El Führer en viaje

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El Führer Adolf Hitler

Medios de transporte

Jamás un hombre de Estado conoció tan a fondo su país y su pueblo como Adolf Hitler. Ya sea por medio del automóvil, el avión o el ferrocarril, siempre sus viajes sirvieron para el conocimiento profundo de su pueblo.

Ya en los comienzos de su movimiento, con amplia visión de futuro había reconocido la importancia de los medios de transporte rápidos, especialmente del automóvil, sirviéndose de ellos a pesar de los recursos entonces más que modestos. Aún hoy el Führer otorga su preferencia al automóvil porque le parece importante mantenerse en permanente contacto con sus connacionales y sus viejos combatientes.

Durante las grandes luchas políticas por el poder se ha evidenciado que, a través de la motorización de su séquito, el Führer llevaba amplia ventaja a todos sus adversarios. No siempre estuvo entonces Hitler rodeado y aclamado por personas entusiasmadas. En los años de lucha hemos vivido la experiencia de más de un viaje en que los enfrentamientos eran duros y sólo mediantes presencia de ánimo y con uso de la fuerza podríamos abrirnos camino. Ningún aviso de alarma podía hacer desistir al Führer de viajar a los centros de los adversarios rojos y negros, con frecuencia pasando a través de salvajes y numerosas organizaciones bolcheviques, pasando al lado de columnas de manifestaciones adversarias.

Multitudes

A veces nuestro coche estaba completamente cercado por miles de connacionales azuzados. Pero -lo hemos vivido siempre de nuevo-, bajo la mirada del Führer repentinamente dejaban caer el puño alzado y levantando la vista se percataban de que este Hitler, por cierto, tenía un aspecto del todo distinto de como se lo habían descripto. Cuántos trabajadores alemanes descaminados miraron así por primera vez a los ojos del hombre del que se les decía que era su enemigo, para convertirse de golpe en adeptos fanáticos de su Movimiento ! Ninguna propaganda periodística, ningún libro hubieran podido por si mismos realizar este milagro. Y así pudo decir tres años después de la toma del poder: "Dónde está el hombre de Estado que como yo no necesita tener temor, después de tres años de gobierno, de ir entre el pueblo exactamente como lo hacía antes?"

También hoy, cuando su trabajo y sus obligaciones de gobierno se lo permiten, Adolf Hitler no se limita a sentarse en su despacho, sino que viaja al interior del país para estar en medio del pueblo. Entonces, sentado nuevamente en su Mercedes, aparece una vez en un sitio, otra vez en otro. Un día en la zona del Ruhr, otros en Baden, Württemberg, Sajonia y Prusia Oriental, a orillas del mar, en fin, no hay ni una comarca a la que no se dirija alguna vez. Al volante del coche, oigo repentinamente exclamaciones asombradas y entusiastas: "Es Hitler !" o "Llegó el Führer !". Con frecuencia la gente ni siquiera se da cuenta de quién atravesó la ciudad. Recién cuando la columna ha pasado, llama su atención los tres automóviles negros y, de golpe, se percata de quién fue el que acababa de pasar. Los niños, por lo general, son los primeros en reconocer al Führer. De inmediato empieza una carrera a la par del vehículo y luego de un corto trecho se forma una algomeración tal de gente, que finalmente debemos detenernos para que el Führer pueda dar la mano a los entusiastas y recibir flores o firmar algunos autógrafos.

A quien como yo durante diez años tuvo la oportunidad de hallarse constantemente próximo al Führer y de compartir la vivencia de sus numerosos viajes, le seran inolvidables las mil diversas escenas que ha presenciado en el curso del tiempo. Tales viajes proporcionan una fe indómita en el pueblo alemán y muchas veces se siente verdadera emoción por haber podido vivir las experiencias de estos días.

Bajo la lluvia

Los grandes viajes los realiza Hitler únicamente en coche descubierto, aun cuando llueva y se trate de un acto oficial. Ante el consejo de su acompañamiento sólo tiene siempre la respuesta: "Mientras la SA y las otras formaciones deben estar paradas bajo la lluvia, también nosotros podemos mojarnos". Miles fueron testigos cuando en el reintegro del Sarre, con la cabeza descubierta y vestido solamente con la camisa parda, condujo el desfile de la SA, así como en ocasión de las luchas electorales en Stralsund, después de un vuelo nocturno, a las 3 de la mañana, con una lluvia torrencial, habló a la muchedumbre expectante, o cómo viajó a través de la lluvia, de Holstein al Adolf Hitler-Koog (tierras ganadas al mar por medio de diques), literalmente empapado, sin consideración por sí mismo, porque la SA también se encontraba parada bajo la lluvia.

Ya en su primer coche se ubicaba al lado del conductor. Hoy, después de 15 años, como Canciller del Reich, no se ha apartado de esta costumbre. Es él quien determina el itinerario del viaje, porque al Führer le encanta usar caminos laterales y tener la vivencia del paisaje de Alemania lejos de las grandes vías de tránsito.

Antes, cuando Hitler todavía no era tan conocido como en la actualidad, por cierto, era más sencillo. En ese tiempo se podía, a veces, pernoctar o comer en una hostería sin ser reconocido. Hoy es diferente. Como un reguero de pólvora se difunde en las aldeas y ciudades que atravesamos en el camino, la noticia de la llegada del Führer. Muchos están poseídos de tal alegría que avisan telefónicamente al próximo poblado y así sus habitantes, que nunca vieron a su Führer, esperan el vehículo para saludarlo. Se viven momentos de exaltación y en ocasiones se siente el deseo de ser un poeta para hallar las palabras que describan los miles de pequeños acontecimientos con la fuerza con que nosotros los vivimos.

