Mark David Chapman

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Mark David Chapman

Marl David Chapman (nacido en Fort Worth, Texas, el 10 de mayo de 1955) es un asesino que mató a John Lennon el 8 de diciembre de 1980. Chapman le disparó a Lennon cinco veces con un revólver en la entrada del edificio Dakota; Lennon murió en el hospital. Luego, Chapman se puso a leer (como si no hubiera pasado nada) El Guardián en el Centeno y lo leyó hasta que llegó la policía.

Fue condenado a cadena perpetua y en la actualidad se encuentra encarcelado en el Attica Correctional Facility en Attica, Estado de Nueva York.

Asesinato

Según la versión oficial, el lunes 8 de diciembre de 1980, el músico John Lennon fue asesinado de cinco disparos efectuados por parte de Mark David Chapman en la entrada del edificio donde residía, el edificio Dakota. Lennon acababa de regresar del estudio de grabación Record Plant Studio con su esposa, Yoko Ono.

Curiosamente el portero suplente del Edificio Dakota donde vivía John Lennon era José Sanjenís Perdomo. Sanjenís Perdomo era el portero en el Dakota el 8 de diciembre de 1980, la noche que Lennon fue asesinado. Él estaba en la escena del crimen, y él fue el que acusó a Mark Chapman de haber disparado. Uno de los policías que efectuó el arresto, Peter Cullen, no creyó que Chapman había disparado a Lennon. Cullen creía que había sido otra persona en el Dakota, pero Perdomo convenció a Cullen que había sido Chapman. Chapman más tarde diría que estaba drogado e hipnotizado.

José Sanjenís Perdomo fue un policía cubano bajo las órdenes de Fulgencio Batista, que se exilió en Estados Unidos tras la ascensión de Fidel Castro al poder. Como agente de la CIA entregó listados de gente afín a Batista en la que Estados Unidos pudiera confiar. Para la Invasión de Bahía de Cochinos, Sanjenís Perdomo fue adscrito a la fuerza de policía de la Brigada 2506, en la Operación 40. Sanjenís Perdomo llegó a ser el Director cubano residente de la Operación 40. Trabajó cercanamente a Frank Sturgis, su controlador, quien con posterioridad sería relacionado con varios escándalos como el asesinato de John F. Kennedy, escándalo Watergate y otros. Sturgis fue usado en la fase de inteligencia de la Operación Mangosta haciendo vuelos de reconocimiento sobre las zonas de interés.

“¿Sabes lo que acabas de hacer?”, le preguntó el portero del edificio Dakota, José Sanjenís Perdomo a Mark David Chapman, que respondió tranquilamente: “He matado a John Lennon”. Tan tranquilo como si lo que estuviera reconociendo fuera haber tirado el envoltorio de un chicle al suelo. O más tranquilo aún. Y Chapman se puso a leer El guardián entre el centeno, también como si la situación en la que estaba envuelto no tuviera más envergadura que la que puede tener, pongamos, esperar al metro en el andén. Años después, en una entrevista exclusiva para la BBC, Chapman recordaba: “Pasó a mi lado y entonces escuché en mi cabeza: ‘Hazlo, hazlo, hazlo’; una y otra vez”. Chapman, con una serenidad robótica, confesaba a la BBC: “No recuerdo tener intención de hacerlo. Debí de haberlo hecho, pero no recuerdo siquiera haber apuntado, o como quieran llamarlo. Simplemente apreté el gatillo cinco veces”.

Al ver esta entrevista, el periodista Fenton Bresler pensó, inmediatamente, en El mensajero del miedo (1962), esa película en la que un hombre inducido por hipnosis a obrar a voluntad de otros está a punto de convertirse en presidente de EE.UU.. El hecho de que Chapman actuara como un robot, que escuchara voces, que sus actos parecieran no ser consecuencia de su voluntad sino predeterminados, que se declarara culpable y no hubiera ni juicio, que se dictaminara que Chapman no sufría trastorno alguno, ni permanente ni transitorio, a pesar de su conducta, y la extrañeza de que, en EE.UU., los asesinatos relevantes (Lincoln, John Kennedy, Robert Kennedy, Martin Luther King…) siempre fueran cosa de locos solitarios, llevaron a Bresler a perseguir la idea de que Chapman estaba “programado” para matar a Lennon, que el asesino simplemente “se activó” y disparó, como también habría sucedido con Sirhan Sirhan, raro asesino de Robert Kennedy en 1968.

El periodista –que escribió el libro Who killed John Lennon? tras años de investigaciones– habló con el teniente O’Connor de la policía de Nueva York, que acudió al lugar de los hechos la noche del 8 de diciembre de 1980; le confirmó su extrañeza ante la actitud de Chapman, “que podría haber escapado muy fácilmente sólo con haberlo querido. Tenía el metro al lado y no había nadie cerca que pudiera haberlo parado”. En cambio, Chapman se sentó, sacó el libro y se puso a esperar, como si hubiera cumplido una tarea.

John Lennon fue un problema para la CIA y el gobierno norteamericano desde que, a mediados de los 60, dijo que los Beatles eran más populares que Jesucristo. Se le malinterpretó, pero el caso es que se organizaron quemas masivas de álbumes de los de Liverpool y hasta el Ku Klux Klan experimentó un momentáneo auge de popularidad como sistema de defensa de valores de toda la vida de dios. Cuando, en 1971, el ya ex beatle se mudó a Nueva York, todas las alarmas se dispararon.

La administración Nixon le espió con tanto descaro que el propio Lennon ironizaba con la cantidad de veces que aparecían “los técnicos del teléfono” por su casa. La CIA consideraba peligroso su poder de convocatoria, y este temor se tradujo en constantes actos de seguimiento, escuchas, amenazas veladas – como la de denegarle el permiso de residencia– y un generoso archivo de informes negativos, tanto del servicio secreto como del FBI, en los que se tachaba a Lennon de personaje nocivo para el bienestar de EE UU. Estas actuaciones cesaron bajo los mandatos presidenciales de Gerald Ford –republicano cansado de los tejemanejes de su antecesor Nixon– y Jimmy Carter –demócrata al que Lennon había apoyado–.

Aunque Carter todavía era presidente el 8 de diciembre de 1980, las elecciones celebradas el 4 de noviembre pasado habían dado ganador a Ronald Reagan, que, siempre según la teoría de Bresler, estaría ya operando en la sombra en asuntos de seguridad nacional como el de Lennon (que para algunos lo era). El nebuloso Mark David Chapman había pasado muchos años involucrado como voluntario en supuestos caladeros de la CIA camuflados de organismos humanitarios gubernamentales en Líbano o Hawaii, pero no hay archivos de sus tareas. No hay rastro. Era un hombre sin pasado, según Bresler, un candidato perfecto al que hipnotizar y utilizar como arma.

Aunque algunos aceptaron el asesinato como un final trágico en la vida del cantante, existen datos para probar una posible conspiración contra Lennon basándose en los siguientes hechos, aparte de los ya mencionados:

- El asesino no llegó a tener el comportamiento de un desequilibrado que tiene un accionar en solitario, no busco hacerse conocido.

- Por su labor pacifista se cree que Lennon fue mandado a asesinar, por el FBI o la CIA. El FBI más adelante fue obligado por una orden judicial a aceptar el espionaje que hizo al cantante durante muchos años, basándose en su clara oposición al gobierno y a las guerras. Actitud incómoda para el gobierno.

- Las autoridades no pudieron explicar cómo Chapman pudo pasar por dos aeropuertos importantes sin que la policía pudiera darse cuenta que tenía un arma, se cree que no actuó solo.