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Messerschmitt Me 163
Hay quien considera al Me 163 Komet (cometa) de aspecto futurista como el primer avión cohete de la historia aeronáutica que entró en combate. El Komet era en realidad un planeador que usaba su revolucionario medio de propulsión sólo durante unos instantes durante el despegue y el ascenso a gran altura.
Historia
Fue el resultado del trabajo de dos grandes ingenieros: Gerhard Maas, que en 1926 empezó a trabajar en ciertos problemas de control y estabilidad que presentaban los planeadores, y Helmuth Walter, creador del primer motor cohete de carburante líquido. Estos motores cohetes usaban los propelentes T-Stoff (peróxido de hidrógeno concentrado, agua oxigenada) y C-Stoff (hidrato de hidrazina y alcohol metílico), altamente corrosivos y volátiles. Esta mezcla era realmente peligrosa y costó la vida a bastantes buenos pilotos: del piloto Joschi Pols sólo se encontraron las gafas y el traje antiácido después de tener un accidente en su Me-163.
El proyecto del Me 163 comenzó en 1938 cuando Maas empezó a trabajar en un nuevo y secreto motor cohete para uno de sus últimos planeadores, el DFS-40. En 1939 el equipo de Maas inició sus actividades en la fábrica Messerschmitt A.G. de Augsburgo, llegando a crear en 1941 un prototipo sin motor que necesitaba ser remolcado por un Messerschmitt Bf 110. En agosto del mismo año tuvo lugar el primer vuelo con motor en la base secreta de Peenemünde. El piloto de pruebas era Heini Dittmar, que alcanzó por primera vez en el mundo la velocidad de 0.84 match en dicho prototipo.
Primer vuelo
En 1942 voló el primer Me 163B, pero los resultados aún no eran satisfactorios, lo cual desembocó en un incesante trabajo de investigación, pruebas y correcciones. Pero igualmente arduo fue el entrenamiento de los pilotos, cosa que resultó muy complicada y accidentada. Por fin, El 13 de mayo de 1944 tuvo lugar el primer enfrentamiento con bombarderos aliados cerca de Merseburgo entre Wolfgang Spate en el Me-163B V41 y unos P-47 Thunderbolt. Las siguientes apariciones en combate tampoco fueron muy provechosas. Es difícil parar un raid de 1000 bombarderos con sus cazas de escolta con sólo 6 aviones.
El Komet era un pequeño avión monoplano armado con dos cañones en las alas y cuyo fuselaje alojaba al piloto, el motor y parte del carburante (cosa que provocó numerosos accidentes). En el despegue se utilizaba un tren de aterrizaje que se desprendía en vuelo, y en el aterrizaje se usaba el patín vertical, que iba anclado en la parte inferior del casco. En su inmensa delicadeza había que soltar el tren de aterrizaje a una altura no superior a 5 metros, ya que podía rebotar y dar al avión.
Alemania consiguió desplegar 300 unidades de este aparato, la mayor parte del modelo Komet B-1a. El Komet resultó excepcional en su cometido y consiguió notables éxitos a pesar de su breve tiempo de servicio, pero padeció graves defectos que no pudieron ser subsanados como, por ejemplo, la dificultad de apuntar con exactitud debida a la excesiva velocidad respecto a los lentos bombarderos.
Versión japonesa
En 1944, el régimen alemán acordó enviar el diseño del Komet a Japón, que necesitaba un interceptor para hacerle frente a los bombarderos B-29 estadounidenses. Así surgió el Mitsubishi J8M. Para ello, además de los planos lograron hacerles llegar un avión completo y dos motores. La versión japonesa voló por primera vez el 7 de julio de 1945, sin posibilidades de influir en el desenlace del conflicto dado que apenas se llegaron a construir 7 unidades.
Armamento
Su armamento era muy potente: los cañones Rheinmetal MK 108 de 30 mm disparaban unos proyectiles capaces de destruir a un caza de un solo impacto y causar graves daños a un bombardero e incluso derribarlo con 3 o 4 impactos, pero la cadencia de estos cañones era muy baja, y escasa su munición, apenas 60 proyectiles. Cuando el Me-163 entraba en combate contra los bombarderos, superaba en casi 400 km/h la velocidad de estos, teniendo apenas tiempo para soltar una pequeña ráfaga, y posiblemente por la baja cadencia de tiro, el objetivo quedaba entre los dos proyectiles lanzados, saliendo indemne, y no pudiendo hacer más que unas pocas pasadas dada su corta autonomía de tan sólo unos 5-6 minutos.
Entonces, una vez acabado el combustible, se convertía en un planeador y en un blanco muy fácil para los numerosos cazas que escoltaban los raids de bombardeo.
Pero existían otros problemas en esa fase de la guerra que fueron decisivos para el Komet: la falta de combustible, las dificultades en la producción en serie y, ante todo, la falta de tiempo para poner a punto el avión y un mejor entrenamiento de los pilotos. Debido todo ello a la imperiosa necesidad de desplegar los Komet cuanto antes e intentar defenderse de los numerosos bombardeos aliados.
La guerra terminó antes de que este extraordinario avión pudiese afectar al curso de la misma, aunque ciertos expertos opinan que, de haberse puesto en servicio un año antes, podría haber cambiado drásticamente el resultado de la batalla aérea en los cielos alemanes.