Inclusión forzada

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La inclusión forzada o diversidad forzada es un fenómeno de las sociedades multiculturales de Occidente que refiere a la práctica de incluir a personas que representan a grupos minoritarios en diversos ámbitos laborales, sociales, culturales y políticos sin que ello reporte ningún beneficio real y sin que necesariamente el individuo incluido manifieste algún tipo de virtud que lo haga merecedor del privilegio. Por ello se la considera como la antítesis de la meritocracia.

Sus promotores suponen que, con ello, se compensaría la marginación social padecida por dichas minorías, cuando lo cierto es que el fenómeno está asociado a la explotación de la culpa blanca y la promoción del etnomasoquismo.

Si bien la inclusión forzada está presente en distintos espacios sociales, la misma es particularmente notoria en la industria del entretenimiento creada en Hollywood e influenciada por ella.

Concepto

La inclusión forzada tiene su origen en la política de cupos que se desarrolló en Occidente a partir de la segunda mitad del siglo XX. Hasta ese entonces, la idea de que hubiese un cupo -racial, sexual, etc.- en cualquier ámbito social estaba más bien relacionado a la exclusión de ciertos individuos que a su inclusión (por ejemplo en la Francia de Vichy se crearon cupos para que sólo una porción del grupo de abogados, arquitectos y médicos judíos que habitaban en tierras francesas pudiesen ejercer libremente su profesión, mientras que al resto ese privilegio le fue severamente limitado o directamente prohibido).

En 1961 el presidente estadounidense John F. Kennedy firmó un decreto en el que reglamentaba lo que se conocería como "acción afirmativa". Según el texto de la orden ejecutiva, se les prohibía a todos los organismos estatales de los Estados Unidos usar criterios raciales, religiosos o nacionales tanto para excluir personas de su nómina de empleados como para evitar su ascenso en el escalafón jerárquico. Sin embargo no tardó esa directiva en ser interpretada como que cada agencia y oficina estatal debía contar con un cupo mínimo de negros, judíos y extranjeros. En 1968 se incluyó también la cuestión del sexo para evitar las protestas de las feministas.

A partir de esa fecha, la política de cupos comenzó a ganar popularidad en todo el mundo. De ese modo instituciones educativas, organismos judiciales y asociaciones civiles estatales comenzaron a cederles espacios a miembros de minorías, independientemente de si las personas estaban o no capacitadas para ocupar dichos espacios.

La tendencia se aceleró notablemente a principios del siglo XXI, pasando a impactar también en la esfera privada, por lo que muchas empresas y otras instituciones de la sociedad civil comenzaron a incluir forzadamente a representantes de diversas minorías. Ello sirvió para que se volviera cada vez más evidente la falta de idoneidad de muchas de las personas privilegiadas con la inclusión, dejando así a la vista lo perjudicial que implica omitir criterios más racionales para promover el acceso o el ascenso de las minorías en diversos ámbitos sociales.

Ejemplos de inclusión forzada

Cupos femeninos en política

Casi todos los países de Iberoamérica y de Europa Occidental tienen leyes que obligan a que en las elecciones de autoridades se conformen listas de candidatos con una cierta cantidad de mujeres en ellas, o de lo contrario se le prohíbe a la fuerza política participar del evento.

En los países de Asia el cupo femenino, mayormente, no es una obligación de cada fuerza política, sino que más bien se establece un cupo femenino general que luego el gobierno de turno designa.

Países primermundistas como Noruega, Australia o Canadá no han establecido por ley la obligatoriedad de cupos femeninos para la política, pero si sus principales fuerzas partidocráticas se ocupan de observar que en cada elección haya un número importante de mujeres como candidatas a puestos electivos.

El principal problema con este tipo de forzamiento de inclusión es que permite el ascenso a puestos de mando a una gran cantidad de personas sin idoneidad para estar allí, las cuales emergen como candidatas políticas por el mero hecho de ser esposas, hijas, sobrinas o amantes de los dirigentes varones, dando excusa así para la consolidación del nepotismo.

Metamorfosis racial y sexual en obras de ficción

Empresas como Disney, Marvel y Netflix no sólo se han ocupado en las últimas décadas de darles un mayor protagonismo a miembros de diversas minorías en sus producciones cinematográficas y televisivas -cuando antaño los actores con esas características interpretaban mayormente papeles secundarios-, sino que también han procurado modificar a populares personajes de ficción ya constituidos para presentarlos con su raza, su género o su orientación sexual cambiada.

Ejemplo de ello es la protagonista de la película La Sirenita (2023) o la figura del hada mágica en Pinocho (2022), donde en lugar de las mujeres blancas que se veían en las versiones originales pusieron a mujeres negras. Del mismo modo las negras Golda Rosheuvel y Adele James interpretaron, respectivamente, a las reinas Carlota de Mecklemburgo-Strelitz y Cleopatra VII Thea Filopátor en las series Bridgerton y Queen Cleopatra (de hecho, en el caso de James, el gobierno de Egipto emitió una queja formal contra la empresa Netflix por producir un documental con dramatizaciones que mostraba a una Cleopatra negra cuando en realidad fue una mujer blanca).

La comedia Los cazafantasmas de 1984 fue refilmada en 2016 sustituyendo a todos los varones protagonistas por mujeres, lo que provocó que la mayor parte de la audiencia notara la inclusión forzada -las críticas en contra de la película se centraron en que la nueva entrega debía crear una historia original, no contar la misma historia remplazando a cada personaje masculino por su equivalente femenino como intentando corregir a la anterior película.

La serie Black Sails (2014-2017) presenta a los piratas Capitán Flint y Long John Silver como homosexuales, cuando el libro sobre el que la producción televisiva está basada -La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson- ni siquiera sugiere que hubiese un vínculo de desviados entre ambos personajes.

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