Así habló Zaratustra

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Portada de la primera parte en su primera edición (1883)

Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie (Título original en alemán: Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen) es un libro escrito entre 1883 y 1885 por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

El libro escribe las crónicas de los vagabundeos y enseñanzas de un filósofo llamado Zaratustra, cuyo nombre fue tomado del antiguo profeta persa (Zoroastro) que fundó el Zoroastrismo, aunque no tiene ningún vínculo riguroso con la figura histórica. El libro usa una forma poética de ficción y satiriza a menudo el Nuevo Testamento para explorar muchas de las ideas de Nietzsche.

Formado principalmente por episodios más o menos separados, las historias de Zaratustra pueden leerse en cualquier orden. En el libro aparece la famosa frase, Dios ha muerto, aunque esta frase fue escrita por el autor con anterioridad en su libro La gaya ciencia.

Estructura de la obra

La idea inicial de Nietzsche era estructurar el libro en tres partes, que vieron la luz a lo largo de 1883 y principios de 1884: el primer volumen fue escrito entre el 1 y el 10 de febrero, el segundo del 26 de junio al 6 de julio y el tercero entre el 8 y el 20 de enero. Tiempo después, en 1885, Nietzsche decidió incluir un cuarto volumen en Así habló Zaratustra, el cual iba originalmente destinado a ser la primera parte de una nueva obra, Mediodía y eternidad, compuesta a su vez por tres volúmenes, que nunca llegó a completarse. Esta cuarta parte permaneció circunscrita al círculo de amistades del autor -existía una colección de 40 ejemplares- hasta su publicación en 1890. La obra completa en un volumen único, tal cual la conocemos en la actualidad, no fue publicada hasta 1892.[1]

Temática

Nietzsche se sirve de la figura de Zaratustra para desarrollar y enlazar los cuatro elementos principales sobre los que se asienta toda su obra y que son exhaustivamente tratados a lo largo de este libro: la muerte de Dios, el superhombre, la voluntad de poder y (aunque no lo desarrolla explícitamente) el eterno retorno de lo idéntico.

Zaratustra es un ermitaño que vive recluido en la montaña, donde a lo largo de su retiro reflexiona sobre la vida y la naturaleza del hombre. Una vez siente que es el momento adecuado, decide regresar al mundo para comunicarle el fruto de su conocimiento. Esto queda patente al principio del prólogo con la frase

Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.[2]

En cierto modo, y como recursiva referencia a la Biblia y la tradición cristiana, presente a lo largo de toda la obra, Zaratustra es un mesías que lleva al hombre la noticia de su salvación; y al igual que Juan el Bautista anunció la llegada de Jesús, Zaratustra proclama el advenimiento del superhombre.

Es evidente desde el principio el paragón que Nietzsche hace de sí mismo proyectándose sobre la figura del profeta Zaratustra. Siente la necesidad de transmitir su conocimiento al mundo, para lo cual escribe un libro.

Equivalentemente, en su afán comunicador, Zaratustra desciende de la montaña y se mezcla con el pueblo.

La muerte de Dios

Aunque el argumento principal es el del superhombre, Nietzsche considera la muerte de Dios un requisito previo a su concepción. En el capítulo De la virtud que hace regalos escribe:

"Muertos están todos los dioses, ahora queremos que viva el superhombre".[2]

La noticia de la muerte de Dios es la primera enseñanza de Zaratustra, metafóricamente el pilar sobre el que se sustenta la construcción del superhombre. En el primer encuentro que Zaratustra mantiene apenas ha abandonado su retiro en la montaña, con el que resulta ser un religioso, se sorprende:

"¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!".[2]

La muerte de Dios supone el momento en que el hombre ha alcanzado la madurez necesaria para prescindir de un dios que establezca las pautas y los límites a la naturaleza humana, o sea, la moral. La moral va inextricablemente ligada a lo irracional, a las creencias infundadas (o más bien inferidas), es decir, a Dios en el sentido de que la moral emana de la religiosidad, de la fe axiomática, de la pérdida colectiva de juicio crítico en pos del interés de los poderosos y el fanatismo de la plebe. Para Nietzsche la moral ha de ser sustituida por la verdad, es decir, el hombre al servicio de sí mismo, su naturaleza: entregado a la consumación de su propia existencia.

