Lucio Norberto Mansilla

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Lucio Norberto Mansilla (1792-1871)

Lucio Norberto Mansilla Bravo (4 de marzo de 1792, Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata - 10 de abril de 1871, Buenos Aires, Argentina) fue un militar y político argentino que se destacó por su participación en la Guerra de Independencia de la Argentina, la Guerra Argentino-Brasileña y la crisis producida por el bloqueo anglo-francés del Río de la Plata que desembocó en el Combate de la Vuelta de Obligado.

Juventud

Su padre, Andrés Ximénez de Mansilla Álvarez Mesa, se distinguió como uno de los más entusiastas defensores de la ciudad de Buenos Aires durante la primera de las invasiones inglesas en 1806. Pese a haber sido capturado y enviado como prisionero junto a otros porteños a Londres, pudo recobrar su libertad y regresar a su patria para repeler la segunda agresión de los ingleses en 1807.

El joven Mansilla recibió la mejor educación que por ese entonces era posible obtener y manifestó, ya desde sus tempranos años, la fuerza de su carácter, su clara y lúcida inteligencia y una audacia que se mostraría en toda su magnitud durante la guerra contra la coalición anglo-francesa en 1845.

Como tantos de sus coetáneos, en junio de 1806 se puso al servicio de Santiago de Liniers y Bremond para participar en las gloriosas jornadas de la Reconquista de Buenos Aires, las cuales culminaron el 12 de agosto con la rendición del general británico Beresford. Poco después acompañó a Liniers en el socorro a la plaza de Montevideo, que se encontraba sitiada por los ingleses. Bajo las órdenes del Coronel Prudencio Murguiondo, intervino en la aprehensión del depuesto virrey Rafael Sobremonte.

El 2 de julio de 1807 y durante el ataque de Whitelocke a Buenos Aires, Mansilla tomó parte en los combates de los Corrales de Miserere, que dieron inicio a la segunda derrota británica en el Plata.

Cinco años después, con el rango de Teniente, sirvió a órdenes del general José Gervasio de Artigas en la Banda Oriental contra los portugueses. Se incorporó luego a las tropas de José Rondeau, que sitiaban Montevideo, y en 1813 integró la expedición del coronel Domingo French, cuyo objetivo era la conquista de la fortaleza lusitana "El Quilombo", en la línea del Yaguarón. Durante el ataque a dicha posición, Mansilla fue herido de bala el 12 de mayo, reconociendo el gobierno su coraje en la Gaceta de Buenos Aires del día 5 de junio de 1813. Una vez curado, intervino en todas las operaciones ejecutadas hasta la rendición de las fuerzas realistas (23 de junio de 1814). Por esta campaña obtuvo un escudo de plata y fue declarado "benemérito de la Patria en grado heroico".

Al servicio de San Martín

En 1815, fue enviado por el gobierno a Cuyo con algunos reclutas y armamentos. San Martín lo nombró mayor de plaza en San Juan, asignándole la instrucción de 600 hombres de tropa, quienes más tarde revistarían en los célebres batallones 7 y 11, de brillante desempeño en la Batalla de Chacabuco y Maipú.

A continuación, fue comandante militar de Jáchal y el Libertador lo designó luego comandante general de las cordilleras del sur de los Andes.

Iniciada la campaña de Chile, el General San Martín supo apreciar su capacidad, dándole un puesto de importancia como segundo jefe de la Primera División de Vanguardia, a pesar de su jerarquía de Mayor Graduado. Como tal, peleó en la Batalla de Chacabuco. Fue condecorado con una medalla de oro por el gobierno nacional y Chile lo recompensó con la Orden de la Legión al Mérito en grado de Oficial, consistente en una medalla y cordones. Estuvo en Maipú y, bajo el mando de Las Heras, actuó en la campaña al sur de Chile.