Todo el pueblo a su espera

Ahora atravesamos un poblado. Todo el mundo está presente, viejos y jóvenes, madres con criaturas en los brazos, asociaciones y escuelas, etc. y rápidamente la calle principal se transforma en un mar de banderas. Niñas de la Bund Deutscher Mädel (Liga de Jóvenes alemanas) tratan de hacer detener el coche, pero el tiempo apremia y el Führer debe arribar a destino a la hora prevista, porque cientos de miles de hallan esperándolo para el acto anunciado. Pero, en este momento un hombre alto y corpulento -el herrero del pueblo- se ubica de un salto sobre el radiador del auto; el conductor debe aminorar su marcha y al instante el automóvil se encuentra rodeado por todos los habitantes de la zona. Cada uno quisiera estrechar la mano de Hitler. Las mujeres con sus niños en brazos como no pueden aproximarse, alzan sus pequeños, el futuro de Alemania, por encima de la multitud entusiasmada, como si quisieran decir: Vosotros pertenecéis a él !

Cuando se quiere describir a los grandes hombres es menester observar hasta sus más pequeñas actitudes. Veamos uno entre centenares de episodios: alrededor de las 10 de la noche el coche del Führer, después de un desfile, se desplaza por Meiningen en dirección a Würzburg. De pronto, a la luz de los reflectores se divisa a dos hombres-SA marchando. El Führer hace detener el auto. Se les pregunta adónde van: "A la próxima estación, mi camarada ya no puede caminar, tenemos todavía tres horas de marcha". "Arriba, pues, al coche!" No tienen ni la menor sospecha de quién son huéspedes. Les hacemos diversas preguntas. Ya vieron al Führer? "Sí, hoy al desfilar". El auto se detiene, hemos llegado a destino. Hitler, que se halla sentado adelante, los llama y pone en sus manos una suma de dinero. En ese preciso instante, en la oscuridad de la noche, un pequeño resplandor descubre el rostro del Führer. Los dos SA están atónitos. "No es el Führer el que habla con ellos?" "Sí, es él !" Perplejos y alborozados, ni una palabra sale de sus labios. Yo doy gas y mientras el Mercedes se desplaza en la oscuridad de la noche, desde una curva divisamos a los dos SA todavía inmóviles en la carretera, bajo la impresión de lo acaecido.

También el avión

Las grandes y arduas luchas electorales de aquella época exigían a Hitler el máximo aprovechamiento de su tiempo y por esto se sirvió, además, del avión. Y ello en un tiempo en que todavía se miraba con desconfianza al transporte aéreo. Durante semanas el avión lo condujo de ciudad en ciudad, sin tener en cuenta el viento ni la tempestad.

Al echar una mirada retrospectiva a este período, uno siente un leve estremecimiento recordando los numerosos vuelos nocturnos bajo la tormenta y la niebla. Es por demás elocuente el hecho de que durante el tiempo en que el avión del Führer fue utilizado para la lucha electoral, ni una sola vez aplazó su partida. Puntualmente realizaron cada una de las asambleas organizadas y a veces eran cuatro o cinco en un mismo día en distintas ciudades de Alemania.

Con frecuencia se le sugirió al Führer que no emprendiese tal o cual vuelo. Pero invariablemente replicaba: "Cuando la necesidad lo exige, también vuelo con tormenta". Cómo se hubieran regocijado los periódicos adversarios si el plan de vuelo hubiera sido alterado o no se hubiese llevado a cabo una asamblea anunciada ! Pero Hitler no les hizo nunca tal favor.

Y así uno de tales vuelos ha quedado especialmente grabado en el recuerdo, el de Fürth-Frankfurt. La vieja Rohrbach, la primera máquina de la que Hitler se sirvió, estaba anclada con barriles de bencina. Una tempestad azotó a toda Alemania con violencia inusitada. Para la aviación en general se dispuso prohibición de vuelo. Sólo con dificultad podía uno mantenerse en pie. Todos hicieron gestos dubitativos cuando el Führer abordó la máquina. Recién al cabo de pocos minutos, trabajosamente, levantó vuelo. Con dificultad la máquina avanzó en medio de la tempestad y de las ráfagas de lluvia y de nieve. Con frecuencia la máquina caía en un pozo de aire, de manera tal que la cabeza de más de un acompañante tomaba contacto con el techo. Pero, no obstante, todo salió bien.

A toda velocidad

En una oportunidad el avión tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia muy distante del sitio prefijado. A las 8 daría comienzo una asamblea en Kiel. A las 5 recibí el mensaje de que el Führer habíase visto forzado a descender en Travemünde debido a la existencia de nubes bajas, a la niebla y a una fortísima tormenta. Inmediatamente la columna partió a toda velocidad en dirección a Lübeck y en la zona de Eutin recibimos a Adolf Hitler, que nos había salido al encuentro en un coche de alquiler, llegando a tiempo a Kiel.

Aunque Adolf Hitler en la actualidad, para ahorrar tiempo, ocasionalmente utiliza el ferrocarril para sus travesías nocturnas, sin embargo, su gran amor es para el automóvil, del cual dijo que le había revelado a Alemania. Y de la misma manera ama su JU 52, que se halla bajo el mando del SS-Oberführer Baur, quien seguramente se cuenta entre los más eximios pilotos.

Lo más placentero para el Führer, después de semanas de intensa tarea, es viajar nuevamente en su coche por el país alemán. Los más bellos días son para mí aquellos en que puedo estar sentado otra vez al volante y, como antes en medio de la lucha y la penuria, conducir hoy al Führer a través de un país feliz y lleno de paz.

(Por el SS-Brigadeführer Julius Schreck)

Fuente

  • "Adolf Hitler, Bilder aus dem Leben des Führers", Ediciones LADO, Colección Fuentes Históricas, Buenos Aires, Argentina.

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