Expulsión de los judíos de Coro (Venezuela)

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
La Expulsión de los judíos de Coro se refiere al episodio en la etapa anterior y posterior a la Guerra Federal de Venezuela, en las que los habitantes judíos de Coro, Estado Falcón, fueron expulsados a Curazao.

En 1827, un grupo de judíos provenientes de Curazao emigraron a Coro. Veinte ocho más tarde, con una economía en ruinas y el desempleo sin ningún tipo de controles, el resentimiento se apoderó de los habitantes de la ciudad que culparon a los comerciantes judíos de la crisis. Tras violentas protestas, la ciudadanía expulso a toda la población judía – 168 personas – de vuelta a Curazao.

Los motines anti-judíos de Coro

En los primeros días de septiembre 1831, los vecinos de Coro vieron interrumpidos sus largos años de tranquilidad con la aparición de numerosos pasquines. Distribuidas en la oscuridad de las noches pueblerinas, estas hojas se encontraban esparcidas por las calles en horas tempraneras y eran pasadas de mano en mano para ser leídas con curiosidad, antes de que las autoridades procedieran a recogerlas.

Las hojas, burdamente escritas, contenían ataques contra los judíos de la ciudad y su tono iba desde simples llamados para que regresaran a Curazao hasta verdaderas amenazas de muerte: "Se da de plazo ocho días a más tardar para que los holandeses salgan del país, porque si así no lo hacen, todos serán degollados".

Otra era más lacónica: "El Pueblo os dice: Morir o irse de Coro".

En la noche del 25 de septiembre, cerca, de las ocho, unos hombres que usaban máscaras o disfraces para no ser conocidos, se reunieron frente a la casa de habitación del hebreo David Valencia y dando gritos contra los judíos atacaron a las personas que en ese momento se encontraban en la residencia, resultando una de ellas, Salomón Maduro, con aporreos generalizados. Los asaltantes pasaron a otras casas de judíos y al ver cerradas las puertas dispararon sus pistolas y carabinas contra las de David Hoeb, José Curiel, Abraham Curiel, Jacobo Salcedo y Julián. Simón, aunque sin resultados algunos, salvo los sustos respectivos, pues no hubo heridos.

La pequeña ciudad despertó, estremecida por los gritos y alarmada por los disparos, imaginando una revuelta, política contra el Gobierno, de inmediato las autoridades despacharon al subteniente Encarnación Martínez al frente de cuatro soldados armados, quien persiguió a los desconocidos y antes de las doce de la noche les dio alcance en el llano del sur, siendo recibido con una cerrada descarga que lo obligó a retirarse para buscar refuerzos, pero al regresar con éstos ya habían desaparecido, según dice el Gobernador de la provincia Rafael Hermoso en un informe oficial dirigido al Alcalde Municipal y a los Jueces.

El 28 de ese mes Hermoso escribe al Secretario del Interior en Caracas sobre los hechos del 25, informándole que al principio se creyeron dirigidos contra el Gobierno, pero después "por la voz que llevaban los actores, de defender la religión cristiana y de hacer salir a los hebreos naturales de Curazao, se conoció que no era así". Explicaba el Gobernador que el movimiento era una protesta contra los judíos extranjeros, comerciantes prósperos, y que las hojas amenazantes aparecían en las paredes, puertas y ventanas de sus casas. También aclaraba, para demostrar que el motín no era anti-gubernamental, que sólo las residencias de los judíos habían sido atacadas, "aunque no cometieron hecho de muerte o herida contra alguno". Hermoso afirmaba que había ofrecido protección y seguridad a los hebreos, "llamado por la Constitución y las leyes", y prometía al Gobierno de Caracas que si los desórdenes se repitieran los reprimiría con toda energía "y los hechores sufrirán la pena condigna por los trámites legales", resaltando las medidas preventivas dictadas en cuanto a que la milicia local patrullara en horas nocturnas las calles de la ciudad y que los comisarios de policía efectuaran rondas en sus respectivas manzanas, en tanto la guarnición de la plaza estaba alerta y preparada, para enfrentar todo disturbio bajo las órdenes del Comandante de Armas, "que en todo momento ha estado de acuerdo con este Gobierno". En su extensa comunicación Hermoso explicaba a Caracas que el pueblo permanecía tranquilo y los ciudadanos prestaban su colaboración para sostener el orden.

