El golpe militar de 1976

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Este artículo no es enciclopédico sino que constituye una opinión de su autor.
Golpe militar de 1976

La opinión del periodismo argentino

Cómo vio, interpretó y comentó el periodismo argentino los hechos del golpe militar del 24 de marzo de 1976 que derrocó en su momento al gobierno de María Estela Martínez de Perón.

Un ejercicio de esa memoria que muchos periodistas afirman cultivar aunque pocos pasarían la prueba de fuego si tuvieran que ejercerla.

Así consideraron los periodistas al golpe en su momento. Lo que dijeron después y lo que dicen hoy es del dominio público.

La Prensa

  • Sábado 27 de marzo de 1976
  • Diario de la mañana. fundado por José C. paz 18 octubre 1819
  • Director desde 1896 a 1943 Ezequiel P. Paz
  • Clausurado y confiscado el 16 de enero 1951
  • Reinició sus ediciones el 3 de febrero de 1956
  • Director, Alberto Gainza Paz

Orden, seguridad, confianza

En dos horas, sin el asomo de una sola falla, al cabo de una operación impecable, precisa, sin estridencias vanas y sin disparar un solo tiro, las Fuerzas Armadas de la Constitución pusieron término al desempeño ilegítimo del gobierno instaurado el 25 de mayo de 1973. Lo hicieron para salvar - como dice la proclama dada a conocer en la madrugada del día 24 - "un tremendo vacío de poder" y tras de "serenas meditaciones sobre las consecuencias irreparables que podría tener sobre el destino de la Nación una actitud distinta a la adoptada". El documento inicial de la revolución reviste el significado de una cabeza de proceso, no menos que el carácter de una exposición de los móviles fundamentales que lo inspiran, cuando puntualiza las "reiteradas y sucesivas contradicciones" del gobierno depuesto, la "falta de una estrategia global", la "carencia de soluciones", el "incremento permanente de todos los extremismos", la "ausencia total de ejemplos éticos y morales", la "manifiesta irresponsabilidad en el manejo de la economía", al "agotamiento del aparato productivo", la "especulación y la corrupción generalizadas".

Estas líneas de fuerza de la proclama revolucionaria constituyen la base de un "trascendental compromiso" para "terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo", rechazar "la acción discordante de todos los extremismos", y "el efecto corruptor de cualquier demagogia", ciñendo su acción a "pautas determinadas" entre otras, "el orden, el trabajo" y la "observancia plena de los principios éticos y morales", al servicio de una finalidad manifiesta, esto es, "erradicar definitivamente los vicios que afectan al país", y "combatir la delincuencia subversiva, abierta o encubierta".

Por su carácter afirmativo, algunos enunciados principistas de la proclama parecen inspirarse en las promesas liminares de la Constitución, cuando en su preámbulo formula el propósito de "Constituir la unión Nacional"; "Afianzar la Justicia", "consolidar la paz interior", "proveer a la defensa común", "promover el bienestar general" y "asegurar los beneficios de la libertad". Esa identificación de lenguaje aparece corroborada por la unidad de pensamiento que se advierte en otros documentos de la Junta Militar, caracterizados por la mesura de sus términos, la claridad de sus conceptos, la brevedad de sus juicios, la ausencia. de toda altisonancia. Apreciándolos en su conjunto, se advierte que nada ha quedado librado a la inspiración del momento, por más alta o feliz que fuese. La improvisación, la mera frase, el párrafo sonoro, la vanilocuencia no han tenido cabida en estos documentos.

Hay además aceptación plena, dictada seguramente por una convicción profunda, de las mejores tradiciones cívicas e institucionales. del país, sin que una sola expresión o término proyecte la menor duda en contrario. No se han invocado dogmas, ni ideologías ni recurrido a difusos trascendentalismos. Solo la idea de patria aparece como el común denominador de una ciudadanía ávida de reparaciones salvadoras, como la suprema invocación, destinada a que todos concurran a la realización de una "tarea ardua y urgente", emprendida con el "absoluto convencimiento de que el ejemplo se predicará de arriba hacia abajo".

Ese documento, pues, por los males que condena, las ideas que consagra, los fines que proclama y los métodos que preconiza, está destinado a presidir y guiar una acción histórica de incalculables proyecciones. Es un documento programa, necesariamente global, insertado en la tradición viva de nuestras instituciones republicanas y democráticas. Necesitará ser desarrollado y ejecutado con vigor de pensamiento y energía de conducta, sin desmayos ni vacilaciones, ceñido en todos sus aspectos y detalles a los rumbos fundamentales que surgen del texto. La jerarquía y la competencia de sus futuros colaboradores podrán coronar equilibradamente esa calidad del poder que acaba de instaurarse.

