Rodolfo Walsh

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Rodolfo Walsh, terrorista y pedófilo

Rodolfo Jorge Walsh nació en Lamarque (Río Negro) el 9 de enero de 1927 y murió en un enfrentamiento armado contra las fuerzas de seguridad el 25 de marzo de 1977. Además de periodista y escritor fue también integrante de las organizaciones subversivas FAP y Montoneros y ejecutó acciones terroristas durante el gobierno democrático de María Estela Martínez de Perón y posteriormente durante el Proceso de Reorganización Nacional.

Fue responsable del tercer atentado terrorista en importancia de Argentina, fue ideólogo de la bomba en el Comedor de la Policía Federal, donde 24 argentinos inocentes fueron asesinados y más de 66 resultaron heridos, el 2 de julio de 1976. Sin embargo la Legislatura porteña votó para cambiar el nombre de la estación Entre Ríos del subte E por la de Walsh.

Fue responsable también del asesinato del dirigente sindical José Ignacio Rucci junto con Antonio Nelson Latorre (NG: “Pelado Diego”)

Antiperonista

Fue un conocido antiperonista que apoyó el golpe de Estado que derrocó a Perón luego del cruel Bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955.[1] Afirmó en septiembre de 1958:

No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo... Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No solo por apremiantes motivos de afecto familiar ―que los había―, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo... [2]

En 1959, viajó a Cuba, donde junto con sus colegas y compatriotas Jorge Masetti, Rogelio García Lupo (a quienes conoció durante su paso por la ALN) y el escritor colombiano Gabriel García Márquez fundó la agencia marxista Prensa Latina.

Montoneros

A mediados de 1970, Walsh había empezado a relacionarse con el Peronismo de Base, brazo político de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Luego de una escisión, producida por diferencias políticas, un sector de esta organización se fusiona con Montoneros. En Montoneros su primer nombre de guerra fue Esteban y luego fue conocido como El Capitán y Profesor Neurus.

En 1972, escribió durante un año en el Semanario Villero y a partir de 1973 en el diario Noticias junto a sus amigos los marxistas Horacio Verbitsky, Paco Urondo, Juan Gelman y Miguel Bonasso, entre otros.

Hijas

El 29 de septiembre, su hija María Victoria (su nombre de guerra era Hilda y Vicki para los familiares y amigos), oficial 2º de la organización Montoneros, murió en un enfrentamiento con el Ejército, un día después de cumplir 26 años.

Su otra hija, Patricia, es una dirigente política argentina que llegó a ser diputada nacional por la coalición marxista Izquierda Unida y desde 2007 se desempeñó como legisladora de la ciudad de Buenos Aires.

Muerte

El 25 de marzo de 1977, Walsh, en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, en el barrio de San Cristóbal, fue interceptado por fuerzas de seguridad que le dieron la orden de entregarse, pero Walsh se resistió, sacó el arma que llevaba y comenzó a disparar. Hirió a uno de los defensores de la ley, pero fue acribillado por una ráfaga de FAL.

Artículos de opinión

Los Walsh, una familia terrorista. Sus crímenes son de lesa humanidad.


El 2 de julio de 1976 a las 13.20 hs., se realizó uno de los más audaces atentados que la guerrilla marxista, realizó en América Latina. La bomba en el comedor de la Policía Federal colocada por terroristas provocó 24 muertos y 66 heridos.

Un ex agente de la Policía Federal, enrolado en las filas de la organización terrorista Montoneros, fue quien puso la bomba en el Comedor del edificio de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal Argentina, a menos de 2 cuadras del Departamento Central de Policía, ubicado en el edificio de Moreno 1417 – Capital Federal. En el comedor del personal, en la planta baja de ese edificio, en un horario en el que estaba casi colmado, explotó un poderoso artefacto, que destruyó casi totalmente las instalaciones, incluyendo dependencias próximas.

El criminal atentado fue llevado a cabo por el ex Agente de Comunicaciones José María Salgado. Éste, al irse de baja omitió devolver su identificación, con la que iba casi a diario a almorzar llevando diferentes paquetes o carteras al Comedor Policial, que no era para uso exclusivo de ésta sino de todo el personal policial, pues el Departamento Central -a media cuadra de distancia- no contaba con un comedor como ése.

Luego de pasar airoso frecuentes ensayos hasta conseguir que ya no le pidieran identificarse ni revisar los bultos siempre inocuos que portaba, finalmente el 2 de julio de 1976 recibió de manos del cabecilla montonero Rodolfo Walsh (NG) “Esteban”, una bomba de alto poder letal -una Claymore o “mina vietnamita” cargada con pequeños fragmentos de metal – y concurrió al “blanco” seleccionado, pasando por la guardia con un simple saludo como ya acostumbraba.

