Miguel Fitzgerald

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Miguel Fitzgerald en 2006

Miguel Lawler Fitzgerald (8 de septiembre de 1926, Buenos Aires, Argentina - 25 de noviembre de 2010, Buenos Aires, Argentina) fue un aviador argentino que cobró notoriedad en la década de 1960, luego de realizar dos viajes aéreos clandestinos a las Islas Malvinas, territorio ocupado por el Reino Unido. Sus acciones fueron un gesto patriótico que guardaba el propósito de reivindicar la soberanía argentina sobre el archipiélago.

Biografía

Fitzgerald era descendiente de irlandeses. Desde muy joven se interesó por la aviación civil, y ya a los 16 años comenzó a volar aeronaves. Fue pupilo en el Colegio San Cirano y cursó sus estudios secundarios en la Escuela Técnica "Otto Krause", obteniendo en 1945 el título de mecánico.

Volcado siempre hacia el campo de la aeronáutica, Fitzgerald se desempeñó como piloto haciendo fotografía aérea, remolcando carteles y realizando vuelos privados. También fue empleado de Aerolíneas Argentinas.

Mientras trabajaba para la filial argentina de la empresa norteamericana Cessna Aircraft Company, completó dos vuelos intrépidos: uno que, sin escalas, unió Nueva York con Buenos Aires, y otro que unió Anchorage con Manila, haciendo una breve parada en Tokio.

Viajes a las Islas Malvinas

Primer viaje: 1964

Fitzgerald en su Cessna

Durante el mes de agosto de 1964, la prensa argentina informó que el embajador José María Ruda plantearía durante el mes de septiembre la cuestión de la soberanía sobre la Islas Malvinas ante el Comité Especial de Descolonización de la ONU. El evento generó una gran expectativa en el país, y comenzó a circular en muchos aeroclubes la idea de hacer una excursión clandestina al archipiélago. Quien aceptó el desafío de ejecutar esa hazaña fue Fitzgerald.

En los primeros días de septiembre el aviador se contactó con varios periódicos solicitándoles apoyo para el vuelo. No les pidió dinero, sino que solamente les pidió que le cediesen cobertura entre sus páginas. El único medio de prensa que se mostró interesado fue el diario Crónica, que le prometió que informarían de la noticia una vez que sucediese.

Fitzgerald embarcó en un pequeño Cessna 185, que le fuese facilitado por Siro Comi, presidente del Aeroclub de Monte Grande y representante en el país de Cessna Aircraft Company. La aeronave había sido previamente modificada para aumentar su capacidad de vuelo. La bautizaron "Don Luis Vernet".

El 6 de septiembre Fitzgerald partió hacia la Patagonia. El 8 a la mañana, emprendió su vuelo hacia las Islas Malvinas desde la ciudad de Río Gallegos. No trazó una hoja de ruta, para no ser detectado por los radares. Ignacio Fernández, un piloto de la empresa Austral y amigo del aviador, lo asistió recabando toda la información que pudo encontrar sobre las condiciones climáticas. Tras un poco más de tres horas en el aire, Fitzgerald por fin divisó tierra. Aterrizó en la pista del hipódromo de Puerto Argentino. Al bajar del avión, colgó una bandera argentina en un poste que sostenía un alambrado. Un grupo de empleados del hipódromo, sorprendidos, se acercaron a preguntarle si necesitaba ayuda. Fitzgerald le contestó negativamente y les entregó una carta para que se la acercasen al gobernador británico en las islas.

Unos 15 minutos después de haber aterrizado, el aviador argentino decidió retirarse de suelo malvinense, sabiendo que si permanecía más tiempo en el lugar sería arrestado por policías o militares locales. Por ese motivo descolgó la bandera que había llevado y se fue.

El propio Fitzgerald narró así su aventura:

Varias veces hube de desistir de mi intento de volar hasta las Malvinas por diversas circunstancias. Si hubiera anunciado mi intención, declarándola en la hoja de vuelo, no habría sido autorizado a salir.

El mismo día que cumplí los treinta y nueve años besé a mi mujer y a mis hijos, y me encaminé hacia el avión Cessna 185, cuyos asientos habían sido sustituidos por tanques de combustible y en el que había un equipo de radio y un teléfono. Con provisiones de chocolate y café levanté vuelo hacia Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz, siguiendo en seguida y en línea recta hacia el archipiélago malvino, que se halla a quinientos cincuenta kilómetros.

Navegando entre nubes, advertí algunos claros que me permitieron fijar la situación de las islas, orientándome entre la isla Gran Malvina y la isla Soledad, cuando vi el canal de San Carlos. La bandera británica ondeaba sobre la residencia del gobernador, mostrándome la dirección de los vientos, cosa que aproveché para aterrizar, después de describir varios círculos sobre la población. Tomé tierra en un campo de carreras de caballos... Inmediatamente icé la bandera argentina en un poste.

