Noche de los lápices

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Artículo destacado

Se conoce como la Noche de los Lápices a una serie de supuestos secuestros de diez terroristas que cursaban la escuela secundaria, ocurridos durante la noche del 16 de septiembre de 1976 y días posteriores en la ciudad de La Plata (Argentina).

Militancia terrorista

Las víctimas eran en su mayoría militantes de la marxista Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de La Plata. Esta agrupación, junto a otras, habían reclamado en 1975, ante el Ministerio de Obras Públicas, el otorgamiento del boleto de autobus con descuento estudiantil secundario.

Esta circunstancia, junto al testimonio de uno de los sobrevivientes, Pablo Díaz, ha popularizado la hipótesis de que los secuestros hayan sido consecuencia directa de aquel reclamo, sin embargo, otros sobrevivientes, como Emilce Moler, afirman que ese reclamo específico no tuvo ninguna incidencia en el episodio del 16 de septiembre.[1]

Antecedentes

El 1 de mayo de 1974, después de hablar el Presidente Perón, los montoneros, son echados a patadas por los verdaderos integrantes del peronismo y los de la JP, y se van de Plaza de Mayo en medio de un descomunal desorden.

Los montoneros, que ya habían roto lanzas con Perón y que habían asesinado a José Ignacio Rucci (Ver: Operativo Traviata) cantaban: “...fuimos unos b..., votamos una m..., una p... y un c...”, que enfureció a su destinatario. A su vez los llamo “imberbes, imbéciles” y estos se tuvieron que ir de la plaza en actitud de rebeldía.

Los montoneros se hallaban divididos y algunos sectores de estudiantes peronistas se sentían traicionados por Perón.

Entre ellos:

La Juventud Guevarista, La juventud Socialista, La Federación Juvenil Comunista, la Juventud Franja Morada de la Coordinadora Radical y el Grupo de Estudiantes Socialistas Antiimperialistas que respondían a la Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S.) de la ciudad de La Plata (del libro La noche de los lápices).

A continuación, dos párrafos muy importantes.

Estos grupos de estudiantes secundarios desarrollaban una intensa actividad conspirativa y violenta que agitaba el ambiente en los colegios secundarios. El estudio no les interesaba y aprovechaban su condición de estudiantes y de menores de edad para moverse en un ámbito de gran impunidad.

La bandera y la lucha de la UES eran para conseguir el “boleto estudiantil popular”. Después de una serie de alternativas, el 16 de septiembre de 1975, el gobierno reglamenta gratis el BES (boleto estudiantil secundario) requerido por los estudiantes de ese nivel. Este hecho les quitaba las banderas del BES, quedando en evidencia la falsedad de la misma. A pesar de haber conseguido su objetivo la actividad revolucionaria de la UES aumento considerablemente.

Asesinatos y bombas

Durante el año 1975 y el primer trimestre de 1976, la subversión, la violencia criminal y el ataque a las Instituciones habían alcanzado su pico más alto en la ensangrentada guerra revolucionaria que azotaba la República Argentina.

En ese lapso se cometieron atrocidades imperdonables por parte de los Montoneros terroristas y otras organizaciones: nada menos que 1.385 asesinatos arteros propio de cobardes, escondidos sin rostros.

Se atacaron 12 unidades del Ejército, centenares de comisarías, y asaltos a numerosos bancos y armerías de todo el país, asalto a canteras para obtener explosivos, secuestros millonarios.

Tres asesinatos cada dos días y una bomba cada cinco horas. La subversión necesitaba imperiosamente dos cosas: dinero y armas.

La ciudad de La plata era un caos. La economía en camino de la hiperinflación (devaluación del 3% diario) y en octubre un elevado ajuste tarifario, que no afectaba la conquista estudiantil.

En síntesis:

La Unión de Estudiantes Secundarios, creada en épocas de Perón, se reconformó informalmente varios años después y pasó a formar parte de la organización terrorista “MONTONEROS”, con miles de atentados con explosivos, crímenes y violaciones, torturas, secuestros, etc. Todos los jóvenes que integraban la UES sabían que formaban parte de esa organización delictiva, dado que satisfacían con su accionar las directivas emanadas por la Conducción Nacional de Montoneros.

