Masacre del Seguro Obrero

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Masacre del Seguro Obrero
Por Masacre del Seguro Obrero se conoce en Chile a los hechos ocurridos el 5 de septiembre de 1938 a la matanza de 64 jóvenes militantes del Movimiento Nacional-Socialista de Chile a manos de las fuerzas de seguridad de la época.

Los Hechos

Eran las 12.20 del 5 de septiembre del año 1938, cuando una señora le avisó al oficial de Carabineros de Chile, José Salazar que un grupo de jóvenes armados estaba entrando al edificio de la Caja del Seguro Obrero. El Carabinero se acercó corriendo al edificio, cuyo portón cerraba por dentro un joven, el nacista Carlos Barraza. El Carabinero Salazar le ordenó que se detuviese apuntando con su arma pero recibió un tiro en el tórax, convirtiéndose en la única baja de la policía aquel día.

Alrededor de 20 personas, liderados por Ricardo White ("Comandante" de las Tropas Nacistas de Asalto –T.N.A.- de Santiago), entre los cuales se encontraban estudiantes y obreros nacionalsocialistas, tomaron de rehenes a los empleados presentes y los encerraron en una pieza en el onceavo piso del edificio.

El Presidente Arturo Alessandri hablaba por teléfono con Guillermo Correa, Ministro de Justicia e Instrucción Pública, desde su oficina en el Palacio de La Moneda , a 30 metros del Seguro Obrero, cuando oyó el disparo y por la ventana vio cómo el Carabinero Salazar desfallecía en un buzón de correos. El Intendente Bustamante le dijo que eran "gángsters" que querían robar la caja...pero, según las "Memorias" de Alessandri, el León -como se la apodaba al presidente- habría afirmado desde el primer momento que se trataba de una revuelta nacista. El Presidente fue a la Intendencia y llamó a los Comandantes de las Fuerzas Armadas y a los Directores de Carabineros e Investigaciones, y ordenó que la Escuela de Carabineros sofocara la toma.

Eran la una de la tarde cuando el Presidente, que se encontraba en la Intendencia Regional, recibió al arquitecto Müller. Müller le comunicó que un grupo armado dirigido por el estudiante de Derecho César Parada, había interrumpido su reunión con el Rector de la Universidad de Chile, don Juvenal Hernández, tomando de rehén a éste último.

Alessandri ordenó al General Oscar Novoa, Comandante en Jefe del Ejército, que se recuperara la Universidad, donde los amotinados se habían parapetado en el Salón de Conferencias y en la portería. Los policías se habían apostado en la terraza del Club de la Unión y en la bocacalle de Ahumada. Entonces se abrió fuego.

En aquellos días las Plaza de la Constitución se estaba construyendo y, entre escombros y materiales de construcción, los Carabineros instalaron una línea de ametralladoras. Pasadas las 13 horas, la policía ingresó al edificio: Los nacis se replegaron desde el cuarto al sexto piso y liberaron a las mujeres rehenes. A eso de las 13.30 los rebeldes retrocedieron hasta el octavo piso.

Al llegar el Regimiento de Infantería Buin, los amotinados en la Caja lo aclamaron con "vivas" creyendo que eran los refuerzos que esperaban, pero en realidad lo soldados iban a sofocarlos.

A las 14.30, una batería del Regimiento Tacna derribó el portón de la Universidad. Los nacis se rindieron y liberaron a los rehenes, pues tenían orden de no enfrentarse al Ejército. En la Universidad quedaron los cuerpos de siete nacis cuyas muertes nunca fueron aclaradas. Según la "versión oficial" estos habrían fallecido en combate...versión que los sobrevivientes niegan con la siguiente afirmación:

" ...cuando los carabineros penetraron al hall de entrada, de todos los sitios del edificio acudían a la puerta los rendidos, con los brazos en alto y sin armas. A pesar de esta actitud de los rendidos, la tropa de carabineros los atacó a culatazos y sablazos, persiguiéndolos por corredores y pasillos, a fin de obligarlos a salir a empellones, con un despliegue inútil de crueldad. Estas escenas se repitieron hasta la calle (...) En este primer estallido de brutalidad perdieron la vida siete universitarios, que fueron acorralados en el patio del Rector y ametrallados, brazos en alto, por orden de un jefe de carabineros..."

El Jefe de Carabineros que sería identificado más tarde como el Coronel Juan Pezoa.

[Tomado del suplemento Revista HOY, del 29 de noviembre de 1938]

Treinta y seis eran los rebeldes que fueron sacados de la Universidad manos arriba y conducidos por un confuso trayecto hasta la calle Morandé. Frente al Seguro Obrero los hicieron correr para que sus camaradas los vieran pasar rendidos.