Terminado este último almuerzo, dejó en una silla semioculta por el mantel la mortífera carga que 7 minutos después, habría de causar una veintena de muertes y 66 mutilados, ciegos, quemados y heridos graves entre los policías, parientes e invitados que comían tranquilamente e iban a ser sus víctimas.

‘’Tuvo una reunión con su Responsable, el oficial Esteban (Rodolfo Walsh) que lo había infiltrado en la Policía Federal para dar información. Deciden colocar la bomba el 4/6/76. Se posterga porque en la Policía lo dan de baja. Walsh le indica que no devuelva la chapa. Ingresa a la Superintendencia con paquetes tentativos. No lo controlan. Considera que el comedor es el lugar apropiado. La bomba se la entrega Walsh y le indica como hacerla detonar… El 2/7/76 ingresa y la coloca, cubriéndola con su sobretodo. Se retira. Cambia de vehículo en Loria y Rivadavia, encontrándose con Walsh que le manifiesta “El operativo salió perfecto”’’. (Tomado del libro “Confesiones de un montonero” de Eugenio Méndez).

Según el reportaje al dirigente montonero Mendizábal, en la Revista Cambio 16 (con motivo de la entrevista que le hicieron por el también asesinato del Jefe de la Policía Federal, Gral. Cesáreo Cardozo, por la terrorista de 18 años Ana María González) comentó también este atentado, expresando que se había utilizado un artefacto con 9 kgs. de trotyl y 5 kgs. de bolas de acero, accionado por un dispositivo de relojería, introducido por un asesino infiltrado en la policía, quien había entrado durante una semana con un paquete similar pero inofensivo, como prueba por los controles de seguridad. El día del atentado, el asesino almorzó en el lugar, puso en marcha el mecanismo y se retiró 7 minutos antes de la explosión. Hubo 22 muertos de la Policía Federal y 66 heridos, 11 de suma gravedad, incluyendo personas ajenas a la Policía Federal.

Los nombres de los muertos en este atentado terrorista, fueron:

  • Oficial Ay. Alejandro Castro
  • Cabo Ernesto Agustín Suani
  • Cabo Primero Carlos Shand
  • Sargento Juan Paulik
  • Sargento Rafael Modesto Muñoz
  • Sargento Bernardo Roberto Tapia
  • Supernumerario David Ezequiel Di Nuncio
  • Oficial Inspector David Ron
  • Suboficial Auxiliar José Hilario Carvasco
  • Sargento María Esther Pérez Canto
  • Sargento (R) Romualdo Rodríguez
  • Sargento Bernardo Roberto Zapi
  • Agente José Roberto Iacovello
  • Agente Juan Carlos Blanco
  • Agente Alicia Esther Lunati
  • Agente Ernesto Alberto Martinzo
  • Cabo Genaro Bartolomé Rodríguez
  • Sargento Adolfo Chiarino
  • Cabo Elba Hilda Gazpio
  • Cabo Vicente Iore Sra. Josefina Cepeda (civil)

Los muertos fueron sepultados con los honores correspondientes en el Panteón Policial de la Chacarita, con la presencia del Presidente de la Nación, comandantes de las FFAA y autoridades policiales.

Posteriormente y a consecuencia de las heridas recibidas, fallecieron:

  • Supernumerario Ramón Arias el 7 de julio de 1976
  • Sargento Marta Olga Pérez de Bravo el 9 de julio de 1976
  • Oficial Ayudante Héctor Castro el 11 de julio de 1976

El Diario La Prensa del 3 de julio de 1976, decía: “Estalló una bomba en una dependencia de la Policía Federal. El artefacto fue colocado en un salón comedor. Causó muchas víctimas. Una bomba explotó ayer al mediodía, en el salón comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal. El atentado causó la muerte de 18 personas y heridas a 66 de los cuales 11 se encuentran en estado grave. El estallido. La explosión de extraordinaria violencia se produjo en el comedor… y a la hora en que ocurrió estaba casi colmado de funcionarios de todas las jerarquías que se disponían a almorzar. Generalmente el personal de Seguridad Federal invita a esos almuerzos a camaradas de otras dependencias o a personas de su amistad. La destrucción del comedor y dependencias contiguas fue casi total y las personas presentes que llegaban casi a un centenar rodaron por el piso sufriendo heridas y lesiones de diversa consideración. Varias de ellas murieron instantáneamente, según algunos testigos”

El 3 de junio de 1977 se informó oficialmente que había sido abatido José María. Salgado, extremista que fue quien colocó el explosivo en el comedor.