Por su parte los autores del atentado, al día siguiente 26 de septiembre, tratando de ejercer presión sobre los jueces encargados de la investigación, distribuyeron numerosas hojas sueltas que decían:

"A los Jueces de esta ciudad: No se admiren Uds. de lo que ha ocurrido anoche con los judíos, pues estamos resueltos a hacerlos salir dentro de ocho días, o a matarlos a todos porque ya se han hecho dueños del comercio y del dinero, y lo peor es que hacen irrisión de nuestra religión y de los santos en la iglesia, en las procesiones y los rosarios. Aconsejamos a los judíos que se vayan porque los mataremos".

El 29 Rafael Hermoso escribe nuevamente a Caracas y después de anotar que la situación está bajo control, no puede menos que informar del descontento existente en la población, "especialmente en la parte infeliz", contra los hebreos, y supone que hay personas "de representación" que incitan al pueblo valiéndose de los prejuicios religiosos. No parece que Hermoso estuviera errado en esta suposición, porque lo cierto es que si los pasquines estaban llenos de groseros errores ortográficos, que nosotros no transcribimos para hacer más fácil su lectura, estos errores eran tan exagerados que se adivinaban escritos a propósito; además, la manera como estaban redactadas las frases no guardaba relación con la profusión de los errores señalados. No cabe duda que estas hojas habían sido escritas por personas de nivel cultural alto y que en cierta forma se trataba de ocultar la verdadera razón económica, causante de la protesta, disfrazándola con una defensa de principios religiosos supuestamente insultados por los judíos, tema de gran emotividad siempre para atraer simpatías en la mayoría de la gente común, por lo general religiosa y cándida.

La quieta ciudad, rutinaria y triste en su acontecer provinciano, vivía días de angustia con los rumores de degüello, de matanzas de extranjeros, de revuelta armada contra las tropas que vigilaban día y noche. Un pasquín que fue distribuido intentaba explicar a la población la actitud frente a los judíos:

Bando

"Se avisa a los habitantes de esta provincia que no tomen parte en ningún asunto que sea contra nosotros, pues en caso contrario pasaremos por el dolor de ver correr la sangre patricia. Señores, no es justo que una provincia libre se halle en el estado más lamentable de penuria por unos golosos extranjeros, que se presentan con una sed insaciable al tesoro, hasta que han conseguido dejarnos en un estado lamentable, y además condenan a nuestro Cristo. Infames! Nosotros hubiéramos representado al Gobierno por conductos regulares, pero Señor, si con el Gobierno actual no se puede llevar a cabo ningún asunto que perjudique a partes! Ya se ve, él tiene armas y poco le importa. Cuando un comerciante nuestro llega a Curazao inmediatamente le ponen al pie su consignatario ¿y por qué aquí no hacemos con ellos lo mismo? Y qué caudales le trajimos nosotros cuando fuimos de emigrados a su país! Y así no desistimos de nuestra obra hasta que estas familias no dejen nuestro país. No morirán de un golpe, yo lo supongo, pero aunque sea uno por uno irán pereciendo, y en fin, por ser hijos del país nosotros damos este Bando, en inteligencia que si quieren ser enemigos nuestros nada nos importa, y en caso de que así suceda no respetaremos autoridades desde el Gobierno abajo. Somos de Uds. compañeros y patriotas".

A pesar de las seguridades dadas por las autoridades locales, la colonia judía estaba atemorizada y muchos abandonaron precipitadamente la ciudad rumbo a Curazao. Hermoso reconocía, en carta a Caracas, que esta huida traería "injusto descrédito al Gobierno", y que sólo se justificaría "si ellos observaran apatía o to¬lerancia de parte de las autoridades". Por otra parte admitía que, pese a su celo y el de los Jueces respectivos, y de las constantes "diligencias inquisitivas, nada ha podido averiguarse".

En la noche del 12 de octubre de 1831 unas treinta a cuarenta personas golpearon las puertas y ventanas de algunas casas de hebreos y dejaron papeles exigiendo su salida del país, según comunica el Comandante de Armas, Miguel Borras, al Secretario de Guerra en Caracas con fecha 13 del mismo mes. Dicho grupo se dirigió luego a la casa del Gobernador y al abrir éste una ventana, alguien no identificado le entregó una representación escrita a nombre de "los notables y padres de familia de la ciudad", pidiendo la expulsión de los judíos, después de lo cual el grupo silenciosamente se retiró en la oscuridad de la noche.