En 1820, la anarquía bonaerense lo encontró en su ciudad natal. Mansilla intervino en la elaboración del Tratado del Pilar, celebrado el 23 de febrero de ese año entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Allí tomó contacto con el caudillo entrerriano Francisco Ramírez, quien, deseoso a esas alturas de liberarse de la influencia de Artigas, invitó al porteño a unirse con él para convencer al "Protector de los Pueblos Libres" de la conveniencia de aceptar el tratado. El gobernador Sarratea lo autorizó y Mansilla marchó a Entre Ríos. Se produjo luego la ruptura definitiva entre Francisco Ramírez y José Gervasio de Artigas, que concluyó con la expatriación de éste y la muerte de aquél. Mansilla fue elegido gobernador y capitán general por los representantes de Entre Ríos. Estrechó las relaciones con Buenos Aires y concertó la paz con Santa Fe. Hizo esto a su manera: se le presentó una noche a Estanislao López, solo y desarmado, expresando que no volvería hasta haber solucionado sus diferencias.

Iniciado en 1822, en la Logia del Ejército de los Andes, siendo gobernador de Entre Ríos, propició la fundación de la actual Logia Jorge Washington Nº 44 de la ciudad de Concepción del Uruguay.

Por su iniciativa, los territorios de Corrientes y Misiones, dependientes de Entre Ríos, fueron erigidos en provincias que elegían a sus propios gobernadores. Además, Mansilla hizo sancionar, en 1821, la primera constitución provincial para Entre Ríos, la cual él mismo había elaborado junto con Domingo de Oro y el doctor Pedro J. Agrelo. Al concluir su mandato, rehusó continuar en el cargo para no sentar precedentes, a pesar de haber sido reelecto tres veces.

Al ser elegido diputado al Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas, se pronunció por la adopción del régimen unitario de gobierno.

Guerra con el Imperio del Brasil

En 1826, se produjo la guerra con el Imperio del Brasil. Rivadavia nombró a Mansilla comandante general de la costa en el mes de septiembre. En ese cargo, Mansilla desplegó una notable actividad, organizando varios cuerpos para el Ejército, remitiendo al cuartel general armamentos, vestuario, caballadas y materiales diversos y uniéndose finalmente, al frente de su división, a las fuerzas comandadas por el General Alvear.

Como General de División, participó en forma destacada en el combate de Camacuá persiguiendo al enemigo, por lo que mereció una mención especial. Poco después, libró la batalla del Ombú (15 de febrero de 1827), en la cual, conduciendo a los 1.800 hombres de su división, derrotó y dispersó a la mejor caballería imperial, mandada por el General Bentos Manuel Riveiro. La dispersión evitó que dichas tropas intervinieran en la batalla de Ituzaingó, tres días después. El desempeño de Mansilla en esta acción de guerra fue brillante, por lo que Alvear lo recomendó al gobierno, que le concedió el uso de un escudo y cordones.

Luego, fue jefe de Estado Mayor hasta que el Ejército Nacional se retiró a cuarteles de invierno. En ese año de 1827, Mansilla fue designado diputado por La Rioja a la Convención de Santa Fe y, con autorización del Poder Ejecutivo, aceptó el cargo. Cuando comenzó la guerra civil, Mansilla decidió no tomar parte en ella y se retiró a la vida privada.

Ya en 1834, el gobernador de Buenos Aires, General Viamonte, lo nombró jefe de policía de la ciudad. Mansilla emprendió entonces la organización de esta repartición y obtuvo resultados sobresalientes. Creó la institución de los serenos, redactó los reglamentos generales (los que luego tomaron como modelo para sus propias fuerzas policiales los gobiernos de Brasil y de la República Oriental) y emprendió varias obras públicas, como el camino del Riachuelo a la Boca y el muelle del Margen. Continuó en sus funciones hasta que se inició la guerra contra la confederación peruano-boliviana presidida por el Mariscal Santa Cruz.

Entonces, el gobierno lo nombró comandante en jefe del Ejército de Reserva, el cual debía organizar en Tucumán. Mansilla persistió en su negativa a dejarse arrastrar a las luchas civiles en que se enfrentaban unitarios y federales. Pese a ser cuñado de Juan Manuel de Rosas, mantuvo su independencia respecto de los bandos en lucha. Solamente aceptó una comisión del gobernador de Buenos Aires: acompañó al enviado francés, Capitán Eduard Halley, el 4 de diciembre de 1840, a entrevistarse con el General Lavalle, jefe unitario que había sido derrotado en Quebracho Herrado, para ofrecerle, por parte de Francia, una salida favorable si abandonaba la guerra y el país, oferta que Lavalle rechazó.

