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El Dorado
El Dorado es un lugar mítico que se suponía que tenía grandes reservas de oro y que fue buscado por los exploradores españoles e ingleses con gran empeño, atraídos por la idea de un lugar con calles pavimentadas de oro, en donde el preciado metal era algo tan común que se despreciaba. Se suponía que estaba ubicado en alguna parte del centro de Colombia y también en las zonas de la amazonia, como Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela, e.t.c, pero en especial en zonas de la Nueva Granada.
Sumario
El gran descubrimiento de Roland Stevenson
El artista e investigador de nacionalidad chilena, Roland W. Vermehren Stevenson (nacido en 1935), asentado desde los setenta en Manaos, en el norte de Brasil, desarrollando pinturas e ilustraciones de los indígenas Yanomani en 1979, se percató de la existencia de diversos fenotipos, entre los que figuraban cuatro grupos étnicos, desatancando los indios blancos (rubios y de ojos claros) y otros de rasgos notablemente similares a los quichuas del Perú, quienes hablaban, curiosamente, una variante del quichua antiguo como también lo hacen los Waiapi y los Taulipang, según el lingüista Migliazza. El hecho generó gran impacto en el publicista -quien había trabajado para la Propaganda Fonck en Santiago de Chile, la agencia del gran investigador de la prehistoria, Oscar Fonck Sieveking-, impulsándolo a la investigación antropológica de la América del Sur y de modo específico, a la posibilidad de conexión entre los Inkas del Perú y los indígenas presenciados por él en el norte de Brasil -con alrededor de 1400 km. de distancia-. ¿Existía alguna conexión? Y si fuese así, ¿había pruebas de ello? ¿Cuál eran las razones? Desarrollando sus investigaciones entre los habitantes de las tribus amazónicas, surge de manera reiterada el mito de El Dorado y una ruta que cruzaba la espesura de la selva. El oro Inka, según la tradición oral transmitida de generación en generación, provenía de algún punto de la Amazonía.
La Ruta Amazónica – Andina
Stevenson había detectado en 1977 segmentos de un camino precolombino en las cercanías del Río Negro. Era la ruta amazónica – andina llamada Ñaminiwui (Nhamíni-wi ó "sendero angosto") que parte desde Roraima, al norte de Brasil, hasta llegar a los Andes, indicada por el cronista Barbosa Rodrigues. Según las leyendas recopiladas por Stevenson, a través de esta ruta transitaban las comitivas inkas con grandes cargamentos de oro hacia el Cuzco. Del mismo modo, diversas leyendas de tribus amazónicas refieren al hecho que este camino alcanzaba las montañas de los Andes ó la Casa de la Noche, en alusión a donde se pone el Sol. La existencia de esta ruta amazónica – andina se refuerza por las construcciones de piedra similares a las erguidas por los quichuas, llamadas tambos, especie de torreones ubicados a lo largo de los caminos inkaicos, que poseen también los patrones de planificación de distancia desarrollados por los chasquis (mensajeros). Un hecho que merece ser destacado es la ausencia de construcciones de estas características por parte de las tribus amazónicas. Además de estas edificaciones, Stevenson corrobora sus teorías por medio de la localización de petroglifos de llamas, círculos y puntos, caracterizados éstos últimos como mapas de los Inkas y por el hallazgo en la zona de Roraima de estrellas líticas de ocho puntas (porras – bordunas), las armas de las huestes inkaicas. Asimismo, antropólogos detectaron entre los indios Taulipang y Bafuana de Roraima, conjuntos de cuerdas con sistemas nemotécnicos, semejantes a los quipus andinos.
El Dorado. Realidad de un Mito
Luego que Francisco Pizarro y sus hombres capturaran al Inka Atahualpa, parte del círculo más cercano del Hijo del Sol escapa en 1533, tomando una ruta desde Cajamarca que los conducía a Quito, alcanzando así el sur de Colombia para tornar luego a Brasil. La furtiva comitiva llega finalmente al área ubicada en el norte del Río Negro, en Roraima. Stevenson explica que los Yanomani de ojos azules serían los descendientes de la unión de las mujeres pertenecientes al grupo que escapó de Cajamarca y de españoles. El grueso de esta comitiva estaba compuesta por mujeres, las Vírgenes del Sol, según las leyendas de los indios Tukanos, Dessana y los Pirá - Tapui, quienes fueron resguardadas por leales guerreros inkaicos. Estas vírgenes guerreras, portadoras del tesoro real Inka, conforme a Stevenson, habrían dado origen a las leyendas de las Amazonas, referidas por los cronistas Francisco de Orellana, Francisco López de Gómarra, Gaspar de Carvajal y posteriormente, enunciadas por Alexander von Humboldt. Este refugio secreto que cobijó a las vírgenes guerreras tras la captura de Atahualpa era el asentamiento del cual los Inkas obtenían el oro. Conocedores de los rumores de este portentoso asiento, Sebastián de Belalcázar y Francisco Pizarro buscaron la mítica ciudad en 1535.