Desarrollo

Los estudiantes secundarios de la UES en La Plata estaban en la lucha revolucionaria. Entre los 14 y 16 años quedaron comprometidos.

Aprendieron a usar las armas de guerra, fabricar bombas caseras, organizarse en grupos celulares, efectuar pintadas nocturnas subversivas , realizar actos relámpagos, ejecutar tareas de inteligencias, transformarse en correos entre células, realizar reuniones relámpagos clandestinas, etc.

La subversión utilizó a estos estudiantes como “caballo de Troya” para todos estos actos bajo la bandera del “boleto estudiantil” y bajo ese pretexto se realizaban movilizaciones en distintos sectores de la ciudad con diversos grupos juveniles. Las reuniones eran relámpagos, sorpresivas y casi todas terminaban en la quema de un muñeco que representaba a López Rega.

El libro “La noche de los lápices” (M. Seoane y HR. Núñez) es muy ilustrativo sobre la personalidad, ideología y actividad de los estudiantes que luego serian mencionados como desaparecidos, creándose ese “slogan”, en un valioso documento que ratifica y prueba lo expresado.

La subversión se refugiaba en las facultades y en los colegios secundarios. En algunos actos, en el mes de agosto de 1976, en los colegios se produjeron algunas pintadas favorables al E.R.P., (Ejército Revolucionario del Pueblo, organización terrorista), desordenes y violencia. “Todo ello presagiaba una tormenta”.

Esta situación fue desarrollándose e incrementándose paulatinamente. “La lucha por el boleto estudiantil” se fue transformando en una lucha de carácter político-insurreccional, donde los “estudiantes secundarios” entraron a formar parte activa en el accionar de las organizaciones revolucionarias.

En extrema síntesis, los subversivos, especialmente los Montoneros, en los días previos y posteriores a lo que después se bautizó con el nombre conocido, mataron a 33 personas, hirieron a más de 150 y asesinaron a 8 personalidades.

Diez años después, salta a la vista este episodio donde se destaca la desaparición de 6/7 estudiantes surgidos del relato del libro de Seoane y Núñez, que mucho tiempo después, diera lugar a la filmación de la película con el mismo nombre.

Esta situación fue desarrollándose paulatina y progresivamente dando lugar así, al empleo de las fuerzas legales, que obligo a realizar acciones militares y policiales para detener este accionar.

El libro

Según el libro, la justicia no pudo probar nada. El solo testimonio de Pablo Díaz pretendió probar lo que la justicia (Cámara Federal) no pudo. Aquí vale recordar lo que dijo Ernesto Sábato, en Bogotá, sobre los desaparecidos: “Se habían recibido más de 2000 denuncias pero la dificultad estriba en las muy escasas pruebas y que la mayoría eran sólo testimonios”.

El libro citado, fue terminado el 7 de junio de 1986, 9 años y 10 meses después de los presuntos hechos, y como se expresara en párrafos anteriores durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

Lo allí narrado fue la base exacta que se tomo para producir la película del mismo título.

La película

Portada de la película

Cuando ya se había recompuesto la situación institucional en el país, en el periodo del Dr. Alfonsín, -década del 80-, se estructura, se filma y se difunde la película “La noche de los lápices” sobre el libro de M. Seoane y H. R. Núñez, utilizando para ello, la versión de Pablo Díaz, militante activo revolucionario del grupo terrorista ERP considerado en ese entonces el único sobreviviente de las acciones que llevaron adelante las Fuerzas Legales.

La película plantea el “accionar estudiantil” dentro de un contexto exclusivamente gremial, desatado por un grupo de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata, que por este simple y burdo requerimiento, se transforma en un episodio donde los jóvenes son secuestrados, maltratados y asesinados brutalmente, pasando a ser desaparecidos. Todos ellos excepto uno, Pablo Díaz, quien era uno de los presuntos desaparecidos, es el que se transforma, diez años después, en el relator de la película contando una historia que fue reconocida en la Argentina como la horrorosa “noche de los lápices”.

