrecía ser un buen abrigo atrincherado a los defensores. Parte de la finca estaba constituida por el fuerte edificio del Molino El Salvador, ligado por la línea del acueducto a un antiguo molino de pólvora, dentro de cuyo edificio se construían cañones. Al norte de esta línea, cuyos extremos eran dos construcciones de tezontle y cantera, estaba la Calzada de Anzures, que quiebra al oriente, en tanto que al sur se limitaba el frente con los muros y cercas lejanas que veían a los campos y lomas de Tacubaya.

Al Noroeste de los molinos había otro edificio aislado, la casamata, que servía como depósito de pólvora, y estaba rodeado de un pequeño foso y varias líneas de chaparros parapetos. Sobre la extensión que abarcaba estas posiciones, en torno de algunas millas, se alzaba la cresta más alta del Castillo de Chapultepec, cubriendo defensivamente la región occidental con los agresivos fuegos de sus cañones.

Línea de defensa mexicana

En la izquierda, sobre los molinos, se colocó la Brigada del General Antonio de León, compuesta de los batallones de Guardia Nacional Libertad, Unión, Querétaro y Mina. A la mañana siguiente se reforzó esta guarnición con la Brigada del general Rómulo Díaz de la Vega, compuesta de los Batallones Cuarto Ligero y Undécimo de Línea, ocupando la casamata en el flanco derecho, en tanto que en el centro se situó la Brigada del general Joaquín Ramírez y Sesma, apoyando con sus cuatro batallones de línea a una batería de seis piezas de campaña.

Cuatro mil caballos del Ejército del Sur, al mando del general Juan N. Álvarez se situaron a tiro de cañón de la casamata, con la orden de estar a la expectativa de la batalla, para caer en el momento oportuno sobre el flanco izquierdo de las tropas estadounidenses, demasiado ocupadas con la infantería mexicana. La reserva la formaron los Batallones Tercer Ligero y Cuarto de Línea, al mando del teniente coronel Miguel María de Echegaray, pernoctando estas tropas en lo alto de Chapultepec.

Pero la batalla que espera Santa Ana para el día 7 no se verifica, y creyendo que Scott ha escogido el sur, amagando la Garita de San Antonio Abad, desguarnece torpemente la noche del mismo 7 la potente línea de defensa de Molino del Rey, enviando a la Brigada de Ramírez y Sesma reforzar las Garitas de Niño Perdido, San Antonio Abad y La Candelaria.

Plan estadounidense

La División del general William Worth destacó sus oficiales de ingenieros por entre las lomas de Tacubaya, frente a las mexicanas posiciones, y ya en la madrugada quedaron instaladas sus gruesas baterías, cuyos cañones habrían de sostener el ataque combinado de 4000 infantes bien armados y cubiertos por nubes de ligeros dragones, teniendo a retaguardia las tropas de reserva del general George Cadwalader. En la izquierda avanzó la Brigada del general John Garland y por la derecha lo hizo la columna del teniente coronel James Mackintosh. Estas fuerzas fueron respaldadas por 400 efectivos de tres compañías de dragones y dos piezas de batalla de 24 libras, amén de las seis ligeras de 12 libras.

Batalla

Al amanecer del 8 de septiembre de 1847, los cañones estadounidenses realizaron tiros contra el campamento mexicano, a lo que se respondió con determinación la batería central del general Antonio Carona. A derecha e izquierda fueron avanzando las columnas de Garland y Mackintosh, protegidas por las piezas estadounidenses. Los cañones de Chapultepec y la batería de Carona respondieron ferozmente al estupendo fogonear del enemigo.

Después de largos despliegues para formar las columnas de asalto, Garland destaca una sección de mil doscientos hombres del Octavo Regimiento de Infantería, que lentamente se aproximaron a tomar la batería mexicana del centro. Pronto se encontraron frente al Tercer Ligero, tras el acueducto, pero no obstante la resistencia de este cuerpo, apoyada por los cañones de Chapultepec, los estadounidenses rompieron su último fuego para llegar a la bayoneta a la batería y voltear sus cañones, llevándoselos a toda carrera hacia su campo. Al mismo tiempo, la columna de Mackintosh se lanzó sobre el edificio de El Salvador, protegida por sus gruesos cañones, en tanto que Cadwalader amenazaba parte de la izquierda.

Volviendo a la columna de Estados Unidos que capturó a la batería central mexicana, entre la casamata y Molino del Rey: se apodera de las piezas y ya las lleva en son de triunfo, cuando tras los victoriosos yanquis carga a paso veloz el 4º de Línea del coronel Echegaray, que en Chapultepec permanecía de reserva. Carga el valiente cuerpo y los estadounidenses, acosados a retaguardia vuelven caras, tienden a sus tiradores ante pequeñas columnas que se abalanzan sobre las mexicanas, a la bayoneta, pero retroceden. Y extendido otra vez en amplia franja el combate a fuego y arma blanca, logran las banderas mexicanas bellos triunfos. Las columnas de Echegaray y Lucas Balderas recuperan, en medio de la refriega, los cañones capturados, y allá en la casamata se rechazan a las columnas de Mackintosh, varias veces, las baterías estadounidenses prosiguen su nutrido fuego, muy bien contestado por los cañones en lo alto de Chapultepec, desmontándoles tres piezas a los yankees.