En el mismo año, el conquistador y cronista de origen alemán Nicolás de Federmann, dirigió una expedición en su búsqueda, sin resultados. Al año siguiente, emprende de modo vano la misma empresa Gonzalo Jiménez de Quesada. Después, en 1541, otro alemán, Felipe de Utre, de manera fútil busca El Dorado a lo largo del río Amazonas. Infructuosamente Gonzalo Pizarro (1541) y Francisco de Orellana (1542), desde Quito, intentaron llegar a El Dorado, desviándose el primero de la difícil ruta que penetraba las inmensidades del paisaje amazónico; y por la vía fluvial, el segundo. Pizarro fue el primero en hablar de El Dorado en las cercanías de un lago, en una carta al Rey de España. Sólo después de 1570 surgieron informaciones por parte de los indios Arak acerca de los grandes depósitos de oro en las nacientes del Río Orinoco al otro lado de las sierras de Pacaraima, donde se ubicaba un enorme lago rodeado de montañas ricas en oro y piedras preciosas. En 1595, Walter Raliegh, navega a través del Orinoco sin lograr acceder al Reino Dorado.
De acuerdo a Stevenson, la Ciudad Sagrada de El Dorado, una gran necrópolis, se situó en la isla de Maracá, en el occidente del lago Manoa, el cual ocupaba 400 km. entre Brasil y la Guyana, como se desprende del mapa desarrollado por Thomas Hariot en el año 1595 y en otro de Henricus Hondius de 1599. Stevenson señala que estos mapas indican que existió una ciudad en la margen occidental de este lago. El explorador Antonio de Berrío, que estuvo allí en 1584, dijo que en esa isla vivían diez mil indígenas y que éstos tenían la costumbre de enterrar a sus muertos con todas sus riquezas.
Alexander von Humboldt -indica Stevenson- al verse imposibilitado de llegar al lago Manoa, descalifica los mapas de Haroit y Hondius y establece así que el lago Guatavita -en Colombia- era el lago del Hombre Dorado (el Dorado), producto de las ofrendas rituales hechas allí, asentando las bases para la confusión de la ubicuidad real de la ya legendaria ciudad.
El Descubrimiento
Stevenson establece que varios expedicionarios de finales del siglo XVI buscaron infructuosamente el lago Manoa. Entre ellos, Antonio de Berrío (1584) por el Orinoco; el mismo Berrío luego por el norte, a través del río Caroni (1591); por igual ruta, Maraver y Vera (1593) y Raleigh (1595); luego desde el Este, por el río Essequibo, Keymis (1596) y por último, a través del río Branco en el Sur, Roe (1611). El oro inka, de acuerdo a las conclusiones de Stevenson, provenía del lago Parime ó Manoa, en Roraima (llamado también Lago Blanco ó Lago de Leche y Axpekõ-dixtara en la lengua nativa). Hasta hoy, Roraima es una zona rica en oro y piedras preciosas. Debido a un proceso geológico llamado epirogénesis positiva (elevación constante de la superficie), el extenso lago se ha drenado y desplazado. Del asentamiento, restan en la actualidad sólo algunos esqueletos humanos, túmulos funerarios y restos de muros de piedra. El drenaje del lago ha sido comprobado por los geólogos Gert Woeltje del Departamento Nacional de Pesquisas Minerais y profesor de la Fundação Universidade do Amazonas; Frederico Guimarães Cruz de la Secretaria Especial do Meio Ambiente, Ciência e Tecnologia y Salomão Cruz, diputado federal de Brasilia en la época. Las ideas expuestas por Stevenson han sido respaldadas a su vez por Casimiro Beksta, profesor de Antropología del Centro de Estudos do Comportamento Humano de Manaus; la arqueóloga Arminda Souza, funcionaria en la época del Ministerio de Patrimonio Histórico e Artístico Nacional y el arqueólogo Gregory Deyermenjian.
Manoa corresponde en la actualidad un plano situado al nivel del suelo. En las inmediaciones de la zona, se aprecian las líneas del extinto lago alrededor de los 120 metros sobre el nivel del mar.
La desaparición de los vestigios de El Dorado
En 1987 Roland Stevenson divulgó el descubrimiento arqueológico de El Dorado en la Isla de Maracá a través del periódico Folha de Boa Vista de Roraima. En seguida, la Royal Geographic Society de Londres, encabezada por el historiador John Hemming -gran especialista en la temática de El Dorado-, en acuerdo con el gobierno brasileño de turno, cerraron la zona, instalándose allí por más de doce meses, sin permitir el acceso. La sociedad inglesa aludió a una "expedición científica" que investigaba la flora y fauna del lugar. Gran cantidad de cajas selladas -con extraordinarias piezas de incalculable valor histórico según Stevenson- fueron sacadas de la zona y enviadas a Inglaterra...
Stevenson denunció el saqueo y despojo del extraordinario patrimonio arqueológico de El Dorado por parte de los ingleses, como "ya lo hicieron en Egipto, Canadá, Perú y Gibraltar", dejando tan sólo restos dispersos y de escaso valor, haciendo desaparecer de esta manera las evidencias que avalaban su extraordinario descubrimiento: el mismísimo Dorado, mito que estimuló y motivó la exploración y búsqueda de tantos expedicionarios y aventureros desde el siglo XVI en la geografía fabulosa de la América del Sur.
por Rafael Videla Eissmann
Bibliografía
- Diario Alternativo do Meio Norte – Piauí, Brasil, 1987.
- Millar, George
- Orellana descubre el Amazonas. Editorial Ercilla. Santiago de Chile, 1957.
- Stevenson, Roland
- Una odisea amazónica. 1989.
- Em busca do El Dorado. 1992.
- Uma Luz nos Mistérios Amazônicos (A Light on the Amazonian Mysteries). Edición Bilingüe. Manaus, Brasil, 1994.
- Re-Pensando Nuestra Prehistoria.