Entonces vino la confusa orden de ingresarlos al edificio para que sus compañeros los ejecutaran -orden supuestamente dada por el General Arriagada y Alessandri- pero en el segundo piso el Coronel Pezoa tenía órdenes del Presidente y Arriagada para que se les ejecutara a todos los rendidos...

Pasadas las 3 de la tarde hicieron entrar a los rendidos a la Caja. En el sexto piso los encerraron en una pieza. A las 15.45, el Teniente Coronel González escogió al estudiante de Derecho Humberto Yuric para que parlamentara una rendición de sus camaradas, pero no sus esfuerzos fueron infructuosos. Fue entonces cuando Guillermo Cuello lo intentó: Le explicó que el jefe de Carabineros amenazaba con fusilar a los rendidos de la Universidad si no se entregaba el grupo de la Caja, prometiendo respetar la vida de los rendidos si es que estos dejaban sus armas.

Bajaron juntos rehenes y amotinados. Uno de los cuatro sobrevivientes, Carlos Pizarro, contó su historia para El Mercurio.

"... Bajamos revueltos. En el sexto piso había un empleado del Seguro que decía <éste es empleado, éste no>. A los que sí, los carabineros los llevaban abajo. A nosotros nos dejaban en el descanso del piso seis."

El descanso era el espacio entre el ascensor y la escalera, corredor de metro y medio de ancho. Ahí, la policía fue amontonando a los rebeldes manos arriba después de revisarlos. En este trámite, cuenta Pizarro Cárdenas, había un señor que alegaba ser empleado.

"Repetía que se llamaba Cabello. Un oficial le pegó un cachazo en la cabeza y un civil le disparó en el estómago. Lo bajaron herido. Después, otro oficial me preguntó quién era yo y yo le dije que no era empleado. El civil, llamado Francisco Droguett Raud, se dio vuelta y diciendo algo que no entendí, gatilló su arma frente a mi estómago. Después, el civil me dio la espalda y se olvidó de mi. "

Esto lo confirma el testimonio del médico de la Asistencia Pública, Doctor Moisés Díaz, quien fue enviado al edificio para tratar a un civil herido. Sin embargo, apenas divisó al empleado José Cabello, le obligaron a abandonar el edificio. Díaz y el director del hospital le ofrecieron al Intendente atender a los heridos, pero el General Director de Carabineros Humberto Arriagada expresó "Miré Doctor, no van a ser necesarios los servicios de la Asistencia , porque no van a haber heridos." José Cabello murió desangrado. La misma suerte corrieron el empleado Carlos Ossa y cinco rebeldes que insultaron a la tropa.

Cuando los rehenes ya habían bajado un oficial dio la orden: Los policías acribillaron a veinte nacis manos arriba. Carlos Pizarro explica:

"Era un estruendo, yo caí pensando que estaba herido, y sobre mí cayeron varios camaradas. Los oficiales arengaba a la tropa gritando <¡Maten, maten, hay 40 Carabineros muertos en la calle!>.

La sangre de quienes cayeron sobre él escurrió por su cuerpo ileso. Lo creyeron muerto. El naci Enrique Herreros, moribundo, pidió que le dispararan a la cabeza. Lo hicieron, pero entonces suplicó que apuntaran a su corazón. Sólo ahí cayó muerto. Oyó el primer repaso hecho con revólveres. Luego, para comprobar que estaban muertos, los uniformados se balancearon de pie sobre los cuerpos.

Pizarro escuchó a un oficial decirles a los rendidos de la Universidad , quienes estaban encerrados en un cuarto, que tendrían que pasar sobre los cadáveres de sus camaradas.

Luego los hicieron salir. Pizarro sintió como corrían hacia abajo: "Se sentían las carreras de los cabros cuando arrancaban y los gritos de la muchachada. Los bajaron al cuarto y quinto piso y los liquidaron ahí."

Eran las 16.45 horas. El remate de los heridos, a culatazos y sablazos, duró más de una hora. A los cadáveres se les quitaron los relojes y las cadenas. Además, desordenaron los cuerpos para que pareciera un enfrentamiento. Así lo describe Alberto Montes Montes, uno de los cuatro sobrevivientes:

"...iniciaron la tarea de ordenar los cadáveres en el suelo. A mí, me tomaron en vilo y me dejaron caer en el duro pavimento (...) Quedé junto a la escalera, con la cabeza en un peldaño, sin estar oculto por ningún cuerpo. Todavía se sentían quejidos y suspiros(...) Los carabineros venían pisando los cadáveres y disparándoles (...) recibí un balazo en el pie y otro en la cara. El primero me rompió el calcetín y el segundo quemó con el fogonazo mi nariz. Para ello, quien me disparaba se subió en mi estómago (...) Un grupo de servidores del orden pasó pinchando uno a uno, con alfileres, los cadáveres"

A los policías les ordenaron usar las culatas para no hacer ruido con el remate. Culatazos y sablazos despedazaron los rostros y los estómagos de los muertos. A él le golpearon la boca y le revisaron los párpados. A las ocho de la noche reconoció las campanadas del reloj del diario "La Nación".