En 1838, 1840, 1842 y 1844, Mansilla integró la Sala de Representantes o Legislatura de la provincia de Buenos Aires, en cuyo recinto se alzó su voz para sostener los derechos de la nación y la justicia de su causa en la guerra colonialista que llevaba a cabo Francia contra la Confederación Argentina.

Combate de la Vuelta de Obligado

Al producirse en 1845 la llamada intervención anglo-francesa, que era, en realidad, una guerra no declarada, el General Mansilla fue designado jefe del Departamento del Norte por Rosas y recibió la orden de fortificar y artillar las costas del Paraná a fin de negar la navegación por ese río a la escuadra enemiga. Es bien conocida su heroica defensa de la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), combate que representó una victoria táctica para los aliados, pero también, paradójicamente, una derrota estratégica, dado que los objetivos de los intervinientes no pudieron lograrse. Después del Combate de la Vuelta de Obligado, volvió a combatir a los anglo-franceses en Acevedo, San Lorenzo y el Quebracho.

Concluida esta lucha, Mansilla no volvió a tomar las armas hasta 1852, en que Rosas lo nombró comandante en jefe de las fuerzas de la ciudad de Buenos Aires. Tras la Batalla de Caseros las tropas de Urquiza marcharon hacia la capital provincial, la que cayó sin que Mansilla disparara un solo tiro. Lo más significativo fue el hecho de que se rindiera ante Urquiza con el grito de ¡Viva Urquiza! ¡Muera el tirano Rosas!.

Después de Caseros, Mansilla se retiró a Francia, donde su prestigio y su don de gentes le abrieron las puertas de la corte imperial de Napoleón III y permitieron que fuera recibido en los altos círculos parisinos con el mayor de los respetos.

De regreso a Buenos Aires, se mantuvo apartado de las contiendas políticas y se dedicó a su familia y amistades. Su casa se convirtió en el lugar de reunión de los notables de la época y, en ese ambiente culto y refinado, creció su hijo Lucio Victorio Mansilla, quien también haría carrera militar y llegaría a ser el autor del libro Una excursión a los indios ranqueles, considerado una pieza clásica de la literatura argentina.

Sus últimos días

Sobrevivió a casi todos sus camaradas y cuando murió, el 10 de abril de 1871, llevaba sobre sus espaldas medio siglo de generalato, siendo el más antiguo de la República.

Las autoridades nacionales no asistieron a su entierro. Tampoco se le rindieron los honores fúnebres correspondientes a su rango. Al pie de su tumba, uno de sus amigos, Diego G. de la Fuente, expresó de esta forma el homenaje de sus compatriotas: "No sé, señores, en qué, ni cómo, se perpetuará algún día el nombre del vencedor del Ombú, del autor de la primera constitución provincial argentina, del organizador avisado de la policía de Buenos Aires, de un soldado de la Independencia, de un diputado al congreso del año 26, de un general recomendado a la gratitud pública por Bernardino Rivadavia; pero sí sé, y debo aquí decirlo, que el viajero argentino que remonta los ríos detiene siempre los ojos con noble orgullo en un recodo del gran río Paraná, donde un día la entereza del General Mansilla, rigiendo el pundonoroso sentimiento nacional en lucha desigual con los poderes más fuertes de la Tierra, supo grabar con sangre que no se borra derechos indestructibles de honor y de gloria. ¿Qué importa el murmullo del vulgo sobre hechos, de suyo efímeros, al pie de monumentos imperecederos diseñados por el heroísmo como la Vuelta de Obligado, donde se destacó la bizarra figura de Mansilla entre el fuego y la metralla, a la sombra, señores, no de otra bandera que aquélla que saludaron dianas de triunfo en los campos de Maipú y de Ituzaingó?"

Fuentes

  • Lappas, Alcibíades – La Masonería Argentina a través de sus Hombres – Buenos Aires (1966).
  • Lynch, John – Juan Manuel de Rosas – Buenos Aires (1984).
  • Malamud, Carlos - Juan Manuel de Rosas – Madrid (1987).
  • Yaben, Jacinto R. - Biografías argentinas y sudamericanas - Buenos Aires (1939).

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