Homo sapiens
En el pasado, el género Homo fue más diversificado, y durante el último millón y medio de años incluía otras especies ya extintas. Desde la extinción del Homo neanderthalensis, hace 45.000 años y del Homo floresiensis, hace unos 12.000 años, el Homo sapiens es la única especie conocida del género Homo que aún perdura.
Homo sapiens pertenece a una estirpe de Primates, los hominoideos. Evolutivamente se diferenció en África y de ese ancestro surgió la familia de la que forman parte los homínidos.
Hasta hace poco, la biología utilizaba un nombre trinomial Homo sapiens sapiens para esta especie, considerando al Hombre de Neandertal como subespecie de H. sapiens pero más recientemente se ha llegado al consenso de que se trata de dos especies distintas[1]. Actualmente se usa exclusivamente un nombre binomial.
Filosóficamente, el ser humano se ha definido y redefinido a sí mismo de numerosas maneras a través de la historia, otorgándose de esta manera un propósito positivo o negativo respecto de su propia existencia. Existen diversos sistemas religiosos e ideales filosóficos que, de acuerdo a una diversa gama de culturas e ideales individuales, tienen como propósito y función responder algunas de esas interrogantes existenciales. Los seres humanos tienen la capacidad de ser conscientes de sí mismos, así como de su pasado; saben que tienen el poder de planear, transformar y realizar proyectos de diversos tipos. En función a esta capacidad, han creado diversos códigos morales y dogmas orientados directamente al manejo de estas capacidades. Además, pueden ser conscientes de responsabilidades y peligros provenientes de la naturaleza, así como de otros seres humanos.
Sumario
Orígenes
Los humanos actuales son producto de decenas de miles de años de evolución y mezcla genética. De hecho, algunos científicos sugieren que la transición hacia H. sapiens no fue un evento único, sino un proceso gradual y regionalmente diverso, con flujo genético entre poblaciones africanas. Este modelo se conoce como Modelo de origen multirregional dentro de África, que dice que varias poblaciones arcaicas africanas interconectadas dieron forma a los primeros H. sapiens, en lugar de surgir de un único "Adán primigenio".
Hace aproximadamente 300,000 años, a partir de una población arcaica de H. heidelbergensis africano (a veces llamado Homo rhodesiensis) u otra especie similar derivada de Homo erectus, comenzó a surgir la rama de homínidos llamada Homo sapiens. Los sapiens desarrollaron lenguaje complejo, arte, organización social y tecnologías avanzadas como arpones, agujas, fuego controlado de forma sistemática. Esto les dio una ventaja adaptativa clave para sobrevivir en diversos entornos y migrar largas distancias.
Hace entre 70,000 y 60,000 años, una rama de Homo sapiens salió de África a través del noreste del continente, cruzando hacia el Levante. Aunque no eran idénticos a ningún grupo moderno, estos primeros humanos mostraban más similitudes con los actuales pueblos capoides o khoisan de África Austral, que son los Homo sapiens con el linaje más antiguo (haplogrupo A). Estas primeras poblaciones ya eran anatómicamente modernas, pero tenían una fisiología adaptada al clima tropical.
Al llegar al Creciente Fértil, hace unos 60,000 años, los H. sapiens se encontraron con otras especies de homínidos, como los neandertales, y existió hibridación limitada entre ambos que dejó entre un 1% y 4% de ADN neandertal en todos los humanos no africanos actuales.
Los neandertales ya habitaban Europa y partes de Asia occidental desde hace aproximadamente 230,000 años y surgieron a partir de una población ancestral de Homo heidelbergensis (descendientes de Homo erectus) que migró desde África hacia Eurasia hace 600,000 años.
Hacia Europa
Desde el Levante, algunos grupos de esta población se dirigieron hacia el sureste de Anatolia (Turquía), luego avanzaron hacia el oeste por la costa mediterránea (ruta mediterránea) o bien por valles fluviales interiores, llegando a los Balcanes (Grecia, Bulgaria). Desde ahí se dispersaron hacia Europa central y occidental.