Las horas posteriores e investigaciones

A las nueve de la noche el diputado Raúl Marín y el periodista Darío Zañartu convencieron al mayor Luis Portales, responsable de la puerta del edificio, de que los dejasen ingresar. Los sobrevivientes Carlos Pizarro, David Hernández y Facundo Vargas dieron señales de vida para que los reconocieran; los policías los apuntaron con las carabinas. Pizarro oyó "delante de mi no muere nadie" . El diputado Marín fue a pedir clemencia al Presidente y el periodista se quedó ahí para proteger las vidas de los nazis.

Finalmente trasladaron a los tres heridos a la Asistencia Pública y a Carlos Pizarro a Investigaciones. Ya en la penitenciaría fue condenado a cinco años en primera instancia. EL 24 de diciembre fue indultado por el Presidente, entonces electo, Pedro Aguirre Cerda.

A las dos de la mañana retiraron los cadáveres y los trasladaron hasta el Instituto Médico Legal, donde terminaron de identificarlos pasadas las cinco de la mañana.

Después de la matanza fueron clausurados varios diarios y revistas. En tanto, la prensa oficialista tituló Nacistas fueron muertos por sus propios compañeros; título basado en la declaración del Ministro del Interior, Luis Salas.

El Gobierno ordenó un sumario "Contra Jorge González y Otro", que condenó dos días antes del cambio de mando, al "Jefe" -como se conocía al líder nacista González von Marées-, a los sobrevivientes y a todos los colaboradores del motín. Sin embargo, este sumario fue calificado de fraude, según seis diputados de la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados, entre ellos Gabriel González Videla. Las declaraciones de todos los carabineros fueron escritas por el abogado de la Prefectura, Edwin Lührs. Se pagaron 1.500 pesos a cada policía -suma equivalente a un sueldo- y fueron amenazados con la expulsión si no colaboraban.

Pedro Aguirre Cerda fue elegido Presidente, presumiblemente gracias al apoyo que el "Jefe González" le dio desde la cárcel cuando el 6 de septiembre se responsabilizó por todo lo sucedido. Aguirre, candidato del Frente Popular, venció por cuatro mil votos, mientras que los nacistas habían logrado en las elecciones parlamentarias de 1937 casi 15 mil votos.

En la sesión del 4 de abril de 1939 de la Cámara de Diputados la Comisión Investigadora de los sucesos informó que la orden de matar a todos los rendidos debía haber provenido del Jefe de Carabineros o del Presidente Alessandri. Propuso acusar al primer mandatario, moción que fue apoyada por 53 diputados, mientras que 66 se opusieron.

Se designó al Fiscal Militar Ernesto Banderas para el caso, quien en el mes de julio de 1940 pidió la pena de muerte para el civil Francisco Droguett Raud, calificando su actuación como "especialmente grave" al prestarse voluntariamente para cometer los delitos de homicidio comprobados. Solicitó, además, presidio perpetuo para el General Director de Carabineros Humberto Arriagada, y 15 años de presidio mayor en su grado medio para otros siete oficiales.

Para el abogado de la Prefectura de Carabineros, Edwin Lührs, pidió la máxima sanción disciplinaria, por haberle ordenado a los testigos mentir al ministro que realizó el primer sumario. Ninguna responsabilidad pudo establecerse respecto de los muertos en la Universidad de Chile.

Placa conmemorativa

La sentencia del Juzgado Militar del 3 de julio de 1940, condenó a veinte años de presidio mayor al General Arriagada y a otros dos oficiales de Carabineros. Francisco Drogett recibió presidio perpetuo. Absolvió, sin embargo, a los otros oficiales.

Alessandri hizo caso omiso de este sumario en sus Memorias. Dijo que fue una conspiración en su contra y que sólo le pidió al General Director reestablecer el orden. En julio de 1940, el Presidente Aguirre indultó a todos los condenados por el Juzgado Militar.

Consecuencias para el MNS

El Movimiento Nacional-Socialista de Chile dejó de existir como tal. A fines de 1938 Jorge González lo transformó en la Vanguardia Popular Socialista y se acercó a la izquierda. Esta organización se desintegró tres años después. En 1950 González fue nombrado Secretario General del Partido Liberal y escribió el epitafio para Arturo Alessandri: "Ha muerto el más grande de los liberales y el más ilustre de los chilenos".

En la actualidad, una placa con los nombres de los caídos se encuentra en la esquina del edificio que alberga al Ministerio de Justicia como único recuerdo latente de lo ocurrido.

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