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Cultura de la vida
Debido a ello, estar a favor de la cultura de la vida implicaría, según este concepto, respetar la dignidad de la persona humana y rechazar automáticamente todas aquellas prácticas destinas a destruir la vida humana como el aborto, la eutanasia, la clonación, el uso de células madres para la investigación científica, los métodos anticonceptivos y la esterilización humana, el suicidio, la drogadicción, la guerra, el sadismo, el homicidio, el narcisismo, el egoísmo, y en algunos casos también la pena de muerte y la fecundación artificial.
Aunque actualmente los practicantes y adherentes al catolicismo son los principales promotores de la así llamada "cultura de la vida", no son los únicos.
Sumario
Origen
La expresión debe su origen al Papa Juan Pablo II, quien la empleó por primera vez en la Encíclica Centesimus Annus de 1991 en el siguiente párrafo del numeral 39:
Posteriormente en una gira por Estados Unidos en 1993. Hablando con periodistas en el "Stapleton International Airport" dijo que la cultura de la vida "significa respetar la vida humana desde el primer momento de la concepción hasta su final natural".
El concepto parece inspirarse en el primer libro de la Biblia: "Y ciertamente pediré cuenta de la sangre de vuestras vidas; de todo animal la demandaré. Y de todo hombre, del hermano de todo hombre demandaré la vida del hombre" (Génesis 9, 5). En el discurso religioso, Dios condena a todo aquel animal u hombre que atente contra la vida de un hombre.
Cultura de la muerte
El concepto contrario a la "cultura de la vida" es el de la "cultura de la muerte". Definen como "cultura de la muerte" la negación sistemática de la solidaridad y la promoción del utilitarismo eficientista que considera que todo aquello que es débil debe ser exterminado para no convertirse en una carga. En un ejemplo extremo, se refiere a la idea de que una persona que debido a una enfermedad, una incapacidad o al mero hecho de existir afecta el bienestar o el estilo de vida de otra persona debe ser suprimido.
El término es usado por aquellos en el movimiento "pro-vida" para referirse a partidarios de la investigación con células madre embrionarias, el aborto legalizado y la eutanasia. Algunos en el movimiento pro-vida han comparado a quienes apoyan estas prácticas con los perpetradores del supuesto "Holocausto nazi", afirmando que sus oponentes comparten el mismo "desprecio por la vida humana".
Las ideas vitalistas de Friedrich Nietzsche[1], las evolucionistas de Charles Darwin y las eugenistas del nacionalsocialismo[2], son a menudo acusadas y defenestradas como parte de este concepto.
En la actualidad, los movimientos feministas y los grupos neomalthusianos son considerados por esta doctrina como los elementos más activos de la "cultura de la muerte" a nivel global. También algunos cultos que hacen del sacrificio ritual parte de sus actividades de devoción estarían detrás de las grandes campañas propagandísticas a favor de la masacre legalizada.
Críticas al concepto
Muchos críticos de la cultura de la vida sostienen que existe una contradicción en los casos en los que alguien pro-vida repudia el aborto pero aplaude la pena de muerte. El sector "pro-vida" defiende que el aborto afecta siempre a un inocente, en tanto que la pena de muerte, bien aplicada, puede acabar con un problema grave al neutralizar de manera definitiva a un peligro para la vida de los demás.
Desde el pensamiento nitzscheano, que considera al cristianismo como la auténtica negación de la vida por su esperanza en "otra vida mejor", ambas expresiones, "cultura de la vida" y "de la muerte", constituyen una verdadera perversión del lenguaje, y una prueba más de la inversión de los valores puesta en marcha por esta religión.