Otra vía importante fue avanzar desde Anatolia y los Balcanes hacia el interior de Europa a través del valle del río Danubio (ruta danubiana). Esta ruta facilitó la expansión hacia Europa central y norte de los Alpes.
En ese momento, Europa estaba parcialmente cubierta por glaciares, pero las regiones del sureste (Balcán, península itálica) tenían un clima más templado y fueron corredores naturales para el paso.
Llegaron a Europa hace aproximadamente 45,000 años, durante el Paleolítico Superior, donde también siguieron cruzándose con neandertales.
Esta hibridación introdujo genes relacionados con la inmunidad, adaptación al frío y pigmentación. También dio origen a los cromañones, considerados los primeros europeos modernos. Aunque completamente sapiens estabilizados, poseían un importante componente ADN neandertal.
Esta expansión no fue lineal ni inmediata; hubo múltiples oleadas migratorias, en ocasiones interrumpidas por condiciones climáticas adversas como las glaciaciones.
Después de la última Edad de Hielo (Pleistoceno), que culminó en el Último Máximo Glacial hace unos 20,000 años los glaciares retrocedieron, la región volvió a ser habitable y el deshielo permitió la colonización y expansión de los primeros europeos en regiones previamente cubiertas por el hielo.
Hacia Asia
Otros grupos se desplazaron hacia el este, siguiendo dos rutas principales: una ruta continental que atravesaba el corredor iraní hacia Asia Central desde donde llegaron a China y el sudeste asiático hacia 50–45 mil años atrás y otra más meridional que bordeaba las costas del sur de Asia. La expansión por el continente asiático se produjo de manera relativamente rápida.
En Asia oriental, se hibridaron también con denisovanos, parientes cercanos de los neandertales.
Entre los aportes más destacados de esta hibridación se encuentra la introducción del alelo EPAS1, asociado con una mayor eficiencia en la utilización del oxígeno en condiciones de hipoxia, lo que permitió a poblaciones como los tibetanos adaptarse a la vida en altitudes extremas. Asimismo, heredaron variantes de genes del complejo mayor de histocompatibilidad (HLA), que reforzaron la respuesta inmunitaria frente a patógenos regionales. Otros fragmentos genéticos de origen denisovano influyeron en el metabolismo de grasas y carbohidratos, favoreciendo la adaptación a entornos fríos y con recursos alimentarios variables.
Hacia Oceanía
Desde el sudeste asiático, otros grupos continuaron su avance hacia el este y el sur, alcanzando la región de Sahul (la masa de tierra que entonces unía Nueva Guinea, Australia y Tasmania) alrededor de 50–45 mil años atrás.
Este poblamiento requirió travesías marítimas cortas entre islas, lo que supone una planificación tecnológica y social notable para la época. Las poblaciones que llegaron a Oceanía presentaban ya un porcentaje notable de ADN denisovano y tienen la mayor proporción conocida de herencia denisovana (4–6 %, frente al ~0,2–0,5 % en Asia oriental).
Estas poblaciones conservaron una mayor proporción de rasgos morfológicos primitivos que se remontan a los primeros sapiens que salieron de África ya que era una población bien adaptada a un entorno que se mantuvo estable, lo que redujo la presión selectiva.
También quedaron relativamente aisladas del resto del mundo lo que redujo el flujo genético con otras poblaciones, de modo que no recibieron aportes posteriores que sí experimentaron los pueblos de Asia continental, como las oleadas migratorias neolíticas desde China y el sudeste asiático.
Hacia Siberia y América
Mientras tanto, otros grupos permanecieron en el continente asiático y se expandieron hacia el norte. Hacia 30–20 mil años atrás ya había presencia humana establecida en Siberia, adaptada a las duras condiciones climáticas del Pleistoceno tardío. Estas poblaciones septentrionales fueron las que, durante el máximo glacial, aprovecharon el puente terrestre de Beringia (que unía Siberia con Alaska debido al descenso del nivel del mar) para cruzar hacia América. Este proceso de migración se inició aproximadamente entre 20 y 15 mil años atrás.
