Revolución bolchevique

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Dispersión de una muchedumbre reunida en Petrogrado en julio de 1917.

La Revolución bolchevique de 1917, conocida también como Revolución de octubre, Revolución soviética y mal llamada "Revolución rusa" o "Revolución rusa de 1917", fue una serie de revueltas populares instigadas por agitadores marxistas, en su mayoría judíos, que tuvieron lugar entre febrero y octubre de 1917 y que condujeron al derrocamiento del régimen zarista, el asesinato del zar junto con toda su familia y una sucesión de crímenes que culminó con la instauración de un régimen totalitario por parte de los bolcheviques que emergieron victoriosos sobre sus rivales mencheviques y zaristas. La revolución desembocaría entonces en la Guerra Civil Rusa.

Desarrollo

Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de la revolución de febrero. En el momento de entrada en la guerra, todos los partidos políticos se mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido Obrero Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de Serbia que se negó a votar los créditos de guerra, pero advirtió que no trataría de sabotear los esfuerzos provocados por la guerra. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales, el ejército ruso tuvo que soportar severas derrotas (en Prusia Oriental, en particular). Los bolcheviques aprovecharon la situación para sacar rédito político a costa de empeorar la situación de Rusia en la guerra. En octubre de 1917 instigaron una serie de revueltas que llevarían a Lenin al poder sobre todas las otras fuerzas políticas, los mencheviques y zaristas.

En el ejército, los partes batían todos los récords: 1.700.000 muertos y 5.950.000 heridos, estallando disturbios y decayendo la moral de los soldados. La hambruna se extendió y las mercancías comenzaron a escasear. La economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de Europa, se encontraba aislada del mercado europeo. La cámara baja del Parlamento ruso (la Duma), constituida por liberales y progresistas, presionó al zar Nicolás II para que formara un nuevo gobierno constitucional. Desde 1915–1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el deficiente estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de poder paralelos.

En febrero de 1917, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión fue en aumento. En esta ocasión, los enfrentamientos con la policía se saldaron con víctimas para ambas partes. Los manifestantes se armaron robando armas de los puestos de policía. Tras tres días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de la guarnición militar de la ciudad para sofocar la rebelión. Pero tras algunos enfrentamientos con los civiles armados, todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. El zar, sin medios para gobernar, ordenó disolver la Duma y crear un gobierno provisional. Fue el principio del fin. Bajo la presión del Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo. Su hermano, el gran duque Mijail Alexandrovich, rechazó al día siguiente la corona. Mas tarde el zar y toda su familia serían asesinados por los bolcheviques, dando fin al zarismo en Rusia.

El primer episodio de la revolución se había saldado con más de un centenar de víctimas, principalmente manifestantes y agitadores marxistas, más la caída rápida e inesperada del régimen, con unas pérdidas humanas relativamente pequeñas. Se suscitó en el país una ola de entusiasmo que mas tarde se vería defraudado al desembocar el conflicto en una nueva guerra civil.

Consecuencias

Los bolcheviques disparan contra las fuerzas de orden refugiadas en un edificio de la calle Petrogrado en 1917.

Nada más producirse la Revolución de octubre, el 8 de noviembre se convocó una reunión extraordinaria en el Palacio del Táuride al que fueron todos los grupos políticos. El resto de representantes en la Duma protestó enérgicamente por lo sucedido, pero los bolcheviques se impusieron frente al resto gracias al Comité Revolucionario de Petrogrado (CMRP), un brazo armado del Soviet de la ciudad que les había permitido hacerse con el control de la situación. Derribado Gobierno Provisional de Kerensky, Lenin inauguró el Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) para sustituirle sin contar con el resto de formaciones ni del Soviet. De este modo se hizo con el poder bajo la máxima legalidad posible, aunque de forma encubierta. Muchos políticos viendo el panorama y temiendo por su vida comenzaron a salir del país, otros decidieron quedarse a la espera de los acontecimientos.

Las primeras víctimas mortales fueron un grupo de cadetes y cosacos que en Moscú se atrincheraron en el Kremlin para impedir que lo tomaran los bolcheviques, lugar en el que resistieron del 8 al 10 de noviembre hasta que la Guardia Roja entró y los desalojó para posteriormente encarcelarlos y asesinarlos.

