Toma de la Bastilla
La toma de la Bastilla se produjo en París el martes 14 de julio de 1789. A pesar de que la fortaleza medieval conocida como la Bastilla solo custodiaba a siete prisioneros, su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa. Los atacantes buscaban principalmente apoderarse de la gran cantidad de armas y munición almacenadas allí.
La importancia de la Bastilla ha sido exagerada por los historiadores románticos, como Jules Michelet, que quisieron hacerla un símbolo fundador de la República. Según documentos de la época, al 14 de julio de 1789, la fortaleza estaba defendida por 32 soldados suizos y 82 "inválidos de guerra", disponiendo de cañones y de municiones en abundancia. El asedio se saldó con 98 muertos, 60 heridos y 13 mutilados, entre los asaltantes.
Rendición
Ante la masacre inicial de los atacantes (hubo cerca de 100 víctimas entre quienes intentaban tomar la fortificación), el alcaide de Launay ordenó cesar el fuego. La guarnición de la Bastilla rindió las armas, bajo promesa de los amotinados de que ninguna ejecución se efectuaría si se producía la capitulación. Estos liberaron a los siete prisioneros encarcelados allí y se apoderaron de la pólvora y la munición.
Represalias
La guarnición de la Bastilla fue apresada y llevada al Ayuntamiento de París. En el camino, Bernard-René de Launay fue apuñalado, su cabeza aserrada y clavada en una pica para ser exhibida por las calles. Tres oficiales de la guarnición permanente de la fortaleza también fueron asesinados por la muchedumbre durante el trayecto. Estos y dos guardias suizos fueron los únicos militares fallecidos, ya que el resto de la guarnición fue protegida por la Guardia Francesa para que más tarde o más temprano fueran liberados y pudieran volver a sus regimientos. En el Ayuntamiento, la muchedumbre acusó a Jacques de Flesselles de traición. Se improvisó un juicio aparente en el Palais Royal y fue también ejecutado.