El Diario La Nación del 4 de junio de 1977, informaba: ‘’“Abatieron a 3 delincuentes subversivos. Uno de ellos colocó la bomba en Seguridad Federal. En un intenso tiroteo con fuerzas de seguridad ocurrido anteanoche en la calle Canalejas al 400, fueron abatidos tres delincuentes subversivos, entre los que se hallaba el autor de atentado en el edificio de la Superintendencia de Seguridad Federal, en el que murieron 22 personas y más de 60 resultaron heridas. El Comando de la Zona I, informa a la población que el 2 de junio a las 21.00 hs. fuerzas legales intentaron la detención de un delincuente subversivo el que consiguió darse a la fuga con el apoyo de 2 delincuentes más. La detención intentada tenía relación con la culminación de una larga investigación efectuada por la Policía Federal en procura de determinar la autoría de la voladura del comedor de la Policía Federal efectuada el 2 de julio de 1976. La desaparición por muerte de testigos privó a dicha investigación de orientación inicial, razón por la que se recurrió a identikits, que luego de muy largo proceso encaminaron todas las pistas disponibles hacia la persona de José María Salgado, ex agente de la Policía Federal, conocidos por los (a) Pepe, Sergio y Daniel. Ubicado definitivamente el lugar donde podría detenerse a Salgado se intentó su captura, produciéndose el enfrentamiento armado en el que los 3 ocupantes del automóvil resultaron abatidos”’’. Esta noticia fue una operación de prensa de distracción de la época, Salgado fue capturado vivo por la ESMA en marzo de 1977 frente a la sede del Club Independiente en Avellaneda en una cita callejera del ámbito de Inteligencia y recién 40 días después descubrieron que era el que había puesto la bomba, que le entregaron Walsh y Marcelo Kurlat, NG MONRA Oficial Mayor Montonero. Confesó y contó todo al detalle. Es cosa juzgada en el juicio a los Ctes. Fue entregado por ESMA a Seguridad Federal. Fue Salgado el que entregó la cita donde cayó Walsh a fines de marzo 77, muerto tiroteándose en Av. San Juan.

Tras muchos años de mentiras, procedentes del poder y de los medios masivos de comunicación, los argentinos, parecen no recordar estos terribles atentados que cometían los jóvenes idealistas, que a fuerza de bombas, asesinatos y mutilaciones de gente inocente, pretendían instaurar “su mundo mejor”, con el trapo rojo como bandera.

¿Cómo puede ser que olvidemos este atentado comparable a los de la Embajada o la AMIA, donde murieron más de 20 personas, quedaron heridas y mutiladas más de 60 y hubo casi destrucción completa de las instalaciones?

Acaso estos delitos no son de lesa humanidad? Acaso los policías y civiles asesinados y heridos no tenían DDHH?

¿Cómo podemos los argentinos olvidar el cinismo y crueldad que inspiraban a terroristas como Rodolfo Walsh, capaces de organizar una masacre como ésta, en un comedor?

Cómo a casi 33 años de esta barbarie, se puede continuar ponderando como escritor a un asesino de esta calaña?


Afiche de la agrupación Vanguardia Nacionalista

Rodolfo Walsh: "No hay putas como las de La Habana"

A continuación reproducimos un extracto de un relato publicado en la compilación ‘Rodolfo Walsh – Ese hombre y otros papeles’ (Ediciones de la Flor, 1995), una anécdota sobre su "última noche" en La Habana, Cuba, en el año 1961 con lo que demuestra que, además de terrorista, Walsh era un corruptor de menores.


Mi última noche en La Habana fue misteriosa. Me sobraban cincuenta pesos y me puse a pensar en Ziomara con su cintura tan fina y su rostro oscuro hierático, su cuerpo era espléndido, largas piernas africanas y caderas hechas para moverse incansablemente. Solamente sus pechos eran blandos. No hay putas como las de La Habana, el último esplendor de un mundo que se cae. Casi todas son suaves y calladas y parecen comprender, son tristes pero saben sonreírse desde adentro. Por lo menos Ziomara sabía. Usan falsos nombres espléndidos, Ziomara, Estrella.