Obviamente, cualquiera que haya conocido el desarrollo real de este proceso y que haya visto la película, además de considerarla una burda mentira, ha reconocido tambien en el Dr. Alfonsín, uno de los pilares fundamentales de apoyo para su filmación, dando lugar así a sustentar la teoría de que los militares eran una máquina de matar, totalmente descontrolados, torturadores y asesinos.

Resulta necesario despejar la mente, ser desapasionado e imparcial en los juicios y los pensamientos para comprender como se podría ser capaz de proceder de esa manera, ante un grupo de estudiantes, que solo reclamaban una tarifa de transporte más económica y reducida a sus posibilidades, que al fin fue lograda.

La película mencionada no contesta ninguna pregunta, ni aclara los interrogantes que surgen de su contenido. Solo nuestra acciones de horror.-

Como no podría ser de otra manera, con el correr del tiempo y cuando ya se “aquietaron las aguas”, nos encontramos con una serie de información que desnuda los trágicos y mentirosos comentarios.

La "sorpresa"

Después de haber pasado una década, Página 12, un diario de ideas marxistas “glorifica la actividad de los terroristas del pasado”, a través de la publicación de un reportaje realizado a Emilce Moler.

¿Quién es esta mujer?, se preguntaron todos. Es otra de los sobrevivientes de esa “fatídica noche de los lápices” y ella cuenta la otra historia: cuenta la verdad.

Según Página 12, en un artículo del 15 de septiembre de 1998, expresa:

“La noche de los lápices se transformo en el estandarte de la dictadura militar, contra los estudiantes”.

“Emilce Moler tiene 39 años, tres hijos y vive en Mar del Plata desde que los militares la obligaron a dejar La Plata. Allí fue capturada por ser una activa militante montonera. Sobrevivió para contarlo y no arrepentirse de su pasado.”

O sea que Pablo Díaz no fue el único sobreviviente.

A esta altura del escrito, ya tenemos dos desaparecidos-aparecidos, Parece que los medios de prensa de ese entonces, o lo ignoraron o no lo quisieron dar a conocer.

Emilce fue capturada en la madrugada del 17 de septiembre de 1976, tenía 17 años y militaba activamente en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Ella y Gustavo Calotti que también vive -y ya son tres los aparecidos- y que está radicado en Francia, conjuntamente con otra joven radicada en La Plata -y van cuatro los aparecidos- son hasta ese momento, los sobrevivientes de esa llamada “la noche de los lápices”.

Decía Emilce Moler:

“Teníamos un proyecto político, en relación con los desaparecidos de los secundarios de La Plata. No fue exclusivamente la lucha por el boleto, eso era un objetivo superfluo que fue utilizado buscando reivindicar la militancia”.

-¿Por qué su nombre no se asocia con la noche de los lápices?

“Pase algo más de un año y medio en Devoto hasta que me dieron la libertad vigilada y me dijeron que me vaya de La Plata, debía ser muy peligrosa. Con mi familia decidimos irnos a Mar del Plata.

-La Noche de los Lápices se asocia con el boleto estudiantil, ¿pero Ud. habla de una lucha política más amplia?

“No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que participaban en ella. Detuvieron a un grupo que participaba en una agrupación política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES, es decir que había un proyecto político al fin”.

Es indudable que esta información desnuda todos los argumentos de Pablo Díaz, quien se creyó el único sobreviviente de aquellos estudiantes comprometidos.

Frente a esta situación, no cabe ninguna duda de las mentiras que pregona la película sobre los métodos empleados contra esos jóvenes estudiantes terroristas.

Con este comentario termina la información de Página 12.

Otras informaciones

Según el diario Clarín, en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, el 18 de septiembre de 1999, se rindió homenaje a sus 36 ex alumnos desaparecidos entre el 76/78 y se descubrió una placa por el aniversario de la noche de los lápices, donde de siete estudiantes secuestrados, había aparecido uno solo: Pablo Díaz. Cabe destacar que hasta ese momento no se había dado a conocer la aparición de los otros.