Sin embargo, cubierto por las lomas de Tacubaya, Wilfried Scott acaba de relevar del mando a Woth, por su torpeza en el ataque, y dirige las operaciones del bando estadounidense. Llama a todas las reservas de Cadwalader, ordenando venir desde Tacubaya las fuerzas de los generales Gideon Pillow y John Quittman, y entonces dirige tres nuevas columnas sobre el centro de la línea mexicana. Cargan de nueva cuenta los estadounidenses; se precipitan de nuevo sus columnas ante la nube de fuego de armas ligeras mexicanas, a las que llega a reforzar la Brigada del general Francisco Pérez Arévalo, y el Batallón "Hidalgo" del general Francisco Pacheco, el combate se desarrolla más intenso, más desesperado y sangriento, y de nueva cuenta se retiran vencidos los regimientos estadounidenses, enviando a su izquierda a la batería Duncan, dispuesta a contener a la caballería del general Álvarez, lista a entrar en acción en la Hacienda de Los Morales.

Los estadounidenses también habían sido rechazados de la casamata, y las tropas del General Díaz de la Vega saltan los parapetos, persiguiendo a los enemigos a la bayoneta, tomándoles varios prisioneros. Era de esperarse que en esos instantes tan apremiantes y decisivos se presentara la división de caballería de Álvarez, cargando para dar un rotundo golpe al ejército rechazado, mientras que las reservas de Santa Ana, junto a las fuertes Brigadas de los generales Manuel María Lombardini y Joaquín Rangel, se aproximaban a los campos orientales, para acometer a los yanquis por la derecha y la retaguardia. Mas, por una descoordinación que se explica por la impericia y la falta de comunicación y unidad en el alto mando mexicano, Álvarez no cargó, lo que obligó a detenerse a la división de Santa Ana; y entonces, vueltos a rehacerse los estadounidenses, retornaron al asalto. Truenan los últimos cañonazos y disparos de fusil de la posición mexicana, y uno a uno van cayendo los molinos, retirándose las tropas mexicanas hacia Chapultepec, no sin antes clavar sus piezas.

Consecuencias

Este combate fue uno de los más terribles de la guerra; solamente en la victoria mexicana de La Angostura se desarrolló tal ímpetu en ambos bandos. Hubo refriegas en las que jefes y oficiales de los dos ejércitos, dando ejemplo de valor a sus soldados, cayendo al frente de sus tropas el heroico general Antonio de León y los coroneles Lucas Balderas y Gregorio Gelati, y heridos los comandantes Echegaray, Díaz de la Vega y Anastasio Parrodi, por el lado mexicano; por los estadounidenses Mackintosh recibió un certero tiro en la frente al momento de atacar la casamata, dando ejemplo al ejército estadounidense que las tropas mexicanas no les dejarían entrar a la Ciudad de México sin combatir.

Por el bando mexicano se contabilizaron 769 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, entre ellos 51 jefes y oficiales, la mayoría de la Brigada del General Antonio de León. Los estadounidenses tuvieron 58 jefes y oficiales, y 725 clases de tropa muertos, y más de mil cien heridos, amén de multitud de prisioneros y dispersos.

Legado

Monumento en conmemoración a la Batalla del Molino del Rey.

Un monumento a la manera de túmulo, elaborado en mármol blanco, evoca la batalla de Molino del Rey en defensa de la soberanía y la integridad territorial de México, efectuada en la mañana de aquél 8 de septiembre de 1847, durante la cual perecieron el Gral. Antonio León, el coronel Lucas Balderas, Gregorio Gelati, etc. a la cabeza de sus contingentes.

En la parte alta del monumento que se encuentra rodeado de un enrejado cuadrangular, está la figura de una mujer, con el brazo izquierdo flexionado, apoyado sobre una urna funeraria y la mano en la mejilla.

Hay una lista de los héroes en la que se lee esta inscripción: “A la memoria de los ilustres y esforzados mexicanos que combatieron en defensa de la Patria el 8 de septiembre de 1847. La Nación Mexicana consagra este monumento de gratitud, de honor y de gloria, siendo Presidente de la República, Ignacio Comonfort, 1856”.

La batalla, por encima de traiciones y sabotajes, queda como ejemplo de los patriotas que dieron su vida por la dignidad soberana de nuestro país, para guiar la conducta de los mexicanos en el México de hoy.

Artículo relacionado