Antigua Grecia

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El Partenón es uno de los símbolos más ilustrativos de la cultura y la sofisticación de los antiguos griegos.
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La Antigua Grecia, civilización helénica o Hélade (griego antiguo: Ἑλλάς, romanizado: Hellás) fue una civilización del noreste del Mediterráneo, que existió desde la Edad Oscura de Grecia (entre los siglos XII al IX a.C.) hasta el final de la antigüedad clásica (c. 600 d.C.), que comprendía un conjunto de ciudades-estado (polis) y otros territorios cultural y lingüísticamente relacionados pero que no constituían un estado unificado. La mayoría de estas regiones se unificaron oficialmente sólo una vez, durante 13 años, bajo el imperio de Alejandro Magno, del 336 al 323 a.C. En la historia occidental, la era de la antigüedad clásica fue seguida inmediatamente por la Alta Edad Media y el período bizantino.

Tres siglos después del colapso de la Grecia micénica en la Edad del Bronce Final, las polis urbanas griegas comenzaron a formarse en el siglo VIII a. C., marcando el comienzo del período Arcaico y la colonización de la cuenca mediterránea. A esta le siguió la época de la Grecia clásica, desde las guerras greco-persas hasta los siglos V y IV a.C., y que incluyó la Edad de Oro de Atenas. Las conquistas de Alejandro Magno extendieron la civilización helenística desde el Mediterráneo occidental hasta Asia central. El período helenístico terminó con la conquista del mundo mediterráneo oriental por la República Romana, y la anexión de la provincia romana de Macedonia en la Grecia romana, y más tarde la provincia de Acaya durante el Imperio Romano.

Polis griegas

Tras las civilizaciones minoica y micénica, en los siglos oscuros (entre el XIII y el XII a.C.) los griegos se organizaban en clanes familiares. Con el tiempo, los clanes se aliaron y formaron comunidades, aunque estaban separadas entre sí debido al relieve montañoso de la región. Esto favoreció que se convirtieran en territorios independientes con gobierno y ejército propios. La fragmentación existente en la Hélade constituirá el marco en el que se desarrollarán pequeños núcleos políticos organizados en ciudades, las póleis.

A lo largo del periodo arcaico (siglos VIII al V a.C.) y del clásico (siglo V a.C.), las polis fueron la verdadera unidad política, y se constituyeron como el elemento identificador de una época. Pese a compartir esencialmente el mismo espacio geográfico, lengua y cultura, la organización política de las polis era muy diversa, incluyendo un amplio abanico de sistemas de gobierno, que abarcaba desde la tiranía hasta la democracia. Cada polis era independiente, tenía su propio gobierno, leyes, instituciones, costumbres y cultura, y a menudo competían entre sí por el poder y la influencia en la región. Aunque las ciudades-estado eran independientes y continuamente se enfrentaban, también se unían cuando eran atacadas por enemigos comunes, como el Imperio persa. Algunas de las polis de la Antigua Grecia más conocidas incluyen:

  • Atenas: Una de las ciudades-estado más prominentes y poderosas de la antigua Grecia, conocida por su democracia, su desarrollo cultural y su influencia en el arte, la filosofía y la política.
  • Esparta: Famosa por su sociedad militarista y su gobierno oligárquico, fue una de las principales polis de Grecia, conocida por su disciplina militar y su papel en las Guerras Médicas y del Peloponeso.
  • Tebas: Situada en Beocia, fue una polis importante en la antigua Grecia, conocida por su papel en la mitología griega y su participación en conflictos como la Guerra de Tebas.
  • Corinto: Una polis estratégicamente ubicada en el istmo de Corinto, fue un importante centro comercial y naval en la antigua Grecia.
  • Mileto: Una de las principales ciudades-estado jónicas en la costa de Anatolia, conocida por su importancia en la historia de la filosofía y la ciencia griegas.

Esparta y Atenas

En el periodo arcaico se perfiló el protagonismo de dos ciudades-estado, Esparta y Atenas, con modelos de organización política extremos entre el régimen aristocrático y la democracia. Esparta era gobernada por reyes; a sus habitantes se les educaba para la guerra, por lo que debían ser fuertes y hábiles en el manejo de las armas; a las mujeres se les enseñaba a luchar igual que a los hombres, tenían derechos y libertad para elegir a sus esposos. Por su parte, en Atenas los gobernantes eran elegidos por el voto de los ciudadanos; los hombres no eran educados para la guerra; las mujeres no iban a la escuela, sólo podían salir acompañadas de sus familiares y no tenían derechos políticos.

La actividad de las polis hacia ultramar fue un elemento importante de su propia existencia y dio lugar a luchas hegemónicas entre ellas y al desarrollo de un proceso de expansión colonial por la cuenca mediterránea.

La decadencia de las polis favoreció su absorción por el reino de Macedonia a mediados del siglo IV a.C. y el inicio de un periodo con unas connotaciones nuevas, el helenístico, por el que la unificación de Grecia daría paso con Alejandro Magno a la construcción de un Imperio, sometiendo al Imperio persa y al egipcio.

En opinión de algunos especialistas, en esta fase la historia de Grecia volvía a formar parte de la historia de Oriente y se consumaría la síntesis entre el helenismo y el orientalismo.

Cuna de la civilización occidental

Se considera generalmente como la cultura seminal que sirvió de base a la civilización occidental. La cultura de Grecia tuvo una poderosa influencia sobre el Imperio romano, el cual la difundió a través de muchos de sus territorios de Europa. La civilización de los antiguos griegos ha sido enormemente influyente para la lengua, la política, los sistemas educativos, la filosofía, la ciencia y las artes, dando origen a la corriente renacentista de los siglos XV y XVI en Europa Occidental, y resurgiendo también durante los movimientos neoclásicos de los siglos XVIII y XIX en Europa y América. La civilización griega fue básicamente marítima, comercial y expansiva. Una realidad histórica en la que el componente geográfico jugó un papel crucial en la medida en que las características físicas del sur de la península de los Balcanes, por su accidentado relieve, dificultaban la actividad agrícola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de costas, favorecieron su expansión hacia ultramar. Un fenómeno sobre el que incidirían también de forma sustancial la presión demográfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos, jonios y dorios) a lo largo del III y II milenios a. C.

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