La revolución del 24 de marzo no sólo ha puesto fin a una época de ignominia y a un régimen corrupto y corruptor, sino que ha abierto el cauce por el cual podrá ir derramándose un nuevo modo del comportamiento colectivo. Basta recorrer la ciudad, terciar en la conversación del grupo callejero, prestar oídos a la tertulia del café, de la sobremesa, anotar los comentarios en el ámbito del trabajo o de la familia, para percibir en todos una sensación de alivio, un aflojamiento de la tensión psíquica un despertar de la pesadilla en que fue envolviendo todo, aun a los propios usufructuarios del régimen abatido; la prolongación de una situación de insostenible defensa. Simple, repetida, estremecida a veces, la queja era común: "¡Esto no puede seguir!".

Ahora se necesita orden, ese orden que sólo es fecundo cuando nace como una manifestación de la propia conducta y precede a los hechos. Ese orden, así concebido y puesto en práctica, hará bien al país después del desvarío desatado por el gobierno iniciado en mayo de 1973 y tras el frenesí verbal que asomó a los actos de la gestión oficial. Hay que restar espacio al fanatismo, a la adhesión servil, al rito adulatorio. Hay que elevar la condición del ciudadano y mejorar no sólo el nivel de vida sino también la dignidad de vida.

La revolución del 24 de marzo ha comenzado por prometer seguridad al que trabaja, estímulo al que produce, garantías a la existencia individual y colectiva. Se ha propuesto desterrar los miedos. La delincuencia y la subversión ya no habrán de deslizarse a través de las fisuras cómplices del mundo oficial.

Los primeros pasos, actos y palabras de la Junta Militar han generado confianza. No es poco. El comienzo es alentador. Su andar cauteloso y sin embargo firme, la mesura de su lenguaje, no exento de energía, la claridad de sus objetivos y el sereno vigor - la democracia no es un profeta desarmado- con que ha iniciado su marcha, abren un ancho pórtico de expectativas y anhelos que expresan el deseo profundo de un pueblo ansioso de vivir en paz, al amparo de la idoneidad y del derecho.

La Nación

Fundada por Bartolomé Mitre el 4 de enero de 1870 "LA NACION será una tribuna de doctrina", (Núm.1, Año1)

En la madrugada de ayer concluyó el desmoronamiento de un gobierno cuya única fortaleza consistía, en los últimos seis meses, en el empeño que para sostenerlo pusieron quienes no compartían sus propósitos. Nunca hubo en la Argentina un gobierno más sostenido por sus opositores. Tal paradoja se produjo porque donde las autoridades ahora sustituidas sólo vieron el botín de un vencedor electoral, la totalidad del país vio la posibilidad de una consolidación institucional. Ayer, también, se clausuró un proceso político que, como tal, se abrió en 1971, y no es menos evidente que se ha cerrado una época signada a lo largo de casi tres décadas por la presencia activa de Perón, primero, y después por los hechos y situaciones que tuvieron una relación de causalidad inmediata con la presidencia por él dejada vacante.

Este final inexorable había sido presentido por vastos sectores de la opinión pública. En las últimas semanas tal presentimiento era una convicción reafirmada a diario por síntomas de la más diversa naturaleza.

Hubo, ciertamente, insensibilidad y obcecación en quien asumió en 1974 la presidencia de la República, así como la hubo en el grupo que guio su pasos con desprecio del renunciamiento que en su momento pudo haber salvado el proceso hacia la unánimemente deseada consolidación institucional.

Eran tan hondos los deseos de alcanzar ese objetivo, que la Nación entera pudo haber absorbido aquella carga negativa de la insensibilidad y la obcecación, si no fuera porque ella se acrecentó con un intolerable lastre de corrupción, despilfarro, incompetencia e inseguridad colectiva a través de un '"contraproceso institucional" que incluye a todo el gobierno peronista a partir de mayo de 1973.

Cada vez más, el gobierno justicialista se abandonó a sus propias obsesiones. La más absurda de éstas fue la conversión de la República en una suerte de monarquía en la cual la viuda de un caudillo pretendió que el poder fuese un bien casi computable en el juicio sucesorio. Esta ambición femenina, propia de la reyecía del siglo XVIII, fue alentada por un "pequeño grupo de amigos" puestos actuar como un núcleo empresario de las emociones populares atribuidas al eco del apellido convocante. Así sobrevinieron las reyertas intestinas entre la depositaria del nombre y los que pretendían ser beneficiarios de una nebulosa herencia política. Primero se fragmentó el Frente oficialista en el cual el peronismo apadrinó a aliados de poco vigor numérico. Luego se escindió el peronismo. Más tarde se produjo un cisma parlamentario que privó al gobierno de su mayoría en la Cámara joven, no obstante lo cual el Parlamento diluyó sus propias posibilidades creativas. En último término el sector gremial - única, franja donde subsistía un vestigio de organización - cayó en la ficción que desconectó a los dirigentes de la realidad popular. De tal modo, sólo quedó la fachada del edificio gubernamental. Es lo que acaba de caer. Nada de lo que rodeaba al gobierno conservó poder de convocatoria...