El discurso más emotivo fue el de José Luis Calvo, ex militante de la Unión de Estudiantes Secundarios del Pellegrini quien hablo de los que fueron sus compañeros. Los familiares lo escuchaban sentados, en sillas colocadas en hileras, donde tambien estaban las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora y las Abuelas de Plaza de Mayo.

Posteriormente hablo la madre de terroristas Hebe de Bonafini, lanzando un controvertido discurso en contra del sistema democrático y de las Instituciones del Estado. Ante decenas de adolescentes, insto a los jóvenes "a rebelarse contra la autoridad y echar por tierra los Poderes Legislativo y Judicial en todos los niveles”[2]

Pero como si esto no fuera suficiente, aparece un documento generando una nueva sorpresa para completar el cuadro general de los hechos.

En la Escuela Media N° 7 de Palermo, Ciudad de Buenos Aires, en un acto que se llevo a cabo en la “Sala B” de Centro Cultural General San Martin, bajo el lema “Los lápices escriben memoria y justicia”, dicha sala ha pasado a llamarse María Claudia Falcone en homenaje a la terrorista de la Juventud Guevarista inmortalizada en la película “La Noche de los Lápices”. Durante ese acto el Secretario de Educación de esta Ciudad destaco que, “no puede haber una política educativa sin la política de la memoria”.

Relacionado con esta “joven idealista”, es necesario destacar lo expresado por su hermano en el libro de Viviana Gorbatto “Montoneros, soldados de Menem”:

  • “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida”
  • “Ni mi hermana ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha”.
  • “¿Tu hermana y vos eran montoneros convencidos?” “Sí. Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera”.
  • “En el departamento donde cayó mi hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata”.
  • "Mi hermana no cayó por el boleto secundario, sino por una patria justa libre y soberana”.
  • “La gente que tenia la conducción de un colegio secundario no se chupaba el dedo. Tenía práctica política y militar”.

"Chicos inocentes"

Es indudable, después de todos estos antecedente que “los chicos capturados” no eran “chicos inocentes”, sino miembros encuadrados dentro de la organización terrorista.

Los estudiantes secundarios de La Plata fueron solo una pieza de esa máquina que atacó a la República en sus Instituciones y a toda la sociedad en general.

Esta verdad permite extender el análisis sobre la casi totalidad de los presuntos desaparecidos del fantasioso libro “Nunca Más”, considerándolos como terroristas, caídos en el combate, autoexiliados, muertos y ejecutados por sus propias organizaciones y suicidados por la ingestión de la “pastilla salvadora de cianuro”.

No cabe dudas de que la sociedad fue nuevamente engañada y lo sigue aun a través de la acción psicológica y la prédica destructiva contra las FF.AA., las de Seguridad y Policiales.

Vale aquí, como corolario de esta historia lo que expresa “Carta Política”, cuando dice: “La verdad es que la memoria de esos jóvenes terroristas, caídos por ideales equivocados, es más respetada por sus ex contrincantes, que han dicho la verdad, que por los ideólogos que condujeron a esa barbarie, ideólogos que ahora usan su recurso para agitar un odio estéril”.

Artículos de opinión

La Mentira Oficial sobre la Noche de los Lápices, por Nicolás Márquez


El público se renueva y las polémicas se reciclan. Con motivo de una renovada conmemoración anual a las que nos tienen acostumbrados los mercaderes de los derechos humanos, esta semana recibí un sinfín de mails y consultas en torno a mi opinión acerca del episodio popularmente conocido como “La Noche de los Lápices”, el cual me ocupé de refutar en mi libro La Mentira Oficial en el año 2006, del cual transcribo el siguiente fragmento atendiendo a la cantidad de inquietudes recibidas en torno al mito en cuestión.

