Ricardo Rojas

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Ricardo Rojas

Ricardo Rojas nació en Tucumán el 16 de septiembre de 1882. Murió en Buenos Aires el 29 de julio de 1957. Proveniente de una de las familias más tradicionales del Noroeste Argentino, su padre, Absalón Rojas, había sido diputado en el Colegio Nacional, Senador y Gobernador de la Provincia de Santiago del Estero.

Biografía

Fue precisamente en Santiago del Estero donde Ricardo Rojas comenzó sus estudios preparatorios. Cuando su padre falleció, en 1893, la familia se trasladó a Buenos Aires. Allí residiría Rojas el resto de su vida, excepto por algunos viajes circunstanciales. En esta ciudad, además, se casó en 1913 con Julieta Quinteros, la hija del Gobernador de Tucumán.

Desde muy joven Rojas comenzó a demostrar una excepcional vocación por la literatura: a la edad de 15 años empezó a publicar artículos y poemas en los periódicos locales de Santiago, y recién llegado a Buenos Aires comenzó se expresó a través de la revista Ideas, fundada en 1903 por Manuel Gálvez, y se inició como periodista en el staff de El País, periódico que respondía a Carlos Pellegrini.

Más tarde, fue también un asiduo colaborador de Caras y Caretas, desde 1900, y de La Nación desde 1904. Sus artículos y poemas fueron recogidos, posteriormente, en los más importantes diarios y antologías de España y Sudamérica.

Un autodidacta

Sus estudios se interrumpieron en Santiago del Estero, y nunca obtuvo ningún grado universitario, si bien comenzó a estudiar Leyes, carrera que abandonó a favor de sus trabajos literarios. Más tarde, su prestigio le brindaría dos cargos universitarios y la membresía en varias sociedades científicas, incluso de la Academia Real de Letras de Madrid, de la Sociedad de Historia y Numismática de Buenos Aires, y del Consejo Académico de la Universidad de La Plata.

Su educación fue el resultado de sus propios esfuerzos: fue un verdadero autodidacta, disciplinado y constante con sus estudios particulares. Fue un gran lector, además. Así, con sólo 37 años de edad ya era el autor de 20 obras y un referente en el panorama literario nacional.

Su primer libro fue una colección de versos titulado La victoria del hombre, que apareció en 1903, y fue prologado por Guido y Spano en Argentina y don Miguel de Unamuno en España.

Mientras tanto, había cultivado con pasión sus estudios históricos y críticos, y había realizado numerosos viajes. Producto de esta experiencia fueron El país de la selva, una colección de personajes, paisajes y leyendas típicas del interior de la Argentina que publicó en 1907, y El Ucumar, una novela corta sobre la vida del país. Entre 1907 y 1908 fue a estudiar a Europa, y visitó España, Inglaterra, Italia y Francia.

Nacionalista y pacifista

En el Viejo Mundo publicó varias obras, como El alma española, de crítica literaria. A su regreso, presentó sus memorias de viaje en La Nación de Buenos Aires con el título de Cartas de Europa. Entonces, también apareció su libro más controversial, La restauración nacionalista, en el que marcaba la necesidad de reforma de la educación argentina, de acuerdo con sus ideales de nacionalidad y de civilización.

En 1909, la Universidad de La Plata lo invitó a ocupar el cargo de Literatura Española y tres años después la Universidad de Buenos Aires lo propuso como el primer profesor de Literatura Argentina. Bajo estas influencias académicas escribió Bibliografía de Sarmiento, Poesías de Cervantes e Historia de la Literatura Argentina, una obra que repasa el pensamiento argentino hasta 1917.

Junto a Manuel Gálvez y otros importantes pensadores, Rojas integró la "generación del Centenario", un grupo de jóvenes intelectuales nacidos entre 1876 y 1886, que admiraban la obra de la generación que los había antecedido, pero eran críticos de las consecuencias que esa labor había traído al país. Atacaban el materialismo dominante y la falta de ideales, el cosmopolitismo del ´900 y la pérdida de la identidad. Por eso, sus escritos se orientaron principalmente al estudio de los orígenes y la formación de la nacionalidad argentina.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el conflicto internacional lo incentivó a escribir artículos y pronunciar conferencias en las que promovía el más ferviente pacifismo. El Gobierno de Francia le reconoció esta labor, en 1922, cuando le otorgó la Cruz de la Legión de Honor. Ese año, Rojas creó el Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que con el tiempo se convertiría en el centro de investigaciones folklóricas y de musicología indígena más importante del país.

Rector de la UBA

También sería el fundador del Instituto de Filología, del Gabinete de Historia de la Civilización, y de la Escuela de Archivistas, Bibliotecarios y Técnicos para el servicio de Museos. Por unanimidad de votos, fue elegido Rector de la Universidad de Buenos Aires en marzo de 1926, y permaneció al frente de esa casa de estudios hasta 1930.