Los cosacos de Ciscauasia fueron los primeros en alzarse en armas contra Lenin creando ejércitos de resistencia y juntas militares. La rebelión antibolchevique pronto se extendió a Calmucia y todo el norte del Cáucaso. Tras Ciscaucasia le llegó el turno a Transcaucasia, la cual tampoco estaba por la labor de unirse a los bolcheviques a excepción de la ciudad petrolífera de Bakú, en Azerbaiyán, pues era una zona ampliamente industrial donde habían calado muy hondo las ideas revolucionarias, sublevándose los obreros, que tomaron el control organizando un pequeño ejército bolchevique.

Todo este caos por si fuera poco ocurría dentro de la Primera Guerra Mundial, justo en el momento en que Rusia salía del conflicto tras una humillante derrota en Prusia y todo el país estaba sumido en un auténtico descontrol de represalias y pillajes desde Europa hasta el otro extremo de Asia y desde el Ártico hasta el Cáucaso.

Para controlar la situación después del golpe de estado de los bolcheviques, Lenin decretó la creación de una serie de comisiones para imponerse en el poder por medio la fuerza. Los recortes en todos las ámbitos de la vida pública surtieron efecto a partir del 26 de noviembre cuando los bolcheviques detuvieron a los funcionarios de los organismos del estado, bancos, tesoro público, ferrocarriles, correos y telégrafos, que pasaron inmediatamente a estar bajo su control. Rápidamente se suprimieron todos los periódicos y diarios, a excepción del Pravda de los bolcheviques. También desaparecieron todos los programas de radio. Los bolcheviques iniciaron poco después el requisamiento de apartamentos y automóviles privados.

Cuando tuvo lugar la Asamblea Constituyente que debía llevar la democracia a Rusia, algo previsto mucho antes de la revolución de octubre, los bolcheviques obtuvieron únicamente el 24% de los votos, perdiendo las elecciones claramente. Pero el poder militar y armado lo tenían ellos, así que aprovechándose de esa ventaja calificaron el resultado de una manipulación contrarrevolucionaria. A continuación, el 28 de noviembre, el Partido de los Kadets de ideología conservadora, fue ilegalizado. A este le siguieron hasta principios de 1918 el Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR) y los mencheviques, persecución realizada justo después de que los 165 diputados bolcheviques de los más de 707 del resto de formaciones de izquierda, enviaran a las fuerzas del estado para disolverlos y detenerlos, matando en el acto a 20 de ellos por protestar. Todos los opositores en Petrogrado inmediatamente fueron encerrados en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, siendo la mayoría asesinados. El resto de organizaciones y sindicatos no afines a los bolcheviques se ilegalizaron, las leyes del Gobierno Provisional fueron abolidas y Lenin hizo salir a Rusia de la Primera Guerra Mundial abandonando a los Aliados frente a los Imperios Centrales.

Perpetuados los bolcheviques en el poder, daría comienzo la Guerra Civil Rusa y una etapa en la historia de Europa Oriental y del Asia siberiana que sería conocida como el Terror Rojo.

Papel de los judíos


Son innumerables las huellas que los judíos dejaron en la preparación y consumación de la Revolución bolchevique, pero por uno u otro motivo, la difusión de estos hechos ha sido lenta y fragmentaria. Muchos son los testimonios que de forma completamente independiente, confirman que el movimiento bolchevique fue instigado por judíos.

Testimonios

George A. Simmons

El reverendo George A. Simmons, superintendente de la Misión Metodista de Petrogrado hasta primeros de octubre de 1918 declaró bajo juramento ante el Senado de Estados Unidos que:

... De entre los 388 miembros del soviets de Petrogrado sólo 16 eran rusos y todos los restantes judíos, exceptuando a un negro procedente de Nueva York, que se hacía llamar doctor Johnson [...] De los 371 judíos pertenecientes al Soviet comunista septentrional, 265 —o sea, más de las dos terceras partes—- habían llegado a Rusia procedentes del Lower East Side de Nueva York. [...] Todas las iglesias de Petrogrado fueron profanadas. Sólo fueron respetadas las sinagogas. Cuando la revolución estalló, las calles de Petrogrado fueron inundadas de pasquines y folletos de propaganda, escritos casi todos en lengua yiddish.[1]

Victor Marsden

A su vez, Victor Marsden, uno de los periodistas de mayor renombre en Gran Bretaña y corresponsal del London Post en Moscú durante diez años, escribió una documentadisima obra sobre la Revolución bolchevique.[2] Marsden hizo notar el elevado porcentaje de judíos que integraron el apparat gubernamental soviético en 1918.

En su análisis, la proporción de judíos en el la alta burocracia bolchevique es ligeramente superior al 80%. Pero hay que tener en cuenta que en la obra precipitada de Marsden se consideran rusos, georgianos, letones y de otras nacionalidades a una serie de personajes que, más tarde, serían identificados como judíos, como Sverdlov, Karakhan, Bukharin, Manuilsky o Rakovsky.