Durante los años ‘80, al igual que en la actualidad, la abominable gestión alfonsinista estuvo intoxicada de una deletérea promoción o subvención estatal de “arte” setentista, así como también de una publicidad vengativa del mismo corte ideológico. La propaganda del régimen y su filosofía armonizaban a la perfección (hasta el más inocente spot televisivo portaba ideologismos recalcitrantes), y el plano cinematográfico aprovechó el “boom cultural” de la época, en donde los filmes se sucedían con las acentuadas tendencias indicadas. Pero si de películas emblemáticas se trata, va de suyo que la película por excelencia ha sido “La Noche de los Lápices”.

El promocionado filme contaba la historia (se supone que verídica) de un grupo de simpáticos jovenzuelos que bregaban por una inocente y enternecedora rebaja en el boleto estudiantil y sus picardías más atrevidas eran cantar canciones de Sui Géneris y soñar con un mundo más justo, igualitario, solidario, etc. Luego, unos militares feos y malos se enojaron porque sí, los maltrataron por “pensar distinto”, los ultrajaron por “tener un corazón altruista”, encarcelaron por “tener sensibilidad social” y los mataron por placer; punto.

La película tiene como basamento el libro “La Noche de los Lápices” escrito por M. Seoane y H. R. Núñez que a su vez se basa en el relato de Pablo Díaz, quien presumía ser el único sobreviviente de un grupo de 6 estudiantes.

El libro citado fue terminado el 7 de junio de 1986, 9 años y 10 meses después de los presuntos hechos. Lo allí narrado fue la base que se tomó para producir la difundidísima película homónima.

El staff del film estaba conformado por varios actores que luego integraron el elenco del culebrón vespertino “Clave de Sol”. Como no somos críticos de cine (no por eso dejamos de tener buen gusto a la hora de elegir una película), no analizaremos la calidad del mismo ni nos interesa, simplemente cometeremos la riesgosísima osadía de dudar o relativizar la veracidad de la versión dada, atendiendo (entre otras cosas) al lastimoso perfil del personaje central del filme en la vida real, Pablo Díaz.

En efecto, al parecer ni Pablo Díaz era un ingenuo muchacho de barrio, ni fue el único sobreviviente, ni tampoco luchaban por el boleto estudiantil (esto era una pantalla), sino para llevar adelante la revolución bolchevique.

Finalizando los años ochenta, siendo ya no tan joven e irreflexivo, Pablo Alejandro Díaz hizo conocer su filiación al grupo terrorista MTP (Movimiento Todos por la Patria), prolongación del ERP comandado por Enrique Gorriarán Merlo, que en 1989 asesinara a diez soldados e hiriera y mutilara a otros sesenta durante el ataque terrorista al Regimiento 3 de Infantería Mecanizado, “General Belgrano”, en La Tablada.

Pero esta militancia en grupos extremistas no es una actitud novedosa en Díaz, ya que en sus años mozos (cuando protagonizó los hechos que le dieron cárcel primero y celebridad después), “él ya militaba en el “Frente Estudiantil” de la subversión de la JG (Juventud Guevarista), rama que englobaba activistas del PRT-ERP inscriptos en institutos educacionales, de donde se extrajeron primordialmente renovadas camadas terroristas. Fue en esa militancia castro-guevarista (es decir marxista-leninista) nunca desmentida y ahora reafirmada por el propio interesado, que el casi veinteañero Díaz (un poco grande para estudiante secundario) resultó detenido entre 1976 y 1980”.

A pesar de que la película de marras presenta a Díaz y sus camaradas como idealistas inofensivos, el prontuario real del protagonista parece desmentir la estereotipada versión que se quiso vender (y con mucho éxito) de los episodios pasados. La película no podría haber sido más ideologizada, ya que un militante confeso de grupos extremistas es presentado como un inofensivo “pícaro y bonachón” peticionante de rebajas de boletos estudiantiles. Esta versión fílmica no deja de ser coherente y concordante con las calificaciones que hace la propaganda oficial en el libro “Nunca Más” acerca de la muchachada de la época; el best seller califica a esta camada como “jóvenes idealistas” o “adolescentes sensibles”.

