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Levantamiento de la prohibición de hablar en público
Habla el Führer
En Baviera, casi dos años después, se levanta la prohibición de hablar. Cuando el Führer vuelve a hablar por primera vez ante el gran público en el Circo Krone, las masas se aglomeran. Seis mil personas es la capacidad máxima, pero son 8.000 las que se apretujan ocupando hasta los pasillos y desparramándose por las calles adyacentes, hasta encaramándose a los balcones.
Una hora antes de comenzar el acto, el Circo ha sido cerrado por la policía. Realmente no tiene espacio más que para un hombre. Realmente no tiene espacio más que para un hombre: Adolf Hitler en persona.
Cuando él aparece el edificio tiembla. De tal manera truenan los aplausos. La SA está formada. A la cabeza la Bandera de la Sangre del 9 de noviembre. Le rinden honores 8.000 brazos en alto.
Un tambor toca a redoble sacudiendo a los tibios, despertando a los dormidos, atacando a los hostiles, fortaleciendo a los adeptos.
Donde él llega la dicha y el júbilo lo reciben. Sus discursos son cortantes como el filo de un cuchillo, inexorable es su arreglo de cuentas con el sistema de noviembre. Como siempre sus pronósticos resultan exactos y cada vez más fanáticamente él martillea en los corazones de millares de personas la fe en un porvenir mejor.
Rápidamente, de golpe, crece el Partido. Su número de afiliados se duplica, se triplica y se cuadruplica. Donde ayer jamás flameó el estandarte de la svástica, surge hoy primero una célula, un punto de apoyo, y mañana se creará un grupo local y pasado mañana una SA.
Toda la fuerza del Movimiento está concentrada sobre Alemania del Sur: "Nosotros debemos proceder sistemáticamente, construir paso a paso los bastiones -indica el Führer a sus colaboradores-, toda dispersión de esfuerzos debe ser evitada. Que el Partido Popular Alemán de la Libertad (Deutschvölkische) trabaje en el Norte, el Sur pertenece al nacionalsocialismo y en éste nosotros tenemos que trabajar intensamente."
Pero la fuerza de reclutamiento del nacionalsocialismo es demasiado grande. De golpe se extiende el Partido en el Territorio del Ruhr, en Berlín. El nuevo Gauleiter (Dirigente del Gau) para la capital del Reich, el Dr. Goebbels, trabaja con una enorme tenacidad. Las prohibiciones no pueden impedir el avance. Al contrario, ella suelda más firmemente entre sí a los partidarios y a la SA.
Desfile en Nüremberg
Cuando el Führer convoca otra vez, al año siguiente, 1927, para el Día del Partido, en el cual han de analizarse los resultados obtenidos en los 12 meses, no son ya 10.000 hombres los que mrchan, como en Weimar, sino 30.000 camisas pardas los que desfilan por Núremberg, la bella ciudad del Reich.
Al frente marcha la prohibida SA de Berlín y su fiero estandarte. "Berlín es siempre fiel! A pesar de la prohibición no estamos muertos!", reza su gozosa divisa.
El Día del Partido reúne cien mil seres humanos que han llegado de todas partes y por todos los medios: en automóviles, en camiones, en los trenes especiales y en bicicleta, a pie y en largas columnas de motocicletas. Ellos invaden la ciudad con su entusiasmo y el presentimiento de que un cambio se aproxima.
Marcha de las antorchas
El Día del Partido fue un primer triunfo, una batalla ganada. Al caer la noche del último día un mar de flores cubre Núremberg. Miles, decenas de miles, centenares de miles de antorchas se balancean esa noche para saludar al Führer, semejando a una inmensa serpiente de fuego que se arrastra.
Entonces suenan los tambores, retumban los pasos de marcha, elevándose clamorosos los gritos de Heil! y toda la ciudad se pronuncia por la svástica. Como fuegos de artificios brillan las linternas de los mineros, que los obreros del Ruhr trajeron de sus minas para saludar al Führer. Los trabajadores saben quién es el conductor de los trabajadores alemanes.
Cada ventana, cada balcón está adornado con luces y banderas. Sobre toda Núremberg flamean las banderas con la svástica.
La prensa alemana presta atención a la manifestación de cien mil, evidentemente no puede hacer otra cosa. Pero ella no la comprende.
Esto está reservado para el exterior, para los italianos. Los fascistas tienen mejor visión para advertir las novedades que aparecen en Europa. Ellos han hecho una Revolución basada en el mismo espíritu nuevo.
El Führer había logrado algo grande.