Henry Ford

El testimonio más difundido y conocido es el del empresario estadounidense Henry Ford, a quien se le ha difamado con el calificativo de "antisemita" por ser uno de los primeros en comprender qué se escondía realmente detrás del bolchevismo "ruso":

Una Rusia soviética hubiese sido sencillamente imposible a no ser que un 90% de los comisarios fueran judíos. Otro tanto hubiera ocurrido en Hungría, de no ser judío Bela Kun ("El Príncipe Rojo") y con él 18 de sus 24 comisarios... El soviet no es una institución rusa, sino judía.

Además nos facilita una estadística del indudable predominio judío en Rusia en el año 1919.[3] Entre los 293 principales jefes soviéticos, según las investigaciones de Henry Ford, encontramos 249 judíos, lo que da el elevado porcentaje del 84,98%.

Organismo Miembros Judíos Porcentaje de judíos
Consejo de Comisarios Populares 22 17 77%
Comisariado de Guerra 43 33 77%
Comisariado de Asuntos Exteriores 16 13 81%
Comisariado de Hacienda 30 24 80%
Comisariado de Justicia 21 20 95%
Comisariado de Instrucción Pública 53 42 79%
Comisariado de Socorros Sociales 6 6 100%
Comisariado de Trabajo 8 7 88%
Delegados de la Cruz Roja rusa en Berlín, Copenhague, Viena, Varsovia y Bucarest 8 8 100%
Comisarios Provinciales 23 21 91%
Directores de periodistas 41 41 100%


Douglas Reed

Douglas Reed, antiguo subdirector del Times londinense publicó en dicho periódico una serie de artículos transmitiendo los resultados de sus observaciones e investigaciones sobre los primeros tiempos de la Revolución de octubre:

Es bastante conocido el importante papel jugado por los judíos dentro del aparato directivo comunista. Lo que apenas se ha dicho, pero es igualmente cierto, es que los otros partidos revolucionarios de Rusia estaban también dominados por los hebreos, de manera que, fuera cual fuera la resolución final de la Revolución, lo único cierto e indudable era que los judíos colocarían a sus hombres en los lugares de honor.

Libro blanco del gobierno británico

El señor Oudendyke, embajador de los Países Bajos en San Petersburgo, y encargado de los intereses británicos en Rusia después de la liquidación de la embajada de Su Majestad por los bolcheviques en 1917, envió un informe al primer ministro inglés, Lord Balfour, informándole sobre la gestación y desarrollo de la Revolución.

Este informe fue incluido en el Libro Blanco del Gobierno británico publicado en abril de 1919 con el subtítulo Rusia nº 1. He aquí un extracto del testimonio del embajador Oudendyke:

Considero que la inmediata supresión del bolchevismo es la tarea más urgente que tiene ahora el mundo civilizado, incluso si es preciso, para conseguirlo, desencadenar una nueva guerra. Y, a menos que el comunismo sea ahogado en su nido, ahora mismo, es inevitable que acabe abalanzándose, de una forma u otra, sobre Europa y el mundo entero... ya que (el comunismo) lo han organizado y lo dirigen judíos, gente sin patria cuyo único objetivo es destruir, en su beneficio, el actual orden existente.

Edgar Sisson

Edgar Sisson, enviado especial del presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, envió un documentado informe a la Casa Blanca, en relación con los sucesos acaecidos en Rusia durante los cien primeros días de la Revolución. Sisson publicó su informe con la autorización del Gobierno de su país, en 1931, en un libro titulado One Hundred Days. Por otra parte, el Comité de Información Pública de los Estados Unidos editó los reportes Sisson, que incluían numerosas fotocopias de documentos oficiales, como 'información de guerra' (serie nº 20, octubre de 1918), tras haber sido sometidos a estudio y aprobación de los investigadores de la Oficina Nacional del Servicio Histórico.

En los reportes se establece que:

Un sin fin de documentos e informaciones oficiales y de observadores privados, demuestran el carácter casi exclusivamente judaico de la Revolución de octubre-noviembre de 1917. Se mencionan los nombres de los banqueros Jacob Schiff y Max Warburg como principales financiadores de los revolucionarios; se cita la cifra con que contribuyó, personalmente, Schiff: doce millones de dólares. De hecho, se afirma que el citado Schiff comenzó su obra probolchevique con la financiación de la propaganda comunista en los campos de prisioneros rusos en Manchuria, durante la guerra ruso-japonesa de 1905. Este extremo fue confirmado por el testimonio de George Kennan, autoridad en asuntos rusos y ex embajador norteamericano en Moscú. Kennan manifestó a un reportero del New York Times (5) que una "Sociedad de Amigos de la Libertad Rusa", financiada, dirigida y animada por Jacob H. Schiff envió a los campos de prisioneros rusos en Siberia Meridional y Manchuria, una tonelada y media de panfletos de propaganda roja.

