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Historicismo
Historicismo, doctrina según la cual el conocimiento de los asuntos humanos tiene un carácter irreductiblemente histórico de modo que no puede haber una perspectiva ahistórica desde la cual comprender la naturaleza humana y la sociedad. Lo que se precisa es una explicación filosófica del conocimiento histórico que dé razón del conocimiento correcto de las actividades humanas. Así visto, el historicismo puede ser tenido por una doctrina filosófica que se origina en los supuestos metodológicos y epistemológicos de la historiografía crítica. A mediados del siglo XIX ciertos pensadores alemanes reaccionan contra el ideal positivista de la ciencia y el conocimiento rechazando los modelos científicos de conocimiento para reemplazarlos por otros de tipo histórico. Aplican este principio no sólo a la disciplina de la historia, sino también al derecho, a la teoría política y a considerables fragmentos de la filosofía. Comprometido inicialmente con problemas metodológicos en disciplinas particulares, el historicismo, tal y como se desarrolló, se vio obligado a ofrecer una doctrina filosófica común capaz de afectar a todas esas disciplinas. Lo que es esencial a la hora de obtener conocimiento en el terreno de las ciencias humanas es servirse de las vías de comprensión que se usan en los estudios históricos. En el campo de las ciencias humanas no se deberían buscar leyes naturales; el conocimiento debería ser interpretativo y hallarse conectado con episodios históricos concretos. De ese modo, sería inherentemente contextual (contextualismo) y dotado de perspectiva. Esto hace surgir el problema de si el historicismo no será un cierto tipo de relativismo histórico. El historicismo parece estar comprometido con la tesis de que dado cierto grupo de individuos, aquello que éstos pueden afirmar de manera incontrovertible está determinado por la perspectiva histórica característica desde la que contemplan la vida y la sociedad. La insistencia en su carácter único y en su especificidad concreta, así como el rechazo a cualquier apelación a leyes de tipo universal del desarrollo humano refuerzan el anterior punto de vista. Sucede, sin embargo, que el énfasis sobre el desarrollo acumulativo que tiene lugar en marcos amplios de nuestro conocimiento histórico pone en cuestión la conveniencia de identificar el historicismo y el relativismo histórico.
Primeros impulsores del historicismo
El tratamiento anterior del historicismo es el desarrollado por sus principales impulsores: Meincke, Croce, Collingwood, Ortega y Gasset y Mannheim. En el siglo XX, y debido principalmente a pensadores como Popper y Hayek, cobra actualidad una concepción bastante distinta del historicismo. Para éstos, ser historicista equivale a creer en la existencia de «leyes históricas», a creer en una «ley del desarrollo histórico» y en la existencia de un patrón en la historia, e incluso de un fin, y en que su descubrimiento es la tarea central de la ciencia social. Asimismo, creen que esas leyes deben determinar la dirección de la acción política y social. Popper y Hayek atribuyen esta doctrina (aunque de modo incorrecto) a Marx, para denunciar a continuación, y con acierto, su carácter pseudocientífico. No obstante, es verdad que algunos marxistas posteriores Lukács, Korsch y Gramsci fueron historicistas en el sentido original no popperiano, al igual que el teórico crítico Adorno, y hermeneutas tales como Gadamer.