Llegaron cinco personas que me preguntaron en inglés si deseaba o necesitaba algo. Les dije que solo quería entregarles un pliego que llevaba destinado al representante del gobierno británico en el archipiélago. Así lo hice. Diez minutos después levanté nuevamente el vuelo para dirigirme a Río Gallegos. Estaba cumplido mi anhelo. Mi vuelo había sido registrado por Gran Bretaña. Si así no hubiera sido, habría tenido que repetirlo, no por animosidad contra el país ocupante sino en defensa de lo argentino.

Por otra parte, todo lo tenía previsto; hasta que me hubiesen arrestado. Para esa coyuntura también tenía un plan de fuga en la misma avioneta. Olvidaba decir que el episodio había tenido un curioso prefacio: horas antes de emprender el vuelo, los habitantes de las Malvinas habían escuchado por las principales radioemisoras de Buenos Aires un mensaje que decía: "Isleños: no se asusten. No les haremos daño. Nuestras fuerzas llegan a la una de la tarde". Exactamente a esa hora yo aterrizaba entre ellos.

El mensaje que le entregó al gobernador británico decía:

Yo, Miguel Fitzgerald, con todo el derecho que me da ser ciudadano argentino, les exigo que se retiren de las Islas Malvinas.

Al regresar a Río Gallegos, Fernández avisó a la prensa local sobre lo que había hecho Fitzgerald. La noticia fue remitida a Buenos Aires, y pronto el país entero supo de la proeza del aviador. El 9 de septiembre emprendió su viaje de regreso. En la ciudad de Azul hizo una escala, la cual fue aprovechada por el intendente Pedro Armando López de la Unión Cívica Radical para hacerle un homenaje, pero Fitzgerald se negó a participar aduciendo que lo suyo no era una acción de proselitismo partidario sino una de proselitismo patriótico.

Finalmente el 10 de septiembre arribó al Aeropuerto de Ezeiza. Allí fue recibido con algarabía por una muchedumbre, entre la que se encontraba el piloto y acróbata áereo Santiago Germanó, quien fuese uno de sus primeros instructores de vuelo. Un grupo de muchachos militantes de Tacuara lo subieron a un jeep y lo llevaron a recorrer Buenos Aires, mientras tocaban bocina para llamar la atención. Lo dejaron en la puerta del diario Crónica, en donde Fitzgerald le contó su historia con lujo de detalles al director Héctor Ricardo García.

Segundo viaje: 1968

En septiembre de 1966 un grupo de militantes nacionalistas y peronistas llevaron a cabo el Operativo Cóndor. En los meses previos Fitzgerald fue varias veces consultado para recibir apoyo técnico.

Dos años después, Héctor Ricardo García -que había apoyado a Fitzgerald en su primer vuelo malvinero y que había participado del Operativo Cóndor- decidió volar nuevamente a las Islas Malvinas. Para ello compró su propio aeroplano y convenció al piloto de viajar nuevamente hacia el archipiélago. En el avión iba también Juan Carlos Navas, un fotógrafo que debía inmortalizar la aventura.

El 27 de noviembre de 1968 los tres argentinos aterrizaron en suelo malvinense. Al tener bloqueadas todas las posibles pistas, terminaron descendiendo con mucha dificultad sobre una carretera, lo que hizo que el avión se dañara.

Oficiales británicos, alertados de la aeronave no identificada que sobrevolaba la isla, la siguieron y arrestaron a Fitzgeral, García y Navas con la acusación de ser inmigrantes ilegales. Los tres hombres permanecieron detenidos por 48 horas en el buque patrullero HMS Endurance, hasta que se decidió enviarlos hacia Río Gallegos. Fueron acompañados por Michael Stewart, el Secretario de Asuntos Extranjeros que se encontraba de visita en las islas.

Reacciones

El primer viaje de Fitzgerald generó un profundo malestar en el gobierno británico, que les ordenó a sus delegados en la ONU emitir formalmente una protesta. Argentina se defendió sosteniendo que las acciones de Fitzgerald no habían estado avaladas por el gobierno nacional. Temerosos de que algo parecido se repitiese, el Reino Unido movilizó a todo un batallón de marines que permaneció en el archipiélago por menos de un año.

Fitzgerald sabía que su viaje sin autorización le costaría algún tipo de suspensión de su licencia de piloto civil. Sin embargo el presidente Arturo Illia indultó al aviador y por ello pudo seguir volando.

El segundo viaje de Fitzgerald, en cambio, no fue tan bien recibido como el primero. Tras devolver a Fitzgerald, Navas y García al continente, los británicos emitieron un comunicado advirtiendo que no tolerarían más provocaciones protagonizadas por ciudadanos argentinos. De todos modos fue a García a quien se lo responsabilizó por todo el episodio.

El avión "Don Luis Vernet" se encuentra actualmente en el Museo de las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur de la Ciudad de Buenos Aires.

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