David R. Francis

David R. Francis, embajador de los Estados Unidos en Moscú, mantuvo a su Gobierno puntualmente informado sobre los acontecimientos. El Departamento de Estado publicó, más tarde, los documentos Francis, que han sido recogidos, entre otros autores, por Elizabeth Dillings en su notable obra The Plot Against Christianity. Alude Francis a un curioso telegrama enviado por el comunista de Petrogrado Fuerstenberg (Ganetzky), a un correligionario suyo. (Obsérvense la fecha —unos días antes de la Revolución—, el banquero y los demás apellidos mencionados, igualmente judíos.)

Estocolmo, 21 septiembre 1917.

Sr. Raphael Schaumann (o Scholan):

Querido camarada: La casa bancaria del señor Max Warburg, a raíz de un telegrama del presidente del Sindicato Renano-Westfaliano, abrió una cuenta corriente para la empresa del camarada Trotsky. Un abogado, tal vez el señor Kestroff, se hizo cargo de las municiones, cuyo transporte a Lulea y a Vardi organizó, juntamente con el dinero para el camarada Trotsky, según sus deseos.

Fraternales saludos, Fuerstenberg.
  • El documento nº 3 de la serie Francis dice, textualmente, así:
Circular del 2 de noviembre de 1914. Del Banco imperial a los representantes de la Nya Banken y a los agentes del Diskonto Gesellschaft y de la Deutsche Bank. "Actualmente, tienen lugar conversaciones entre los agentes autorizados del Banco Imperial y los revolucionarios rusos, M. M. Zenzinov y Lunacharsky... — Estamos dispuestos a ayudar sus proyectos de agitación y de propaganda en Rusia a condición de que esa agitación y propaganda afecten, sobre todo, a los elementos combatientes en el frente. En ese caso, los agentes del Banco imperial tienen instrucciones de abrir a los revolucionarios los créditos necesarios al desempeño de su labor. Firmado, Risser.

Suplemento a ese documento;

Z. y L. entraron en relación con el Banco imperial alemán actuando de mediadores los señores Rubenstein, Max Warburg y Parvus.

Todas las personas mencionadas en ese documento a excepción del revolucionario ruso Lunacharsky, eran judías. Por otra parte, hay que contar con la influencia que en el Banco imperial alemán poseían los hebreos Rathenau y Von Ballin. Así mismo, como era público y notorio, los cinco Bancos "D" de Alemania —entre los que se mencionan al Diskonto y el Deutsche Bank— eran entidades judías.

  • El documento nº 5 se refiere a una orden de pago cursada por el Sindicato Renano-Westfaliano (calificado de entidad judeo-bolchevique por el Departamento de Estado norteamericano) a un tal Svenson Baltzer y a Moses Kirch, representantes, respectivamente, de la Diskonto Gesellschaft en Estocolmo y del Deutsche Bank, en Ginebra. A Baltzer y a Kirch se les encarga suministrar fondos a los señores Ulianov (Lenin) y Bronstein (Trotsky).
  • En el documento nº 6, el banquero Svenssen, de la "Banque díaffaires Waldemar Hansen & Co.," comunica a la Diskonto Gesellschaft que la cantidad de 315.000 marcos ha sido transferida a la cuenta del señor Lenin, en Kronstadt, en fecha 18 de junio de 1917.
  • El 7º documento se refiere a una carta del banquero Svensen al revolucionario judío Herzen (o Farzen) en Kronstadt. El capitalista Svensen escribe al proletario Herzen:
Entregue los pasaportes y la suma de 207.000 marcos que usted ha recibido del señor Lenin, a las personas mencionadas en esta Carta (adjunta).
  • El 8º documento da cuenta de que, según la orden de un tal Mr. Jullias, el Deutsche Bank ha pagado 32.000 francos que se han utilizado en la edición de panfletos comunistas.
  • Los documentos nº 9, 10 y 11 hacen referencia a entregas de dinero (marcos, francos y coronas suecas) hechas por el Sindicato Renano-Westfaliano y la Nya Banken de Estocolmo a los revolucionados Fuerstenberg, Trotsky y Antonov.