Fui al Music-Box y no la encontré, como no la había encontrado las 3 veces anteriores, cuando tuve que salir con María y con Reina. Al salir, una discutía con un borracho, pero su voz me alcanzó cuando me iba, ven acá por qué te vas. Le pregunté por Ziomara, dijo que tal vez estaba al lado. No estaba. Al volver, el borracho se había ido pero ella estaba y la invité a tomar un trago. Se llamaba Estrella, Zoila Estrella, aclaró ante mis dudas. Tenía 16 años y era muy bonita. Pidió un vermú. Estaba resfriada, dijo que era una sinusitis y que tenía que operarse pero no lo haría, porque tenía miedo a la operaciones y además tomaba no sé qué cosa.

A mí no me gusta esto , dijo, pero tengo que hacerlo, porque si no tendría que vivir con mi madre, y no puedo hacerlo porque ella trabaja de criada. “¿Y tus hermanos?” Ellos no me dan nada, me piden. Tenía 6 hermanos. Yo he leído estas cosas, pero igual era espantoso, y tenía muchas ganas de acostarme con ella. “El Miusic ya no es lo mismo, desde que lo reformaron”, dijo. “Estuve en el Apache y después volví aquí, pero no es lo mismo”. En efecto, no era lo mismo. Había olor a pis -lo noté por primera vez- y sólo dos o tres mujeres más, una de ellas borracha.

“Que nota tiene”, dijo Estrella, y se reía con Sergio. Le pregunté si quería salir conmigo y dijo “Si usted quiere”, dijo. “Tengo que pagar la salida”. Le di diez pesos. “Sergio, mi cartera”. Sergio le cuchicheó algo al oído. No reparé en las miradas porque siempre era igual, uno salía y los demás se daban vuelta para mirar.

Soy la Estrella dijo que prefería el Ariete, no el Rex, usted sabe, una se acostumbra. El sereno soñoliento cobró los dos quince, por un rato. Entonces estabamos en la pieza, qué linda cara. Por favor, no me apriete la cintura, estoy de siete meses.

Yo no me había fijado en el saco de cuero con que se tapaba. Le dije, pobrecita, eres valiente, pero debo haber cambiado de cara. Tenía el vientre abultado. Hay pensamientos de placer en la maldad, coger a una niña embarazada de 16 años, empujar hasta el fondo y sentirse un maldito, que se joda, jodámonos todos. Pero “usted es un hombre de conciencia”, me dijo bastante más tarde cuando ya estabamos en la calle.

Cerraba los ojos y no esperaba nada. Creo que yo hubiera podido, al principio. Hasta que la acaricié entre las piernas (ella me tocaba suavemente el cuello, rítmicamente, con los ojos cerrados) y sentí esa humedad, ese horror, y las asociaciones, el chico que se movía y pateaba en el vientre de Elina, qué hay detrás. Entonces el pito, perdón, se me encogió como un pequeño telecopio y quedó a un costado, blandito y sin vida. Pero después nuevamente hubiera podido, porque ella olía bien, y tenía un perfil tan nítido y puro del hombro, y unos dedos tan suaves, y la cara dormida, pero no decía nada, no decía dame la lechita ay papi ay dámela, como decía Carmita en cuatro patas sobre mi, con ese animal extasiamiento. Y le dije: ¿Estás segura que no te hará mal?. Y me dijo: No, no estoy segura, y ahí se acabó todo. Me cobré los diez pesos retándola, suavemente, como corresponde a un señor. Le dije que se podían morir, ella y el chico. Pero, dijo, tengo que comprarle una canastilla. Nos vestimos tan rápidamente, yo le daba consejos, tienes que ir a la Fundación de Mujeres, tienen que atenderte, no puedes seguir con esto, te pones en peligro, comprometes al hombre que se acuesta contigo -eso no, dijo con orgullo-, y era un objeto de horror.

En la esquina le dije: “Si pudiera ayudarte, te ayudaría, pero no puedo darte más que un consejo, no hagas más esto”.

“Usted es un hombre de conciencia”, dijo, y me puso la mano en alguna parte del brazo y se fue, objeto de horror. Después fui a la ruleta, y por primera vez gané veinte pesos -con lo que recuperé lo gastado esa última, misteriosa noche en La Habana- y se los regalé a Pupé, mi esposa, (“¿Flores para su esposa?”) para que se comprar un prendedor.

Otro día hablaré más de esto.

Referencias

  1. Gabriela Esquivada: El diario Noticias, 2004:104.
  2. Publicado en la revista Mayoría número 77 (segunda serie) del 29 de septiembre de 1958 y citado en Rodolfo Walsh: Caso Satanowsky (pág. 252). Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1997.

Enlaces externos

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