La fundación del NSDAP en 1920

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Adolf Hitler mostrando su carisma en una reunión del DAP

(Capítulo perteneciente al artículo "Alemania Despierta: desarrollo, lucha y victoria del NSDAP")

Partido Alemán de los Trabajadores

Cuando el oficial de instrucción Hitler recibe la misión de concurrir a una reunión del Partido Alemán de los Trabajadores no suponía que sería decisiva, no solamente para él. En una pequeña sala de trastienda, la Leiberzimmer del Sterneckerbraü de Münich, se hallaban 20 o 25 personas escuchando una exposición de Gottfried Feder.

No podía hablarse, en realidad, de Partido. Se trataba de una asociación, de un club de debates políticos, donde se manifestaba con toda claridad la inseguridad general, la precariedad de la existencia y de las ideas que caracterizaban a toda la época.

De todos modos, un folleto que un joven trabajador entrega en manos del soldado Hitler, cuando éste abandona la reunión, le ofrece más que toda la velada. Este folleto se titula "Mi despertar político" y proviene de un tal Anton Drexler, jefe muniquense del Partido de los Trabajadores. En el folleto se reflejan las luchas espirituales tal como Hitler mismo las libró intensamente en su época vienesa.

Al día siguiente recibe una comunicación de que ha sido designado miembro del Partido. Esta noticia le provoca tanto desagrado como hilaridad.

Pero se rinde, pese a todo, a la novedosa invitación. La sede se encontraba en Altes Rosenbad, un local oscuro, donde Hitler advierte toda la grosera actividad formalista, clubista, de seis personas que se han asociado para salvar al trabajador alemán. A pesar de ello, descubre una cosa a través de este método erróneo, apolítico, desprovisto de sentido propagandístico, una cosa que cautiva a Hitler: la buena fe, la honesta convicción de constituir el medio de lucha contra el [marxismo] y la revolución roja, para conquistar nuevamente la Patria para el trabajador alemán.

Tras dos días de lucha interior, Hitler decide inscribirse en el Partido Alemán de los Trabajadores. Recibe el carnet provisorio número 7.

Ninguna persona conocía en Münich al Partido, que se sentía feiz cuando recibía de cualquier parte algunas cartas, cuyas respuestas se discutían durante horas.

Una vez por semana, cada miércoles, tenía lugar en el Kaffee Gasteig una reunión de comisión, una velada de debate.

Pero, como todo el Movimiento contaba solamente con siete hombres, siempre se hallaban las mismas personas en rara concordancia y aislamiento.

Romper éste es para Hitler el primer objetivo. Si alguna cosa ha de resultar de todo esto, el Partido debe surgir del anonimato.

Suceso

Las invitaciones para las reuniones se escriben a mano. El propio Hitler distribuye personalmente veinticuatro. Pero cuando llega la noche los viejos siete se encuentran reunidos, sin que haya una sola persona más.

Entonces Hitler decide escribir a máquina los volantes de invitación. Esta vez resulta mejor. El número de oyentes aumenta a once, a trece, a diecisiete, a veintitres, a trinta y cuatro.

Una colecta de fondos durante una de las reuniones les da la posibilidad de anunciar lo siguiente en "El observador de Münich" (Münchener Beobachter). He aquí el resultado: 111 personas se hicieron presentes. Lo que constituyó un inmenso suceso.

Por primera vez Hitler siente que está dotado del don de la oratoria al hablar ante un círculo más amplio, un hecho que el Presidente del Partido no se decdía a creer. La apelación de Hitler a la voluntad de sacrificio de los presentes permitió surtir de 300 marcos las arcas. Para el partido esto era una fortuna.

A ello se agregaba que en dicha reunión se pusieron a disposición una serie de fuerzas jóvenes, con las cuales se podía pensar en una tarea provechosa. Pero desde el momento en que el partido antimarxista se presentó en público, en 1919-20, hubo inevitablemente cabezas sangrantes. La conducción del Partido temía, por consiguiente, estos encuentros. Hitler no los buscaba, pero tampoco los eludía, y opinaba que era mejor arriesgarse en choques en público que esconderse en la oscuridad. Así el 19 de octubre se celebró en el Eberlbräukeller una nueva reunión. Llegaron 130 visitantes. Una tentativa de hacer saltar la reunión fue ahogada en germen. Catorce días más tarde hubo un nuevo acto: 170 hombres concurrieron. Ahora el número creció constantemente. Pronto fueron doscientos, trescientos, los que escucharon al orador Adolf Hitler.

La prensa marxista comenzó ya a ocuparse del nuevo Partido. Los primeros artículos rebosantes de odio aparecieron. En las concentraciones ajenas empezaron a hablar adherentes de Hitler. El movimiento ya no era desconocido.

Aunque los oradores del Partido Alemán de los Trabajadores fueran constantemente abucheados en tales reuniones, se los llegó a conocer y también hasta el marxista más testarudo hubo de ver que por ahí deambulaba otra gente, además de socialdemócratas y comunistas, gente que no tenía miedo de un puño cerrado y que eran cualquier otra cosa menos burgueses.

Harrer vs. Hitler

En el Partido se produjo el antagonismo entre el Reichsleiter (dirigente del Reich), un señor Harrer y Hitler. A Harrer e ritmo que tomó Hitler le pareció demasiado violento y cuando éste hasta logró imponer la convocatoria de una verdadera asamblea en masa en el gran salón de actos del Hofbräuhaus, renunció a su cargo. Temía el derrumbe del partido.

Con toda energía Hitler se abocó a los preparativos de la asamblea. Impetuosamente llevó por delante los escrúpulos de los demasiado temerosos políticos clubistas.

Fueron distribuídos volantes y carteles. El color de éstos era de un rojo sangriento que, en cualquier circunstancia, habría de llamar la atención. Además, estos carteles rojos debían provocar muy especialmente a los marxistas, que creían poseer dicho color en enfiteusis. Y hablar precisamente a marxistas le pareció a Hitler lo más importante y arrancar a los trabajadores azuzados y seducidos de las garras de los dirigentes judíos, su cometido primordial.

Antes de efectuarse el acto, Hitler se encargó de que el Programa del Partido, terminado tras extensa labor, estuviese listo e impreso.

Y luego llegõ aquel memorable 24 de febrero de 1920, en el cual en medio del estruendo de la primera gran batalla de sala del Movimiento y antre el júbilo de 2.000 hombres se proclamó el Programa, constituyendo así el día del nacimiento del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes

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