Septuaginta

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La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (en griego antiguo: ἡ Μετάφρασις τῶν Ἑβδομήκοντα; en griego moderno: Μετάφραση των Εβδομήκοντα; en latín: Septuaginta o Vetus Testamentum Graece iuxta LXX interpretes), y generalmente abreviada simplemente LXX, es una antigua traducción al griego koiné de los libros hebreos y arameos del Tanaj o Biblia hebrea.

Aunque en general se trataba de textos en estas lenguas semíticas (hebreo y arameo), algunos de los escritos incluidos en la recopilación fueron originalmente redactados en lengua griega.

Su traducción se inició en el siglo III a. C. (c. 280 a. C.), y concluyó hacia finales del siglo II a. C. (c. 100 a. C.). Inicialmente fue traducida la Torá o Pentateuco y el resto del trabajo se completó paulatinamente, en los dos o tres siglos siguientes.

En general se piensa que la LXX habría sido formada con el objetivo de cultivar la fe de las comunidades israelitas que vivían en la Diáspora (es decir, fuera de Judea), y que se comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época, residía en Alejandría una muy numerosa comunidad de inmigrantes hebreos. Sin embargo, dado que la orden habría provenido del rey Ptolomeo II Filadelfo, también es probable que el fin de la misma fuera proveer a la Biblioteca de Alejandría de una versión griega de los textos sagrados hebreos.

Historia

La Septuaginta es el principal producto literario del sincretismo cultural que ocurrió durante el período helenístico (c. 323-31 AEC.) El motivo de la producción de esta traducción parece ser que muchos de los judíos de Alejandría habían perdido la capacidad de hablar hebreo y arameo.

A partir del siglo II AEC todos los escritores (Filón, Séneca, Estrabón) mencionan poblaciones judías en muchas ciudades de la cuenca del Mediterráneo. Bajo el paraguas de la protección alejandrina, los judíos se hallaban extendidos no sólo en Palestina y Próximo Oriente, sino por toda Roma, Grecia y Noráfrica. En estas zonas existían ya kahales judíos bien organizados, ricos y poderosos, todos ellos conectados con Judea, el núcleo del judaísmo. En la sociedad judía, algunos sectores sociales absorberían la helenización, lo que dio origen a un judaísmo helenístico, que se desarrolló notablemente a partir del siglo III AEC, primero en la diáspora judía de Alejandría y Antioquía, y luego se extendió a Judea.

El nombre de Septuaginta se debe a que se redondeó a 70 el número total de sus 72 presuntos traductores. La Carta de Aristeas presenta una antigua versión de acuerdo con la cual, por instrucciones de Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a. C.), monarca griego de Egipto, 72 sabios judíos enviados por el Sumo sacerdote de Jerusalén, trabajaron por separado en la traducción de los textos sagrados del pueblo judío. Según la misma leyenda, la comparación del trabajo de todos reveló que los sabios habían coincidido en su trabajo de forma milagrosa. Los números 70 y 72 son recurrentes en la simbología judía.

Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en ese contexto, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen que se pudiera remontar a hechos extraordinarios.

Los cinco libros del Pentateuco (o sea la Torá llamada también "La Ley") fueron traducidos bajo el reinado de Ptolomeo II (285–246 a. C.), más tarde se tradujeron los otros libros hebreos y arameos.

Aunque no se conoce exactamente la fecha y el lugar de estas traducciones, los estudiosos proponen que una escuela de traductores se ocupó de verter el Libro de los Salmos de David, en Alejandría, hacia el año 185 a. C. Más tarde tradujeron los Libros de Ezequiel y Jeremías, así como el Dodecaprofetón, o Libro de los XII Profetas [Menores]. Más tarde tradujeron los escritos históricos: (Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías. El Libro de Daniel fue traducido alrededor del año 150 a. C. Los Libros de los Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico, fueron incorporados en el curso de los siglos II y I a. C. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el siglo I, la traducción al griego de los libros de Ester, Rut, Eclesiastés, Lamentaciones, y el Cantar de los Cantares, acaso por Aquila (activo alrededor del año 130 d. C.).

Los escritos y textos hebreos y arameos, que sirvieron de base para la formación de muchos elementos de la Biblia Septuaginta, carecían de gramemas dotados de valores fonéticos vocales, capitalización (alternancia mayúsculas/minúsculas), signos de puntuación y acentuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales y/o preposicionales. (Más tarde, se agregaron al idioma hebreo algunos signos con valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado texto masorético). Estos antecedentes podrían contribuir a explicar algunas diferencias interpretativas entre la Biblia griega de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido, y el hecho de que algún tiempo después, en ambientes judíos, algunos revisores hubieran procedido a tratar de “corregir” la Biblia alejandrina a fin de asimilarla a este último.