En 1934, por su destacada militancia en el radicalismo, fue confinado por algunos meses en el penal de Ushuaia, junto a otros muchos dirigentes radicales. En la arena política, como en los claustros, fue un orador elocuente, que sabía cautivar a la audiencia. Pasó los últimos años de su vida rodeado por el reconocimiento más generalizado.

En 1953, por ejemplo, el Centro de Derecho y Ciencias Sociales lo propuso como candidato al Premio Nobel de Letras, solicitud a la que adhirieron distintas universidades de América. Rojas falleció en Buenos Aires el 29 de Julio de 1957.

En 1982, un decreto presidencial consagró el día de su paso al más allá como el "Día de la Cultura Nacional".

Un fragmento de su obra

De todas las ideas tradicionales, pocas han sufrido tan decisivamente el embate de las ideas y las costumbres modernas como el viejo concepto religioso y heroico del patriotismo.

El cuerpo de una nación es su territorio, con los sembrados, los bosques, los ríos, las montañas y pueblos que en él se yuxtaponen y que cada habitante conoce por los viajes interiores y por las dependencias que rigen su vida económica, ó sea por la geografía del país. La noción de su unidad colectiva á través del tiempo, la sabe por el recuerdo de sus propios antepasados, por la tradición, la literatura, la leyenda, el folk-lore ó sea por su historia. No basta, pues que una nación se constituya políticamente, sino que es necesario fortalecer en cada uno de los individuos que la constituyen la idea de esa unidad... Acaso la verdadera fuerza de un pueblo dependa del concepto de su nacionalidad, más que de la riqueza y grandor de su territorio. Signifique esto un aviso para la República Argentina.

Cuando todos los hombres se sientan con iguales derechos en cualquier zona del planeta, -ideales que no son una quimera romántica,- entonces la tierra será para nuestra especie lo que era para los pueblos primitivos el recinto de la antigua ciudad.

La semejanza de las costumbres era condición indispensable para que los hombres de diversas zonas pudiesen aproximarse y comprenderse. Poco importa si para ello ha sido necesario el derramamiento de sangre...

Esta propaganda, á la que nosotros desearíamos contribuir en estas páginas, se apoya en la importancia del folklore, que, al fin es el estudio del alma popular...

Semejantes investigaciones tienen importancia, no sólo en cuanto prestan su concurso á la ciencia, á la literatura y á la historia, sino en cuanto consolidan la cohesión de una raza y afirman la intraconciencia de una nacionalidad. He ahí la razón práctica de su incremento y del concurso que se han apresurado á prestarles grandes hombres de letra y de gobierno.

Las repúblicas sudamericanas – nuestra Argentina sobre todo – necesitan crear su folklore. Lo necesitamos por nuestro filoneísmo sin freno, dispuesto siempre á derribar cualquier monumento vetusto ó preocupación añeja, en beneficio de un edificio nuevo ó de una idea moderna; por nuestro excesivo cosmopolitismo, modalidad colectiva permeable á todo tipo ó costumbre europeos; por la falta de fuerza de asimilación y de conservación; por nuestro progreso vertiginoso que nos va haciendo andar á saltos la vía del porvenir, olvidados del ayer, y olvidados muchas veces de nosotros mismos.

De Cosmópolis (Garnier, 1908)

Obras

  • Victoria del Hombre (1903)
  • El país de la Selva (1907)
  • Cartas de Europa (1908)
  • El Alma Española (1908)
  • Cosmópolis (1908)
  • La Restauración Nacionalista (1909)
  • Bibliografía de Sarmiento (1911)
  • Los Lises del Blasón (1911)
  • Blasón de Plata (1912)
  • Archivo Capitular de Jujuy (1913/1944)
  • La Universidad de Tucumán (1915)
  • La Argentinidad (1916)
  • Poesías de Cervantes (1916)
  • Historia de la literatura argentina, 8 tomos.
  • Los Arquetipos (1922)
  • Poesías (1923)
  • Facultad de Filosofía y Letras (1924)
  • Discursos (1924)
  • Eurindia (1924)
  • La Guerra de las Naciones (1924)
  • Las Provincias (1927)
  • El Cristo Invisible (1927)
  • Elelín (1929)
  • Discursos del Rector (1930)
  • Silabario de la Decoración Americana (1930)
  • La Historia de las Escuelas (1930)
  • Memoria del Rector (1930)
  • El Radicalismo de Mañana (1932)
  • El Santo de la Espada (1933)
  • Cervantes (1935)
  • Retablo Español (1938)
  • Un Titán de los Andes (1939)
  • Ollantay (1939)
  • El Pensamiento vivo de Sarmiento (1941)
  • Archipiélago (1942)
  • La Salamanca (1943)
  • El Profeta de la Pampa (1945)
  • La Entrevista de Guayaquil (1947)
  • La Victoria del Hombre y otros cantos (1951)
  • Ensayo de crítica histórica sobre Episodios de la vida internacional Argentina (1951)
  • Oda Latina (1954)