Hay, todavía, un duodécimo documento, relativo a una comunicación del millonario comunista Parvus Helphand. a un tal señor M. de Estocolmo, anunciándole el envío de 180.000 marcos para la financiación de las actividades soviéticas en Finlandia. Parvus era íntimo de Trotsky y de Lenin.

Finalmente, en el tercer tomo de los documentos hechos públicos por el Departamento de Estado, y bajo la referencia n.0 861.00/228 - 1110, puede leerse un telegrama enviado por el embajador Francis a la Casa Blanca en el que, entre otras cosas, se dice:

... Considerando que el Gobierno provisional tenía urgente necesidad de fondos, Inglaterra ha ayudado a Rusia, y probablemente continuará haciéndolo hasta el reconocimiento del Gobierno por todos los países Aliados, una ayuda urgente sería oportuna y muy altamente apreciada. Es extremadamente importante para los judíos que esta revolución tenga éxito. Si bien los judíos prestan tan importante ayuda, una gran discreción deberá ser observada, ya que ella [la Revolución] está entrando en una fase en que podría despertar la oposición de los antisemitas que tan numerosos son aquí.

Los mencionados reportes del embajador Francis fueron publicados por el Departamento de Estado bajo el titulo Papers relating to the Fo-reign Relations of the United States, en tres volúmenes.

Pese a todo lo que en apariencia hubiera de inexplicable en esas relaciones entre los marxistas revolucionarios de Rusia y los magnates capitalistas de América, en el fondo regía la profunda solidaridad de la raza hebrea y el anhelo común de la reivindicación judía. Si el destino del mundo iba a jugarse en dos barajas de política internacional (el capitalismo y el marxismo), tener ases en ambas mangas era asegurar el triunfo de la causa común. Es de considerar por ello que, como dice Henry Ford, "el comunismo sólo es anticapitalista contra la propiedad no judía".

Winston Churchill

La lista de ocasiones en las que Churchill señaló a los judíos, tanto públicamente como privadamente, como responsables de la revolución bolchevique y participes esenciales del comunismo es bastante numerosa. El 6 de junio de 1919 Churchill telegrafió al general Gough estacionado con el ejército británico en Helsinki, Finlandia, para explicarle el peligro que existía de nuevos pogromos y la necesidad de frenarlos mediante la fuerza debido a la parte que habían tomado los judíos en el régimen y el terror rojo.[4] El 10 de octubre de 1919, Churchill escribió al primer ministro británico David Lloyd-George para explicarle el “sentimiento amargo” que existía en toda Rusia contra los judíos al ser considerados los principales instigadores de la ruina del Imperio ruso, así como para informarle del papel principal judío en las atrocidades bolcheviques.[5]

El 3 de enero de 1920, durante un discurso en Sunderland, Churchill atacó a los socialistas británicos y dijo:

Ellos quieren destruir todas las creencias religiosas que consuelan e inspiran a la humanidad. Ellos creen en el Soviet internacional de judíos rusos y polacos. Nosotros seguimos creyendo en el Imperio Británico.[6]

El 25 de enero de 1920, Churchill escribió a su amigo Herbert Albert Fisher una carta en la que explicaba unos “hechos que establecieron con demasiada claridad el predominio de los judíos en el movimiento bolchevique” así como una reflexión sobre la posibilidad de que los judíos del Reino Unido admitieran estos hechos “más abiertamente de lo que actualmente lo hacen” de manera que se puedan unan fuerzas y se establezca un gobierno fuerte en Rusia.[6]

El 24 de diciembre de 1921, Churchill escribió a Lord Curzon:

Veo las más graves objeciones [...] a dar toda esta ayuda y apoyo al tiránico Gobierno de judíos comisarios, a la vez revolucionarios y oportunistas, que se dedican no solo a perseguir a la burguesía, sino que están llevando a cabo una guerra perpetua y omnipresente con el campesino de Rusia. [...] Queremos nutrir al perro y no a la tenia que está matando al perro.[7]

El 24 de septiembre de 1921, durante un discurso en Dundee, Churchill declaró como los bolcheviques habían destruido el “grandioso y noble Imperio Ruso” uno de los graneros más grandes del mundo, a través de 4 años de “socialismo y bolchevismo” que sus autores, “una pandilla de revolucionarios profesionales, en su mayoría judíos” habían llevado a Rusia a la inanición absoluta “matando sin piedad a cualquiera opuesto a ellos”.[8]

Comunistas financiados por capitalistas

Caricatura que representa la complicidad entre el comunismo y capitalismo: dos cabezas de un mismo monstruo.