Una vez en el continente americano, la expansión fue rápida. Los primeros asentamientos se multiplicaron en Norteamérica y, en el lapso de dos o tres milenios, los grupos humanos alcanzaron América del Sur, con evidencias arqueológicas en su extremo austral datadas en torno a 13–12 mil años atrás.
En África
Aproximadamente entre 50.000 y 150.000 años, una rama de H. sapiens que no salió de África se hibridó con un homínido arcaico que habría divergido del linaje humano hace más de 600,000 años, lo que indica que era una rama muy primitiva (mucho más antigua que neandertales y denisovanos), posiblemente una población relicta descendiente del Homo erectus africano, o bien, Homo ergaster.
Aunque estos homínidos fueron muy exitosos y se expandieron por África, no desarrollaron la complejidad cognitiva y simbólica de Homo sapiens o de Homo neanderthaliensis.
Esta hibridación originó a la mayoría de los africanos subsaharianos modernos que hasta hoy comparten muchas de las características comunes asociadas con Homo erectus, como brazos más largos, frente inclinada y mandíbula prognática. Las estimaciones sugieren que entre el 4% y el 19% del genoma de la mayoría de los africanos modernos tiene origen en este homínido primitivo, y que no se encuentra en las poblaciones euroasiáticas.
Subespecies
A pesar de que existen muy evidentes y marcadas diferencias genéticas y morfológicas entre las poblaciones humanas, la corrección política que domina en el ámbito académico niega la existencia de subespecies dentro de la especie H. sapiens, aceptando sólo una subespecie extinta denominada Homo sapiens idaltu.
Sin embargo, y en contradicción a este hecho, académicamente se reconocen numerosas especies animales con diversas subespecies que a simple vista resulta difícil distinguirlas entre sí debido a su gran semejanza física. Por ejemplo, subespecies de león (Panthera leo) como el león del Masai (Panthera leo nubica), el león del Congo (Panthera leo azandica) y el león asiático (Panthera leo persica) aparentan ser muy similares hasta el punto en que uno podría llegar a creer que se trata de la misma subespecie, pero una observación más detallada revelará diferencias como la forma del cráneo y el color de pelo.

En 1740, siendo fiel a la ciencia, Carlos Linneo, padre de la taxonomía, intentó clasificar y dividir al Homo sapiens en las distintas variedades que identificaba. Así, en su Systema Naturae denomina a estas variedades con la siguiente nomenclatura:
- Homo sapiens europaeus albus (Caucasoide).
- Homo sapiens asiaticus fuscus (Mongoloide).
- Homo sapiens americanus rubescens (Amerindio).
- Homo sapiens africanus niger (Negroide).
En el siglo XXI, aunque la corrección política impide poseer oficialmente un estatus taxonómico para las variedades genéticas humanas, se proponen las siguientes subespecies de Homo sapiens en base a la Teoría racial de linajes que otorga una mayor comprensión de la genética humana:
- Homo sapiens khoisanus (Khoisánido).
- Homo sapiens australis (Austrálido).
- Homo sapiens congensis (Cónguido).
- Homo sapiens pygmaeus (Pígmido).
- Homo sapiens mongoliensis (Mongólido).
- Homo sapiens armenius (Arménido).
- Homo sapiens rubescens (Nórdido rojo).
- Homo sapiens albus (Nórdido blanco).
Así mismo, se contemplan las siguientes subespecies extintas:
- Homo sapiens idaltu.
- Hombre de Cro-Magnon. (Tipo humano con rasgos europeos).
- Hombre de Grimaldi. (Tipo humano con rasgos cónguidos).
- Hombre de Chancelade.
- Hombre de Kibish. (Correspondiente a los fósiles de H. sapiens más antiguos hasta la fecha).
El Hombre de Cro-Magnon no posee actualmente estatus taxonómico formal ya que se cree equivocadamente que no se trata de una subespecie de Homo sapiens. Asimismo, algunos describen al hombre de Grimaldi y el hombre de Chancelade como variedades de "cromagnon", pero por sus diferencias anatómicas otros sostienen que deben ser considerados subespecies distintas.
Referencias
- ↑ Krings, M. et al. 1997, Neandertal DNA Sequences and the Origin of Modern Humans