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Alemanes del Volga
Sumario
Colonia de alemanes en Rusia
A partir de 1764, se formaron en ambas márgenes del río Volga 106 colonias agrícolas alemanas. Las personas que vivieron allí formaron el compacto sociocultural conocida como alemanes del Volga.
Llegaron a ese lugar invitados por Catalina II de Rusia, llamada “La Grande”, quien les otorgó una serie de privilegios para convencerlos a mudarse a ese lugar. La principal actividad de estas colonias fue la agricultura y la ganadería. Tuvieron que pasar 100 años de sacrificio y trabajo duro para lograr cierto bienestar y estabilidad.
Luego, el Zar Alejandro II comenzó a anular los privilegios otorgados por Catalina. En 1874, se dio a conocer un Manifiesto que, entre otras cosas, establecía el servicio militar obligatorio que duraba varios años y la introducción del idioma ruso en las escuelas, que hasta ese momento mantenían el idioma alemán. Este intento de rusificación de los alemanes, que mantenían sus costumbres y religión desde un principio, hizo que algunos decidieran dejar el Volga y buscar otros países para vivir.
En 1877, Nicolás Avellaneda promulgó la ley de inmigración en Argentina, y la noticia llegó a los alemanes del Volga, que comenzaron a llegar a partir de fines de 1877 y comienzos de 1878 para fundar en nuestro país una serie de aldeas. Además de la Argentina, también recibieron inmigrantes alemanes del Volga los Estados Unidos, Brasil y Canadá; pero centenares de miles de alemanes se quedaron en Rusia. Los que dejaron el imperio zarista fueron un porcentaje muy reducido de todos los habitantes de la zona del Volga.
El imperio ruso quedó abolido en 1922 y se formó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Algunos seguían intentando salir de Rusia hasta que esto ya no fue posible a partir de 1929 por un decreto del Joseph Stalin. Más de un millón de alemanes quedaron en la Unión Soviética.
Bajo el comunismo, las aldeas alemanes del Volga llegaron a formar primero una región autónoma, y el 6 de enero de 1924 se constituyó la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga. Su capital fue Pokrovsk que en 1931 adoptó el nombre Engels. Esta república duró hasta el 28 de agosto de 1941, año en que fue liquidada por otro decreto de Stalin. Los alemanes del Volga fueron acusados falsamente de ser espías y colaboracionistas de Hitler. Un tercio de los alemanes de Rusia fue fusilado y todos los demás fueron deportados masivamente a Siberia, Kazajstán y Alma-Ata en la frontera con China. Se les quitaron todos los derechos civiles.
Al día siguiente de la publicación del funesto decreto, todas las familias de todas las aldeas fueron informadas de que debían abandonar sus animales, casas y pertenencias porque serían deportados en las horas siguientes. Algunos no tuvieron más que 20 minutos para prepararse. En poco tiempo llegaron soldados en carros para cargar a las personas y llevarlos a la estación de tren desde donde serían enviados. Los que pudieron, habían preparado equipaje con ropa, comida y cosas que consideraron necesarias, pero a los que tenían mucho equipaje los soldados se los quitaban y tiraban. Los ancianos y niños podían ir sentados en los carros, el resto iba caminando.
Algunos sobrevivientes cuentan que en las aldeas donde se demoró más la partida podían ver el sufrimiento de las vacas con las ubres llenas de leche, sin que nadie pudiera ordeñarlas, porque eran vigilados por los soldados que no les permitían hacer nada. Los que tuvieron tiempo, aprovecharon para hornear pan para el viaje. Cuando llegaron a la estación, estuvieron sentados en el piso, algunos a la intemperie, amontonados y rodeados por los soldados. Cuando llegó el tren, vieron que eran vagones para transporte de animales. Todos tuvieron que subir. Lo hicieron llorando y quejándose por el maltrato.
El viaje del horror
El viaje fue terrible, frío, sucio, en algunos casos duró hasta dos meses. Muchos murieron por enfermedades o congelados por el brutal frío. Las personas fallecidas permanecían en los vagones o simplemente eran arrojados junto a las vías. Cuando llegaron a sus nuevos destinos, había carros esperando para llevarlas a su destino final. Muchos estuvieron algunos días a la intemperie, sin nada con qué protegerse del viento, la lluvia, la nieve y el frío.
Los hombres y jóvenes fueron movilizados para el Ejército de Trabajo, una modalidad de trabajo forzado con estricto control militar, elevadas exigencias y durísimos castigos. Las mujeres y chicas adolescentes talaban árboles y los aserraban en el bosque, que los muchachos más jóvenes sacaban con caballos. Las mujeres mayores y niños tejían redes para la pesca. Todo el trabajo se dificultaba por una alta capa de nieve de hasta 1,20 m, el frío, el viento y el hambre. La comida que recibían era apenas de 400 g de pan y pescado salado. El que tenía 10 años o más y no trabajaba, no recibía el pan. Todo el trabajo era vigilado por soldados que lo hacían cumplir a fuerza de gritos y golpes.
En pocos meses, la mitad de los alemanes murió. Como la tierra estaba congelada hasta un metro de profundidad, la gente no tenía fuerzas para enterrar a sus muertos y simplemente los tapaba con nieve. Frecuentemente venían los perros, excavaban la nieve y se comían los cadáveres. Los desterrados y presos vivían en barracas que ellos mismos debían construir o en cuevas donde morían congelados. Las barracas eran muy precarias y no protegían de la lluvia. Todo el tiempo el piso era un barrizal. Las temperaturas llegaban a 40 grados bajo cero.
Esta fue la situación trágica de los Alemanes del Volga que no tuvieron la suerte de salir de Rusia a tiempo. Pasaron muchas cosas más, tan terribles e incluso peores que la deportación. Es difícil decir cuántos murieron bajo esas circunstancias. Fueron miles y miles. A pesar de esta matanza de miles de alemanes, Rusia no pudo hacer desaparecer por completo a los alemanes del Volga. Algunos sobrevivieron, y quienes somos sus descendientes hemos conservado con orgullo su cultura, su idioma y su identidad étnica. Cada 28 de agosto recordamos con tristeza a todos los alemanes del Volga que murieron injustamente por culpa del dictador Joseph Stalin.
Una vez muerto el dictador absoluto e iniciado un proceso de desestalinización, en 1964 el gobierno soviético reconoció que los alemanes de Rusia no habían sido saboteadores, pero el daño ya estaba hecho. Además, había impedimentos para volver a las aldeas del Volga, ocupadas mientras tanto por rusos, y los alemanes nunca fueron indemnizados por sus pérdidas y sufrimientos. La URSS jamás indemnizó a las víctimas y sus familiares por haberles quitado la vida, la salud, los bienes, el honor y su identidad.
El decreto de Stalin
El texto del decreto:
El presidente del Soviet Supremo de la Unión Soviética, M. Kalinin
El secretario del Soviet Supremo, A. Gorkin
Moscú, Kremlin, 28 de agosto de 1941”