La información militar fue pasada de la Secretaría de Guerra a la del Interior, y con fecha 15 de noviembre ésta se dirige al Gobernador de Coro en larga y enérgica comunicación, criticando su actitud: "Como si no hubieran tribunales de justicia en la provincia, como si ella no dependiera de un gobierno que debe protección y seguridad a cada uno de sus habitantes, como si no hubieran leyes y funcionarios encargados y responsables de su cumplimiento, y como si esos extranjeros vivieran en un país salvaje, a merced de sus enemigos, ningún culpable está preso, ningún proceso sigue como corresponde, los extranjeros están cada vez con mayores angustias, los alentadores más desenfrenados; y Ud. hace entre tanto la apología de la actividad de los funcionarios públicos y de que los hebreos gozan de seguridad"; seguía esta dura reprimenda diciéndole que por orden terminante del Presidente de la República le recordaba, tanto a él como a los demás Gobernadores en Circular que en esos momentos se enviaba a las provincias, "el cumplimiento religioso del Artículo N° 218 de la Constitución", que abría las puertas de Venezuela a todos los extranjeros de cualquier país para que viviendo bajo las mismas leyes de los venezolanos gozaran también de las mismas seguridades, pues "despoblado como está el país, es imposible que él llegue a desarrollar los poderosos elementos de prosperidad que encierra, y es la primera necesidad de Venezuela aumentar el número de sus habitantes para aumentar con él la industria y los productores, para que llegue el día en que con hombres y capital pueda esta tierra privilegiada marchar con rapidez en la carrera de sus progresos".

Esta correspondencia hizo que el Gobernador actuara con más energía y acentuara las medidas para evitar atentados contra los judíos. El Comandante de Armas, Miguel Borras, le recomendó reforzar la guarnición y que se efectuaran patrullas más numerosas por parte de la policía y de la milicia, "para volver la confianza a los que con justicia no consideran seguras sus vidas aún en sus mismas habitaciones", medidas éstas que fueron aprobadas por el Secretario de Guerra, General Carlos Soublette, y que al ser empleadas contribuyeron al gradual retorno de la normalidad, no repitiéndose actos de violencia contra los judíos. El Gobernador así lo informó a Caracas, admitiendo no obstante que diariamente circulaban hojas sueltas contra ellos, las cuales siempre tenían algún efecto, pues "déjase entrever cierta antipatía contra los hebreos en lo general del pueblo, especialmente en la parte infeliz, porque dicen les perjudican en su comercio de economía o de tráfico, que es la causal que se ha presentado en los pasquines".

Uno de estos pasquines, fechado el 13 de octubre, firmado por "Los Defensores de la Religión Cristiana" y dirigido al Gobernador y al Comandante de Armas, decía que en los ocho años que tenían los judíos en Coro habían traído ruina a muchas familias, no habían instalado un "solo establecimiento útil en favor de la población, son contrarios de nuestra religión y se burlan de ella", pidiendo nuevamente su expulsión de la provincia. En ese mismo día David Hoeb, uno de los judíos más importantes de la ciudad, recibió la siguiente advertencia: "No es posible ya sufriros por más tiempo en nuestro pueblo, por todas las razones antes expuestas y que vos sabéis muy bien; debéis salir o resolveros a morir; treinta vecinos de esta ciudad y sus campos nos hemos reunido esta noche para daros este último aviso: somos sólo la vanguardia del ejército de la Fe, que se ha alistado contra vosotros; bastantes sufrimientos hemos tenido y bastantes avisos os hemos dado. No haremos ya más bulla, y solo conoceréis los efectos de nuestro furor con los golpes maestros que daremos sobre vos y vuestras propiedades. Vuestros enemigos, Los Corianos".

Sin embargo, el Gobernador Hermoso informa a Caracas: "Todo ha cesado absolutamente. Los hebreos viven tranquilos"; y el 13 de diciembre, cercana ya la Navidad, escribe confirmando la completa paz de la Provincia: "Los hebreos han seguido libremente sus tráficos, concurren a las diversiones públicas y nocturnas sin ser incomodados, siguen sin óbice sus especulaciones; algunos de los que se habían ido a virtud del primer suceso, han regresado, y todos tienen protección de las autoridades", para hacer una final y reveladora advertencia de tipo personal "Sin temor de equivocarme, aseguro a Ud. que en la provincia de Coro detestan generalmente a los hebreos, y esto se comprueba con la continua y censura que se hace de su religión y de las quejas recíprocas entre la parte infeliz por la abrogación exclusiva de los hebreos de la industria económica del país, en que han cesado los vecinos naturales, ya porque aquellos sean más activos, ya porque tengan más proporciones". (Todos los datos han sido tomados directamente del Archivo General de la Nación, Sección Interior y Justicia, tomo 38, pág 4 y siguientes).

Fuentes

Artículos relacionados