Batalla de Puebla

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La batalla de Puebla fue un combate librado el 5 de mayo de 1862 en las cercanías de la ciudad de Puebla, entre los ejércitos de la República Mexicana, bajo el mando de Ignacio Zaragoza, y del Segundo Imperio Francés, dirigido por Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, durante la Segunda Intervención Francesa en México, cuyo resultado fue una victoria importante para los mexicanos ya que con unas fuerzas consideradas como inferiores lograron vencer a uno de los ejércitos más experimentados y respetados de su época.

Antecedentes

Desde que México se hizo independiente en 1821 con don Agustín de Iturbide al frente del Ejército de las Tres Garantías (Unión, Religión e Independencia) y luego de la proclamación del propio don Agustín como Emperador de México, los Estados Unidos lo vieron con disgusto y pugnaron porque México dejara la Monarquía y se convirtiera en República, puesto que así convenía a sus propios intereses. Basta decir que en Estados Unidos la República unía lo disperso, en tanto que en México la República dispersaba lo unido. Eso es lo que querían los Estados Unidos para debilitarnos, hacernos entrar en innumerables discordias civiles y aprovechar tal desunión para apoderarse, como lo hicieron en 1848, de más de la mitad de nuestro territorio.

Ahora bien, lo malo de todo este asunto es que hubo mexicanos, concretamente el Partido Liberal, que sirvieron de quinta columnistas a las pretensiones yanquis. Así, la lucha fratricida se extendió durante muchos lustros hasta llegar en 1858 a la llamada Guerra de Reforma o Guerra de Tres Años, en que se enfrentaron liberales y conservadores en sangriento choque armado. Los primeros, apoyados por Estados Unidos, eran encabezados por Benito Juárez -hoy máximo héroe de la historia oficial mexicana-, y los segundos por el general Miguel Miramón.

En el libre juego de las fuerzas nacionales, los liberales hubieran perdido esa guerra, pero el 6 de marzo de 1860, el gobierno liberal, a la sazón establecido en Veracruz, solicitó de plano la intervención directa de los yanquis y éstos le enviaron una escuadra compuesta por los buques Wave, Indianola y Saratoga, que aprehendieron a dos buques mexicanos conservadores dispuestos por Miramón para impedir la huída de Juárez por mar, en tanto que el propio Miramón atacaba por tierra.

Esto dio al traste con la ofensiva y Juárez no sólo se salvó, sino que con semejante auxilio y el reconocimiento diplomático de la Casa Blanca pudo ganar la guerra.

Lo importante de esto es que el primero en recurrir a la ayuda militar extranjera fue Juárez, con lo que quedó claro que los conservadores podían vencer a Juárez, pero no a éste y a los yanquis juntos. De ahí se deriva fundamentalmente la llamada Intervención Francesa, a la que yo llamo Contraintervención, puesto que la primera fue la estadunidense.

El propósito de la Intervención Francesa auspiciada por Napoleón III fue poner un dique al creciente expansionismo yanqui y salvar a México del voraz apetito de su vecino del norte. Vino el Ejército Francés al mando del general Charles de Latrille, Conde de Lorencez, y éste se condujo torpemente en Puebla, puesto que lanzó a sus seis mil soldados sobre las posiciones liberales sin orden ni concierto y, naturalmente, fue derrotado. Esto ocurrió el 5 de mayo de 1862 y la fecha se celebra en México pero más en Estados Unidos porque los mexicanos residentes ahí la han convertido en culto y también porque sirvió para disuadir a los franceses de un potencial apoyo a los confederados del sur, que por entonces se hallaban en guerra civil contra los yanquis del norte. De manera que la victoria liberal-republicana del 5 de mayo también sirvió a los Estados Unidos y por eso allá lo festejan ruidosamente.

Cuando Maximiliano de Austria llegó como Emperador de México en 1864, Estados Unidos aún se hallaba inmerso en la Guerra de Secesión y parecía que el nuevo Imperio Mexicano podría consolidarse con el apoyo de Francia, pero una vez concluida aquella contienda la Casa Blanca presionó a Francia para que retirara sus tropas y auxilió de nuevo eficazmente a Juárez, su aliado, tal y como la había hecho años antes. Finalmente, el Imperio cayó y Maximiliano fue fusilado en Querétaro con los generales mexicanos Miguel Miramón y Tomás Mejía.

Desde esa época México quedó uncido a los superiores dictados de la Casa Blanca y Juárez quedó, naturalmente, como un héroe sin miedo y sin tacha.

Fuente

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