Por otra parte, los iniciadores del marxismo en Rusia tuvieron gran apoyo financiero de sus compatriotas y correligionarios en el extranjero.

En un reporte del Servicio Secreto americano transmitido al Estado Mayor del Ejército francés, se describe que el 14 de febrero de 1916 se celebró en Nueva York un Congreso de las Organizaciones Revolucionarias Rusas, alentadas e inspiradas por israelitas. El magnate judío Jacob Schiff era uno de los que costearon los gastos de estos trabajos políticos; ayudaba particularmente al judío León Trotsky. Otros banqueros judíos, tales como Max Breitung, Felix Warburg, Otto H. Kahn, Mortimer Schiff, Olef Asxhberg, Jerome H. Hanauer, Banco Kuhn, Loeb & Co. daban también su ayuda económica desde Nueva York. La firma bancaria mencionada está dirigida por Schiff, Kahn, Warburg Hanauer y Loeb.[9]

En abril de 1917, Jacob Schiff, en unas manifestaciones públicas, declaró que gracias a su ayuda financiera, la Revolución bolchevique había podido triunfar. En la primavera de 1917, Jacob Schiff empezó a comanditar a Trotsky con objeto de hacer estallar la revolución social en Rusia. El diario neoyorquino Forward, que es un órgano judeo-bolchevique, organizó una suscripción con el mismo objeto. Desde Estocolmo, el judío Max Warburg financiaba igualmente a Trotsky y los suyos. Éstos recibían también fondos del Sindicato Renano-Westfaliano, importante empresa judeo-alemana. así como de otro judío, Olaf Aschberg, del Nya Banken de Estocolmo. Así se establecieron las relaciones entre multimillonarios judíos y proletarios de la misma raza.

En ese mismo reporte se describen de las actividades procomunistas del banquero Paul Warburg y del rabino Judah L. Magnes quien era criatura política de Warburg y Schiff, y quien fue dirigente de la organización sionista Poale, de tendencia marxista.

La revolución marxista fomentada en Alemania en 1918 se desarrolló siguiendo las mismas directrices judías que la revolución social en Rusia, y revela que sus dos principales dirigentes, Rosa Luxemburgo y Hans Haase, eran judíos.

Después, en otra sección se resume:

... Si tenemos en cuenta que la firma judía Kuhn, Loeb & Co. está íntimamente relacionada con el Sindicato Renano-Westfaliano, entidad bancaria judeo-alemana, con Lazard Fréres, banca judía de París y con la firma bancaria judía Gunzbourg, de San Petersburgo, París y Tokio, y si tenemos así mismo en cuenta que las mencionadas casas judías mantienen relaciones estrechas con la banca judía Speyer & Co., de Frankfurt, Londres y Nueva York y con la Nya Banken, Banco judío, declaradamente bolchevique, establecido en Estocolmo, comprobaremos que el movimiento bolchevique es la expresión de un movimiento general de los judíos y que ciertas casas de banca judías están interesadas en la organización de tal movimiento.

Confesiones

Los propios judíos han reconocido en muchas ocasiones que la Revolución soviética no fue obra de rusos explotados por la autocracia zarista, sino de judíos internacionalistas.

El más importante de los semanarios judeoamericanos, The American Hebrew publicó, el 10 de septiembre de 1920, está auténtica confesión de parte:

La Revolución bolchevique en Rusia fue obra de cerebros judíos, de la insatisfacción judía, de la planificación judía, cuyo objetivo es crear un orden nuevo en el mundo. Lo que de tan excelente manera fue realizado en Rusia, gracias a cerebros judíos y a causa de la insatisfacción judía y mediante la planificación judía será también, a través de las mismas fuerzas mentales y físicas judías, una realidad en todo el mundo.

Por su parte, el Jewish Chronicle londinense escribió el 4 de abril de 1919:

Hay mucho de bueno en el bolchevismo, no sólo porque muchos judíos son bolcheviques, sino porque los ideales del comunismo y los del judaísmo son consonantes en lo esencial.

Alfred Nossig, uno de los más celebrados líderes espirituales del judaísmo declaró, en 1925:

El comunismo y el código mosaico no están en oposición... nosotros tenemos un interés vital en la victoria final del comunismo en el mundo, no solamente por motivos tácticos y ocasionales, sino sobre todo porque el marxismo y la doctrina mosaica son prácticamente idénticos...