En aquella época, la ciudad de La Plata (lugar en que se desarrollaron los hechos) era un verdadero caos. Hordas estudiantiles enroladas en la criminalidad subversiva cometían desórdenes incontrolables. Los terroristas, en los días previos y posteriores a lo que después se bautizó con el nombre conocido, asesinaron a 33 personas y otras 150 resultaron heridas. Al respecto, en el diario Página 12, el 15 de septiembre de 1998, se efectuó una nota reporteando a Emilce Moler, de 39 años, secuestrada en La Plata el 17 de septiembre por militar en la organización Montoneros a través de la UES. Allí se informa que ella y Gustavo Calloti (que también vive y que está radicado en Francia), conjuntamente con otra joven radicada en La Plata (y van cuatro los aparecidos) son hasta ese momento los sobrevivientes de la llamada “noche de los lápices”. En el reportaje decía Emilce Moler:

EM: “Teníamos un proyecto político, en relación con los desaparecidos de los secundarios de La Plata. No fue exclusivamente la lucha por el boleto, eso era un objetivo superfluo que fue utilizado buscando reivindicar la militancia”.

P12: ¿Por qué su nombre no se asocia con la noche de los lápices?

EM: “Pasé algo más de un año y medio en Devoto hasta que me dieron la libertad vigilada y me dijeron que me fuera de La Plata, debía ser muy peligrosa. Con mi familia decidimos irnos a Mar del Plata.”

P12: “La Noche de los Lápices” se asocia con el boleto estudiantil, pero Ud. habla de una lucha política más amplia.

EM: “No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que participaban en ella. Detuvieron a un grupo que participaba en una agrupación política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES, es decir que había a un proyecto político al fin”.

Otro dato de extraordinaria relevancia y que termina contradiciendo contundentemente a la versión fílmica en cuestión, es el caso de María Claudia Falcone (mostrada como mártir en la película), ya que en nota efectuada a su hermano, transcripta en el libro “Montoneros, Soldados de Menem?, Soldados de Duhalde?” de Viviana Gorbatto, éste expresa:

“–Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida. Ni mi hermana ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha”.

–¿Tu hermana y vos eran montoneros convencidos?

–Sí. Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera”. En el departamento donde cayó mi hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata. Mi hermana no cayó por el boleto secundario, sino por una patria justa, libre y soberana. La gente que tenía la conducción de un colegio secundario no se chupaba el dedo. Tenía práctica política y militar.”

Visto y considerando que los propios protagonistas desacreditan categóricamente la veracidad del filme, vale recordar las posteriores declaraciones del ex Montonero Martín Caparrós, en declaraciones recientes en torno al asunto aquí tratado sostuvo que: “Creo que hubo una construcción inicial que fue esta idea de las víctimas impolutas. El desaparecido como víctima angelical que es la idea que sintetiza La noche de los lápices. La noche de los lápices es la mayor falacia que se ha producido en la historia argentina contemporánea. Falacia que se va a reproducir cuándo, ¿mañana, pasado?, ¿cuándo es el día de la noche de los lápices?… Pero La noche de los lápices es un mamarracho, quiero decir es como la quintaesencia de esta idea de ¡ay!, esos pobres chicos estudiantes secundarios que querían el boleto estudiantil, los agarraron los militares que eran tan malos y los mataron a todos. Esos chicos que querían el boleto estudiantil, además de querer el boleto estudiantil, eran militantes de unas organizaciones, unas agrupaciones que apoyaban a unas organizaciones que estaban a favor de la lucha armada y de todo eso”.

¿Hace falta seguir agregando datos para demostrar y confirmar como en este como en tantos episodios de la historia reciente la mentira oficial se impone por la fuerza de la repetición aforística y no de los hechos historiográficos y objetivamente comprobados?

Referencias

  1. Según la sobreviviente Emilce Moler (en el Diario Hoy, del 14 de septiembre de 2006, «En la sociedad quedó instalado que había sido la marcha por el boleto estudiantil, pero el problema era que militábamos y con eso relaciono nuestra detención».
  2. La Nación, 18 de septiembre 1999.

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