Escribe Nietzsche en Ecce Homo, acerca de este tema,

La autosuperación de moral por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis, es lo que significa en mi boca el nombre Zaratustra.[3]
(Refiriéndose a "Así habló Zaratustra") [...] nacido de la riqueza más íntima de la verdad, un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y de bondad.[3]

Nietzsche y Zaratustra

De entre todos los escritos de Nietzsche, es sin duda Así habló Zaratustra el que el autor tiene en más alta estima. Con él cree haber superado toda la literatura preexistente.

Entre mis escritos ocupa mi Zaratustra un lugar aparte. Con él he hecho a la humanidad el regalo más grande que hasta ahora ésta ha recibido. Este libro {...} no es sólo el libro más elevado que existe, {...} es también el libro más profundo, nacido de la riqueza más íntima de la verdad {...}.[3]

Puede apreciarse, pues, la especie de naturaleza mesiánica que Nietzsche otorga al Zaratustra -el regalo más grande que la humanidad ha recibido-, precisamente a escasas líneas de haber escrito

La última cosa que yo pretendería sería "mejorar" a la humanidad.[3]

Esta ambivalencia, que algunos podrían interpretar como ambigüedad o contradicción, es característica de la obra nietzscheana y probablemente constituye un claro ejemplo de la ausencia de términos absolutos que preconiza el autor, los cuales habrían de ser la derivación necesaria de Dios y la moral.

En Ecce homo, su especie de autobiografía, dedica a este libro un capítulo mucho más extenso que al resto, además de referenciarlo e incluso citarlo recurrentemente a lo largo de toda la obra.

Zaratustra: síntesis

Entre las restantes obras de Nietzsche y este denso volumen en cuatro partes hay una gran diferencia de tono. El espíritu del estilo es poético y religioso, y en este último aspecto tiene un marcado talante evangélico de los sinópticos. Asi mismo muestra un elevado lirismo y gran fantasía. No debemos olvidar que Nietzsche escribía frecuentemente poemas, y es de hecho considerado uno de los mayores escritores en lengua alemana.

Con la misma intensidad como la atmósfera bíblica se advierten aires orientales. El legendario profeta Zaratustra -Zoroastro de los persas- no es elegido por casualidad. Sustentador de la moral del "bien" y del "mal" ha de venir ahora a destruirla, a hacerla entrar en el ocaso y la caducidad definitiva.

El profeta legendario peregrina entre las páginas en medio de extrañas prédicas, acompañado de dos animales simbólicos: el águila y la serpiente. Extraños también son los personajes que se presentan desde el principio y deambulan con sus mensajes.

Nada más lejos de la sarcástica claridad de los restantes textos nietzscheanos. Pero es en esta forma evangélica y antievangélica, a un tiempo, como se presentan los asuntos fundamentales de su filosofía.

Zaratustra fue históricamente el ordenador primario de los valores del bien y del mal. Ahora ha de ser el transmutador de esos valores, en una nueva escala inédita en la historia de occidente. No será el hombre el ejecutante. El hombre es algo que debe ser superado, porque es un ocaso y un puente que debe conducir al superhombre (Übermensch).

El superhombre encarnará un nuevo tipo de hombre, del cual en la historia ha habido, en determinadas épocas brillantes y excepcionales, sólo atisbos que lo bosquejaban. El superhombre ha de ser un hombre desgajado de toda forma de trasmundo, de todo paradisíaco más allá, de todo mundo celestial. Será fiel a la "tierra", lo que quiere decir, a su destino y a la realidad. La mediocridad de la moral occidental, vigente desde el triunfo del cristianismo, entrará en su definitivo ocaso.

Dios deviene en una figura en extinción. Ya no sustentará falsos valores, errónes escalas de valores. No uno, sino todos los dioses se extinguirán y esa ausencia permitirá al hombre que tenga su plenitud.

Sólo vivirá la vida, y la vida es siempre, cuando no es acallada por la mentira y por la falsa moral, voluntad de poder. Voluntad de más vida, que ama los hechos tal como son y busca la superación.

Referencias

  1. Andrés Sánchez Pascual. Prólogo a Así Habló Zaratustra. Alianza Editorial
  2. 2,0 2,1 2,2 F. Nietzsche, Así habló Zaratustra. Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual. Alianza Editorial.
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 F. Nietzsche, Ecce Homo. Prólogo, traducción y anotaciones por Andrés Sánchez Pascual. Alianza Editorial

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