El Dr. Oscar Levy, judío americano, en una carta que fue reproducida en el prefacio del libro The World Significance of the Russian Revolution, de G. Pitt-Rivers, reconoció en 1920:

Al frente del comunismo y del capitalismo hay elementos judíos, que buscan la ruina espiritual y material de este mundo... para satisfacción del intenso idealismo judío.

Un documento judío, citado por el Sunday Times, de Londres del 4 de abril de 1920, se jactaba con entusiasmo, de que el comunismo no era más que una conspiración israelita para conseguir el imperio mundial de Sión. El despacho en cuestión decía exactamente:

La prensa polaca reproduce un documento hallado en la cartera del comandante bolchevique Sunder, jefe de un batallón. Sunder fue muerto en acción. Ese documento, escrito en yiddisch, proyecta la luz sobre la organización clandestina judía en Rusia. He aquí su contenido:

Al presidente de la sección de la Alianza Israelita Universal. La hora de nuestro completo triunfo se acerca. Estamos en la alborada de la conquista del mundo. Nuestros viejos sueños se están cumpliendo. A pesar de que, hace relativamente poco tiempo no teníamos ningún poder, ahora podemos alcanzar la victoria. Ya hemos obtenido el poder en Rusia. Nuestros primeros planes han sido coronados por el éxito, pero no debemos olvidar que los rusos, aunque estén ahora bajo nuestro dominio, nunca dejarán de ser nuestros mortales enemigos... Firmado. El Comité Central de la sección de Petrogrado de la Alianza Israelita Universal.

Dos historiadores judíos que gozan de gran prestigio entre sus correligionarios corroboraron la evidencia del fondo judaico del movimiento bolchevique. William Zuckerman escribió:

Nosotros estuvimos en vanguardia del movimiento revolucionario ruso antes del derrumbamiento del zarismo, y nuestros servicios desde los primeros días de la heroica lucha proletaria son reconocidos por todos los historiadores

En cuanto a Rappoport —uno de los más acreditados historiadores de la Revolución de 1917—, estableció que:

... los judíos de Rusia fueron globalmente responsables de la Revolución y de la victoria final del proletariado.

Norman Bentwich, historiador judío de nacionalidad británica escribió (marzo de 1933):

Es evidente que los cambios producidos por la Revolución soviética han sido especialmente favorables a los judíos... Cuando llegamos a Leningrado, los intérpretes y los guías de la organización turística del Estado eran, generalmente, judíos o judías. La misión del pueblo judío es ser el intérprete de la Rusia soviética ante el mundo, y del mundo ante la Rusia soviética, ya que él forma el núcleo esencial de la nueva sociedad proletaria...

En la revista Le Nouveau Mercure (París, marzo de 1927) el periodista hebreo René Gross decía:

Las dos internacionales de la finanza y del bolchevismo trabajan con ardor. Ambas representan los dos frentes de la internacional judía... Se trata de una conspiración contra todas las naciones gentiles.

Bernard Lazare, historiador judío y sionista prominente, reconoce, por su parte, que:

... en cuanto a la gestación del socialismo (comunismo) los judíos contribuyeron más que nadie. Marx y Lassalle en Alemania, Aaron Liberman y Adler en Austria, Dobrojonan Gherea en Rumania, Gompers, Kahn y De Lion en los Estados Unidos de América, fueron o son todavía los directores o los iniciadores. Los judíos rusos merecen lugar a parte en esta breve exposición. Los jóvenes estudiantes, evadidos de los ghettos, participaron activamente en la agitación nihilista: muchos de ellos —incluyendo a bravas judías— sacrificaron heroicamente sus vidas a la causa emancipadora, y al lado de esos médicos y esos abogados israelitas hay que colocar a la masa considerable de los refugiados artesanos que fundaron en Londres y en Nueva York, importantes organizaciones obreristas, centros de propaganda socialista, comunista e incluso anarquista.

El publicista judío Hermalin dijo, en un discurso pronunciado en Nueva York en 1917, que:

... la Revolución rusa fue realizada por judíos. Nosotros formamos las sociedades secretas.. Nosotros inspiramos el reinado del terror... Nosotros por medio de nuestra convincente propaganda y de nuestras represiones masivas.

Uno de los fundadores del Partido Laborista de Inglaterra, el profesor judío Harold Y. Laski, reconoció que:

... en 1897 se fundó el Bund, la unión de los trabajadores judíos en Polonia y Lituania... que se dedicó a las actividades revolucionarias en gran escala, y su energía les convirtió en el núcleo del Partido comunista en todas las Rusias.

