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Gases de efecto invernadero
Los gases de efecto invernadero (GEI) o gases de invernadero son gases atmosféricos que absorben y emiten radiación dentro del rango infrarrojo. Este proceso es la fundamental causa del efecto invernadero. Los más importantes están presentes en la atmósfera de manera natural, aunque su concentración puede verse modificada por la actividad humana. También entran en este concepto algunos gases artificiales, producto de la industria.
Los principales GEI en la atmósfera terrestre son el vapor de agua, el dióxido de carbono, el metano, el óxido de nitrógeno, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Sin los gases naturales de efecto invernadero la temperatura promedio de la superficie terrestre sería alrededor de −18 °C, en lugar de la media actual de 15 °C. En el sistema solar, las atmósferas de Venus, Marte y Titán también albergan gases que causan un efecto invernadero.
Principales GEI
- Vapor de agua (H2O). Es el más abundante y el cual aumenta cuando la atmósfera se calienta lo cual provoca aumento en las precipitaciones. Según los científicos el vapor de agua conforma el 95% de todos los gases de invernadero, siendo así el que más afecta la temperatura terrestre, y no, como mucha gente cree, el CO2, que apenas conforma el 0,054% de toda la atmósfera terrestre.
- Dióxido de carbono (CO2). Es producido naturalmente por erupciones volcánicas, fermentaciones alcohólicas, combustiones y la respiración de animales.
- Metano (CH4). En la naturaleza se produce como producto final de la putrefacción anaeróbica de las plantas y muchos microorganismos anaeróbicos lo generan utilizando el CO2 como aceptor final de electrones. Se produce también durante el proceso digestivo de los animales. Este gas es 20 veces más potente en atrapar el calor del Sol que el dióxido de carbono y el más destructivo de los gases de efecto invernadero, pero se encuentra en mucho menos cantidad en la atmósfera.
- Óxido nitroso (N2O).
- Ozono (O3).
- Clorofluorocarbonos (CFC) son derivados de los hidrocarburos saturados obtenidos mediante la sustitución de átomos de hidrógeno por átomos de flúor y/o cloro principalmente. Son compuestos sintéticos de origen completamente industrial.
Aumento por actividad humana
Las actividades humanas desde el inicio de la Revolución Industrial (c. 1750) ha producido un incremento del 40% en la concentración atmosférica del dióxido de carbono, de fórmula CO2, desde 280 ppm en 1750 a 400 ppm en 2015. Este incremento ha ocurrido a pesar de la absorción de una gran porción de las emisiones por varios depósitos naturales que participan del ciclo del carbono. Las emisiones de CO2 antropogénicas (producidas por actividades humanas) provienen de la combustión de combustibles fósiles, principalmente carbón, petróleo y gas natural, además de la deforestación, la erosión del suelo y la crianza animal.
Se ha estimado que si las emisiones de GEI continúan al ritmo actual, la temperatura de la superficie terrestre podría exceder los valores históricos tan pronto como 2047, con efectos potencialmente dañinos en los ecosistemas, la biodiversidad y peligraría la subsistencia de las personas en el planeta. Estimaciones de agosto de 2016 sugieren que de seguir la actual trayectoria de emisiones la Tierra podría superar el límite de 2 °C de calentamiento global (el límite señalado por el IPCC como un calentamiento global "peligroso") en 2036.