Pero al sector gremial le cabe una gran responsabilidad. El fue el creador del principio de la "verticalidad" a ultranza. Suponía que a través de la verticalidad iba a deslizarse suavemente hasta las manos de los discutidos jefes sindicales la llave de las decisiones principales. Mientras especulaban con el "paso atrás" que aguardaban de la entonces titular del Poder Ejecutivo, se sucedían los cambios de ministerios, se destruía el aparato productivo de la República, la indisciplina social crecía como una maleza parásita y la crisis económica asumía caracteres catastróficos.

La crisis ha culminado. No hay sorpresa en La Nación ante la caída de un gobierno que estaba muerto mucho antes de su eliminación por vía de un cambio como el que se ha operado. En lugar de aquella sorpresa hay una enorme expectación. Todos sabemos que se necesitan planes sólidos para facilitar la rehabilitación material y moral de una comunidad herida por demasiados fracasos y dominada por un escepticismo contaminante. Precisamente por la magnitud de la tarea por emprender, la primera condición es que se afiance en Las Fuerzas Armadas la cohesión con la cual han actuado hasta aquí. Hay un país que tiene valiosas reservas de confianza, pero también hay un terrorismo que acecha.

La Opinión

(27/3, tapa) Director: Jacobo Timerman

Reflexión:

Si los argentinos, como se advierte en todos los sectores - aun dentro del ex oficialismo-, agradecen al Gobierno Militar el haber puesto fin a un vasto caos que anunciaba la disolución del país, no menos cierto es que también le agradecen la sobriedad con que actúan.

De una etapa de delirio, donde torpes y vanas figuras gritaban sus amenazas a voz en cuello, vivían en el desplante y la impunidad, o daban lecciones de moralidad exhibiendo sus encendedores o sus corbatas, la Argentina se abrió en pocos minutos a una etapa de serenidad de la cosa pública.

Porque las nuevas autoridades demuestran un pudor, un recato tan beneficioso para ellos como para su relación con los gobernados. No han añadido títulos pomposos y huecos al nombre de su Gobierno, ni lemas rimbombantes a sus objetivos; no hacen rendir culto a su personalidad ni se halagan con la propaganda. Y no se prestarán a ser incluidos en esa especie de álbum familiar del Poder que el semanario Gente ha dedicado a los altos funcionarios de todos los regímenes.

Pero no solamente los periodistas opinaban. También opinó la "intelliguentsia". Y como para muestra basta un botón, vayan aquí algunos de los pensamientos que tuvo Ernesto Sábato en la ocasión:

Ernesto Sábato

  • Mayo De 1976. "Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo, que salvo al país de la ignominia, y le manifesté mi simpatía por haber enfrentado las responsabilidades del gobierno. Yo nunca he sabido gobernar mi vida, menos podría gobernar un país", dijo Jorge Luis Borges, y los periodistas de Casa de Gobierno se sonrieron: ya tenían un titulo para sus notas.
  • El miércoles 19, Borges, Ernesto Sábato, Horacio Esteban Ratti, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y Leonardo Castellani almorzaron durante mas de dos horas con el general Jorge Videla y con el general José Villarreal, secretario general de la Presidencia.
  • Todos pasaron al comedor privado. "El desarrollo de la cultura es fundamental para el desarrollo de una Nación", dijo Videla varias veces, y los demás asentían. A la derecha del presidente estaba el padre Castellani. A la izquierda, Ernesto Sábato. Enfrente Borges. Y a sus lados Ratti y el general Villarreal.
  • Videla, dijeron después los escritores, se dedicó a escuchar y les repitió varias veces que para él era un honor compartir esa mesa con tan importantes personajes.
  • Dijo a la salida a la prensa Ernesto Sábato: "Es imposible sintetizar una conversación de dos horas en pocas palabras, pero puedo decir que con el presidente de la Nación hablamos de la cultura en general, de temas espirituales, culturales, históricos y vinculados con los medios masivos de comunicación. Hubo un altísimo grado de comprensión y de respeto mutuo, y en ningún momento la conversación descendió a la polémica literaria e ideológica y tampoco caímos en el pecado de caer en banalidades; cada uno de nosotros vertió sin vacilaciones su concepción personal de los temas abordados..."
  • Siguió diciendo Ernesto Sábato: "Fue una larga travesía por la problemática cultural del país. Se habló de la transformación de la Argentina, partiendo de una necesaria renovación de su cultura".
  • Después le preguntaron su opinión sobre Videla: "El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresiono la amplitud de criterio y la cultura del presidente".
  • En 1978, Sábato explicaría su posición en un articulo de la revista alemana Geo: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos", dijo, para explicar el golpe de marzo.
  • Y, mas adelante dijo: "Desgraciadamente ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un estado de derecho. Porque entre tanto, los crímenes de la extrema izquierda eran respondidos con salvajes atentados de represalia de la extrema derecha. Los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los mas infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes".
  • Y, para concluir dijo Ernesto Sábato: "Sin duda alguna, en los últimos meses muchas cosas han mejorado en nuestro país: las bandas terroristas han sido puestas en gran parte bajo control".

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