Antecedentes

Desde los primeros años de la era cristiana, ya se habían asentado inmigrantes judíos en los territorios que siglos más tarde formarían parte de la Rusia meridional. Estos grupos nómadas sufrieron grandes vicisitudes pero nunca perdieron su cohesión racial y su unidad religiosa para ayudarse entre sí.

En 1648 los cosacos se lanzaron contra ellos y después de sangrientos choques, prohibieron que en Ucrania radicaran comunidades judías. En general la población europea ya era entonces hostil hacia ellos, pero las tierras rusas, debido a sus inexplotadas riquezas y enorme extensión, seguían atrayendo constantemente a judíos emigrados de Europa occidental.

La emperatriz Isabel I de Rusia se alarmó ante este hecho y en 1743 se negó a admitir más inmigrantes, sin embargo, cincuenta años más tarde la anexión de territorios polacos convirtió a millares de judíos en súbditos de Rusia. A partir de entonces las comunidades judías aumentaron considerablemente, no sin sufrir hostilidades y persecuciones, tal como les había ocurrido a sus ancestros en todos los tiempos y en todos los pueblos. El zar Alejandro I (1825–1855) los trató con benevolencia y fracasó totalmente en sus esfuerzos por asimilarlos a la población rusa. Su lealtad, aún cuando radicaran dentro del dominio de otras naciones, nunca pertenecería a ellas, sólo a Judá, un Estado que en aquella época era invisible, pero muy real, y que no fue consolidado plenamente sino hasta 1948 como el Estado de Israel.

El siguiente zar, Nicolás I (1825–1855) se impacientó ante la renuencia de las comunidades judías a su asimilación, por lo que redujo sus derechos cívicos, además de que les hizo extensivo el servicio militar obligatorio que ya regía en el Imperio. Esto causó descontento entre los judíos, pero una vez más lograron conservar sus vínculos raciales y sus milenarias costumbres.

Al subir al trono Alejandro II (1855) la situación de los judíos volvió a mejorar y no tardaron en prosperar en el comercio, la literatura y el periodismo; varios diarios judíos se publicaron en San Petersburgo y Odesa. Precisamente en ese entonces se vigorizó en Rusia la agitación revolucionaria con base a las teorías elaboradas en 1848 por los judíos Karl Marx y Friedrich Engels.

En 1880, los israelitas Leo Deutsch, P. Axelrod y Vera Zasulich y el ruso Plejanov, formaron la primera organización comunista en Rusia y un año después, varios conspiradores, encabezados por el judío Vera Fignez, asesinaron al zar Alejandro II. El hijo de éste, Alejandro III, pensaba que las concesiones hechas por su padre habían sido pagadas con ingratitud y en consecuencia, expulsó a los judíos de San Petersburgo, de Moscú y de otras ciudades. Los crecientes desórdenes y atentados los atribuyó, como en efecto era, a la influencia de ideas extrañas al pueblo ruso y ordenó enfatizar el nacionalismo y reprimir las actividades políticas de intelectuales hebreos.

Bibliografía

  • Stéphane Courtois. El libro negro del comunismo, cap. 1: "Paradojas y malentendidos de octubre". Ediciones B, 2010, pp. 61–78.
  • José María Solé. La I Guerra Mundial como nunca se la habían contado, volumen 5: "Petrogrado, revolución en la guerra", revista La Aventura de la Historia, 2010, pp. 36–39.
  • Antonio Elorza. La I Guerra Mundial como nunca se la habían contado, volumen 6: "Bolcheviques al poder", revista La Aventura de la Historia, 2010, pp. 30–35.

Referencias

  1. Documentación del Senado de los Estados Unidos. Vol. III; núms. 62–65. Primera sesión.
  2. Víctor Matsden: Jews in Russia.
  3. Henry Ford, The International Jew.
  4. Gilbert, Martin. Winston S. Churchill, Volume IV 1917-1922. Heinemann; London. 1975. p.293.
  5. Gilbert, Martin. Winston S. Churchill, Volume IV 1917-1922. Heinemann; London. 1975. p.342.
  6. 6,0 6,1 Defries, Harry. Conservative Party Attitudes to Jews, 1900-1950. Frank Cass Publishers; Southgate, England. 2001. p.82.
  7. Gilbert, Martin. Winston S. Churchill, Volume IV 1917-1922. Heinemann; London. 1975. pp.760-761.
  8. Western Gazette (Somerset, UK) - Friday 30 September 1921, p.12
  9. Reporte del Servicio Secreto americano, transmitido al Estado Mayor del Ejército francés. (Archivado con la referencia 7-618-6 mp 912 S.R. 2, II. Transmis par l'Etat Major de l'Armée. Deuxieme Bureau.)

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